Publicado el 14 de agosto de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia
Hace
muchos años, algún amigo nadador se quejaba de alguna representante mexicana
que, según su decir, participaba en Seúl 88 sin tener los merecimientos para
hacerlo: su tío era un importante político comarcano. De cualquier forma, le
decía yo, el mejor mexicano en esa disciplina poco puede hacer ante muchos
australianos, estadounidenses y alemanes que ni siquiera habían llegado a las
olimpiadas por esa visión que estos juegos tienen ante la humanidad: que sean
representativos de todos los países, independientemente del nivel competitivo
que algunos atletas tengan en algunas ramas.
Por
eso a través del tiempo hemos visto noveles nadadores representando a pequeños
países, casi ahogándose en la alberca, mientras otros más experimentados se
quedaron en casa en el ánimo de la diversidad de naciones, siendo que dentro de
su país habría algunos con mejores marcas que ellos. Igual hemos visto clavadistas caer de
espaldas, fondistas que llegan a punto del colapso, levantadores de peso sin
posibilidad alguna de medallas y por supuesto, alguna gimnasta sin la presencia
física que el mundo espera cuando el escaparate es universal.
Y
claro, la más cruel de las burlas ha sido aquella foto en la que, a punto de
tocar la pared, un nadador voltea a ver como Michael Phelps le precede con la
vista fija hacia adelante para llegar una fracción de segundo antes y alzarse
con la medalla de oro, todo con el pie de foto que dice algo más o menos así:
“el ganador observa la meta, el perdedor observa al ganador”. ¿En serio? ¿El
que llegó atrás del atleta más laureado en la historia de los juegos olímpicos
es un perdedor? ¿La gimnasta mexicana que no llenó las expectativas de quienes
nos quedamos en un sillón es un fracaso? ¿El resultado de nuestro paisano
Boardman es un reflejo de lo que es nuestro país?
No veo en el medallero a nuestra bandera. Y es
que Alexa Moreno no ganó, es verdad. Tampoco lo hizo Ernesto Boardman, Paola
Espinoza, Rommel Pacheco ni algún otro mexicano al momento de escribir estas
líneas. Entonces, ¿Lo que veo en el medallero es el resultado de un país o el
resultado de un deportista? Ni duda cabe: el medallero refleja lo que somos
como país, no lo que ellos son como deportistas.
No veo
en el medallero las medallas de Phelps, veo la organización de los Estados
Unidos. No veo en el medallero una veintena de medallas para China, veo la dirección
de sus autoridades. No veo en el medallero el individualismo australiano, veo el
trabajo en conjunto para que sus ciudadanos tengan una mejor vida. No veo en el
medallero al frío y calculador alemán, veo un país disciplinado en todas las
áreas. No veo en el medallero las posibilidades de Brasil, veo el fracaso de su
corrupción. No veo en el medallero cuantas medallas tiene Corea, veo que son
proporcionales a su importancia económica. No veo cuantas medallas de oro tiene
Canadá, veo cuantos pódiums tiene en plata y bronce, lo que definitivamente los
hace unos ganadores. No veo cuantas medallas tiene México como país para
quejarme, veo el esfuerzo individual de nuestros deportistas para intentar
lograr algo cuando no les damos nada.
Y ya sabes amigo lector que me gusta comparar
con lo medible: el tamaño de las economías habrían de ser referentes para los
resultados de una nación en cualquier tópico. Ahí tenemos que, desde esa
perspectiva, nuestro fútbol ha sido el equivalente mundial al lugar de nuestra
economía desde hace 30 años, habrá que ver que está dirigido por manos privadas
y pienso que eso hace posible la ecuación. De ser medible el arte, habríamos de
tener artistas cuyas obras su cotizaran entre las mejores 15 del mundo,
escritores de best seller casi tan leídos como los populares Nicolas Sparks o
Paulo Cohelo, cantantes más importantes que Shakira, al menos una marca de
autos compitiendo a nivel mundial, asientos en los consejos de la ONU y demás organizaciones
internacionales. Y sí, en el medallero olímpico habríamos de estar del lugar 12
hacia algo mejor.
Pero sabemos
que existe algo llamado ventajas competitivas. Es algo que nos dice que, por la
naturaleza de su clima, la gente es más propensa a la lectura en los países
bajos que en los tropicales porque acá podemos salir a la calle; que el
corredor africano es más rápido y fuerte que el blanco por una herencia genética
de miles de años dedicándose a la caza, que en turismo de playa habríamos de
ser los campeones mundiales mientras que, en turismo cultural, Europa es la
mandona. Que no podemos cuadrar todo al tamaño de nuestra economía, pero sí que
tendría que ser un referente del cual partir para saber si andamos bien o
andamos mal.
Es por
eso, por el tamaño de nuestro país, que me niego a ver en el medallero el
resultado individual de un puñado de deportistas que no representan el tamaño
de una nación, pero que, si la cargan en sus espaldas, que no han ganado el
proporcional que mundialmente habríamos de recoger, pero que han logrado hacer
algo de la nada; que no reflejan en lo colectivo lo que somos como nación, pero
que si reflejan en lo individual a lo que podemos aspirar. No veo en el
medallero el México que somos, veo en nuestros deportistas olímpicos el tipo de
mexicanos que podemos ser, para que, como nación, alcancemos nuestro potencial.
cesarelizondov@gmail.com
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