Mi tesis de la tesis de Peña Nieto


Publicado el 28 de agosto de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





       Ya le di vueltas y vueltas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y no dice en su artículo 82 que para dirigir a la nación haya tenido uno que cursar la carrera. Con eso queda salvado el asunto de las capacidades o credenciales profesionales que una tesis nos abre la puerta a alcanzar en la mayor parte de las instituciones de enseñanza superior.


     Estamos de acuerdo, pues, que la capacidad intelectual, profesional, empírica, lírica, artística, de cantar, bailar o enamorar no debe ser un impedimento para ser el preciso de la preciosa Re-pública mexicana, conque la gente te quiera ahí y vote por ti, con eso basta. La cuestión del plagio de la tesis profesional del presidente no es un asunto de legitimidad como gobernante; es un asunto de ética, de moralidad, y de legalidad en su profesión podría ser, de haber fungido como abogado utilizando una cédula profesional, si es que se puede retirar un título a toro pasado (no encontré expresión más elegante). Aunque creo que, difícilmente esa cédula haya sido utilizada en algún momento.


     Y de ahí parto para, para decirlo de forma que todos nos entendamos de manera recta y sincera, y aunque parezca trillado y obvio: tenemos los gobiernos que nos merecemos, y el caso de la tesis del presidente no es sino un reflejo de lo que somos como ciudadanos. Dime lector si no: ¿Has metido al cine a tu hijo de 4 años diciendo que tiene 3 para no pagar? ¿has mentido en una declaración fiscal? ¿Fomentas que tus hijos menores de edad violen la ley bebiendo porque todos los demás lo hacen? ¿has metido gastos personales como deducibles en tu contabilidad? ¿Has dado, doctor, consultas sin extender un recibo deducible? ¿Traes placas de otros estados? ¿Pagas tus foto multas? ¿te robas el jabón del hotel? ¿reservas para 3 pero metes 5 personas a la habitación del hotel? ¿Pagas lo que debes, o nomás lo que te cobran? ¿has falsificado un documento para agilizar un trámite? ¿comes muestras en Soriana aunque sabes que no vas a comprar? ¿Permites que te limpien el parabrisas y te haces güey con el pobre muchacho? ¿haces como que echas limosna y no echas nada en la colecta de la iglesia? ¿Duermes con calcetines?


     Porque todos lo hacen, señora, ¿está bien que su marido e hijos lo hagan? Entonces denles permiso de andar de cabrones en moteles, porque ciertamente que muchos andan de enamorados. Porque unos irresponsables nos endeudaron hasta las manitas y otros no cumplieron con quitar la tenencia, ¿debo sacar placas en otros estados?, entonces habrá que pedir asilo en otro país porque vamos que volamos para que nuestro estado sea una pequeña broma de lo que es la nación entera.


     Tenemos que el plagio de una tesis es sólo una versión más del deporte nacional: pasarse de lanza, porque todos lo hacen. Mira a tu alrededor amigo lector, y quita el corazón y la afinidad de tu juicio, despójate de lealtades y sentimientos fraternales, y ahora encuentra cuantas personas de una sola pieza encuentras a tu alrededor. Triste, de verdad. Porque he conocido amigos y familiares de los más sinvergüenzas personajes que te puedas imaginar, y el veredicto de ellos es que el fin (obvio, en el que ellos salieron beneficiados), justifica los medios.


      De ahí que la discusión desatada con la investigación de Aristegui, quien por cierto también defraudó a sus seguidores por la circense forma de anticipar una nota promedio, nos haya dado muestras una vez más de nuestra ojete (ya había usado la palabra triste) realidad: un estéril debate entre quienes lucran y viven del erario gobernado por el PRI, y los que lucran y viven del erario gobernado por la oposición. Ahí no hay matices: para unos no pasa nada, para los otros es como si los hubieran violado, sin condón. No encuentro a un priista con pantalones para que conceda y le pida al presidente dimitir de su título de abogado (ni falta que le hace) al fin que no es un requisito para su labor actual. No encuentro a un miembro de la oposición pidiendo lo mismo, solo los veo haciendo leña de un árbol quemado, argumentando que el error pasado sería antecedente obligado del quehacer presente, sin conceder que alguien podría haber mejorado sus hábitos luego de 25 años. Y lo peor: no veo al presidente renunciando a su título de abogado, dando a la nación un mensaje de humildad en su expiación, de humanidad en su error, de respeto hacia quienes si han cumplido con una tesis, de liderazgo ante un país ávido de eso.


      Pero se sienten tan en las nubes, tienen tanto miedo de parecer normales, que se les olvida que el pueblo quiere ahí arriba personas normales; individuos con aciertos, con errores; con defectos, con virtudes; con capacidades y con carencias. Te ofrezco lector una disculpa por los términos y tonos utilizados el día de hoy en mi escrito, pero es que de verdad que ya estoy hasta la madre de la clase política y sus correligionarios, incapaces todos de ceder para crecer y de pensar para avanzar, todo en su hambre desmedida de joder, perdón, de poder.



cesarelizondov@gmail.com

¿Conquista o Colonización?


Publicado  el 21 de agosto de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





       Recibí una llamada desde la madre patria. Era el CEO de una empresa cuyas transacciones andan por encima de los cien millones de euros anuales operando en más de 40 países, y que la tendencia de su crecimiento les hace pensar que aumentar dichos números durante los próximos años, es prácticamente un hecho. Aunque sus números todavía no son para asustar a nadie, para un simple mortal, recibir esta clase de llamadas no es cosa de todos los días.


       No era nada que ver con mi trabajo primario, de dónde sacó para comer, pues. Dijo llamar para esclarecerme la participación de su empresa en un problema ventilado por mí en estas mismas páginas semanas atrás: El asunto de los boletos para un evento en la ciudad de México que fueron inaccesibles para el grueso de quienes intentaron hacerse de ellos por las vías anunciadas, mientras que simultáneamente estaban a la venta en el sitio de Ticketbis a precios fijados por los oferentes particulares, obviamente y bajo las reglas de la oferta y la demanda, muy por encima del precio acordado por los organizadores y los concesionarios por ellos escogidos.


