Publicado el 06
de noviembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
Quien
haya dicho que los amigos se cuentan con los dedos de una mano, es porque no
conoció a Pepe, mi hermano. Solo en su mano derecha tenía a los demás miembros
de los Cuatro y Medio Fantásticos, quienes edificaron una amistad desde la
escuela primaria y tienen en Arturo al amigo que, debido a su corta talla
cuentan por la mitad, pero que al igual que Jorge, Armando y Chuy, vale por una
vida entera llena de vivencias, experiencias y momentos importantes
compartidos.
Luego, en
su mano izquierda, Pepe fue agregando a través de su vida a más y más amigos de
más y más perfiles: los crossistas, con quienes compartía la adrenalina de
montar un caballo de hierro; los cazadores, con quienes seguía incansable un
rastro de huellas, pelambres, heces o sangre para dar finalmente con algún
elusivo venado; los pescadores, con quienes tiraba un anzuelo al agua desde la
interrogante del marinero que nunca sabe si al recoger el sedal vendrá algo
bueno o regresarán solos los aparejos; los jeeperos, con quienes recorría
largas y difíciles distancias solo para, una y otra vez, terminar por
rescatarse entre compañeros atascados en el lodo, con piezas de acero rotas
entre las piedras, con llantas reventadas e incluso alguna vez, hasta sin
gasolina.
Igualmente
convivió mucho y muy bien con quienes lo acompañaban a su rancho a pizcar
manzanas y en alguna época a marcar ganado, apuntalar postes o abrir una nueva
senda entre el terreno. Con quienes fue alguna vez a una playa, a un concierto
o a un partido de cualquier deporte; hizo también amigos frente a la obligada
parrilla norteña repleta de embutidos, cortes de carne y eventualmente algún aburrido
vegetal, así como en la bohemia acompañada de unos tragos de Bacardi blanco con
tanta coca cola como agua mineral.
Desde los
días que luchó dentro de los hospitales para recobrar una salud que ya no
regresaría y después, durante los servicios de velación o sepelio, ceremonias
religiosas y depósito de cenizas en su morada final, también aparecieron o
enviaron mensajes muchas personas que tuvieron otro tipo de relación con Pepe
como antiguos empleados, compañeros de trabajo y colegas, personas que desde el
otro lado de la ventanilla tuvieron un trato que fue más allá del
profesionalismo para convertirse en amistad. También, por supuesto, mis
queridos primos y estimados tíos estuvieron ahí porque además de compartir un
parentesco, Pepe los supo sumar como amigos.
De ahí
que les diga yo a mis sobrinos Pepe y Diego, así como a mi madre que, así como
es enorme, doloroso e imposible de llenar el hueco que Pepe deja en nuestras
vidas, es también proporcional al tamaño de simpatías, amistades, lealtades y
excelentes recuerdos que mi hermano ha dejado entre tanta gente. Y si bien es
cierto que ese hueco jamás será ocupado por nada ni nadie, también es cierto
que podemos encontrar entre tantas vivencias y experiencias de Pepe con otras
personas, una forma de sobrellevar su ausencia, una forma de que siga viviendo
entre nosotros.
Es por eso que gustosamente les tomo la palabra
a los amigos, primos, compadres, cuñados, concuños y compañeros de mi hermano,
para que nunca dejen de procurar a mi madre y a mis sobrinos, porque siempre
agradeceremos lo que cada uno de ustedes haya dejado de sí mismo en Pepe, y
porque mis hermanas y yo siempre nos sentiremos orgullosos de lo que Pepe haya
dejado dentro de ustedes. Una vez más: gracias a quienes fueron sus amigos,
fueron bien correspondidos.
cesarelizondov@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario