Publicado el 21
de agosto de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
Recibí una llamada desde la madre patria.
Era el CEO de una empresa cuyas transacciones andan por encima de los cien
millones de euros anuales operando en más de 40 países, y que la tendencia de
su crecimiento les hace pensar que aumentar dichos números durante los próximos
años, es prácticamente un hecho. Aunque sus números todavía no son para asustar
a nadie, para un simple mortal, recibir esta clase de llamadas no es cosa de
todos los días.
No era nada que ver con mi trabajo primario,
de dónde sacó para comer, pues. Dijo llamar para esclarecerme la participación
de su empresa en un problema ventilado por mí en estas mismas páginas semanas
atrás: El asunto de los boletos para un evento en la ciudad de México que
fueron inaccesibles para el grueso de quienes intentaron hacerse de ellos por
las vías anunciadas, mientras que simultáneamente estaban a la venta en el
sitio de Ticketbis a precios fijados por los oferentes particulares, obviamente
y bajo las reglas de la oferta y la demanda, muy por encima del precio acordado
por los organizadores y los concesionarios por ellos escogidos.
Su modelo
de negocio es muy simple: cuentan con una plataforma virtual desde donde,
personas de diversas nacionalidades realizan un intercambio comercial de
boletos para musicales, conciertos, juegos deportivos y cualquier tipo de
evento que implique boletaje. Un usuario pone su boleto a la venta, otro usuario
lo compra. Me aclaró Ander Michelena, CEO de ticketbis, que por el momento su
empresa no es concesionario de ligas deportivas, promotores o representantes
artísticos, sino un intermediario que pone en contacto a dos particulares para
garantizar a ambas partes un trato justo y seguro. Para ponerlo en blanco y
negro: el Uber del boletaje. Así que, ticketbis fue solo la página a la que
acudieron aquellos que tenían un boleto que vender, para ofrecerlo a aquellos
que querían comprar. El porqué había desde el primer minuto oferta particular, simultáneamente
a una preventa que había sido concesionada a una institución financiera de
alcance nacional, sigue siendo algo que los tarjetahabientes de Banorte le
siguen reclamando a su banco.
Y ya me tardé
demasiado para sacar las odiosas comparaciones. La otra parte de mi artículo
anterior: el mejicanísimo Banorte que tuvo en sus manos la preventa, se quedó
en la omisa posición del “háganle como quieran” y el sarcasmo del “huuuyy, que
miedo que te lleves tu mísera cuenta a otro banco”. No necesito decirte que, si
tuviera que apostar, apostaría a que antes de que el grandioso Banorte ponga un
pie en España, el aún modesto ticketbis estaría en condiciones de absorberlo.
Ja-ja-ja-ja, dirán muchos como en su momento lo hizo Kodak, Blockbuster,
Olivetti y cigarros Viceroy en el contexto de lo material, y más recientemente
MSM Messenger y los teléfonos Black Berry en el área de la comunicación. Menospreciar
la necesidad del pequeño consumidor o ignorar hacia dónde va el mercado, jamás
ha mantenido a flote a ninguna compañía, por protegida o querida que esta sea.
Porque,
empresas que han elegido como forma de hacer negocios el participar en los ciertos
y seguros oligopolios de las concesiones adquiridas para explotar determinadas
oportunidades, en lugar de aspirar al soñado e imaginario monopolio que te
acarrea el buen servicio brindado al mercado abierto, siempre han estado
destinadas a desaparecer más temprano que tarde. Ignorar las quejas y necesidades
del consumidor individual cómo lo ha hecho Banorte, ciertamente no les quita el
sueño, porqué saben que ni siquiera se van las pequeñas cuentas por no hacer más
trámites en el reino de la tramitología, pero ciertamente que jamás crecerán
más allá de lo que las acotadas concesiones les permiten, tomando sólo una
rebanada del pastel mexicano, a lo mucho americano, dejando de lado el potencial
de un mercado mundial.
Muy
extendida está la percepción de que los problemas que México ha tenido a lo
largo de su historia vienen enraizados desde que los españoles nos
conquistaron, heredando de generación en generación una cultura de sometimiento
y negación ante los distintos verdugos de nuestra tradición; diferente a lo que
se piensa de los Estados Unidos, que fueron colonizados por ingleses, quienes
legaron una cultura de adaptación, de crecimiento y desarrollo en suelo
extraño. Conquista es igual a llenarse de riquezas sometiendo por la fuerza,
colonizar es aprovechar las oportunidades que otros han despreciado en su
propia tierra.
Aprovechando las bondades de la tecnología y las comunicaciones,
utilizando herramientas como trendkite, talkwlker, brandwatch o la más popular
alerta de menciones de google, empresas como ticketbis encuentran la forma de
escuchar no solo a sus clientes, sino todo lo que se publica sobre ellos, y así
se preparan para colonizar un mundo dónde las fronteras de los mercados han
desaparecido y dónde, a aquellas empresas que aún creen en la conquista de
concesiones para acaparar mercados sometidos, algún día las veremos en los
anales de la nostalgia. Jamás he comprado por ticketbis y tengo más de 25 años
siendo cliente de Banorte, pero tengo la absoluta certeza, de que mis hijos tendrán
más tratos con la colonizadora empresa española, que con el conquistador banco
mexicano.
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