¿Tu haces la masa?

  Publicado el 14 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

    La misma pregunta se vienen haciendo los padres de familia desde tiempo inmemorial: ¿Hasta dónde llegara esta juventud? Dice mi madre que en su niñez era cotidiano tener una gran mesa destinada a amasar en cada hogar. Aprendían desde pequeños a utilizar el rodillo para elaborar tortillas de harina y maíz, galletas, pasteles y principalmente los diversos tipos de pasta para las recetas diarias de cocina. Tiempo después y cuando ella se hubo convertido en ama de casa, la industrializada pasta seca empaquetada fue el rápido y económico sustituto a la titánica tarea de mezclar, extender y cortar la masa sobre la mesa.

    Y hoy en día, la magia de las economías a escala y el frenético estilo de vida que llevamos hacen que sea común para las señoras esa práctica de comprar comida preparada como alternativa barata (en más de un sentido) antes que meterse horas en la cocina. Mi abuela decía que a mi madre le toco una vida fácil y desahogada comparativamente porque a principios del siglo XX tanto los huevos como los tomates de la salsa y también la harina, eran de producción casera; por supuesto que nuestras madres piensan que la industrialización hizo de nuestra generación una sociedad acomodaticia; y claro, hoy nos quejamos de que los jóvenes globalizados no sepan ya no digamos cocer la pasta, no aprenden ni a preparar un café. Pero, ¿Es realmente eso importante?

    Si todos somos honestos, y ofreciendo una disculpa por la irreverencia a cada generación ascendente, habremos de reconocer que nuestras madres superaron a la abuela al ingeniárselas para abrir brecha en una transición de cerrazón y machismo hacia la incorporación de la mujer en los quehaceres productivos formales de la economía; también habremos de ver que la mujer de nuestro tiempo mejoró a la antecesora porque ha luchado sin tregua perfeccionando el rol femenino al despojarse de la llamada discriminación positiva para reclamar su lugar al lado y nunca más detrás del hombre sin descuidar su papel social de madre, esposa, pareja o amiga. Y lo mismo pasa con los varones: Aunque ya nadie sabe llevar una serenata al estilo Pedro Infante y hace muchos años que la caza y la pesca dejaron de ser una necesidad para convertirse en deportes, los jóvenes de hoy encuentran nuevas y diversas formas de ser más completos que nosotros.

     Escucho una y otra vez a los adultos menospreciar las virtudes de la juventud actual. ¿A dónde llegarán pegados a sus gadgets? Pues yo no sé si aprenderán a producir la pasta casera, a memorizar la tabla periódica o a parlar en arameo, pero los he visto desplazarse por gigantescos e intimidantes aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses de países extraños con absoluta soltura para ordenar un spaghetti en Sbarro´s y encima ligarse a la cajera, cosa que nuestros abuelos jamás soñaron (ni viajar solos, ni pedir el spaghetti.... menos ligarse a la cajera). Los he visto entenderse con gente de todo el mundo a través de las redes sociales en un dialecto que es carente de reglas pero abundante de sentido mientras que a nuestros padres, su perfecta ortografía y trabajada caligrafía no les alcanzaba más que para comunicarse por el lentísimo servicio postal con una persona a la vez. Los he visto realizar increíbles creaciones artísticas apoyados en lo que la tecnología les ofrece hoy, luego perfeccionan sus trabajos para finalmente imprimirlos y así ocupar en la pared el lugar de aquel infantil bosquejo firmado por alguien que si sabía cómo utilizar pinceles, pero que nunca aprendió a usar la imaginación. Los veo logrando aquello que todas las generaciones anteriores anhelaron y que jamás alcanzaron: Ser los actuales ciudadanos del mundo, y sus futuros dueños.

    Quizás sea tiempo de reconocer en nuestros jóvenes esa capacidad de prescindir de lo que no les sirve del pasado para allegarse un mejor futuro. Dejemos ya de quejarnos de las limitaciones de nuestros hijos en función de nuestro ayer para enfocarnos en sus capacidades de cara a un mañana más integral y completo para ellos, ya que por más que el mundo hoy parezca girar más rápidamente que antes, no deja de rodar igual que siempre. Quien no entienda esto y pretenda que la juventud de hoy es menos capaz que la de ayer, debería salir a conseguir su comida con piedras y palos si es muy hombre, o a cosechar el trigo para producir la harina si se dice mujer.

Señales

Publicado el 07 de Septiembre de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

    Para algunos son coincidencias y he escuchado a otros llamarles Diosidencias, creo que para motivos de esta columna y por consenso habría decir que están precedidas por algo así como señales. Las señales relatadas en este escrito son tan reales como la convivencia de espíritus entre nosotros o la feliz existencia para los niños de un gordo señor de largas y canas barbas. Lo narro tal como lo escuché; ahí va:

   Desde que tenía memoria siempre había estado atento a las señales. La primer coincidencia que vio fue la fecha de su nacimiento en relación a su lugar en la familia (05/05/1955, quinto hijo), una señal sin duda. A lo largo de su vida encontró muchas más casualidades de distintos tipos durante su niñez y juventud, siempre las interpretó como señales. Sufrió de la burla de los demás cuando el termino bullying ni siquiera existía, pero a él no le importaba, pues estaba convencido que las señales que él veía lo llevarían algún día hasta alguna parte.

     Así que no tuvo que pensarlo mucho cuando despertó el día de su cumpleaños número cincuenta. Ese día, el 5 de Mayo de 2005, se encontró con lo siguiente al abrir los ojos: El reloj despertador marcaba las cinco de la mañana. Mucho tiempo había esperado ese momento, sabía lo que tenía que hacer.

     Espero cinco llamadas de felicitación y cinco minutos más antes de salir de casa. Subió a su auto y se dispuso a manejar hasta su destino. Al llegar, estuvo dando vueltas en el estacionamiento hasta encontrar lugar en el nivel cinco, fila cinco por supuesto.

    Entro en aquel estilo de templo pagano donde quizás no una Diosidencia, pero tal vez si una coincidencia se estaría cocinando. Otra vez fue paciente para esperar a que hubiera cuatro personas formadas y ponerse al final. Hubo de convencer a un guardia de sus buenas intenciones que al verlo sospechoso lo instaba a formarse o abandonar el lugar. Claro, esto ante la taquilla número cinco.

