Turismo Endémico

Publicado el 05 de Julio de 2015 en Círculo 350 Domingo, de Vanguardia

     Veníamos de conocer el área en donde siglos antes se llevaba a cabo el juego de pelota. Estaba sentado, sudoroso y abochornado, cansado y ya un poco aburrido. Escuchaba la monótona oratoria que sin ningún cambio en la modulación de voz recitaba de memoria un avejentado guía turístico a orillas del Cenote Sagrado en Chichén Itzá. Una vez que acabó su monólogo, preguntó rutinariamente a la concurrencia si alguien necesitaba más información, si es que había preguntas; y como si estuviera nuevamente en la escuela, instintivamente levanté la mano. Quería quitarme una duda que había surgido minutos antes.

   -La pieza sobre la que estoy sentado –le pregunté, -¿la tallaron sobre piedra maciza o está hecha con algún tipo de mezcla en un molde?-

  - Pero por favor joven amigo,- me respondió con ese tonito amable pero no exento de soberbia de quienes cumplen con su trabajo pero no con una vocación -obviamente esta y todas las demás cosas que vea por aquí están trabajadas sobre piedra. En la época en que la civilización Maya realizó estos grabados, aún no existían o ellos no conocían las técnicas actuales de moldeo.-

      Me quede petrificado como la misma roca sobre la que descansaba. No podía creer lo que estaba escuchando: habría pensado que la pieza sobre la que mi sudoroso trasero reposaba era una copia hecha a semejanza de las originales encontradas en aquel recóndito lugar del centro de Yucatán. Resultaba que no era así, todo mi transpirado ser estaba sentado sobre una pieza original con cientos (quizás miles) de años de antigüedad; pieza que por su fabricación artesanal y su historia es única en el mundo, pieza a la que teníamos acceso por menos de lo que cuestan un par de zapatos o llenar un tanque de gasolina de auto compacto. Cuando por fin asimile lo que acababa de escuchar, me levanté disparado como por un impulso, como si hubiera recibido una descarga eléctrica de aquella piedra.

     Continuamos el recorrido, pero presté poca atención a las indicaciones referentes a la Pirámide o     Castillo de Kukulcán, el Templo de los Guerreros, El Observatorio o Caracol, y unas nuevas excavaciones en las que parecía que algo habían encontrado. Ya solo tenía ojos para ver las incontables piezas esparcidas por todo el lugar sin ningún orden, clasificación, registro o sistema de compilación. Al caer la tarde, no solo compartía la rabia que sentían los turistas por los cobardes bandidos que durante el siglo XX saquearon gran parte de la riqueza histórica del lugar, mi coraje mayor era en contra de mi pueblo y gobierno mexicano que en la actualidad no ha podido crear una cultura de respeto, responsabilidad y orgullo alrededor de lo que otras civilizaciones nos legaron.

    Comprendí que si esas invaluables piezas no tenían la atención que se merecían, sería porque de algún modo no hemos reparado en las riquezas que tenemos en nuestro suelo, me di cuenta que le prestamos menos atención a lo más valioso por estar inmersos en lo que se nos dicta de otras partes en cuestiones artísticas, culturales y turísticas.    

     Concluí que nuestros esfuerzos en materia turística deberían ir hacia lo que nos diferencía del resto del mundo, no de lo que comercialmente el mundo espera. Pienso que no tenemos porque competir con Mickey Mouse, Donald Trump o Dubai para ganar parte de ese gran negocio que está destinado a ser el más importante en el futuro; pienso que si los hoteles en Las Vegas son derrumbados para levantar otros desarrollos más majestuosos, aquí tenemos la ventaja de contar con atractivos turísticos que no saben de depreciaciones, y que por el contrario, cada día que pasa se transforma en plusvalía para todos esos destinos que son únicos en nuestro planeta.

    Con cada avance tecnológico que la humanidad hace, se vuelve más valioso e imperioso en términos culturales saber del pasado de la raza humana y la tierra en general: ¿Qué había antes de nosotros?, ¿Quienes nos precedieron?, ¿Que sabían?, ¿De dónde venimos como especie?, ¿Y cómo nación? Y en nuestro país abundan los yacimientos que permiten dar un atisbo al pasado, con toda la derrama cultural y turística que eso representa. Y no nos quedamos solo en las culturas precolombinas como la Azteca y la Maya, existen además otras vetas como la paleontología, el choque de razas, las batallas de guerras contra otros países y nuestras guerras civiles, las riquezas naturales como desiertos, bosques y playas, y un largo etcétera de cosas que aquellos países que no las tienen, se tienen que inventar la guitarra del bajista de un primo de Elvis para de ahí levantar un museo y exhibir sus memorabilias tras un cristal contra balas, humedad y luz para que la gente visite un pueblo carente de historia.

     Seguirán levantando hoteles en forma de barcos en Dubai, o en forma de guitarra en Norteamérica, o con pasajes bajo el agua en las Bahamas; y seguirán levantando parques temáticos de Disney, Bugs Bunny o los Estudios Universal; y seguirán los países abriendo sus legislaciones al juego para copiar a Las Vegas; pero algo no cambiará: En el mundo nunca más será creada otra vertebra de dinosaurio o un fósil de trilobite, nunca más volverán los Mayas o los Aztecas a levantar sus civilizaciones, nunca más habrá un choque de culturas en México. Es por eso que, aunque el término no sea el correcto, diferenciar nuestra oferta turística como “Endémica” (única en el mundo), podría ser una ruta segura y prometedora que pueda catapultar nuestra economía dentro de una sociedad universal en dónde el gasto en esparcimiento por persona aumenta en mayor proporción que en cualquier otro rubro.
cesarelizondov@gmail.com




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