He aprendido a quererte, y yo que tanto te odiaba.

Publicado el 8 de Junio de 2014

     ¿Se puede odiar y querer? Creo que sí, pues me pasa así contigo; como historia de mal libro, lo nuestro es como un cliché. Y aunque quiero que te vayas, mientras dure te amaré.

     Poco a poco fuiste entrando. Noche a noche y sin descanso. Como un virus anidado, sin apenas darme cuenta, hasta que por fin te vi. Una vez que tuve conciencia de que existías en mí, también supe hasta qué punto te odiaba. ¿Por qué a mí?, habiendo tantas personas, ¿Por qué te arraigaste en mí? Pero hoy te he llegado a querer, y mucho te detestaba.

   Y es que gracias a ti aprendí a platicar con mi padre tantas cosas que callamos siendo que él ya no está aquí. Dentro de muchos reclamos pude aceptar sus motivos y en medio de discusiones él supo que yo lo sabía. Y por mucho que lo nieguen y aunque parezca una vía, contigo existe una forma de saber comunicar. Me ayudaste y hoy te estimo, cuando antes te maldecía.

    Pero quisiera te largues para que nunca regreses. Parece ser incongruente, amar y querer dejar. De esta horrible paradoja ya me quisiera escapar, porque de a ti a pesadillas, prefiero los malos sueños.

   Contigo pensé mejor cómo afrontar un problema. Me enseñaste a distinguir las peligrosas aristas de los suaves y tersos bordes. Me obligaste a ser derecho, cuando podía hacerlo chueco. Me iluminaste un camino cuando todo estaba oscuro. Por eso es que hoy te quiero, aunque también te aborrezco.
   Te has llevado mis descansos y a cambio me das cansancio. Pero ahí entraron mis gustos, mis proyectos y deseos; cuando tú te haces presente me inspiro para escribir, se acomodan las ideas y me dictas las palabras. Y quizás te sientas musa, pero no, eres espina en el pie.

   En ocasiones no llegas y sabes que ni te extraño. ¿Eres tu quien se evapora o mi razón te ha olvidado? Pero siempre, siempre, siempre, me acosas antes de un viaje; sin mediar convocatoria te apareces en la víspera y acompañas mis plegarías. Y una vez fuera de casa desapareces con prisa, ¿Será que una agenda llena te aleja a ti para siempre? Y aunque no te echo de menos, no entiendo tregua en tu ausencia. Hoy te he llegado a querer, y yo que tanto te odiaba.

     Te juro que aquí en mi vida no hay cabida para ti, me robas horas valiosas que ya quisiera dormir. ¿Es de locos o de genios vivir así atado a ti? De locos por abnegarse, de genios salir avante. En el convenio acordado que sin negociar pactamos, en esa forma de trueque donde brillan tus maldades, tú te quedas con mis sueños, yo cosecho realidades. También por eso te quiero, y vaya que si odiaba.

     Para cosas del trabajo también has estado ahí, mientras me acosas sin pausa aprendo a buscar respuestas. Cierto tipo de sapiencia contigo puedo encontrar, me llenas con pensamientos que en la jungla son inciertos, es sentir la soledad. Por eso he llegado amarte, y yo que tanto te odiaba.

    Como villano o como héroe había de haber adversario, lo hay, y te gana en la pelea. Me afecta cuando te vence, me molestan sus resabios. Ese antagónico es diablo, pero como todos los demonios este tiene buena cara, despacito va avanzando y finalmente te gana. Como él te vence y yo te odio, parecería ser mi héroe, pero se cambian las cosas pues resulta peor que tú, así que aunque se imponga, el alcohol no es solución.

     Trastornas a ese rey tiempo, lo más valioso que tengo. Y en esa definición encuentro el odio y amor: El tiempo que en algo robas, en algo más lo retornas.  Hoy te llegado a querer, Insomnio, y yo que tanto te odiaba.

cesarelizondov@gmail.com


Torta Paseada

Publicado el 01 de Junio de 2014

      -¿Porque siempre guardas una torta para llevar a tu casa?- le pregunté.

    - No es para mí, es que mi madre siempre hace una torta de más y me pide que se la entregue a cuando regreso por la noche. Es para su cena- respondió él.

     Así pasaron varios meses, y cada vez que hacíamos un alto para comer en los paradores al pie de la bajada empedrada entre los cañones del Tunal y la Carbonera, pensaba que la petición de una madre de regresar con una torta sería una especie de plegaria o alegoría por el buen regreso de un hijo. Hasta que de repente me dijo en una ocasión:

   -Es que mi madre dice que saben más sabrosas las tortas paseadas.-

   Por supuesto que lo entendí. ¿Quién no ha probado una torta, taco o gordita paseada después de un largo día de trabajo? Nos saben mejor que el más exquisito manjar en el más caro restaurante. Pero llego el día en que Eulalio ya no llevó una torta de más a esas jornadas laborales por los ejidos y rancherías de Arteaga en aquellos tiempos cuando el trasiego en esas zonas se refería únicamente a la manzana y la papa.

    -¿Qué pasó, hoy no te hicieron una de sobra?- pregunté.

    -Es que ahora dice mi mama que no le han gustado las tortas paseadas que le he llevado. Me estoy preocupando, quizás esté enferma.-

      Al transcurso de más tiempo, la madre de Eulalio jamás dio muestras de cansancio físico ni problemas de salud. Comía bien, tenía buen humor, dormía bien, descansaba en su casa gracias a su pensión… Pero ya no le gustaban las tortas que le paseábamos.