   
 Sacó un fajo de billetes con cinco mil dólares que había ahorrado durante mucho tiempo, me tomaré una libertad al decir que cinco años estuvo juntando su dinero. Preguntó que había para la quinta carrera y la señal final llegó más pura y cristalina que el agua. Un experimentado hombre cabalgaría sobre un joven caballo, eso era claro, pero no podía creer que además de estar en el carril cinco hubiese más señales:

    El jinete poseía un extenso legado de herencia en el oficio gracias a sus ancestros y sus propias credenciales eran suficientes, pero lo que más le agradó a nuestro amigo fue el símbolo romano al final de aquel nombre que daba fe del lugar que ocupaba en aquella dinastía familiar dentro del negocio: V. Por otro lado y para cerrar con broche de oro, el joven corcel tenía todo su ímpetu, brío y fuerza guardada: No había conocido hembra. ¿Su nombre? Quintito. Uffff ¡¡ ¿Qué hubieras hecho tú?

    Pues él hizo lo mismo que yo pensé. Nueva espera a que transcurrieran algunas carreras antes de la número cinco en la que él había apostado todos sus ahorros. Sintió un poco de decepción al ver que las gradas no estaban numeradas, estaban en orden alfabético y obviamente decidió sentarse en la hilera con la letra E, pero eso sí, butaca cinco.

    No lo sabía porque no había tenido la precaución de contarlos, pero estaba fumando su quinto cigarro del día cuando abrieron las compuertas. Salieron disparados los caballos y él se sentía extrañamente nervioso sin saber porque, pues sabía desde su niñez que ese día llegaría y las señales habían sido las correctas, así que lo que debería sentir era absoluta confianza. Se le acabaron las uñas de cada una de sus manos, con cinco dedos cada una.

     En un apasionante y cerrado final, Quintito estaba a la cabeza al tomar la última recta, las señales se estaban dando. Los demás jinetes fustigaban a sus caballos y estos respondieron apretando el paso. Se hizo un grupo compacto en los metros finales, un auténtico final de fotografía que tuvo que ser dirimido por la cámara lenta y demás tecnologías. Y las Diosidencias o coincidencias dieron la razón a las señales: Quintito hizo honor a su nombre, llegó en quinto lugar.


Matrimonio

Publicado el 31 de Agosto de 2104 en 360 La Revista, de Vanguardia

¿Boda? Me pareció un tema algo alejado de mi realidad actual, así que decidí hablar mejor de matrimonio. No es muy ortodoxo verlo así, pero fue lo que se me vino a la mente al pensar en algunos tipos de uniones que se dan hoy en día. Son palabras de un hombre sabio e inteligente para un inexperto hijo que, como todo joven, es influenciado por lo que escucha de los demás:

-En este momento es una decisión importante y por supuesto que mi consejo será el que hagas las cosas bien para que después no tengas que volver sobre tus pasos y empezar de nuevo con el estigma de un fracaso que no es tal. Pero tampoco te creas eso de que la decisión que tomes tendrá que ser para siempre. Eso es cosa del pasado, eso decían antes y ya ves que mal le fue a tu tío Odilón, si, el Mandilón; le ha salido bastante caro obstinarse en su decisión y ya se hubiera ahorrado tiempo, corajes y bastante dinero de haber sido más inteligente, o menos terco.

Primero que nada, tienes que tener muy en claro la importancia cabal del concepto de lealtad. Y es que siempre que faltes a la lealtad, ella se dará cuenta más temprano que tarde y te aseguro que eso te dará enormes dolores de cabeza que siendo leal nunca tendrías. La lealtad la deberás extender a todos los agregados que tengas con ella porque, aunque no serán igual de celosos y suspicaces, hablarán su mismo idioma a la hora de hacerte pagar tu traición, y puedes estar seguro que te harán pagar más caro de lo que pudieras pensar.

No la descuides. Célala de igual forma que nuestros antepasados hacían con el caballo y la pistola, no dejes que nadie la toque y ni siquiera se acerque; y nunca, jamás permitas que por tu descuido alguien tenga acceso a ella porque es bien sabido que cualquier otro con más virtudes que tú, te puede borrar fácilmente de su memoria así como eliminar de su mundo todo lo que tenga que ver contigo. Guárdala, consérvala y cuídala como a una joya porque al paso del tiempo en ella encontrarás valiosas cosas de tu pasado.

Aléjate de ella cuando no te encuentres en tus cinco sentidos. No hay nada más iluso y torpe que pretender ser gracioso, cariñoso, asertivo e inteligente cuando algo afecta a tus sentidos. Mejor aléjate y vuelve después, estoy seguro que no te lo reprochará.
No te vayas sin fijarte por un amor a primera vista. Y si, ya sé que está muy gastado aquello de que lo que importa es lo de adentro, pero créeme, así es. Por supuesto que una cosa no tiene que estar peleada con la otra: Puedes obtener ambas virtudes… así como ambos defectos.

Jamás, jamás la golpees. Es tan frágil o más que su apariencia. Cuida de su estado físico-estético, y aunque ya te he dicho que lo más importante es lo está por dentro, las heridas superficiales a menudo tienen secuelas también en el interior.
Tenle un buen hogar. Que no pase frío cuando invierno, que no pase bochornos en verano. Que no le pegue mucho el sol y recuerda siempre que cuando vayas a la playa, deberás respetar su naturaleza de no entrar al mar, así son ellas. Ve tú solo y al regresar verás que te estará esperando en la habitación, lista, fresca y descansada para ti.



Entonces, hijo mío, solo me resta desearte que hagas tu mejor elección, y que recuerdes que no importa tanto a cual escojas, cualquiera puede servir siempre y cuando atiendas los consejos que te he dado. Pero si insistes en que te dé mi opinión te la daré: Entre una computadora Apple y una Samsung, y entre un sistema operativo IOS o un Windows, en ambos casos me voy por lo segundo. Pero es tu decisión, eres tu quien se va a casar con una marca. 

Leer. Mágicas palabras

Publicado el 24 de Agosto de 2014

     Durante mucho tiempo me pregunté si los cines que exhibían películas de contenido sexual le hacían algún pago por sus servicios a los mentores de las escuelas católicas en Saltillo. Y es que estos se convertían en los máximos promotores de las cintas prohibidas con simples y  mágicas palabras que nos decían: No se les ocurra ir a...