     Su modelo de negocio es muy simple: cuentan con una plataforma virtual desde donde, personas de diversas nacionalidades realizan un intercambio comercial de boletos para musicales, conciertos, juegos deportivos y cualquier tipo de evento que implique boletaje. Un usuario pone su boleto a la venta, otro usuario lo compra. Me aclaró Ander Michelena, CEO de ticketbis, que por el momento su empresa no es concesionario de ligas deportivas, promotores o representantes artísticos, sino un intermediario que pone en contacto a dos particulares para garantizar a ambas partes un trato justo y seguro. Para ponerlo en blanco y negro: el Uber del boletaje. Así que, ticketbis fue solo la página a la que acudieron aquellos que tenían un boleto que vender, para ofrecerlo a aquellos que querían comprar. El porqué había desde el primer minuto oferta particular, simultáneamente a una preventa que había sido concesionada a una institución financiera de alcance nacional, sigue siendo algo que los tarjetahabientes de Banorte le siguen reclamando a su banco.


      Y ya me tardé demasiado para sacar las odiosas comparaciones. La otra parte de mi artículo anterior: el mejicanísimo Banorte que tuvo en sus manos la preventa, se quedó en la omisa posición del “háganle como quieran” y el sarcasmo del “huuuyy, que miedo que te lleves tu mísera cuenta a otro banco”. No necesito decirte que, si tuviera que apostar, apostaría a que antes de que el grandioso Banorte ponga un pie en España, el aún modesto ticketbis estaría en condiciones de absorberlo. Ja-ja-ja-ja, dirán muchos como en su momento lo hizo Kodak, Blockbuster, Olivetti y cigarros Viceroy en el contexto de lo material, y más recientemente MSM Messenger y los teléfonos Black Berry en el área de la comunicación. Menospreciar la necesidad del pequeño consumidor o ignorar hacia dónde va el mercado, jamás ha mantenido a flote a ninguna compañía, por protegida o querida que esta sea.


     Porque, empresas que han elegido como forma de hacer negocios el participar en los ciertos y seguros oligopolios de las concesiones adquiridas para explotar determinadas oportunidades, en lugar de aspirar al soñado e imaginario monopolio que te acarrea el buen servicio brindado al mercado abierto, siempre han estado destinadas a desaparecer más temprano que tarde. Ignorar las quejas y necesidades del consumidor individual cómo lo ha hecho Banorte, ciertamente no les quita el sueño, porqué saben que ni siquiera se van las pequeñas cuentas por no hacer más trámites en el reino de la tramitología, pero ciertamente que jamás crecerán más allá de lo que las acotadas concesiones les permiten, tomando sólo una rebanada del pastel mexicano, a lo mucho americano, dejando de lado el potencial de un mercado mundial.


      Muy extendida está la percepción de que los problemas que México ha tenido a lo largo de su historia vienen enraizados desde que los españoles nos conquistaron, heredando de generación en generación una cultura de sometimiento y negación ante los distintos verdugos de nuestra tradición; diferente a lo que se piensa de los Estados Unidos, que fueron colonizados por ingleses, quienes legaron una cultura de adaptación, de crecimiento y desarrollo en suelo extraño. Conquista es igual a llenarse de riquezas sometiendo por la fuerza, colonizar es aprovechar las oportunidades que otros han despreciado en su propia tierra.


     Aprovechando las bondades de la tecnología y las comunicaciones, utilizando herramientas como trendkite, talkwlker, brandwatch o la más popular alerta de menciones de google, empresas como ticketbis encuentran la forma de escuchar no solo a sus clientes, sino todo lo que se publica sobre ellos, y así se preparan para colonizar un mundo dónde las fronteras de los mercados han desaparecido y dónde, a aquellas empresas que aún creen en la conquista de concesiones para acaparar mercados sometidos, algún día las veremos en los anales de la nostalgia. Jamás he comprado por ticketbis y tengo más de 25 años siendo cliente de Banorte, pero tengo la absoluta certeza, de que mis hijos tendrán más tratos con la colonizadora empresa española, que con el conquistador banco mexicano.






Lo que veo en el Medallero


Publicado el 14 de agosto de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





       Hace muchos años, algún amigo nadador se quejaba de alguna representante mexicana que, según su decir, participaba en Seúl 88 sin tener los merecimientos para hacerlo: su tío era un importante político comarcano. De cualquier forma, le decía yo, el mejor mexicano en esa disciplina poco puede hacer ante muchos australianos, estadounidenses y alemanes que ni siquiera habían llegado a las olimpiadas por esa visión que estos juegos tienen ante la humanidad: que sean representativos de todos los países, independientemente del nivel competitivo que algunos atletas tengan en algunas ramas.


      Por eso a través del tiempo hemos visto noveles nadadores representando a pequeños países, casi ahogándose en la alberca, mientras otros más experimentados se quedaron en casa en el ánimo de la diversidad de naciones, siendo que dentro de su país habría algunos con mejores marcas que ellos.  Igual hemos visto clavadistas caer de espaldas, fondistas que llegan a punto del colapso, levantadores de peso sin posibilidad alguna de medallas y por supuesto, alguna gimnasta sin la presencia física que el mundo espera cuando el escaparate es universal.


      Y claro, la más cruel de las burlas ha sido aquella foto en la que, a punto de tocar la pared, un nadador voltea a ver como Michael Phelps le precede con la vista fija hacia adelante para llegar una fracción de segundo antes y alzarse con la medalla de oro, todo con el pie de foto que dice algo más o menos así: “el ganador observa la meta, el perdedor observa al ganador”. ¿En serio? ¿El que llegó atrás del atleta más laureado en la historia de los juegos olímpicos es un perdedor? ¿La gimnasta mexicana que no llenó las expectativas de quienes nos quedamos en un sillón es un fracaso? ¿El resultado de nuestro paisano Boardman es un reflejo de lo que es nuestro país?


       No veo en el medallero a nuestra bandera. Y es que Alexa Moreno no ganó, es verdad. Tampoco lo hizo Ernesto Boardman, Paola Espinoza, Rommel Pacheco ni algún otro mexicano al momento de escribir estas líneas. Entonces, ¿Lo que veo en el medallero es el resultado de un país o el resultado de un deportista? Ni duda cabe: el medallero refleja lo que somos como país, no lo que ellos son como deportistas.


    No veo en el medallero las medallas de Phelps, veo la organización de los Estados Unidos. No veo en el medallero una veintena de medallas para China, veo la dirección de sus autoridades. No veo en el medallero el individualismo australiano, veo el trabajo en conjunto para que sus ciudadanos tengan una mejor vida. No veo en el medallero al frío y calculador alemán, veo un país disciplinado en todas las áreas. No veo en el medallero las posibilidades de Brasil, veo el fracaso de su corrupción. No veo en el medallero cuantas medallas tiene Corea, veo que son proporcionales a su importancia económica. No veo cuantas medallas de oro tiene Canadá, veo cuantos pódiums tiene en plata y bronce, lo que definitivamente los hace unos ganadores. No veo cuantas medallas tiene México como país para quejarme, veo el esfuerzo individual de nuestros deportistas para intentar lograr algo cuando no les damos nada.


      Y ya sabes amigo lector que me gusta comparar con lo medible: el tamaño de las economías habrían de ser referentes para los resultados de una nación en cualquier tópico. Ahí tenemos que, desde esa perspectiva, nuestro fútbol ha sido el equivalente mundial al lugar de nuestra economía desde hace 30 años, habrá que ver que está dirigido por manos privadas y pienso que eso hace posible la ecuación. De ser medible el arte, habríamos de tener artistas cuyas obras su cotizaran entre las mejores 15 del mundo, escritores de best seller casi tan leídos como los populares Nicolas Sparks o Paulo Cohelo, cantantes más importantes que Shakira, al menos una marca de autos compitiendo a nivel mundial, asientos en los consejos de la ONU y demás organizaciones internacionales. Y sí, en el medallero olímpico habríamos de estar del lugar 12 hacia algo mejor.


    Pero sabemos que existe algo llamado ventajas competitivas. Es algo que nos dice que, por la naturaleza de su clima, la gente es más propensa a la lectura en los países bajos que en los tropicales porque acá podemos salir a la calle; que el corredor africano es más rápido y fuerte que el blanco por una herencia genética de miles de años dedicándose a la caza, que en turismo de playa habríamos de ser los campeones mundiales mientras que, en turismo cultural, Europa es la mandona. Que no podemos cuadrar todo al tamaño de nuestra economía, pero sí que tendría que ser un referente del cual partir para saber si andamos bien o andamos mal.


         Es por eso, por el tamaño de nuestro país, que me niego a ver en el medallero el resultado individual de un puñado de deportistas que no representan el tamaño de una nación, pero que, si la cargan en sus espaldas, que no han ganado el proporcional que mundialmente habríamos de recoger, pero que han logrado hacer algo de la nada; que no reflejan en lo colectivo lo que somos como nación, pero que si reflejan en lo individual a lo que podemos aspirar. No veo en el medallero el México que somos, veo en nuestros deportistas olímpicos el tipo de mexicanos que podemos ser, para que, como nación, alcancemos nuestro potencial.



cesarelizondov@gmail.com

Adiós NFL


Publicado el 31 de Julio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





      La noche anterior me desvelé adelantando todos los pendientes del trabajo; ese día desperté más temprano de lo habitual para llegar con mucho tiempo a mi oficina, todo para realizar un trámite similar a los que cotidianamente millones de personas hacen alrededor del mundo.


    Fui previsor: Llevé mi vieja laptop que fuera de su minúscula pantalla en relación a mi precaria visión, aún tiene mucho servicio que dar. La oficina estaba desierta cómo cuando llegas un domingo por la mañana, un 25 de diciembre o por la tarde del día de la madre. Encendí mi moderna computadora de pantalla de 17 pulgadas, procesador, memoria y disco duro de nueva generación. Alternamente mi vieja laptop también estaba lista para trabajar simultáneamente en ambas.


      Días antes habíamos pagado la tarjeta de crédito de mi esposa que utilizaríamos para el trámite, adelantamos pagos no vencidos para tener el saldo necesario. Habíamos sido muy disciplinados con el gasto de las últimas semanas para completar un capricho. Tenía otras tarjetas de débito listas para entrar en acción si era necesario. Pero no fue necesario.


     Eran las 9 en punto de la mañana del martes pasado e ingresé a la página de Ticket Master México. Banorte había anunciado con bombo y platillo que sus tarjetahabientes tendrían acceso especial para la preventa de los boletos para un partido de la NFL, liga profesional de futbol americano que luego de 10 años de ignorar a la abierta y fiel afición mexicana por andar tras los indiferentes y flemáticos ingleses, regresa el próximo noviembre a nuestro país con un juego en el horario más importante de sus transmisiones televisivas: la noche del lunes, Monday Night Football le llaman por allá.


      Dirán que cada quien hace las cosas como quiere, pero yo digo que no es que uno quiera hacer las cosas así, sino que uno es orillado a hacer las cosas así ante la cultura del estupidísmo: como estúpido, tenía dos computadoras trabajando ante mí, un puñado de tarjetas del banco al que le he confiado grandes cosas que sin duda para ellos son pequeñas, dos usuarios registrados ante ticketmaster y un cinturón muy, muy apretado.


     A pesar de la nula información que los ejecutivos bancarios pudieron darme para el evento desde días anteriores, entendí que solo las tarjetas de crédito serían aceptadas en la preventa y así pude romper el primer filtro para ser de los “afortunados” clientes de Banorte. Pero hasta ahí llegué.


     Era un segundo después de la nueve de la mañana y yo ya estaba, frenéticamente, alternando en una y otra computadora, con uno y otro usuario, tratando de obtener tres tristes boletos para ver en el estadio Azteca al equipo que le he sido fiel desde enero de 1977 cuando ganaron su primer Súper Bowl: Los Raiders de Oakland.


     Pero fue inútil. Pasé media mañana intentando una y otra vez que la plataforma de ticketmaster me asignará boletos para realizar el pago, y nada. No sé si terminé más cansado que frustrado, más desilusionado que defraudado, más desganado que encabronado. Pero había otra oportunidad: el jueves, ticketmaster abriría venta al público en general. Y si, pensé igual que tú, que sí en una preventa semi privada había sido imposible, en una de mayor demanda sería impensable.


      Pero antes del jueves, recibí un correo de NFL México dónde me asignaban una clave por haberme registrado en no-se-qué sitio para tener acceso a comprar los boletos para el ansiado partido. El ritual del martes lo repetí el jueves. Está vez, a las 9:03 de la mañana la suerte me sonrió brindándome la oportunidad de conseguir tres carísimos boletos y entonces sí, tuve el momento de felicidad que todo aquel rendido al consumismo experimenta de vez en cuando. Diez minutos más tarde, la afición mexicana volvía a volcarse en las redes sociales para expresar su enojo ante la dificultad e imposibilidad para hacerse de un lugar para el esperado evento.


       Y claro, en primera instancia parecería que la NFL representa en México el mismo fenómeno que la Fórmula 1, Justin Bieber, Radiohead, Britney Spears, Maroon 5 o cualquier otra marca que tenga que ver con boletaje: mayor demanda que oferta. Y sabemos que así es porque todos esos eventos han sido abarrotados por el público mexicano, siendo uno de los mercados más atractivos del mundo por su tamaño, cultura y cierta estabilidad económica cada vez más endeble. Pero rápidamente, aparecen sitios como Ticketbis.com ofreciendo boletos al mismo tiempo que las agencias asignadas oficialmente por la NFL, por supuesto que a precios exorbitantes. Imposible dejar de pensar en que alguien se está pasando de listo lucrando con la reventa a espaldas de la NFL.


      Y es por todo lo anterior, que habremos de decirle adiós por largo tiempo a la NFL después del partido de noviembre, y quizás tampoco regrese la F1 más tarde y jamás volveremos a ser anfitriones de un mundial de fútbol, olimpiadas o cualquier evento internacional que tenga que ver con boletaje. Pero esta vez, no ha sido la cultura del aficionado mexicano que antes del despeje de un portero grita eeehhhhhh p#*o ¡¡, ni que insultaba los himnos nacionales extranjeros; tampoco ha sido por nuestros ilustres gobernantes cuyas peripecias son del dominio universal; ni por la sobrada pobreza ni por falta de infraestructura; no, esta vez, han sido los empresarios de un banco que se jacta de ser muy mexicano quienes han echado a perder las cosas matando a la gallina de los huevos de oro. De verdad, con esas instituciones mexicanas, mejor que nos sigan absorbiendo los bancos ibéricos.



Disculpas


Publicado  el 24 de julio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




    -Con una buena peda los arreglo a todos- me dijo aquel conocido luego de haber sido sorprendido en líos de faldas y exhibido ante toda la familia de ella. Ya sabes cómo es eso: en una familia de las llamadas muégano, dónde toda la información es propiedad de todos y por ende cada uno opina hasta de lo que no sabe ni le incumbe, el acierto u error de uno es desmenuzado hasta que algún otro miembro del clan dé tema para brincar a otra cosa.


    Efectivamente, convocó a toda la familia a una fastuosa comida que terminó en bacanal. Y en un momento dado, con una fina cuchara dio unos golpecitos a su copa de cristal vacía para que la concurrencia guardase silencio y, con la solemnidad de un acto único e irrepetible, hizo del conocimiento de todos su arrepentimiento y su vergüenza, así como su compromiso para no volver a hacer pasar por ese mal momento a los demás. Y de apestado acusado, se convirtió en épico súper hombre; la esposa y sus hijos se sintieron cada vez más solitarios en aquella reunión y al final prácticamente eran parias rodeados de su propia sangre.


     Él conocía muy bien ese talón de Áquiles del mexicano: ofrecer una disculpa no solo te libra de acusaciones, hasta te puede encumbrar en héroe por realizar un acto que tiene que ver con las necesidades y complejos de otros, más que con la verdadera autocrítica. 


     Y desde un caso doméstico como el de mi conocido, podemos recordar los casos de aquel que “robó pero hizo”, que termino pavoneándose por los pasillos de los supermercados de Saltillo saludando alegremente a los ciudadanos de corta vista hacia el futuro y pequeña memoria hasta el pasado, para lograr apreciar una larga cola en aquel exgobernador; o de aquel alcalde que su principal virtud fue compartir la afición por el béisbol que la familia en el poder tenía, y que por una broma del destino fue elegido “al azar” para hacer rima con su nombre, cuya torpe disculpa de no haber sabido lo que hacía quien le manejaba el dinero del pueblo, lo exoneró socialmente al mismo tiempo que su precaria salud le termino por acarrear las simpatías que el poder mal ejercido le arrebató. ¿Y qué decir del Presidente que acabó derramando lágrimas de cocodrilo por no cumplir como un hombre su promesa de defender la moneda como un perro?


     Si, tú dirás que estoy hablando de cosas muy lejanas en el pasado y apartadas de nuestra realidad, pero claro que estoy hablando del presente y de nuestro entorno. Porque hoy domingo llegarán ramos de rosas a miles de hogares mexicanos para disculpar las regazones del fin de semana ante la madre, y llegará el hijo con la barbacoa a casa del padre para volver a pedir que lo rescaten financieramente, y hoy amanece radiante la amada porque ayer le llevaron serenata, no importa tener hematomas en varias partes del cuerpo si el corazón está correspondido. Hoy, en el pensamiento colectivo del mexicano, la Casa Blanca vuelve a ser referencia de la residencia oficial norteamericana y deja de ser un recordatorio de qué somos y para dónde vamos como nación. El hijo pródigo, dirán los racionales.

      Pero no, espero que ya no traguemos aquello que hábilmente nos han servido, aquello de que estamos así por ser un pueblo católico; porque, al igual que el ateo, el agnóstico, el metodista, el maya o el menonita, el factor común para perdonar y olvidar todo en esta tierra, radica no en las creencias religiosas universales, sino en la cultura del ser mexicano. Y no se trata de negar el perdón a nuestros semejantes como si nosotros fuésemos impecables, pero sí de, volviendo a la mal entendida enseñanza católica, no estar de pendejos alternando mejillas para que nos abofeteen una y otra vez en cuestiones públicas.


      Con un montón de experiencia que los fracasos, las malas decisiones, la egolatría y las metidas de pata nos han dejado, hay quienes podemos afirmar que, sólo quien paga caro sus errores aprende de ellos, y que nadie experimenta en cabeza ajena, o que, lección que no viene acompañada de pérdida o castigo, no es bien asimilada.


      Porque en el arrepentimiento falso siempre hay cómplices, cuidemos que el perdón no vaya acompañado de olvido. Luego de aquella comilona de las disculpas, como bien había anticipado el invitador, algunos varones decidieron seguir la fiesta en otra parte. Y bajo el patrocinio de la generosa, amplia y abierta cartera de su espléndido anfitrión, cayeron en los mismos pecados que acababan de justificar. Aquel conocido mío despertó al siguiente día con el problema original, reducido a contentar a su esposa y a consentir a sus hijos. ¿Los demás? Al día de hoy no han podido curarse la cruda.




cesarelizondov@gmail.com               

     

Brexit y el mundo feliz


Publicado el 03 de Julio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





“cuando el individuo siente, la sociedad se resiente”.  Aldous Huxley



        Para estos días ya todos estamos familiarizados con el término. No era el atractivo nombre de un afamado caballo buscando una triple corona en el este de los Estados Unidos, ni era el principio activo de una nueva medicina que cure el cáncer, que baje la gripa o que levante la impotencia; no hacía referencia a un concurrido table dance de moderna y desvelada metrópoli como tampoco era la denominación comercial de alguna marca dónde habría de aparecer la letra equis, como lo exigen los cánones que mandan en los mercados, en la comunicación y en la psicología del consumo.


    No, ahora sabemos que Brexit es la contracción o acrónimo en inglés que enuncia el voluntario abandono del Reino Unido en todo lo concerniente a la unión europea. Y los argentinos no saben si seguir llorando el penal fallado por Messi o celebrar lo que parecería un paso hacia atrás de su históricamente, aborrecido e imaginario enemigo; los gringos dudan si respaldar moralmente la decisión de su hermano mayor-menor ante la ignorancia de pisar un inédito escenario que ni siquiera podrían haber imaginado o previsto los Lincoln, Washington, Rockefeller o demás vacas sagradas de la religión norteamericana. Y en México, pues bueno, no tardamos en decir que es una cortina de humo para tapar la cloaca que nos cargamos, así sea que el humo no disimula el olor.


      Mientras, dándole vueltas a las páginas escritas por Aldous Huxley que a veces parece más certero que Juan el de las revelaciones o Nostradamus el de las interpretaciones, percibe uno en el individualismo el porqué de un pueblo que elige desde una decisión personal, separar su destino en lo comunal, como aislado ha estado siempre su territorio, de sus todavía aliados en ciertas políticas económicas, en política exterior y en otras formas de cooperación multinacional. Porque ciertamente y como lo planteó hace tanto tiempo Huxley en su crítica hacia un futuro, con un gobierno mundial centralizado, una ciudadanía global, una sociedad consumista, un liberalismo sexual sin una base de amor y una sumisión, omisión o negación de las corrientes religiosas y/o filosóficas, ser ciudadano del mundo feliz pudiera no ser lo que parece.


      Y es que, las bondades a largo plazo que platican las teorías de las economías de mercado para el bien común en base a la productividad y la propiedad privada, chocan con la realidad inmediatista de las políticas de consumismo irracional en beneficio de los dueños de las canicas, de aquellos que hacen girar al mundo en base al hedonismo y la masificación del mismo. Y por eso en Alemania abren sus fronteras a todas las nacionalidades desde una política propagandística de su pensamiento, para que sus firmas puedan seguir colonizando mercados y facturando aberraciones llenas de dígitos, y por eso los norteamericanos reciben gente de todos colores para sostener un país que en el paralelismo a lo individual, si deja de consumir es más grave que si deja de respirar, y por eso españoles e italianos ya no saben dónde meter la cabeza, porque luego de alimentar con comida chatarra al gran monstruo del consumo, la naturaleza dicta que habrá que limpiar lo que este ensucie, descargue, evacúe, defeque o…. cague.


     De ahí que los británicos e irlandeses, una vez más y pese a lo que muchos se piensan que es un error, vuelven a ser pioneros en dar el viraje cuando las cosas caducan, se tuercen, se envician o simplemente fracasan. La naturaleza del hombre no da para ser encuadrado en sistemas universales de control, y el individuo del Reino Unido ya se lo dijo a sus gobiernos. La propiedad privada, el arte, el pensamiento libre, el amor y la necesidad de creer en algo más grande, son cosas inherentes a la condición humana, así como el nacionalismo o sentido de pertenencia a una nación, a un pueblo o a una raza también lo son; ir en contra de eso o pretender que se puede convivir armónicamente sin diferencias, es una utopía que muy bien concluyó y desbarató Huxley en su distópica obra, es ir en contra de la naturaleza.


      Para ahondar en las repercusiones económicas que mundialmente traerá el Brexit ya hay miles de expertos en su verborrea, mismos que en su tiempo habrán aplaudido la formación, formalización y trabajos de la unión europea como un importante paso de la humanidad hacia una nueva era, una nueva y globalizada civilización como nunca antes en la historia del mundo.


     Para los demás, nos queda preguntarnos si los británicos están evolucionando hacia un mejor mundo, cuando son los primeros en enmendar los pasos de sus gobiernos desde la naturaleza humana a través de un voto ciudadano, y no desde el inmediato interés económico de una nación.


     “No hay civilización sin estabilidad social, y no hay estabilidad social sin estabilidad emocional”, se lee en alguna parte de Un Mundo Feliz. Y si, primero, la estabilidad emocional del individuo, después, la estabilidad social, y entonces sí: una nueva civilización donde siete mil millones de personas encuentren no las coincidencias superficiales entre sí, sino las respuestas trascendentales dentro de sí.     



     

     

    

    

     

Zapatos Rotos


Publicado el 26 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




         Era justo la hora de comer. Caía una tormenta que por la mañana ningún meteorólogo aficionado había previsto y, debajo de un pequeño toldo abarrotado de amigos, inútilmente trataba de guarecerme de una airosa lluvia que en momentos parecía provenir de los cuatro puntos cardinales. Como que no hemos entendido que cuando un pronóstico dice que hay un diez por ciento de posibilidad de lluvia, quiere decir que ese día probablemente habrá lluvia, no qué si esta llega a caer, será en esa pequeña proporción comparada con el bíblico diluvio que de no ser por Noe… ahhh no, ya ando desvariando otra vez, y me van a linchar de nuevo los come-curas que dicen descifrar las metafóricas enseñanzas de Dante, Ulises o del Quijote, pero que no entienden el mismo recurso literario en las llamadas escrituras sagradas.


