Publicado el 05
de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
Dicen
que el optimista ve el vaso medio lleno mientras el pesimista siempre lo verá
medio vacío… y que el racionalista piensa que el vaso mide el doble de lo que
debería. Claro! El racionalista jamás emitiría un juicio basado en sus
percepciones sensoriales, la pura experiencia de lo pasado, el empirismo, la
corazonada, o nada parecido a lo emocional.
Vanguardia
dio parte noticiosa durante la semana del caso: El sábado pasado fue detenida
una especie de banda delictiva que operaría al norte de la ciudad. Colombianos,
dicen las notas, que buscaban establecerse en Saltillo presuntamente para
delinquir.
No pude
haberme sentido más estúpido luego de leer la noticia: ese sábado regresaba de
mi trabajo y, al querer entrar en una colonia de las que tienen caseta de
vigilancia y pluma de acceso, noté que una camioneta tipo familiar color blanca
y un auto sedán gris esperaban estacionados a unos metros de la entrada. Al ver
una pequeña fila de autos esperando ante el acceso restringido, pensé que ellos
hacían lo mismo. Pero resulta que al pasar yo por el lado del acceso automático
con tarjeta de proximidad, ambos vehículos se pegaron detrás de mi e ingresaron
rápidamente ante mi duda de porqué habrían hecho eso. Pero como buen mexicano,
decidí que no era mi problema.
Pero que
estúpido fui. ¿No era mi problema? Mis dos hijas estaban adentro de esa colonia
y en el momento no razoné que un intruso podría ser una amenaza. El acceso al
fraccionamiento (aún con toda la inconstitucionalidad que esto representa),
debería estar condicionado y sólo habrían de ingresar quienes se registrasen ante
la junta de colonos como residentes, visitantes asiduos, trabajadores y demás personas
que tienen un tarjetón de acceso, o en su defecto, aquellos quienes atreviesen
el calvario de registrar su visita eventual con identificación oficial y del
vehículo.
Y más o menos tenemos el parte oficial de lo
que pasó más tarde: los presuntos delincuentes que se movían en los mismos
vehículos que por mi descuido ingresaron a la colonia, anduvieron un rato de
pendencieros para finalmente ser arrestados en otra parte de la ciudad cuando
-para Ripley´s-, quisieron robar un auto que resultó ser patrulla. Y digo más o
menos porqué esa no me la trago.
Porque para
algunos mortales, nos es muy difícil dejar de atar cabos y terminar por ser más
racionales que el optimismo del discurso gubernamental o que el pesimismo de
quien tiene los medios para largarse del país a vivir a otra parte: los malos
están de vuelta.
Igual que
en el pasado lo hemos dicho, nos equivocamos cuando pensamos que, con
diferencia de meses, hace unos años la delincuencia organizada asesinó en casos
aislados a dos jóvenes ampliamente conocidos en nuestro estado. No, el común
denominador fue que ambos crímenes fueron perpetrados en contra de sobrinos del
gobernador en turno; eso es algo que entra en la definición de tendencia o
móvil a manera de amenaza o sentencia, y que no debió ser descartado por las
autoridades y comprado por la opinión pública para haber calificado esas
tragedias como casos aislados. Y por supuesto, sólo quien quiera pecar de
optimista dirá que es una inocente casualidad que los maleantes del sábado
anterior hayan merodeado las casas del Procurador del estado, del Secretario de
gobierno y del mismo Gobernador coahuilense. Quizás, como soldados, ellos no
sabían ni dónde andaban, pero alguien está enviando mensajes con este tipo de
acciones.
Todo está a
la vista: grupos de socios inversionistas dónde unos aportan la solvencia moral
y otros la solvencia económica, que gustosamente se van incorporando en giros
de negocios que tradicionalmente han sido manejados por lo más oscuro de la
sociedad; negocios millonarios que hoy abren sus puertas con bombo, platillo y
corte de listón bajo el cobijo de la gente cuya fortuna bien habida parece
empezar a mezclarse con capitales de dudosa procedencia; otra vez puertas
abiertas a todo aquel que haga lo propio con la cartera. Lavado, lavado, lavado
y más lavado de dinero sucio; dinero sucio que proviene de negocios turbios,
negocios turbios que nacen de personas sanas.
En
materia de seguridad pública, quienes hemos sufrido pérdidas humanas,
económicas, emocionales o sociales, debemos entender que no podemos ser tan
simplistas para ver un vaso medio lleno o medio vacío por nuestra personalidad,
sino que debemos ser racionales para identificar y saber porqué están ahí otra
vez todos los ingredientes para el caos y quienes los están sembrando, y
debemos entender que con una simple acción podemos poner orden y garantizar la
seguridad en nuestra casa: cerrar la puerta a los malos, a sus amigos, y a sus
avanzadas.
cesarelizondov@gmail.com
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