     En muchas ocasiones, ni siquiera nos habíamos enterado de lo que pasaba en la ciudad y las inocentes advertencias nos arrastraban imantados hasta cines, conferencias, teatros, conciertos y cualquier tipo de evento censurado desde el manto protector del conservadurismo.

    Me quedo clara la infinita estupidez del proteccionismo dictado desde el sentido doctrinal cuando finalmente y después de años vi uno de los filmes más atacados de Martin Scorsese: La Última Tentación de Cristo, cinta que, aunque no es la intención original del libro, se convierte en un auténtico llamado para apreciar positivamente a las religiones cristianas.
La película prohibida de Scorsese

     Y por supuesto que Scorsese no hizo más que llevar al séptimo arte la obra escrita de un impronunciable autor griego que solo quería decirnos que no existe tentación más grande que ser un hombre común, negado a su destino y en una existencia sin sacrificios.  Pero ya voy desvariando, para variar.

        Entonces volviendo (o iniciando) con el tema original, durante la semana que termina, nos encontramos con una nueva campaña de Vanguardia: Leer. Vimos anuncios en el periódico, habrá otros en las paradas de autobuses, espectaculares en diversos puntos de la ciudad y otro adosado a la fachada del edificio de Carranza y Chiapas. Ingeniosamente, Vanguardia acuñó con grandes letras cosas como “Leer mata”, “Leer engorda”, “Leer destruye”; seguidas de frases simples en letras pequeñas como el aburrimiento (para mata), la inteligencia (para engorda) o el analfabetismo para destruye.
Campaña de Vanguardia
       Son palabras que inmediatamente captan nuestra atención. Una vez enganchados con la propuesta, se nos invita a leer lo que queramos, a leer más. Y ahí es donde finalmente me pregunto qué pasaría si los adultos de hoy hacemos algo parecido a mis mentores del ayer, es decir, deslizar en charlas casuales las mágicas palabras de la censura. Puedo imaginar en su rebeldía a las adolescentes por la noche, cobijadas sobre su cama con la lámpara del celular enviando luz sobre el libro maldito, hojeando Las Sombras de Grey en lugar de estar viendo el torso desnudo del nuevo galán de la vieja fórmula de las telenovelas; imagino a jóvenes varones devorando clásicos que antes no quisieron leer porque recién escucharon que ahí el sexo es tan explícito como en la pornografía de la red; imagino adultos leyendo libros del tipo Código Da Vinci o México Negro para dar rienda suelta a sus cuestionamientos, reclamos y orgullos, religiosos o patrioteros. Como bien dice Vanguardia en su campaña, leamos lo que sea, pero leamos más.


     Si pudiésemos despojarnos de falsas poses y ataduras, o si pudiéramos entender que la juventud es curiosa por su edad y naturaleza más nunca por maldad, si aceptásemos que es mejor morir sabiendo que vivir ignorando, y si lográramos convencernos que una mente abierta es una mente más sana, seguramente podríamos jugar a soltar las mágicas palabras no con la finalidad de la censura, sino con la esperanza de despertar la lectura.

    Y es que cuando la gente descubre que existe más sexo en un escueto libro de su casa que en una apasionada luna de miel, cuando ve que las enfermas relaciones descritas en los libros de García Márquez son más torcidas de lo que terceros ventilan en Facebook, Twitter o el diabólico Secret, cuando sigue un razonamiento de Conan Doyle, Agatha Christie o Allan Poe para que sus detectives capturen al asesino en lugar de seguir la sección policiaca del noticiero local, cuando se entera que el personaje de la historia escrita siempre tiene muchos más matices que el protagonista de la película, o cuando se identifica ante una situación planteada por el autor, o cuando se sorprende a sí mismo yendo al fondo de las cosas en lugar de conformarse con lo que siempre le han dado, es ahí, es entonces que el lector queda para siempre atado, enamorado, de las mágicas palabras.

cesarelizondov@gmail.com

México, D.F.

Publicada el 17 de Agosto en 360 La Revista, de Vanguardia

    Aun cuando soy tan mexicano como un mariachi, como el tequila o como el Compayito, y aunque tengo un estomago más curtido que diputado en Puerto Vallarta, fui víctima de “La Venganza de Moctezuma”. Cierto, el mexicano es mestizo y quizás por eso hemos perdido mucho de herencia Azteca en cuanto a fortaleza física.

    Antes de salir a las vacaciones familiares hube que prepararme para el vía crucis que me platicaron: Papeles del auto en orden, licencia vigente, verificación vehicular, tipo de sangre de mis abuelos, nombre y pedigrí del perro así como monedas de distintas denominaciones distribuidas en diferentes bolsillos para sortear imprevistos. Todo fue inútil como descubrirás en el siguiente párrafo.

    Y es que decidí por mi cuenta investigar un poco y me encontré con una exención para el turista que viaja por tierra al área metropolitana del DF, se trata de que los visitantes foráneos puedan circular en sus vehículos sin someterse al programa “Hoy no Circula”. Luego de un pequeño trámite virtual imprimí mis permisos, los coloqué en el cristal delantero del auto y nos fuimos de vacaciones. Primera sorpresa: Jamás, ni siquiera cuando me metí en contra en un túnel de Santa Fe, fui advertido, molestado, frenado o infraccionado por ningún agente de tránsito.

    Rápidamente entendí que el programa para limitar la circulación fue brillantemente consensado como una cuestión ecológica siendo su verdadero fondo una aspirina logística para las vialidades de la gran ciudad. Segundos pisos, sistema de metro, autobuses, taxis y peceras siguen siendo insuficientes para trasladar eficientemente a más de 20 millones de personas, más un buen de población flotante.

   
Entonces descubrí que tenían por muchas partes estaciones con bicicletas en horarios 24/7; es decir que están disponibles para el capitalino todos los días y a todas horas. Recordé mi tierra y no pude resistir la insana costumbre humana de hacer comparaciones. Entre programas y acciones definidas desde la necesidad de invertir recursos en aras de aliviar el tránsito y otros que se implementan desde el mexicanísimo recurso del Copy-Paste, no pude sino sacar una conclusión: Dichos programas deben obedecer en primera instancia a una necesidad de transporte, no de ocio.

     Viví una especie de Ruta Recreativa en la avenida más emblemática del país: Reforma. Con la diferencia que la naturaleza de dicha calle hace posible el tránsito por laterales así como el acceso vía metro sin restricciones. Una vez más, primero la necesidad de una ciudad, después el ocio.

     Y un Centro Histórico donde los mismos negocios que en mi ciudad hacen malabares para omitir las disposiciones arquitectónicas, allá se someten a lo que la autoridad diga. Por supuesto que el visitante debe pensar que es una broma el que nombremos algo como Centro Histórico desde el momento en que accede por el paso a desnivel donde se funden bulevar Carranza con calle Allende y recibe la bienvenida de una obra con vivos rojos adosada al puente, obra modernista y ajena a parámetros coloniales.

     Pero vuelvo al tema original de Moctezuma. Luego de saltar de la estirada cocina de La Imperial a la comida corrida adyacente a la Basílica, de la Casa de Don Toño a la diversificación de la Zona Rosa, y rematando con unos impulsivos y democráticos Dori-Locos en Chapultepec, buscaba por enésima vez un baño y mi vista dio con un letrero que me pareció sarcástico: Los Baños de Moctezuma. Segunda sorpresa: No eran sanitarios, sino el sitio dónde el monarca chapoteaba.

    Al fin llegué a un baño, y nuevamente una sorpresa: Estaban impecables, igual a los que había visitado en otros lugares. Entonces entendí que tantas gratas sorpresas descubiertas en mi visita a la ciudad de México poco tenían que ver con sus gobiernos, eran más bien fruto de una población que ha ido creciendo culturalmente a la par que demográficamente.

     No vi por ningún lado al estereotipo provincial del Chilango, en su lugar encontré mexicanos que han sabido convivir en y con la gran ciudad. Encontré mejores caras y servicio que en turísticos destinos de baja densidad poblacional.

   Sé que nunca será igual la percepción del visitante desde el matiz turístico frente al laboral. Pero ahí está el detalle, me traigo no lo que descubrí como turista en el DF, sino lo que vi en su gente y que sería genial implementar en nuestras pequeñas ciudades: Una sabia relación gobierno-pueblo dónde uno hace lo que le corresponde, y otros aprendemos a respetar sitios, programas y personas.


cesarelizondov@gmail.com

Doble mal

Publicado el 10 de Agosto de 2014 en Revista 360, de Vanguardia

     Esperaba el cambio de luz ante un semáforo cuando lo vi. Desde la ventanilla del auto parado unos metros adelante de mi avanzo resuelto hasta donde me encontraba; su complexión, facciones y tez eran como las de cientos de personas que diariamente vemos en los cruceros, pero su vestimenta denotaba algo diferente en este paisaje urbano símbolo de países en desarrollo, por no decir tercermundistas.

    Cuando escuche su voz y su petición supe que se trataba de un extranjero: -Una ayuda para llegar al norte- me dijo con inconfundible acento centroamericano. – Vengo desde Honduras y quiero llegar a los Estados Unidos-.

      En una adaptación del Aleph Borgiano (Borgeano diría Jorge Luis)  en tiempo y no en espacio en que todo cabe entre el terminar de la frase de una persona y la respuesta de su interlocutor, se agolparon en mi mente toda clase de razonamientos e historias, recuerdos y prejuicios, consejos y sentimientos que uno pueda experimentar en una situación cuasi normal como esa:

     Primero me di cuenta de que me podría convertir en otra víctima más de una leyenda urbana por traer las ventanillas bajas y ser despojado hasta de herencias no recibidas. De un verdadero legado de psicosis social pasé inmediatamente a mi lógica convencional y al instante comprendí que además de una cajetilla de cigarros, poco podría perder porque no cargaba un centavo.

     Por supuesto que vino a mi mente algo que en alguna parte leí: No existe el altruismo puro. Detrás de cada acto de bondad, solidaridad, compasión o generosidad, se esconde la gigantesca necesidad de cubrir propios vacíos de quien hace un acto bueno.

      Igual repasé rápidamente otra coartada perfecta para desentenderse de la caridad de aquellos que somos de corazón correoso: No regales el pescado, mejor enséñalos a pescar. Y es que de verdad que no hay mayor ayuda que dignificar la vida de los demás a través de oportunidades de superación en lugar de la piadosa limosna… Pero también es verdad que fuera de tu entorno careces de las cañas para pescar y por lo general ni un manantial existe donde arrojar un anzuelo.

      Recordé el dolor de mi madre muy cerca de navidad cuando la embistieron a unos metros de llegar a la Casa del Migrante con las viandas que mes con mes les prepara a estos nómadas contemporáneos. Volteaba yo de un lado a otro entre policías, centroamericanos, religiosos, voluntarios y mirones, y no sabía si lo que más le dolía era el abdomen o las costillas, o el ver su vehículo totalmente destruido o… el hambre que pasarían aquellos hermanos al haber quedado desperdigado entre fierros y calle todo el alimento que ella llevaba.

      En eso se encendió la luz verde y pude ver en sus ojos un mucho de mí. Ante su interrogante mirada recordé haber estado en el pasado en la posición de pedir algo que alguien más pudo haber concedido por pura voluntad. Solo atiné a preguntarle si es que fumaba y me contesto que sí. Entonces le regale mis cigarros, y fugazmente mientras aceleraba pude ver en su rostro la más grande muestra de agradecimiento y buenos deseos que pueda un hombre encontrar.

    Entiendo que gran parte de nuestra sociedad piensa que ayudar a la gente que está en las calles es fomentar el conformismo, solapar la economía informal y darle oportunidades a la delincuencia. Si así fuera, hice un doble daño porque además le regale a ese pobre hombre algo que produce cáncer.


    No sé, pero si a él le hice un doble mal, a mí me hice un doble bien al deshacerme de unos cigarros y aplacar mis vacíos por medio de la caridad. Nada importa lo que los demás piensan cuando lo imagino por la noche encendiendo un cigarrillo sentado en lo alto de un tren, observando la galaxia, la luna y las estrellas, y dando gracias a Dios por un mundo lleno de esperanza. 

  cesarelizondov@gmail.com

Mini cuento: El Secreto de la Abuela

Publicado el 27 de Julio de 2014

    Ella guardaba ante el mundo un secreto que el abuelo parecía ignorar: Las virtudes artísticas de la nieta que todos creían heredadas del abuelo, ella sabía que genéticamente no eran posibles. Pero él encontraba satisfacción en su vejez y se mostraba orgulloso de los logros de la nieta, que en parte se los adjudicaba a sí mismo. La abuela sabía que aquello no podía ser, pero, ¿Tenía derecho a arruinar la felicidad del abuelo?

    Bastante sufría el abuelo por vivir distanciado de su hijo desde aquella estúpida pelea. Muchos años habían pasado y primero la distancia geográfica había sido la causa y con el tiempo la fría relación fue causante de la nula influencia del abuelo sobre la nieta. Pero él se sentía feliz al pensar que en aquella joven que llevaba su apellido estaba inscrito un ADN con facultades para el piano que él habría iniciado gracias a su pasión por ese instrumento.

    El abuelo presumía de los conciertos de su nieta alrededor del mundo, y se convertía en pavorreal cuando amigos y conocidos le decían que había legado cierto virtuosismo natural. Claro que la tardía devoción y el amor del abuelo hacia la música, como enamorado no correspondido de una Dulcinea, jamás fue retribuido con cualidades o habilidades más allá del promedio; pero ciertamente había sido estudioso y había adquirido, si no pericia, al menos técnica. Pero la abuela sabía que en aquella relación musical abuelo-nieta algo no era como todos los demás pensaban.

    Ese único hijo que tuvieron los abuelos nunca se acercó a un piano. Paso una generación que solo vio como el gusto por tocar aquel instrumento anidaba y crecía en el padre mientras la vida familiar pasaba con más ruido que música. Durante su niñez y juventud, aguantaba pequeños recitales con más respeto al jefe familiar que admiración al artístico padre en las fiestas familiares o cuando algún despistado caía en el error de ofrecerle el asiento para tocar fuera de casa. Por aquella estúpida pelea nunca regresó a al hogar y después de estudiar anduvo por diferentes rincones del mundo dónde hizo una vida lejos de sus padres y de aquellos forzados recitales. Se casó y tuvo una hija que resulto tener un don para tocar el piano, ella creció, se hizo mujer y pianista. Finalmente en la familia había un artista.

        En ocasiones la abuela no soportaba la petulante arrogancia de su marido cuando presumía los logros de la nieta jactándose de haber sido la semilla que había trascendido generaciones en forma de un ADN con facultades para el piano, y no pocas veces había querido gritarles a todos esa verdad que ella conocía. Pero también sabía que no podría hacerle eso al hombre de su vida, quizás no sería injusto, pero si humillante e innecesario.

     Y sucedió que un buen día vino la nieta a visitarlos. Solo la habían visto en un puñado de ocasiones y aquel hombre viejo disfruto como nada en el mundo alternar con aquella aún joven mujer. Durante el brindis que tuvieron más tarde con sus allegados, el abuelo no perdió oportunidad de continuar martillando a todos con sus ínfulas de artista trascendido.


     Y una vez más la abuela guardó silencio y selló el secreto. Y prefirió que el abuelo siguiera diciendo que había transmitido destrezas a su nieta a través de sus genes. Pero igual que siempre, le asaltaba aquella duda: ¿El abuelo había olvidado o prefería fingir para seguir manteniendo la quimérica ilusión? Porque tanto ella como él debían recordar que el piano no había estado siempre en sus vidas y que había llegado a la familia tiempo después de engendrar a su único hijo, el abuelo no había conocido un piano hasta después de ser padre. Así que era imposible que hubiese transmitido genéticamente una pizca de pianista. 

 cesarelizondov@gmail.com        

El ciclo escolar más largo

Publicado el 03 de Agosto de 2014

             ¿Por qué tan cortas las vacaciones? ¿Es que empiezan más tarde o terminan más temprano? No lo sé, pero solo recuerdo que en mi juventud eran largas, más que la cuaresma o discurso de político ochentero. Apenas se va uno acostumbrando a las calles transitables cuando nos sorprende Agosto con la inevitable noticia del regreso a clases con todo lo que ello significa en gasto y logística del Estado y doméstica. Decisiones colegiadas tomadas en función de una realidad social de las familias mexicanas más que desde la eficacia formativa.

     Las decisiones colegiadas son impopulares porque todos los afectados quedan con una muy pequeña porción de su interés. Jamás hay un responsable directo y en muchas ocasiones ni siquiera se discute abiertamente el porqué de una disposición, se disfrazan los porqués con justificaciones políticamente correctas. Son siempre un mal engendro de disímbolas visiones, pero en aras del bien común es lo más justo que se puede hacer. Por eso las democracias tardan tanto en rendir frutos, es largo y sinuosos el camino para unificar criterios por los motivos correctos en la dirección correcta.
    Por supuesto que poco más de un mes es suficiente para suplicar que alguien más se haga cargo de los hijos cuando las casas han quedado semi destruidas, las alacenas vacías y los hogares un poquito más unidos. Pero…

    Somos malabaristas tratando de agradar al dios cronos. Buscamos la cuadratura de acomodar 24 horas de un día con siete días de la semana ante un sinfín de obligaciones, actividades y recreos. Y en medio de esa cultura nos han vendido y hemos comprado gustosos aquello de que es mejor calidad a cantidad cuando hablamos del tiempo que dedicamos a los hijos, pero por otro lado permitimos que en lo referente a la educación académica nos digan algo incongruente con esa idea: Más días y horas en las aulas significa mejores estudiantes y más preparados. Mentira, pienso yo.

      Creo que está más que discutido por profesionales que la atención que podamos prestarle a lo más interesante o urgente que exista tendrá que estar supeditada a las condiciones que nuestro organismo presenta. Lo mismo la alimentación como la estabilidad emocional, igual la estimulación intelectual como el descanso, se limita mucho un ser humano en sus capacidades si en alguno de estos rubros presenta deficiencias. De ahí que una carga excesiva de trabajo siempre termine por ser ineficiente en un grado proporcional al descanso negado.

   Claro que para el tema de educación (como para todo) no faltan los malinchistas con sus conceptos de lo que hacen en países ajenos a nuestra idiosincrasia y realidad. Ojala por un momento entendieran que no todo lo que viene de afuera es lo mejor solo porque lo dice un extranjero de nombre raro, ojala creyeran que de los cerebros mexicanos pueden surgir valiosas opiniones.

    Y de esas propuestas inspiradas en pueblos sometidos por regímenes totalitarios surgen fórmulas que se presentan políticamente correctas como pasar una eternidad en las aulas para justificar la garantía constitucional del derecho a la educación. Pero…


    Pienso en la penosa realidad de una decisión colegiada dónde se habla de estirar los ciclos escolares en busca de un mejor nivel educativo, cuando la verdad es que el Estado hace lo que puede para cubrir con horas aula lo que la madre trabajadora no alcanza a cubrir por la necesidad de un ingreso: El cuidado de sus hijos. 

cesarelizondov@gmail.com



El pulso de México y el mundo

Publicado el 20 de Julio de 2014 en 360 La Revista, de Vanguardia

     Posdata: Por respeto a los editores y sobre todo a los lectores de 360 La Revista me fue imposible hacer cambios de último momento a la columna que hoy presento. Y es que en días pasados apareció en Vanguardia una colaboración de Enrique Abasolo que parte de una linea argumental prácticamente igual a la mía. Primero en tiempo, primero en derecho, así que ofrezco disculpas por la similitud. Gracias.

  He modificado mi forma de leer los diarios. Lo hago para tratar de entender un poco el pulso del mundo y un poco el pulso de México, entendiendo al mundo y a nuestro país no como entes sino como la humanidad el uno y los mexicanos el otro. Nada más pedante, pretencioso y engreído que ponerse a dar recomendaciones a quien no las ha pedido, pero por esta vez te propondré que hagas lo mismo que yo y te aseguro que verás las cosas que acontecen a nuestro alrededor desde una perspectiva diferente, amarga, aciaga o siniestra diría yo; a través de otro cristal, como por un vidrio estrellado podría ser. Y desgraciadamente esto será para tu pesar.

      En esta mi manera de entender a los habitantes de nuestro planeta y nuestra nación a partir de lo que publican los diarios tiene su fundamento en la tecnología que hoy disfrutamos, así es que si eres del tipo de personas que no han dado ese pequeño paso para el hombre, mejor deja de leer justo aquí porque no nos vamos a entender y vas a perder tu tiempo. A diferencia de lo que me pasa con los libros en dónde he preferido el formato electrónico al tradicional empastado, sigo obteniendo placer en el hojear de las páginas impresas de periódicos y revistas más que hacerlo desde una computadora, tablet o teléfono celular. Pero hasta ahí llega mi forma habitual y convencional de leer los diarios.

     Y es que una vez que termino de leer las dos principales cosas que definen al periodismo desde los tiempos de Gutenberg–la crónica y los editoriales-, me paso entonces sí a las ediciones digitales para sumergirme bajo el cabezal de esas mismas crónicas y editoriales escarbando en esa desbordante, discordante y colorida veta de opinión que los medios de comunicación han encontrado sin haberla buscado: Los foros de discusión y redes sociales.

     Y es ahí donde uno encuentra el pulso del mundo. No es la noticia de un nuevo Papa lo que me da el pulso del mundo, son las palabras que bajo esa noticia publicaron miles de cibernautas que iban desde los buenos deseos para Bergoglio hasta exigir la cabeza de Francisco I como pago por las acusaciones contra Maciel; pasando increíblemente por el estereotipo del argentino ante el mundo, el virtuosismo de Cerati y….un tipo anunciando su negocio. No me da el pulso de México el artículo en referencia al Teletón de aquel que desde su posición de comunicador resulto ser exitoso empresario; no, el sentir del mexicano lo encuentro en las réplicas y contra réplicas que muchas pantallas abajo y semanas después de publicada la columna siguen apareciendo como respuesta de madera seca ante combustible y fuego.

     Y del pretendido análisis o retroalimentación a un escrito o noticia las cosas van derivando en acusaciones con fundamento en el estómago más que en la cabeza, en chismes, en filias y fobias, en complejos y culpas de la mayor parte de los participantes, quedando así hasta el final un residuo de odio, intolerancia y confrontación independientemente de la naturaleza y sentido de la nota.

    Cualquier noticia por trivial que sea, si existe un espacio donde comentarla, despierta en la gente esa necesidad de expresión que una vez si y otra también comienza con tímidos, suaves y constructivos comentarios entre unos pocos interesados para ir subiendo de tono y concurrencia hasta llegar a insólitos y desesperados gritos de ayuda psicológica que ya no alcanzamos a distinguir si son individuales o colectivos.


    Y así es como encuentro en mi forma de leer los diarios en esta época, que las notas de los periódicos dan cuenta de hechos, de lo que esta pasando en México y el mundo; pero los comentarios vertidos por los usuarios en los foros de discusión dan cuenta de sentimientos, de lo que son en realidad la humanidad, y los mexicanos.  
 cesarelizondov@gmail.com     

Mis vacaciones del terror

    Muy en boga esta hoy en día el término discriminación positiva. A grandes rasgos, trata de hacer una distinción preferente hacía una minoría, grupo ó persona focalizada. En mercadotecnia, este tipo de discriminación ha encontrado una interesante veta donde se hace posible la magia de cobrar un sobreprecio para ofrecer a cambio un servicio diferenciado, lo cual inyecta márgenes de utilidad adicionales a las empresas que ofrecen este tipo de segmentación entre su clientela, es el mercado VIP (Very Important People por sus siglas en inglés).

   Mención aparte y sin venir al caso, pero es realmente curioso como los consumidores caemos en la paradoja de un día ser seducidos por el concepto VIP pagando de más con la ilusión de sentirnos importantes, y al siguiente somos víctimas del también exitosísimo caso de las rebajas increíbles en las tiendas de última llamada, Outlets, black Friday ó nuestro tropicalizado Buen Fin, en estos casos con la ilusión de eficentar el gasto pagando de menos aunque nos convirtamos en VCP (Very Comon People)

     Pues ahí tienen que en alguna ocasión tuve la genial idea de viajar por avión en una compañía de las llamadas de bajo costo. Primero escuché por un lado de mi hombro derecho una inocente vocecilla que me decía lo importante de no derrochar el dinero si este tipo de líneas aéreas tenían unas tarifas realmente atractivas, así que compré los boletos para las ansiadas vacaciones familiares. Luego, una vez en el aeropuerto y amonestado por mi señora al no haber previsto que viajando con cuatro niños y sin tener lugares asignados aquello se podría convertir en una pesadilla, otra vocecilla, esta vez con un tono petulante, me dijo que mi familia bien merecía un trato VIP, y que unos cuantos pesos no serían  el obstáculo para la felicidad. Me dirigí al mostrador dónde una agradable chica, con una bella sonrisa y cuyo gafete decía Maritzia, me hizo favor de venderme el Up Grade de pasajeros normales a viajeros VIP, eso nos daría la oportunidad de abordar antes que los demás el avión para asegurar los mejores lugares y poder sentarnos juntos.

      De ahí, a documentar las maletas. Me encuentro nuevamente con Maritzia, esta vez su trato no me parece tan encantador y en medio de una inexpresiva sonrisa me dice que tendré que pagar una cuota extra por exceso de equipaje. Volteó a contar a los miembros de mi familia y hago lo mismo con las valijas, una y otra vez…. Maritzia debía estar en un error, éramos seis personas felices que llevábamos seis atiborrados velices, y así se lo hice saber. Pero la mujer me dijo que seguramente no había leído el contrato que estipulaba el costo adicional por maleta que no pudiera considerarse como equipaje de mano. Así que a pagar un poco más.

       Tres horas más tarde y después de dos avisos de demora, vimos a los lejos que nuestra nave por fin estaba en la pista. Repentinamente todos los pasajeros se empezaron a apretujar en las puertas de salida de la sala, era obvia la importancia de tener un buen lugar en la fila para subir primero a la aeronave al no haber asientos asignados, pero eso era algo que no debía preocupar a quienes teníamos boletos VIP. ¿O sí?…

     Preocupados al ver que no existía una hilera designada para los tenedores de los pasajes especiales, nos fuimos aproximando a las puertas, agitaba mis boletos por lo alto y gritaba que yo había pagado por lugares VIP y que debía estar al principio de la fila. Batalle mucho, hube que empujar a mucha gente y no menos de tres señoras me recordaron a mi madre, y no me refiero a que al verlas yo hubiese recordado a quien me dio la vida. Finalmente llegué al frente de las filas donde una exasperada Maritzia, con una forzada sonrisa me indicó que aún no era mi turno.  Era una inepta, claro que mi lugar debía ser adelante.

        Minutos más tarde anunciaron por los altavoces que era tiempo de empezar el proceso de abordar. Y, asemejando al banderazo de la mejor carrera de caballos del Derby de Kentucky, al abrirse las puertas salimos todos disparados para asegurar ser los primeros en entrar. Era de esperarse. Como aerolínea de bajo costo, el pequeño avión que nos transportaría no tenía el tamaño para alcanzar las terminales convencionales, así que debíamos primero abordar una terminal móvil tipo camión que nos llevaría hasta dónde estaba la aeronave….. De modo que fuimos los primeros en subir a la sala móvil, y, para nuestra desgracia, fuimos empujados al fondo de la misma por la masa de gente que subía detrás de nosotros. Así que, tristemente fuimos los últimos en bajar del camión, por lo tanto últimos en abordar el avión.

    Subí los escalones hecho una furia con mis billetes VIP en la mano, una vez arriba, la tal Maritzia con su descarada sonrisa me decía que no podía ella hacer nada y que si quería podría quejarme en la página web de la compañía.  Viajamos separados los seis, y cuando a treinta mil pies de altura, Maritzia, con su hipócrita sonrisa me ofreció algo de beber (vendido, por supuesto), lo rechacé porque mi sexto sentido me decía que podría venir acompañado de algún extraño fluido salido de su boca.


     Llegamos a nuestro destino, y como cereza en el pastel nos encontramos con que una de nuestras maletas había sido documentada en otro vuelo. Y claro, la persona que nos atendió para tomar nuestros datos y enviar después la maleta perdida no podía ser otra que la horrible Maritzia, con su estúpida sonrisa. 

Un tenista para el TRI

Publicado el 06 de Julio de 2014

      Observaba a la gente abandonar las salas de cine cabizbajos. Y aunque en cartelera estaba el filme que tanto ha hecho recaudar a Kleenex (Bajo la misma estrella), la gente salía apesadumbrada por haber presenciado como la Selección Nacional era eliminada por unos holandeses que, más allá de juicios cargados, lucharon afanosamente por su triunfo.

    Como mexicano, el dolor y la tristeza por ver nuevamente al TRI vencido en octavos de final de la Copa Mundial no me da derecho a opinar sobre su funcionamiento, habré de entender que ellos representan a la Federación Mexicana de Fútbol, integrada por un puñado de clubes que bien pudieran ser propiedad de japoneses, árabes, y por qué no, holandeses. Pero como consumidor prácticamente cautivo de una marca, si puedo demandar a mis proveedores una mejora en el producto. Y eso es lo que hacemos cuando cuestionamos el accionar de un representativo que cada cuatro años quisiéramos llevar hasta los tribunales o ante la PROFECO por no cumplir con nuestras expectativas.

      -No llores, es sólo un juego- le decía un padre a su hijo saliendo del complejo de cines. ¿De verdad? ¿Es sólo el resultado de un juego o es el fiel reflejo de una filosofía nacional? No puedo sino sentirme identificado con ese niño llorando cuando me doy cuenta que las lágrimas quizás no sean por el sentimiento de la eliminación de un equipo, sino por la impotencia de saberse destinado a vivir en una cultura que se niega sistemáticamente a producir ganadores.

    Por supuesto que una derrota no desmerece otras realidades: En fútbol, nuestros representantes han mantenido un envidiable nivel mundial desde México ´86 que ya quisiéramos en otras disciplinas o mediciones como salud, educación, desarrollo de tecnología o valor agregado a lo que producimos. Quedarse en la orilla no es el pecado ya que por definición, cuando hablamos de competencia, alguien tiene que ganar. Pero caer de la forma en que lo hicimos el domingo pasado en todas sus aristas, eso sí que es para cambiarlo.

     Y es aquí donde entra el título de esta columna. Me gusta la forma de puntaje que se utiliza en el tenis porque no da margen para administrar una ventaja ni para hacer más honrosa una derrota: Para ganar un partido debes ganar el último set, que solo se obtiene si te llevas el último juego del mismo, que a su vez gana quien se imponga en el punto final. Paralelamente, para perder con dignidad debes rescatar puntos, juegos y sets que implican doblegar contablemente al contrario. De no ser así, aquello se convierte en un lastimoso atropello.