      En fin, atendía en ese evento una de esas responsabilidades que a mi padre tanto le gustaban y que tanta gente evita a toda costa: una posición honoraria desprovista de emolumentos materiales o económicos, llena de lo que coloquialmente llamamos broncas gratis, sacarse el tigre en la rifa, ponerse de pechito para ser piñata de quienes tienen algo porque quejarse o ser blanco de quienes tiran la piedra y esconden la mano sin saber que la piedra va pletórica de sus huellas dactilares; pero también, justo es decirlo, son oportunidades que te acercan a conocer mejor a la gente, caminos por dónde se cruzan personas llenas de entrega y pasión, compromisos que tarde o temprano pagan lo que Master Card no alcanza a comprar.


     Y como lo venía haciendo en ocasiones especiales desde exactamente una década atrás cuando tomé del armario de mi padre unos buenos zapatos que no se llevó a la tumba, ese día los usaba como una forma de honrar su memoria en mi interior, haciendo cosas que a él le gustaban y que en mi ambiciosa juventud había evitado por la inutilidad material en eso, pero que ahora estaba haciendo desde una madura y personal elección. Y cesó la lluvia.


     Por alguna extraña razón ajena a mi despreocupada naturaleza (valemadrismo, pues), ese sábado fui previsor y tenía un cambio de ropa disponible, así que me fui a cambiar de atuendo. De cualquier forma, no pude ser tan sensato y, además de calcetines, olvidé otro par de zapatos para la ocasión. Así que con los mismos zapatos empapados y sin calcetines, me uní nuevamente a dónde todos convivían un rato tras la tormenta que rápidamente pasaba de ser un serio y conocido problema a superar, para convertirse en una alegre y singular anécdota para narrar.


      Pero, siempre ha de haber un pero para que pueda nacer una historia. Los agoreros del mal agüero fueron recompensados por Tláloc, Zeus, San Isidro Labrador o San Pedro. Volvieron las oscuras nubes a tapar la luz del sol y, contra toda probabilidad, la lluvia volvió a azotar a aquel familiar evento. Otra vez el agua dejo toda mi ropa empapada mientras el escurrimiento de todo mi cuerpo resbalaba hasta encontrar una salida entre aquellos viejos zapatos.


      Finalmente y como siempre pasa en este mundo, la tormenta terminó. El resto de la tarde todo avanzó conforme a lo previsto y para la noche ya estaba en mi hogar. Con pena, mientras me desvestía para ir a la cama noté que los zapatos de mi padre se habían desprendido de la suela, estaban totalmente destruidos. Un par de días los tuve en mi habitación como mudos testigos de las tormentas que siempre dejan secuelas donde no se les requiere, pero que también son el equilibrio que permite a los campos florecer.


      Los zapatos de mi padre fueron a parar al basurero cuando me convencí de que no tenían compostura. Los deposité en el bote de la basura sabiendo que ni siquiera el más miserable de los más necesitados encontraría en aquel amasijo de piel y baqueta algo rescatable para usar. Agradecí que, durante exactamente diez largos años desde que recogí de casa mi madre algunas pertenencias de mí progenitor, ese par de zapatos habrían tenido en mi alguna utilidad que sobrevivió a la muerte de Papá.


       Pasaron algunos días y había dejado reservada solo para mí conciencia la historia de los viejos zapatos de mi padre que, a pesar de su buena calidad de componentes y hechura, habían muerto a causa del torrencial aguacero. Era algo más bien personal que carecía de elementos suficientes que pudieran aportar interés a alguien más.


      Pero sucedió que el domingo pasado, desperté con la felicidad de tener a toda mi familia reunida en casa por primera vez en una decena de meses luego de un prolongado ciclo escolar. Salí de mi cuarto escuchando las voces de mis dos muchachos, de mis dos princesas y de mi bella esposa; y, siendo que era el día del padre, sabía que un regalo me esperaba. Ya lo has adivinado: recibí de mis hijos un par de zapatos que sin que ellos lo supieran, venían a ocupar un importante hueco en mi vestidor. Zapatos para seguir caminando por este, a veces complicado, a veces injusto, a veces inentendible mundo; pero siempre también, disfrutando de la maravillosa sensación de esa vida que, en muchas ocasiones, se percibe mejor bajo la lluvia. 

cesarelizondov@gmail.com

    

¿Todos somos Orlando?


Publicado el 19 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




        Con solo un poco de apertura de tu parte, estoy seguro que nos vamos a entender muy bien hacia el final de esta columna; pero ten paciencia en tu lectura. Primero que nada, dejemos de hacerles caso, de darles crédito y de hacer eco a las palabras de quienes, desde un supuesto bagaje científico, descalifican a priori las (también inciertas) palabras de algunas voces religiosas al tocar temas de diversidad sexual.
     Estos propagadores de la verdad científica saben vender muy bien una imagen de instruidos y liberales al tiempo que omiten planteamientos que la misma ciencia ha sugerido: muy poca gente nace con una tendencia homosexual por naturaleza; el hombre atrapado en cuerpo de mujer o la mujer que nació con un cuerpo de hombre, son casos rarísimos en los que, por alguna alteración hormonal o genética, el desarrollo físico del feto no se correspondió con los cromosomas del embrión. Hasta ahí es una cuestión científica, le compete a la ciencia médica.


       Pero luego vienen los gustos adquiridos de cada quien, el medio ambiente en el que se crece y se vive, los usos y costumbres, la experimentación y hasta las modas; todo eso es una cuestión social; y eso si es algo que nos compete a todos. Pero es claro que ahí también debemos observar todo el respeto de Iglesias, sociedad y gobierno, para aquellos hombres y mujeres que hayan decidido ser socialmente gay o lesbiana, ya sea por pertenecer a ese minúsculo porcentaje de quienes fueron orillados a eso por haber nacido en un cuerpo diferente, o por una libre y propia elección que hace justicia a la máxima prerrogativa del ser humano: el libre albedrío.


      Y no habrá sacerdote, científico o gobernante que pueda refutar el derecho del ser humano para hacer con su cuerpo lo que le venga en gana: hay quienes lo llenamos de alcohol, otros de cirugías, algunos de drogas controladas, otros de drogas ilegales, unos más de comida chatarra, de tatuajes, de joyas, de cicatrices y hasta de orificios. Nada de eso es natural y la sociedad, las religiones y los gobiernos no hacen mayor escándalo por ello.


     De ahí que todos somos iguales. Por supuesto que dentro de esa igualdad surgen ramas que nos llevarían a discusiones que dejaremos para posteriores ocasiones: ¿En cuál punto del alcoholismo, la dependencia a los fármacos, la holgazanería o la promiscuidad, empieza a perder el hombre ciertos derechos para no perjudicar a terceros? (léase adopción).  Pero ese es otro boleto, de otro tren, y de otro viaje que hoy no vamos a abordar.


     Entonces, partiendo del principio de que todos somos iguales en primera instancia y que lo que nos diferencía dentro de una sociedad son las elecciones que vamos tomando durante el transcurso de nuestras vidas más allá que la propia naturaleza, tenemos que ser discriminado, señalado o calificado por nuestro estilo de vida, termina por ser una cuestión de porcentajes sociales y no una cosa de principios morales, éticos o religiosos. Porque ahí tenemos que nadie califica de alcohólicos a quienes fueron asesinados hace días en un bar de la ciudad de Orlando. Y es que, si estaban en un bar, en otro tiempo y espacio habrían sido calificados de borrachos.


      Nada hace más daño a una sociedad que los calificativos denostativos que hoy hemos dado en emplear cuando, al acompañarlos de otro adjetivo, ciertos términos han dejado de ser entendidos por el colectivo como discriminatorios: ciudadano negro, gente latina, presidente mujer, bar gay… Tendríamos que entender que en ciertas ocasiones, cuando utilizamos junto a otro vocablo las palabras negro, latino, mujer o gay, estamos siendo redundantes o demasiado específicos, y entonces, pretendiendo parecer incluyentes, dejamos ver cuán discriminatorios somos en realidad.


      La masacre que un estúpido hombre hizo en ese bar de la Florida, dejó rápidamente de ser excusa de reflexión sobre lo que como raza humana y sociedad mundial estamos haciendo tan mal para presenciar continuamente atrocidades inexplicables; y entonces pasó de ser esa oportunidad de redención social para ser un intercambio de acusaciones, descalificaciones e intolerancias. Por un lado, quienes en su gran ignorancia no han entendido que, de existir un dios, este habría regalado a su criatura predilecta el don de poder elegir su estilo de vida sin menoscabo de la dignidad humana, y por otro lado, quienes desde su cómoda postura de eternas víctimas sociales, caen en las mismas faltas que señalan cuando piensan que la Iglesia es una persona, siendo que la Iglesia es un todo, y así como no todos los gays son promiscuos, tampoco todos los miembros de la Iglesia son intolerantes.


       El día que sin necesidad gramatical, dejemos de anteponer o seguir de otras palabras los términos gay, cristiano, católico, prole, persignado, júnior, santurrón, coreano, negro, gordo y mocho, ese día daremos muestras de eliminar los prejuicios, ese día daremos importantes pasos en contra de la discriminación. Ese día entonces sí, seremos todos Orlando. 


cesarelizondov@gmail.com

  



   

Los malos estan de vuelta


Publicado el 05 de junio de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




         Dicen que el optimista ve el vaso medio lleno mientras el pesimista siempre lo verá medio vacío… y que el racionalista piensa que el vaso mide el doble de lo que debería. Claro! El racionalista jamás emitiría un juicio basado en sus percepciones sensoriales, la pura experiencia de lo pasado, el empirismo, la corazonada, o nada parecido a lo emocional.


     Vanguardia dio parte noticiosa durante la semana del caso: El sábado pasado fue detenida una especie de banda delictiva que operaría al norte de la ciudad. Colombianos, dicen las notas, que buscaban establecerse en Saltillo presuntamente para delinquir.


     No pude haberme sentido más estúpido luego de leer la noticia: ese sábado regresaba de mi trabajo y, al querer entrar en una colonia de las que tienen caseta de vigilancia y pluma de acceso, noté que una camioneta tipo familiar color blanca y un auto sedán gris esperaban estacionados a unos metros de la entrada. Al ver una pequeña fila de autos esperando ante el acceso restringido, pensé que ellos hacían lo mismo. Pero resulta que al pasar yo por el lado del acceso automático con tarjeta de proximidad, ambos vehículos se pegaron detrás de mi e ingresaron rápidamente ante mi duda de porqué habrían hecho eso. Pero como buen mexicano, decidí que no era mi problema.


     Pero que estúpido fui. ¿No era mi problema? Mis dos hijas estaban adentro de esa colonia y en el momento no razoné que un intruso podría ser una amenaza. El acceso al fraccionamiento (aún con toda la inconstitucionalidad que esto representa), debería estar condicionado y sólo habrían de ingresar quienes se registrasen ante la junta de colonos como residentes, visitantes asiduos, trabajadores y demás personas que tienen un tarjetón de acceso, o en su defecto, aquellos quienes atreviesen el calvario de registrar su visita eventual con identificación oficial y del vehículo.


     Y más o menos tenemos el parte oficial de lo que pasó más tarde: los presuntos delincuentes que se movían en los mismos vehículos que por mi descuido ingresaron a la colonia, anduvieron un rato de pendencieros para finalmente ser arrestados en otra parte de la ciudad cuando -para Ripley´s-, quisieron robar un auto que resultó ser patrulla. Y digo más o menos porqué esa no me la trago.


       Porque para algunos mortales, nos es muy difícil dejar de atar cabos y terminar por ser más racionales que el optimismo del discurso gubernamental o que el pesimismo de quien tiene los medios para largarse del país a vivir a otra parte: los malos están de vuelta.


      Igual que en el pasado lo hemos dicho, nos equivocamos cuando pensamos que, con diferencia de meses, hace unos años la delincuencia organizada asesinó en casos aislados a dos jóvenes ampliamente conocidos en nuestro estado. No, el común denominador fue que ambos crímenes fueron perpetrados en contra de sobrinos del gobernador en turno; eso es algo que entra en la definición de tendencia o móvil a manera de amenaza o sentencia, y que no debió ser descartado por las autoridades y comprado por la opinión pública para haber calificado esas tragedias como casos aislados. Y por supuesto, sólo quien quiera pecar de optimista dirá que es una inocente casualidad que los maleantes del sábado anterior hayan merodeado las casas del Procurador del estado, del Secretario de gobierno y del mismo Gobernador coahuilense. Quizás, como soldados, ellos no sabían ni dónde andaban, pero alguien está enviando mensajes con este tipo de acciones.


     Todo está a la vista: grupos de socios inversionistas dónde unos aportan la solvencia moral y otros la solvencia económica, que gustosamente se van incorporando en giros de negocios que tradicionalmente han sido manejados por lo más oscuro de la sociedad; negocios millonarios que hoy abren sus puertas con bombo, platillo y corte de listón bajo el cobijo de la gente cuya fortuna bien habida parece empezar a mezclarse con capitales de dudosa procedencia; otra vez puertas abiertas a todo aquel que haga lo propio con la cartera. Lavado, lavado, lavado y más lavado de dinero sucio; dinero sucio que proviene de negocios turbios, negocios turbios que nacen de personas sanas.


        En materia de seguridad pública, quienes hemos sufrido pérdidas humanas, económicas, emocionales o sociales, debemos entender que no podemos ser tan simplistas para ver un vaso medio lleno o medio vacío por nuestra personalidad, sino que debemos ser racionales para identificar y saber porqué están ahí otra vez todos los ingredientes para el caos y quienes los están sembrando, y debemos entender que con una simple acción podemos poner orden y garantizar la seguridad en nuestra casa: cerrar la puerta a los malos, a sus amigos, y a sus avanzadas.

 cesarelizondov@gmail.com



     



    

   

El tigre contra el tiburón


Publicado el 29 de mayo de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




          ¿Quién ganaría? La mitad del reino animal se inclinaba a pensar que el tigre por su mítica agilidad felina. Mientras, la parte restante creía que el tiburón se impondría gracias a su potente y legendaria quijada. El león, que se pasaba quince horas diarias dormido sobre su laureada melena solo para despertar cuando su pareja le proveyera alimento, ni por enterado estuvo de la pelea que se avecinaba para saber quién era el más fiero, el más fuerte y el verdadero rey de todos los animales. 


     El oso, que buena parte del año acumulaba y durante el resto hibernaba, tampoco fue convocado para aquella pelea de campeonato debido a su deplorable estado físico luego del largo invierno. La venenosa serpiente y la araña ponzoñosa igual fueron desairadas para cubrirse de gloria, y también el alacrán, que por su naturaleza pocas gracias se acarreaba. Por la nobleza del perro, por la pereza del koala y el pavorreal por ser torpe, también fueron ignorados. Cuando se supo el anuncio, desapareció la grandeza y el señorío que en tierra de ciegos presumía altiva el avestruz, e hizo lo que mejor sabía hacer: ocultar su cara bajo la tierra, pensando que así nadie notaría sus miedos, sus complejos y debilidades. Y ya sabes: pues la lenta y tortuosa tortuga llegó tarde a la inscripción. Y nadie escuchó a la fuerte y hacendosa hormiga, la que decía poder levantar treinta veces su peso; la pequeñez de su frágil cuerpo hacía imposible que los demás escucharan lo que tenía que decir y supieran apreciar lo que en su escala lograba. Era un raro mundo dónde la fuerza bruta del absoluto era más valorada que la eficacia del relativo.


       El delfín inteligente, las laboriosas abejas y la majestuosa cornamenta del alce estaban en otra cosa. Y el infeliz del gorila, quien de entrada fue vetado, por estar emparentado con el menos sabio de todos los animales. El obediente caballo, la velocidad del leopardo y el sentido de ubicación del murciélago no les alcanzaron para pelear por el título. El impávido conejo, así como el enigmático lobo quedaron muy rezagados. Mientras, el inescrutable, ambiguo y arrogante gato, se sentía bien representado por su primo el tigre.


       Se acercaba el día esperado y los animales discutían, apostaban y argumentaban. En la sinrazón del mundo, la inocente y fiel gacela, siendo presa predilecta del tigre, aplaudía a su depredador y fijaba su postura diciendo que el felino era el animal más capaz, más astuto y con mayores merecimientos para erigirse como el emperador del reino animal. Las rémoras, lo imaginas, siempre agradecidas con las migajas que el gran tiburón blanco les dejaba por su paso, seguras estaban de la supremacía de su gran benefactor, pues sin él, no imaginaban la vida.


      Las sórdidas hienas reían a carcajadas mientras lágrimas saladas escapaban al cocodrilo por sentirse desplazado siendo la especie viva más antigua sobre la faz de la tierra, hay quienes dicen que el loro expresó algunas huecas palabras y que un alegre jilguero cantaba algo que nadie entendía pero que todos notaban. El imponente elefante andaba junto al impotente jumento en camino a la pelea.


      La expectación era mucha, todos iban hacia allá, dónde aquellos agrestes animales se verían las caras para definir al rey de reyes. Y el pobre toro de lidia, astado por naturaleza y hastiado por haberse convertido en moneda de cambio, despojado del brío de su bravura por el bienintencionado hombre de corazón blando y cerebro igual, se arrastraba cabizbajo, presa de la más cruel de las paradojas al saber que su extinción estaba próxima sin los cuidados del mismo ser que hoy en nombre del arte, lo criaba, lo cuidaba, lo alimentaba, y luego, lo sacrificaba.


      El minotauro, la quimera y el centauro, así como los elfos, dragones y trolles, no fueron vistos por nadie en aquellos u otros días, aunque siempre fueron imaginados y muy queridos por muchos. ¿Y qué decir del unicornio?, pues bueno, para mí qué si existió: cuando aquel pintor de letras, lo dibujó en tono azul.


     Se cumplió la fecha y hora. Y puntuales asistieron el gran tiburón blanco y el sagaz tigre de bengala a dónde la frontera entre al mar y la tierra desaparecía como en un matrimonio: ahí estaban ambos, uno junto al otro. Pero, así como en el matrimonio, la tierra seguía siendo tierra, y el mar seguía siendo el mar.


     Expectantes, todos los animales se preguntaban si sería el tigre quien se sumergiera en las profundidades del mar para vencer al tiburón, o si sería el pez quien saldría del agua como en los inicios del mundo animal para conquistar la tierra. Y el tigre esperaba al tiburón sentado en la playa mientras el tiburón nadaba en su elemento esperando al tigre.


     Y allá en las alturas, un Águila surcaba el inmenso cielo, que, para mayores señas, estaba por encima de la tierra, así como sobre el mar. Observaba todo desde su privilegiada vista y se preguntaba, ¿A que juegan todos los animalitos allá en la tierra?