     Horas de conducir sobre caminos rurales y de traslados entre un punto y otro nos dejaban largo rato para pensar y analizar los misterios de la vida, como por ejemplo el gusto por las tortas paseadas. Y así, en una de esas filosóficas cavilaciones develamos el enigma: No es el sabor de la torta paseada lo que nos gusta, es más bien que el cansancio y el hambre se juntan para que la recompensa sea apreciada en todo su valor; esa era la causa por la que su madre ya no tenía ese gusto: Su todavía fuerte cuerpo no se cansaba al estar merecidamente reposando en su hogar tras una vida de trabajo. Así que luego de una tarde viendo televisión y con bocadillos entre comidas, la humedecida torta que por la noche llegaba ya no era atractiva en forma alguna.

    Y hoy veo algo similar con la menor de mis hijas: Como el recreo es para jugar, olvida siempre comer lo que mi mujer le envía como tentempié para pasar la mañana, y es común que en el camino de regreso a casa la vean disfrutando de alimentos paseados y aplastados que cualquier madre primeriza calificaría como no aptos para el consumo humano, pero que nosotros vemos como gratuitas inyecciones de anticuerpos.

    Y espero que en este domingo tú tengas el gusto de probar una aplastada, olvidada, tibia y sobretodo deliciosa torta paseada. Esa que no puedes disfrutar a tiempo porque la vida va demasiado aprisa, esa que pospones por atender tus responsabilidades, esa que sabe a merecimiento y orgullo y no solo a materia y aderezos, esa que aun siendo alimento, la dejamos al final.

   Que la helada cerveza que hoy consumas sea acompañada por amigos porque la amistad, aunque a veces olvidada, sabe genial. Que la comunión que hoy tengas con cualquiera que sea tu Dios, te dé la certeza de que a pesar de que su credibilidad este aplastada, la religión conserva su sabor. Que la carne asada sea en compañía de la familia, dónde en ocasiones las relaciones son más tibias de lo que quisieras, pero dónde sabemos que como una torta paseada, la familia siempre regresará.

    cesarelizondov@gmail.com

A una semana, te invito a vivir el 21K Coahuila

Publicado el 25 de Mayo de 2014


      Poesía, pasión, carácter, inspiración, familia, frustración y satisfacción, orgullo, organización, heroísmo, solidaridad, altruismo, amistad. Te invito a ti que no vas a correr el 21k de Coahuila el próximo domingo a que seas testigo de cualquiera de la palabras antes mencionadas y más. Te invito a llevarte más experiencias de las que los mismos corredores tendrán. Te invito a vivir el 21k. Sal a la calle el primer día de Junio y verás muchas cosas que seguro te agradarán:

     Entre unos 6 mil participantes, te llamará la atención una marea de camisetas iguales que es el grupo de Rapport. Y más te sorprenderá saber que de la mano de Ricardo Sala, miles de personas de cualquier condición física han logrado que su mente se imponga sobre sus aparentes limitaciones para alcanzar logros que parecían imposibles como correr veintiún mil metros iniciando su preparación desde cero. Pero más te asombrarás al comprobar que el concepto de familia alcanza nuevas definiciones cuando veas que la familia Rapport no deja solo a ninguno de sus miembros y lo acompañan hasta el final.

    Verás también personas corriendo con otra camiseta. Es la edificante historia de quienes corren con causa habiendo recaudado con anterioridad recursos por cada kilómetro que avancen para ser luego entregados a los amigos de Dr. Sonrisas A.C. y llevar felicidad a niños que atraviesan por enfermedades. Inspirador que además del pesado entrenamiento, hayan encontrado tiempo para vender sus kilómetros entre familiares y amigos en una ingeniosa forma de ayudar.

     Verás la frustración en el rostro de aquel corredor que por enésima vez no pudo romper la barrera de las dos horas y acto seguido verás la satisfacción del que por primera vez se aventuró a correr un medio maratón… y en ambos verás el orgullo de haber hecho su mejor esfuerzo.

    Verás a los que se disfrazan de Batman, el Hombre Araña o Súperman con pesados y calurosos atuendos para terminar su recorrido más deshechos que Rocky, y seguro encontrarás en ellos la esencia de los actos heroicos: El anonimato.

    También tendrás ocasión de ver a otro tipo de héroes: Aquellos que participan en la modalidad de capacidades diferentes. Los verás sufrir para subir la pesada cuesta de Urdiñola en la primera parte de la carrera y no podrás contener las lágrimas cuando los veas nuevamente bregar contra corriente en la parte más pesada del recorrido que es el bulevar Carranza en subida. Entenderás que cuando hablamos de capacidades diferentes caemos en cuenta que esas capacidades se refieren más a un carácter inquebrantable que a un físico con limitaciones.

    Quizás veas a Chuy Flores corriendo junto a Erasmo Ramos de AMEVER, quienes al igual que otros alumnos del experimentado “Gato” Araiza correrán literalmente codo con codo para apoyarse. Y podrás ver a través de los ojos de Erasmo como es más importante el diario y silencioso acompañamiento solidario de gente como Chuy que la estruendosa y oportunista dádiva mediática. Y ahí mismo podrás presenciar con cuanta luz se ilumina el camino de Jesús en la vida cuando él se convierte en los ojos de Erasmo durante una carrera.    

