Publicado el 25
de septiembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
Aunque la expresión la utilizamos en México como un
espejo que regresa la mentada de madre, esta vez, decir “a veinte”, tiene
forzosamente la connotación de la nueva barrera alcanzada por el dólar. Yendo
un poco más lejos de la facilidad que ahora tenemos para hacer los cálculos
matemáticos en las conversiones entre monedas, existe una monstruosidad de
implicaciones, decisiones, causas y efectos que, jugando un poco con la
imaginación y la metáfora, solo alguien de las proporciones de Agustín Cartens
podría esconder.
Pero
vayamos primero a contextualizar lo que más adelante amarraremos: la mejor
receta para echar a perder algo, es abusar del ingrediente principal sin
hacerlo equilibrar con los demás elementos. De ahí que cosas que fueron buenas
en un principio como el levantamiento de Madero, se prostituyeran luego en una
espiral de traiciones y ambiciones dónde efectivamente se acabó con la reelección
a punta de balazos, pero dónde el período revolucionario jamás vio fructificar
la promesa del sufragio efectivo, gracias a los mismos asesinatos que impedían
la reelección, pero privilegiaban la imposición. Igual triunfó la revolución
cubana echando fuera al imperialismo yanqui, pero cerrándose en el camino las
relaciones con todo el mundo occidental, en perjuicio directo de su pueblo. Y
los venezolanos lograron ser amos y dueños de su petróleo sin abandonar un
marco democrático en sus instituciones… en el papel; porque la perpetuación del
chavismo ha sido de todo, menos benéfica para su país luego de iniciar con el
pie derecho una era que sería de prosperidad, democracia y soberanía.
Brincamos
de esos contextos al México de los años setenta: Hartos barriles de petróleo
por extraer, un precio del petróleo por los suelos, un aparato oficial grande
por ser obeso, no por ser competitivo… y un gobierno que no sabe de economía. Y
lo peor: sin contrapesos.
Y de ahí
nos pasamos al México actual: Hartos barriles de petróleo por extraer, un
precio del petróleo por los suelos, un aparato oficial grande por ser obeso, no
por ser competitivo… y un gobierno que no sabe de economía. Y lo peor: sin
contrapesos. No estimado lector, no te brincaste renglones ni se equivocó el
impresor, es el mismo México, con el mismo tipo de gobernantes.
Pero, dirán
los más avezados, ¿Qué no es ahora el Banco de México autónomo del gobierno
federal? ¿No nos lo venían repitiendo sexenio tras sexenio? ¿No es por eso que
sorteamos crisis mundiales como la del 2009? ¿No es por eso que durante años
hemos tenido a raya a la peligrosísima inflación?
Pues tan
cierto como que la UA de C se manda sola. O cómo que a Villa, Zapata y demás
rancheros los movía un hambre de democracia, o cómo que una vez que saliera
Estados Unidos de Cuba, los hermanos Castro (no Benito y Gualberto, sino Fidel
y Raúl) darían paso a otras caras. O tan cierto como que en Venezuela ha
existido democracia durante el chavismo: la legalidad dice que sí ha habido
elecciones libres, la verdad y la inteligencia dicen otra cosa.
Y de ahí
el pecadillo que da lugar al gran pecado. Porque la perpetuación de las mismas
personas en los puestos claves del manejo económico del país sobreviene en el
gran error: creen que todo lo saben, y para ser trapecistas que vuelan de
sexenio a sexenio, seguro que habrán acumulado un sinnúmero de compromisos personales
hoy imposibles de romper. Y como aquellos hombres que iniciaron una revolución
bajo un noble ideal, hoy, estos que ayer fueron héroes cuando hicieron lo que
el país necesitaba, se convierten en verdugos cuando se vuelven serviles al régimen
actual.
Porque
habrán de ser muy torpes quienes sigan defendiendo lo indefendible en materia
de fluctuación del dólar: Está fuertemente ligado al déficit fiscal que el bajo
precio del petróleo le acarrea al país, igualito que en los setentas; todo de
manera artificial, sin permitir que las leyes económicas hagan su doloroso
trabajo hoy en beneficio del mañana, todo hecho por una mano tan obesa y notoria
que infartaría a Keynes, todo hecho por salir del paso hoy, sin importar el
futuro.
Es cierto que
el dólar se ha fortalecido en todo el mundo y eso implica deslizamientos, pero
la competitividad comercial y productiva del país también han hecho del peso
una moneda más sólida, lo que terminaría en un empate técnico en términos de
devaluación.
La
diferencia en el corto plazo de las medidas artificiales: tan pronto como en
navidad, las viandas, regalos y festejos costarán más, mucho más, arrastrados
por el dólar. Pero sin importar la inflación, a la vuelta de enero la economía
seguirá fluyendo gracias a un aumento en los salarios dictado desde el
legislativo y no desde lo productivo. Y así nos enredaremos en una espiral inflacionaria
de nunca acabar.
Que los
gobernantes y quienes viven y han vivido del erario me digan, descalifiquen y
argumenten lo que quieran respaldados por intrincadas explicaciones económicas
que ni en sus casas entienden. Desde la lógica de la productividad, de la
disciplina fiscal y lo que debería hacer un buen y responsable gobierno, yo les
digo: a veinte ¡¡
cesarelizondov@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario