Publicado el 31
de Julio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
La noche anterior me desvelé adelantando todos
los pendientes del trabajo; ese día desperté más temprano de lo habitual para
llegar con mucho tiempo a mi oficina, todo para realizar un trámite similar a
los que cotidianamente millones de personas hacen alrededor del mundo.
Fui previsor:
Llevé mi vieja laptop que fuera de su minúscula pantalla en relación a mi
precaria visión, aún tiene mucho servicio que dar. La oficina estaba desierta
cómo cuando llegas un domingo por la mañana, un 25 de diciembre o por la tarde
del día de la madre. Encendí mi moderna computadora de pantalla de 17 pulgadas,
procesador, memoria y disco duro de nueva generación. Alternamente mi vieja
laptop también estaba lista para trabajar simultáneamente en ambas.
Días antes
habíamos pagado la tarjeta de crédito de mi esposa que utilizaríamos para el
trámite, adelantamos pagos no vencidos para tener el saldo necesario. Habíamos sido
muy disciplinados con el gasto de las últimas semanas para completar un
capricho. Tenía otras tarjetas de débito listas para entrar en acción si era
necesario. Pero no fue necesario.
Eran las 9
en punto de la mañana del martes pasado e ingresé a la página de Ticket Master
México. Banorte había anunciado con bombo y platillo que sus tarjetahabientes
tendrían acceso especial para la preventa de los boletos para un partido de la
NFL, liga profesional de futbol americano que luego de 10 años de ignorar a la abierta
y fiel afición mexicana por andar tras los indiferentes y flemáticos ingleses,
regresa el próximo noviembre a nuestro país con un juego en el horario más
importante de sus transmisiones televisivas: la noche del lunes, Monday Night Football
le llaman por allá.
Dirán que
cada quien hace las cosas como quiere, pero yo digo que no es que uno quiera
hacer las cosas así, sino que uno es orillado a hacer las cosas así ante la
cultura del estupidísmo: como estúpido, tenía dos computadoras trabajando ante
mí, un puñado de tarjetas del banco al que le he confiado grandes cosas que sin
duda para ellos son pequeñas, dos usuarios registrados ante ticketmaster y un
cinturón muy, muy apretado.
A pesar de
la nula información que los ejecutivos bancarios pudieron darme para el evento
desde días anteriores, entendí que solo las tarjetas de crédito serían
aceptadas en la preventa y así pude romper el primer filtro para ser de los
“afortunados” clientes de Banorte. Pero hasta ahí llegué.
Era un segundo después de la nueve de la
mañana y yo ya estaba, frenéticamente, alternando en una y otra computadora,
con uno y otro usuario, tratando de obtener tres tristes boletos para ver en el
estadio Azteca al equipo que le he sido fiel desde enero de 1977 cuando ganaron
su primer Súper Bowl: Los Raiders de Oakland.
Pero fue
inútil. Pasé media mañana intentando una y otra vez que la plataforma de
ticketmaster me asignará boletos para realizar el pago, y nada. No sé si
terminé más cansado que frustrado, más desilusionado que defraudado, más
desganado que encabronado. Pero había otra oportunidad: el jueves, ticketmaster
abriría venta al público en general. Y si, pensé igual que tú, que sí en una
preventa semi privada había sido imposible, en una de mayor demanda sería
impensable.
Pero antes
del jueves, recibí un correo de NFL México dónde me asignaban una clave por
haberme registrado en no-se-qué sitio para tener acceso a comprar los boletos
para el ansiado partido. El ritual del martes lo repetí el jueves. Está vez, a
las 9:03 de la mañana la suerte me sonrió brindándome la oportunidad de
conseguir tres carísimos boletos y entonces sí, tuve el momento de felicidad
que todo aquel rendido al consumismo experimenta de vez en cuando. Diez minutos
más tarde, la afición mexicana volvía a volcarse en las redes sociales para
expresar su enojo ante la dificultad e imposibilidad para hacerse de un lugar
para el esperado evento.
Y claro,
en primera instancia parecería que la NFL representa en México el mismo
fenómeno que la Fórmula 1, Justin Bieber, Radiohead, Britney Spears, Maroon 5 o
cualquier otra marca que tenga que ver con boletaje: mayor demanda que oferta.
Y sabemos que así es porque todos esos eventos han sido abarrotados por el público
mexicano, siendo uno de los mercados más atractivos del mundo por su tamaño,
cultura y cierta estabilidad económica cada vez más endeble. Pero rápidamente,
aparecen sitios como Ticketbis.com ofreciendo boletos al mismo tiempo que las
agencias asignadas oficialmente por la NFL, por supuesto que a precios
exorbitantes. Imposible dejar de pensar en que alguien se está pasando de listo
lucrando con la reventa a espaldas de la NFL.
Y es por
todo lo anterior, que habremos de decirle adiós por largo tiempo a la NFL
después del partido de noviembre, y quizás tampoco regrese la F1 más tarde y
jamás volveremos a ser anfitriones de un mundial de fútbol, olimpiadas o
cualquier evento internacional que tenga que ver con boletaje. Pero esta vez,
no ha sido la cultura del aficionado mexicano que antes del despeje de un
portero grita eeehhhhhh p#*o ¡¡, ni que insultaba los himnos nacionales
extranjeros; tampoco ha sido por nuestros ilustres gobernantes cuyas peripecias
son del dominio universal; ni por la sobrada pobreza ni por falta de
infraestructura; no, esta vez, han sido los empresarios de un banco que se
jacta de ser muy mexicano quienes han echado a perder las cosas matando a la
gallina de los huevos de oro. De verdad, con esas instituciones mexicanas, mejor
que nos sigan absorbiendo los bancos ibéricos.
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