    Y podrás encontrar que aún y cuando la poesía es intangible, al observar el ritmo, la cadencia y la forma de correr de los atletas élite, también estarás viendo una forma poética de utilizar el cuerpo humano.

    Y verás la pasión por competir contra uno mismo en la determinación de la mirada que a excelente paso llevan mis amigos integrantes del club de corredores Mustangs / Happy Feet, verás a los voluntarios hacer que la logística de la organización sea llevada a buen puerto desde los puntos de abastecimiento. Verás a miles de corredores no descritos aquí y que cada uno de ellos corre por alguna razón especial. Y verás muchas más cosas de las que yo te pueda enumerar aquí.

    Pero sobre todo, podrás ver el futuro, y en ese futuro estarás tú cruzando la meta de una carrera en la que como todo en la vida, uno encuentra las satisfacciones a lo largo del camino y al final se cuelga una medalla que es un símbolo, más no la felicidad.  Te veo el próximo domingo.


cesarelizondov@gmailcom.

Del poeta Arjona al irreverente García Márquez

Para publicarse el 18 de Mayo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

    Alguien me dijo que cuando escribía asemejaba a mal aprendiz de cocinero: Que metía todo en una licuadora y al final sacaba un batido de cosas incongruentes que en nada se parecían a su estado original. Pues bueno, me vale madre parecer aprendiz de cocinero porque ahí voy de nuevo a revolver peras con manzanas para intentar sacar un digestivo:

   Para muchos de nosotros el versero Arjona con todo y su modesta voz nos parece un mejor cantante que compositor, y es que al encapricharse en sacar algo que se pueda comercializar siempre termina por caer en la trampa de olvidar la poesía en su afán de hacer la rima. Y entonces sus canciones, en lugar de evocarnos a Neruda o Benedetti nos recuerdan al portero que caracterizaba Derbez metiendo con calzador palabras que versan en vez de vocablos que den una idea clara.


   Pero hace más de veinticinco años y antes de que en México supiéramos de él, compuso la canción que más tarde sería su entrada triunfal al escaparate mexicano: Jesús Verbo, no sustantivo. Y sí, tú dirás que ese es el mejor ejemplo de cómo alguien puede descomponer su mejor idea en una especie de Frankestein (¿Doña Carlota, mil pelotas?), pero la esencia de su composición es lo que traigo a cuento. Cuanta verdad y filosofía en una frase tan sencilla.

   Y como señor en domingo por la noche frente al televisor, hacemos zapping (cambio de canal) y para variar lucramos con la memoria de Gabriel García Márquez para no desentonar con lo que todo aquel que tiene una pluma o micrófono hace en la actualidad.

    Del Gabo se escribió mucho en las semanas pasadas y volvió a salir a flote una vieja controversia entre el prolífico y laureado escritor contra los teóricos intelectualoides que pretenden erigirse en dueños de la lengua y la verdad. Allá por el tiempo en que se preparaba la incursión de Arjona en nuestro país, García Márquez dio un polémico discurso en Zacatecas durante la inauguración del Congreso Internacional de Lengua Española: Botella al mar para el dios de las palabras.


   En su ponencia, el Nobel de literatura decía que habíamos de jubilar a la ortografía antes de que ella nos jubile a nosotros. Más de quince años se adelantó al debate que hoy se da entre generaciones cuando hablamos de escritura: Los jóvenes saben entenderse con su ortografía y por supuesto que para fines prácticos quienes no sabemos textear en lenguaje rápido hemos sido jubilados en ese sentido. Y puedes estar seguro de que cuando esos jóvenes sean quienes dirijan las cosas, términos o símbolos como hbd, xox, hlp, y tantos más que usan serán plenamente aceptados dentro de la Real Academia Española. Habrán de entender los refinados que la escritura y el lenguaje, así como la cultura en general, son producto y patrimonio de las masas y nunca de los estirados e iluminados.

     Cito a García Márquez: “…asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver…” (ahora pensarán que fue GGM quien dijo que la diferencia entre lastima y lástima no es un acento, sino una pulgada)


    Y bueno, fiel al estilo licuadora de escribir y robándome la irreverencia del discurso del Gabo para ponerla junto a la poesía de Arjona yo agregaría: Quitarle el acento a esa universal palabra con la que concluimos nuestras oraciones, porque mejor que terminar con la hebrea voz del Amén, sería finalizar con el imperativo de un verbo: Amen.   
 cesarelizondov@gmail.com   

Soy

Publicado el 11 de Mayo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

  Hoy tengo la obligación de olvidarme de quién soy para darme a los demás, de quitarme los prejuicios, tener objetividad. Y es que mi influencia es tan grande como grande es mi país. Dejo de ser lo que soy por convertirme en mejor.
   En ocasiones soy madre, si tengo que dar apoyo o tengo que aconsejar; otras veces soy un padre, si tengo que corregir, cuando impongo disciplina.
   Soy a veces defensor de Stalin, Lenin o Marx, en teorías de igualdad. Luego aplaudo al capital, si exhorto a lo individual.
   Soy católico y judío, soy protestante y masón, budista, cristiano, ateo. O de cualquier religión.
   Expongo conocimientos basado a imparcialidad, respeto el libre albedrío de interpretar la verdad. Se me confía lo mejor, lo que más vale y trasciende, y en respuesta a esa encomienda yo me entrego por completo.
  Mi compromiso pactado es dar más de los que es deseado. Soy dictador por decreto, por convicción, democrático. Si el producto sale bien pocos me agradecerán, pero si algo sale mal, hacia mi señalarán.
    Soy querido y soy odiado por ser de naturaleza humana, aunque al paso de los años muchas veces se me añora, se me entiende y me perdona. Mis amigos son los libros, la familia, la sociedad y el estado, ¿Mis enemigos?: El tiempo, la ignorancia y la apatía.
    He visto árboles crecer en diferentes terrenos, pero todos se nutrieron con agua del mismo arroyo. No pretendo ser arroyo que es la fuente de la vida, soy más bien agricultor, que con tierra, agua y semilla, hace todo florecer.
   Entonces Soy quién tiene el futuro en sus manos pues soy padre, madre, amigo; voy de la izquierda a derecha. Atravieso por el centro, y regreso a repasar:
    Dictador, paternalista, democrático, religioso en la doctrina pero laico en opinión. Doctor de todos los males, animador de cumpleaños, conocedor de respuestas o de donde consultar.
    Artista, actor y cantante, deportista de algún modo, confesionario de culpas. Soy Cupido y Celestina, peldaño para escalar, payaso en algunos ratos, y hasta hombro para llorar.
    Soy de todo, y ese todo, se resume en singular: Soy maestro mexicano.

Madre, ¿Solo hay una?

Publicado el 06 de Mayo de 2014 en revista 360 de Vanguardia

     Fue la canción de los Beatles “Lucy in the sky with diamonds” la inspiración para su nombre. Y es que eso era lo que escuchaban los paleontólogos cuando encontraron los huesos fosilizados de Lucy, restos de un tipo de australopiteco de los que dieron origen a la especie humana.

    ¿Pero a dónde va esto con el día de la madre? Bueno, es que desde los tiempos de Lucy y hasta nuestros días, gracias al género femenino hemos logrado que nuestra raza evolucione hasta las posibilidades que tenemos hoy como especie. Y no se trata de utilizar ese recurso de retórica romántica, sentimentaloide y gratuita de odas a la mujer por quedar bien o ser políticamente correcto, son en realidad datos duros y científicos que algún día leí en un interesante libro, autoría de un médico y no un paleantropologo como cabría suponer: La cadera de Eva.

      Ahí, con un accesible estilo y sencillo lenguaje que podemos comprender quienes tenemos algún interés en la evolución humana sin ser profesionales en el tema, José Enrique Campillo da cuenta de cómo fue que las adaptaciones físicas y sociales de la mujer fueron vitales desde que las especies posteriores a Lucy tuvieron que engendrar y dar a luz a seres con una masa encefálica cada vez mayor, cosa que las hembras antecesores no podrían físicamente hacer; ese cerebro mayor fue el responsable de nuestra inteligencia para dominar el mundo sobre otras creaturas más fuertes que nosotros. Ese fue solo el principio de innumerables ajustes y cambios que la mujer ha venido haciendo a través de millones de años en su cuerpo y en sus hábitos para ser la columna vertebral de la humanidad. Y estos cambios siempre han estado ligados a un rol específico de la mujer e imposible para el hombre: Ser madre.

    Por supuesto que actualmente el entendimiento de lo que es una madre va mucho más amplio de las cuestiones puramente biológicas, la misma adaptación social que la mujer ha desarrollado propició que la definición de madre abarque cada vez más debido a relaciones filiales sin que necesariamente existan vínculos genéticos.

     Así es que como herederos y reyes de la creación de Dios no podemos decir que madre solo hay una, ya que somos hijos de una larga historia y sucesión de mujeres cuya capacidad de cambio y adaptación a las nuevas circunstancias nos han llevado como especie desde ser primitivas víctimas de los depredadores hasta llegar a ser conquistadores de la luna. Y si nos adentramos en temas de religión, encontraríamos que la idiosincrasia universal cuenta con múltiples figuras maternales. No, madre hay más de una.

     Pero como entes particulares, quienes tenemos la bendición de contar con una madre vemos que en esa relación madre-hijo existe una forma de microcosmos dónde en nuestra madre encarnaron todos los tipos de mujeres desde la época de Lucy hasta hoy: La mujer que sufrió cambios en su cuerpo, la mujer que paso frío para que yo no lo sufriera, la mujer que salió en busca de alimento para mí, la mujer que enseñó los dientes a las fieras, la mujer que aprendió a tejer, la mujer que hace la mejor sopa de fideos con jugo de carne, la mujer que me obligó a bailar, la mujer que me enseñó un oficio, la mujer que dibujó la línea entre lo moral y lo incorrecto, la mujer que me compraba botas para hacerme crecer, y la mujer que me llevó al psicólogo para crecer aún más, la mujer que me reprendía en casa y la mujer que presumía a su hijo en la calle, la mujer que se ofreció a buscar cirujano plástico para mis cicatrices de la frente, y la mujer que siempre buscará como cicatrizar la heridas del alma.

     Así es que, a pesar de todo lo que escribí dos párrafos arriba, he de decir que madre, solo hay una.

    Gracias Mamá ¡¡  
   cesarelizondov@gmail.com

La felicidad de un niño

Publicado el 27 de Abril de 2014 en revista 360 de Vanguardia

      Padre y madre estaban felices. Pese a la difícil situación económica en que se encontraban desde hace años, habían hecho un gran esfuerzo para que su hijo disfrutara de un día del niño inolvidable: Lo llevaron por la tarde al cine, después por un helado y finalmente, en casa, le obsequiaron ese juguete de moda que tanto anhelaban regalarle. Antes de ir a la cama, su padre le explico con qué felicidad habían hecho ellos el sacrificio para festejar ese día. Le dijo que mañana sería otro día y que habría que volver a la rutina cotidiana, donde la vida dictaba que habían de ser en extremo disciplinados. Pero por momentos como ese, -decía el papa – bien valía la pena el sufrimiento. Le dijo también cuan orgullosos eran de ver como su hijo maduraba más rápidamente gracias a una realidad que sus padres no querían ocultarle: La vida es dura.

      Muy lejos de ahí y bajo otras circunstancias, una madre le explicaba a su hijo como su abnegado amor era la piedra angular que aglutinaba a una familia dónde el padre pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo. Claro que eso les permitía llevar una vida cómoda, aún con el alto precio que la madre tenía que pagar por vivir con la responsabilidad de llevar prácticamente sola la administración del hogar. Le decía como era que su padre también sufría al estar lejos de ellos en ocasiones especiales pero que él era afortunado al conocer desde tan joven como es que una familia sorteaba las dificultades para salir avante y continuar unida. Ser una buena madre y una esposa ejemplar era bueno para el padre y el hijo, pero la madre sufría una soledad que le dolía hasta el alma. Ese abnegado amor, libre de la hipocresía del sentimentalismo y muy lejos de lo que se compra con dinero, era el regalo para su hijo en el día del niño. Y él era consciente de cuanto sufrían sus padres por manejar lo mejor que podían ese malabar llamado familia, siempre haciendo hincapié en esa verdad que le mostraban a su hijo día tras día: La vida es dura.

    En otra realidad y otro lugar. Un niño miraba por la ventana como se alejaba su padre de la casa de su madre. Habían pasado el día juntos y había sido como tantas otras veces: Risas, diversión, buena plática y el sentimiento inequívoco del amor que se tenían. Al despedirse su padre le dijo lo que en ocasiones similares había comentado: La vida no es fácil para nadie, y aun cuando a veces parece que todo está resuelto, existen sombras como la separación de una pareja, la muerte de un familiar, o la enfermedad que podría aquejar a alguien cercano. Pero siempre habría forma de resarcir los faltantes porque era preferible la calidad sobre la cantidad de tiempo, un niño bien podría comprender porque eran mejor así las cosas.

       Y ya tarde por la noche, los cuatro niños que vivían tan distanciados por múltiples cosas, se unían en un mismo pensamiento hacia sus distintos padres: No me sirve tu sacrificio, tu sufrimiento no me hace más feliz, y claro que con dinero no compramos felicidad y tú reloj no mide el tiempo igual que el mío. Todo lo que pido es que el mundo me permita soñar como un niño, que no me hagan mayor cuando soy menor, que no me pidan que comprenda lo que los mayores no han comprendido.


cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

No es la Navidad, es la Pasión

Publicado el 20 de Abril de 2014 den revista 360 de Vanguardia

       Caso de la vida real: Luego de una niñez y gran parte de la juventud en una escuela católica, un compañero de alguna generación mayor, de quien no diré sus generales pero si diré que es zurdo, salió con tremenda duda: Y a todo esto- preguntó- ¿Qué fue del niño Jesús?

      Clara muestra no de la incapacidad para aprender de los alumnos sino de los garrafales yerros de los docentes sometidos a una forma de enseñanza dogmática y plana que no daba tregua para formarse una opinión propia, ni espacio para cuestionar y menos para disentir.

      Y es que de la alegría y el gozo de la navidad la instrucción religiosa bien se podía pasar al primo literario de Aquiles el del talón: El bíblico Sansón cuya fuerza perdía junto con su cabello. De ahí podrías pasar sin respetar cronologías al temido apocalipsis que luego entenderías como guion de película de Disney al compararlo con el 11/9, el Tsunami o la visita del cobrador de cuotas.
      De ahí, como en una máquina del tiempo y tele transportadora, abordabas el Arca de Noé y por ningún lado veías a la malvada serpiente que aparecía en la primera parte del dogma y que por alguna razón había sobrevivido hasta nuestra época porque la sentías arrastrarse bajo los nopales cuando ibas al rancho o escuchabas su cascabel en algunas conversaciones. Los saltos hacia adelante y atrás se sucedían hasta que por algún miércoles de febrero pasabas en otro ritual a tomar la ceniza y a hacer promesas que duraban lo mismo que la mancha sobre la frente.

      Finalmente llegaban las vacaciones intermedias y por otra extraña razón siempre coincidían con la Pasión de aquel Cristo que nos decían, había dado la vida por nosotros. ¿Por qué las cosas eran así? ¿Por qué tenía uno que sentir culpabilidad si se pasaba las vacaciones sin sufrir como ese Cristo?
     Cosas de adultos, pensaban unos; cosas de curas, pensaban otros; cosas de locos, pensaban otros más; y los menos, pensaban que eran cosas de Dios. Pero luego a cada quién le va llegando el momento de carecer de medios terrenales para afrontar sus situaciones y es entonces que volteas al cielo en busca del ser supremo.

      Y resulta que si deseas que exista un Dios y que su hijo haya sido sacrificado por y para nosotros cuando ves que el doctor y las enfermeras que atienden a tu hija en terapia intensiva son por mucho más jóvenes que tú; y haces un pacto unilateral esperando ser escuchado por aquellos de quienes renegabas. Y luego, en otras circunstancias rezas por que la promesa fundamental de la biblia católica sea verdadera cuando ves de cerca la muerte y quieres con toda tu alma que no termine aquí todo para quienes ya se han ido. Y también, aun cuando los problemas estén lejos, a veces te asalta un vacío que poco a poco vas entendiendo debe ser llenado por algo más grande que lo que cualquier otra persona pueda ser o tener.


    Y llegas otra vez al domingo de resurrección haciendo recuento de ese niño Jesús que se transformó en Cristo. Y caes en cuenta que para nacer no ponemos nada de nuestra parte, nacíamos en una fecha aleatoria escogida por la naturaleza tras un proceso de maduración y hoy las fechas de nacimiento son agendadas en función del calendario del doctor o de la próxima letra a pagar de su automóvil. Y agradeces entonces a tu religión no por una navidad llena de regalos y promesas de la venida de un salvador, sino por la certeza de conocer cómo fue que un hombre vivió su Pasión para cumplir con sus creencias, y encuentras que, aun con letras minúsculas, tus pasiones también te llevaran a morir y revivir una y otra vez en esta vida. Por lo menos en esta vida. 
   cesarelizondov@gmail.com

El Selfie, ¿Velázquez o Ellen?

Publicado el 13 de Abril de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

Nota para mi madre, quien sabe vivir inmune a la tecnología y sus modismos: Selfie es el autorretrato que con cámara digital o teléfono celular se saca uno mismo.

   Seguramente usted ha visto al menos una litografía de ese cuadro que alguien bautizó como la teología de la pintura, originalmente llamado “La Familia de Felipe IV” pero mejor conocido como “Las Meninas”. En su obra insigne, Diego Velázquez se inmortalizó a costa de la familia real al incluirse en el lienzo sobre el que dibujó a la infanta Margarita en el primer plano. No existía la palabra, pero a su modo y con sus medios, lo que tendríamos con el ibérico es un Selfie vintage o clásico. Astutamente, jugando creativamente con espejos, perspectivas y la colaboración del espectador, el artista logra que a su trabajo se le den múltiples interpretaciones que son materia de un amplio análisis por conocedores del arte pictórico y de la filosofía.


Siglos más tarde y brincando de continente y de arte, aterrizamos en la pasada entrega de los premios Oscar a lo más promovido de la industria cinematográfica. Ahí la conductora del evento llamada Ellen Degenerada o algo así, se convirtió en el pincel para que alguien que esta dejando huella en nuestras generaciones hiciera un trabajo del tipo de Velázquez: Míster Samsung.

Y es que la genialidad de Samsung será motivo de tesis en mercadotecnia y comunicaciones todavía cuando en el futuro Julia Roberts pase a ser “la cadáver bonita” y los nombres de Meryl, Bradgelina, Jennifer, Spacey y demás estén presentes solo en los archivos de Hollywood y no más en el ideario colectivo. En ese mañana, los estudiosos del como el fenómeno tecnológico-comunicativo actual ha sido aprovechado por distintas industrias se preguntarán como es que logró una compañía, con el pago a una sola persona (Ellen), convocar sin más costo a las celebridades de nuestra cultura en un ardid propagandístico que ni el mismo Vaticano o la Casa Blanca hubieran soñado armar. El selfie de la noche de los Oscares no nos dice quién es Ellen ni sus amigos, nos dice quiénes somos nosotros y quien es Samsung.

También tenemos que el Selfie existe en la literatura en forma de autobiografía y es en los arrinconados y olvidados estantes de las librerías donde más claramente vemos lo vano e intrascendente que puede resultar un autorretrato cuando el carácter y legado del protagonista se sitúa entre los extremos de piedad de la Madre Teresa y Adolfo Hitler si hablamos de humanidad, entre el patriotismo de Santa Anna y Francisco I Madero si se es parte de la historia mexicana, o entre el virtuosismo de un Mozart y un Arjona si son compositores. Los extremos se llevan todo, los de en medio solo el olvido.

    Ni duda cabe, el inmortal en “las Meninas” es Diego Velázquez con el Selfie más celebrado de la historia con cargo a Felipe IV. En nuestro tiempo, los sorprendidos y celebres actores fueron chamaqueados y hábilmente capitalizado su pequeño ego por la inteligentísima jugada de una compañía que es la ganona con el Selfie hollywoodense.

    Aun cuando el selfie es ego y este es más difícil de apaciguar que un cáncer, y aun cuando muchas de nuestras acciones llevan algo de selfie, ¿Podemos ser tan hábiles como Velázquez para que nuestros afanes vayan hacia donde realmente trascendamos? ¿O el ego nos hace tan manipulables para que nuestras mejores virtudes sean utilizadas astutamente por otros, aun cuando en la foto aparezcamos nosotros, como la infanta Margarita hace varios siglos o Angelina semanas atrás?

Mis magdalenas de Proust

Publicado el 07 de Abril de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      Antes de que un purista o intelectual me desdiga: No he leído completo En Busca del Tiempo Perdido; y es que aún no se me ha cumplido ese insano deseo de caer unos añitos en la cárcel para tener tiempo de leer todo lo que quisiera con cargo al erario. Pero sé que en su obra, Marcel Proust constantemente hace referencia a la evocación del pasado que le produjera en una ocasión el sabor de una pieza de pan remojada en té, recordando con esa mezcla los momentos de la infancia.

    De ahí que el término Magdalena de Proust se utilice como recurso para relacionar eventos presentes con pretéritas cosas a causa de la repetición de una experiencia sensorial. Sabores, texturas, olores, sonidos, climas y un sinfín de cosas más nos sorprenden de cuando en cuando al traer a nuestra mente algo que creíamos olvidado.

   El sabor a pan tostado con mantequilla y azúcar me hace recordar a un montón de niños, pubertos y jóvenes arremolinados en torno a la mesa de la cocina de mi tía Conchita. Dentro de tantas diferencias entre tantos primos existía un factor común que nos mantenía unidos: Compartíamos la misma sangre, entendida más como formación que como genética. Al pensar en aquellas sabatinas y dominicales mañanas, de alguna forma reconozco que esa proustiana sensación también me hace conocer un poco lo que es la ley de la selva: O pepenabas el pan y la leche, o esperabas a la siguiente tanda bajo el riesgo de que despertasen los primos mayores y arrasaran con el desayuno.

También con el olor a plástico evoco mi primer trabajo en una zapatería donde vendíamos sandalias de caucho y tenis con suelas de hule durante el verano, zapato escolar antes de finalizar vacaciones y botas en la temporada navideña, todo desde cuestiones de tendencias más que de necesidades ya que en Saltillo utilizábamos las botas vaqueras durante todo el año y podíamos (podemos) ver a mujeres en huaraches en pleno invierno; el aroma de la madera procesada lo reconozco desde lejos y hasta en mínimas dosis gracias al oficio que ha puesto el pan en mi mesa en las últimas dos décadas; el sonido que produce una lata de cerveza al destaparla tiene también agradables repercusiones así como en otro contexto acariciar el cabello de mi pareja. Y para la mayor parte de la gente, la vista y sonido del inmenso mar está siempre llena de recuerdos y ansiedad.

    Luego las magdalenas de Proust mutan también a agridulces memorias y brincan así a cuestiones negativas: El sonido y olor que despide el escape de un motor de dos tiempos (motocicleta) hace que me duelan los cinco dedos de mi pie derecho y la clavícula, caminar por los pasillos de la escuela aún a treinta años de distancia me sigue revolviendo el estómago, escuchar el discurso de los políticos me produce lo mismo que a ti y la peor experiencia que he tenido fue cuando el olor a pólvora dejó de ser mi magdalena de un ambiente de cacería cinegética para convertirse en la certeza de estar muy cerca del peligro en las calles de nuestras ciudades.


     Y pues sí, se me acaba la hoja así como la semana y el tiempo para entregar mi columna, así que para terminar te diré que en estos días tuve ocasión de tomar una fría limonada, y no supe si mis magdalenas de Proust eran felices por el refrescante sabor durante un cálido día o si eran tristonas por la nostalgia de cuando el tequila era lo caro y el limón el complemento, de cuando los agricultores eran respetados en sus afanes y los consumidores en su inteligencia, de cuando los economistas sabían de lo que hablaban. 

La falsa lluvia y los secos lirios

Publicado el 30 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      Aún con la falsa lluvia los lirios morían junto al estanque, ¿Sabrían aquellos hombres, mujeres y niños que todo aquello podría ser un espejismo? Solo a la distancia alguien sabrá si lo era, pero era lo que les tocó vivir en su época.

     Los niños se mojaban felices bajo el majestuoso torrente de agua sin reparar en que aquello era una falsa lluvia. Mientras tanto, algunos de los varones adultos merodeaban cerca de ahí, reconociendo el terreno en esa práctica inscrita con fuego en el ADN masculino que ha acompañado al humano desde que adquirió conciencia tras la escisión con otros primates: La caza. Y aunque las presas escaseaban y quizás no tenían ellos el conocimiento o concepto de lo que era el edén, se sentían en lo que otros dirían que es el cielo.

    Más allá estaban algunas mujeres que salían de lo que se podría considerar un hogar en busca de mejores o nuevas oportunidades para su vida, y porque no, también cazaban; La liberación femenina ya estaba dentro de su genética. Había otros grupos de hombres y mujeres también guarecidos de la falsa lluvia bajo una especie de tejaban, daban cuenta de lo que podían comer en aquel paradisiaco sitio: Gruesos y jugosos trozos de carne roja con la sangre escurriendo, piezas de aves desplumadas sin más condimento que lo que unas brasas puedan dar, y los menos, consumían incluso pescado.
   Por supuesto, nunca hay nada nuevo bajo el sol y los niños jamás acudían al llamado para comer sabiendo que más tarde sus estómagos lo reclamarían. Todos sentían que eso era disfrutar y vivir la vida, nadie en su sano juicio podría cuestionarlos. Pero en algunos existía un vacío muy difícil de explicar. ¿Todo aquello podría ser un espejismo?

    Todos confluían en torno al pequeño estanque donde extrañamente los lirios morían a su alrededor a pesar de la humedad de aquella forma de presa y aún con la falsa lluvia que sin falta aparecía en algún momento del día.