    Así en el tenis, el ganador debe terminar superando a su rival en cada una de las instancias que se reflejan en el marcador. Por más superioridad que demuestres sobre tu oponente, no puedes bajar los brazos y tienes que ganar cada una de las puntuaciones finales. Ahí no existe la defensa preventiva del fútbol americano ni cabe el pitcher taponero del béisbol, no hay los 24 segundos para pasear el balón del basquetbol ni la distancia adelante del siguiente corredor del atletismo; y mucho menos puedes replegarte a piedra y lodo esperando que tu ejecución destructiva o pasiva se imponga a la capacidad creativa del contario como lo vimos hace una semana.

     Claro que el caso del conjunto tricolor es solo el botón de muestra. Cuántas veces hemos visto como los políticos tienen todo para realizar cosas trascendentales y terminan por disciplinarse a su partido (o peor, a intereses personales) en la maldita mentira de que lo hacen por un bien mayor que jamás permea hacia los demás. Cuántos empresarios que olvidan su misión social cuando las monedas empiezan a ser más pesadas que la responsabilidad humana y cuantos hombres de negocios que prefieren ser absorbidos antes que conquistar otros mercados. Cuántos trabajadores que depositan su voto un domingo y cumplen con un exhausto y productivo turno diario pensando que ahí termina el patriotismo. Cuántos historiadores, periodistas y gente de letras, pero cuan pocos filósofos y pensadores.      

      Dejemos de culpar a un árbitro o a un Presidente por sus errores de apreciación, dejemos de satanizar a un holandés bueno para los clavados o a una república china que subsidia su lejanía geográfica, dejemos de acusar a la FIFA o a la policía por no ser perfectos cuando nosotros deberíamos poner más atención en la prevención. Dejemos de culpar a los demás, y aceptemos que nuestros males no provienen de lo que otros nos hacen, sino de lo que dejamos de hacer.

cesarelizondov@gmail.com

Los universitarios en el Mundial

Publicado el 29 de Junio de 2014

    Son la mano que mece la cuna. Aunque a la frase se le dan distintas definiciones desde diferentes percepciones, para la gran mayoría de las personas quiere decir algo así como el poder tras el trono, quienes están tras bambalinas, los que mueven los hilos para que las marionetas tengan movimiento. Claro que parece fría y calculadora esta forma de ver las cosas, pero estarás de acuerdo conmigo en que la realidad es que ningún niño podría brincar descalzo del ennegrecido piso de las favelas para aterrizar con tachones Nike y uniforme Adidas sobre el suave y verde césped del Maracaná si no fuese por esas manos que mueven cunas.

   Así tenemos que los Maradonas, Neymars, Ochoas, Beckhams y otros más, si bien es cierto que habrían de agradecer su habilidad y/o carisma natural a un Dios o signo zodiacal, le deben sus oportunidades terrenales a quienes tendieron para ellos el escenario en el que habrían de hacer valer sus talentos: Los que mecen la cuna.

    Y esas manos que mecen las cunas del mundo pertenecen a aquellos que tuvieron acceso a la educación superior o universitaria. Y al igual que un mundial de fútbol, no hay espectáculo o evento que no esté manejado por astutas manos llenas de conocimientos que hacen posible que Bruno Mars tenga vendidos con años de antelación sus conciertos, o que Al Pacino y Robert De Niro recauden dinero en sosas películas solo por aparecer juntos, que los juguetes creados por Steve Jobs lleguen al público en las formas más creativas y remunerables posibles. Que todo lo que consumimos, experimentamos y pensamos tenga un cómo y un porqué.

    Alrededor de toda actividad humana está la mano de los profesionistas viendo más allá de lo que parece a simple vista, y de ahí su ventaja para mecer la cuna: El psicólogo entiende lo que realmente quiere decir ese grito de guerra que expresamos tantos mexicanos hacia el portero contrario así como porqué una minoría lo reprime; así como el economista te dice porque si es viable financieramente un mundial en Qatar el médico te explica porque los conjuntos americanos están haciendo mejor papel que las potencias europeas; el fiscalista sabe, aún sin desmerecer el acto altruista, lo que hay detrás de las donaciones hechas con bombo y platillo por jugadores y directivos; el físico te explica la trayectoria del golazo de Roberto Carlos ante Francia (no fue en un mundial)  y porqué es casi imposible volver a ver algo parecido; y mientras el ingeniero civil hace los estadios, geólogos y agrónomos entran antes y después de este para que al final todo sea perfecto.

    Los qués cualquier persona los puede apreciar a simple vista. Los porqués de las cosas son el tipo de conocimiento que hace esa diferencia entre un “ahí la lleva” y un “le está yendo muy bien, le pegó”. Y los porqués de este mundo es lo que recibe un universitario en las aulas.

    Hace una semana en este mismo espacio hablaba de la incapacidad oficial para eficientar su gasto en aras de la educación, pero hay otra cara en torno al tema: Hoy vemos que, al igual que lo están haciendo fundaciones como Teletón en el aspecto de la salud, otras hacen lo propio por el lado de la formación académica ofreciendo becas, llenando así huecos que por la razón que sea, los gobiernos no alcanzan a cubrir.

    Insistir en el estudio no se trata de romper legítimos sueños juveniles de alcanzar el éxito allá dónde apuntan los reflectores, solo se trata de hacerles ver quienes realmente hacen posible que las cosas sucedan. Y resulta que todas esas personas de pantalón largo son amantes del negocio dónde están, unos por pasión, y es cierto que otros por remuneración. Hoy ya no es válida la percepción de antaño indicando que carrera estudiar a fin de tener buenas oportunidades en el futuro, hoy el mundo ofrece tantas variables y hay tanta especialización que un joven puede estudiar algo compatible con aquello que le apasiona.

    Por supuesto que existen muchos asegunes, a través de la historia hemos visto que las manos moviendo las cunas pueden hacer el bien o el mal, eso ya es cuestión del libre albedrío de hacer cada quien lo que quiera con su oportunidad para ser generador de cambios.

     Cuatro años faltan para el próximo mundial y cuatro años es más o menos lo que tarda una carrera universitaria. Hagamos votos porque en el verano del 2018, no solo estemos hablando de una selección de fútbol que puede conquistar el mundo, sino también de una generación de egresados listos para darle al mundo mejores oportunidades.

cesarelizondov@gmail.com