    Las mujeres tenían la sensibilidad para apreciar cierta belleza en aquel ambiente pero no escapaba a sus sentidos la sensación de que aún donde hubiera alimento, agua e incluso un puñado de árboles, la naturaleza se extinguía. Los hombres difícilmente se daban cuenta del entorno en cuanto a estética, la configuración de su cerebro hacía prácticamente imposible apreciar cualquier cosa que no estuviera en los rasgos más característicos de su género: La caza como ya lo dijimos antes y la seguridad de los suyos.  

     Terminaron de comer un hombre y una mujer al tiempo que volvía a caer la falsa lluvia. Tres niños acudieron al llamado de su madre cuando de repente, el cielo se encapoto tornándose más gris que azul y en cuestión de segundos la verdadera lluvia caía sobre los cuerpos de niños y adultos despojados ya de falsas poses.

     La falsa lluvia que expulsaba cronométricamente la moderna fuente ya no era necesaria y los lirios que morían junto al estanque no sobrevivirían ni con la lluvia del cielo porque no eran nativos de esa zona. Mientras corrían hacia su auto, de pronto la madre se quedó parada para disfrutar y sentir la lluvia junto a la pila de agua artificial rodeada por las mesas del restaurante, su pareja hizo lo propio alzando la cara al cielo permitiendo que las gotas cayeran sobre su rostro. Ambos se dieron cuenta de que ahora si, efectivamente aquello podría parecerse al  paraíso.

     Los miraban perplejos bajo el techo los demás comensales y los varones que estaban de cacería se sonreían con las mujeres que buscaban también algo más en su vida. Algunos de ellos se conocieron en esa tarde de verdadera lluvia, otros seguirían su periplo persiguiendo la razón de una vida.

Los ladrones no dejan dormir

Publicado el 23 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia


    Eran las tres de la mañana. Estaba profundamente dormido seguramente soñando con un México mejor cuando me despertó mi hija. Me dijo que no la dejaban dormir los ladrones. Apenas escuche la palabra y me levante de inmediato,- ¿Qué dices?-, le pregunté tratando de no evidenciar el pánico que sentí. -Ya te dije- respondió,- no puedo dormir por culpa de los ladrones, los acabo de oír por la ventana de mi cuarto-.

    Dentro de todo el shock que yo sufría me di cuenta de la tranquilidad que mi hija demostraba ante tales circunstancias y no supe si lo que sentí fue orgullo de comprobar que confiaba ciegamente en su padre o miedo de corroborar que los niños no miden el peligro en el que pueden verse inmersos aún sin darse por enterados. Le pedí que se quedara junto a su madre mientras yo iba a dar un vistazo.

   Como usualmente sucede en las películas, me pasó lo que tantas veces hemos visto en esa forma de humor tan eficaz que es la parodia: Como en casa no guardamos armas, estuve de un lado a otro en lo que pareció una eternidad buscando algo que me sirviera para intentar defenderme. De la cocina corría a la lavandería, de ahí a una repisa de un corredor y regresé de nuevo a la cocina; pase del bate de béisbol a un pisapapeles, de eso preferí una escoba y finalmente me decidí por un cuchillo cebollero al que muy tarde recordé que le faltaba filo.

     Siguiendo el manual para emergencias que algún día leí y que debería ser más difundido que el manual de Carreño, encendí algunas luces para hacerle ver a quien estuviera afuera que adentro nos habíamos percatado de su presencia. Esto siempre será más eficiente que el tradicional e inocente “¿Quién anda ahí?”, y como la teoría dice que la mayoría de los ladrones de casa son personas con un bajo sentido de auto confianza además de estar en territorio ajeno, se dice que les basta saber que han sido descubiertos para desistir de sus planes.
    Encendí luego los focos exteriores para tener la claridad de visión necesaria y entonces apagué nuevamente todo el interior de la casa para aventajar en el conocimiento del terreno y por supuesto en la visibilidad. No pude ver nada raro, no escuche nada fuera de lo común tampoco; solamente estaban esas auténticas caricaturas de lo que es un guardián del hogar, nuestros perros Goliath y Burbuja.

     Volví entonces a la cama convencido de que no había nadie ni nada que amenazara a mi familia. Mi hija ya estaba dormida en mi cama y no daba muestras de haber escuchado ruidos perturbadores minutos antes. Me calme pensando en la dificultad que alguien tendría para llegar hasta alguna ventana de la casa. No vivíamos en un fraccionamiento privado, pero la casa se encontraba rodeada de propiedades individuales que a su vez colindaban con más predios particulares, todo en terrenos rústicos que hacían que la privacidad fuese posible por una cuestión de urbanismo (falta de) y no de bardas o guardianes. Así me dije que para acceder hasta mi hogar se tenía que pasar por varias viviendas que contaban también con sus respectivos canes, que si bien no son los mejores celadores al menos hacían las veces de alarma sonora.

     Por supuesto que el sueño, al igual que lo que hubiera despertado mi hija, se había ido. Intente leer un poco pero no pude concentrarme y no tenía humor de hojear uno de esos libros ligeros que algún maestro bautizo como de cuarto de baño. Ya con el alba, empezaron los gallos a cantar y enseguida los perros se pusieron a ladrar.

    Despertó de nuevo mi hija y me dijo: -Ya lo ves, ahí están otra vez esos perros ladrones-.
   -No se dice ladrones- la corregí, - lo correcto es decir ladradores-.
   -Es lo mismo, de cualquier forma me entendiste- respondió ella con ese tono que usan los hijos para hacer olvidar a un padre cualquier noche de insomnio. Ella volvió a dormir. 
      Y yo volví a soñar.