Del Huawei a Hawái, pasando por el Jagüey

Pubicado el 26 de mayo de 2019




Del Huawei a Hawái, pasando por el Jagüey




Muy exótico en mi infancia y juventud fue visitar el Jagüey de Ferniza hacia el sur de Saltillo. -Ya casi llegando a Zacatecas- decíamos en ese tiempo, -Aquí nomás tras lomita- decimos ahora. Albergue de un desarrollo de fincas campestres privado, la diferenciación contra ir a Los Lirios, Carbonera, el Tunal o Jame, además del rumbo y los elotes a media tarde, era el espectáculo de ver pastar fuera de corrales a decenas de bisontes o búfalos americanos traídos desde quien sabe donde a un medio ambiente que se presume, fue destino para esos imponentes animales en su migrar y regresar a su hábitat natural en Norteamérica, esto antes de que Kevin Costner los domara como vaquero de rodeo en Danza con Lobos.

 Luego, con el acercamiento del mundo vía periódicos y revistas, televisión incesante y cine de perplejidad por encima de profundidad, dejamos de escuchar a la gente decir que iba al Jagüey y empezamos a enterarnos en bares y pláticas de café más que en las aulas y libros, de unas turísticas islas repletas de volcanes y etnias asiáticas que tenían un nombre similar al del ejido que antes visitábamos: Hawaii. En medio del océano pacifico, además de ser cuna de los estampados de palmeras y flores luego arrebatados por la narco-moda, Hawái pasó a ser ícono del turismo mundial, y por ende, de la cultura. Se pobló con más gente de ojos rasgados, esta vez, población flotante de japoneses con cámaras fotográficas colgadas al cuello, prestos para capturar recuerdos para la posteridad, desde los chocolatitos en la almohada de diario hasta la milenaria erupción de un volcán.

Y pues…ya sabes como soy, metí con calzador lo de la cámara del japonés para hilar ahora con la tecnología y equipamiento del tercer invitado a esta columna, el celular Huawei, de origen chino. Pero sabes también que para este columnista la tecnología es algo tan al alcance de su comprensión como la teoría de las cuerdas, así que nos vamos directo al tema que trae al Huawei citado en los mismos artículos en que aparece Trump y los buenos gringos: la libre competencia, el libre mercado, el sálvese-quien-pueda. Todo cabe en un parrafito sabiéndolo condensar:

La ilusión de un mundo libre y globalizado donde el más apto o trabajador pueda avanzar por méritos propios o independiente a un status quo, se topa con el interés económico que ve amenazado su futuro.

 Todo lo demás es puro rollo para justificar el aniquilamiento o sometimiento del rival en turno, ya se trate de los nativos que debía mantener a raya Kevin Costner en su película, de los japoneses que hoy siguen pagando el desmadrito de Pearl Harbour con abonos chiquitos en el costoso Hawái, o los destinos turísticos mexicanos, que de nuevo son blanco de la furia estadounidense y se les desacredita desde todos los ángulos. Total, que por oneroso para el mexica nos quedamos sin visitar Hawái y que por Trump y sus protegidos nos quedaremos sin teléfonos Huawei… ¿alguien sabe si aún quedan bisontes en el Jagüey? Pues inviten ¡¡        cesarelizondov@gmail.com



Periodista, influencers, y... chantajistas


Publicado el 12 de mayo de 2019




Periodistas, influencers, y… chantajistas



Nunca supe de dónde sacaron el dato, pero en clases de mercadotecnia escuché una y otra vez que por cada comentario negativo de un cliente, necesitas catorce buenas habladas de tus consumidores para nivelar la balanza en cuanto a imagen corporativa. La obvia intención de ese cuestionable parámetro es entender la importancia de cuidar la percepción que la gente tenga de nuestros productos y servicios. Pero te estoy hablando de una medición del siglo pasado, ¿Cómo es ahora?

Pues así como se viraliza para bien de su empresa la imagen de un chef echándole sal a la carne con estilo, pasa que si a alguien de mayor celebridad se le ocurre inventar y publicar que apareció una mosca en su platillo, el turco cocinero se las verá negras (las situaciones) para contrarrestar el quemón que estará dando vueltas por el mundo de las redes sociales. No importa cuantas vacas haya servido en corte y cocciones perfectas, el dicho de alguien de una mosca en la sopa echa a perder el negocio.

Sucede en todo cambio de estafeta: es bien sabido que antropológicamente el hombre se rezaga en su adaptación a las nuevas realidades de su entorno, ya sea un recolector de tubérculos que tuvo que salir a cazar en la prehistoria, o un campesino inglés durante la revolución industrial…o la horda que hoy somos de alegres espectadores-repetidores de cualquier contenido que se nos cruce en nuestro teléfono móvil.

Claro, esto es tierra fértil para vivales de la comunicación que han encontrado nuevas formas o sitios de chantaje ante la reducción de partidas oficiales-no oficiales para el chayote. Con la simple fabricación de una denuncia en redes sociales anónima y falsa, desde diseñadores hasta jardineros, médicos o arquitectos, mecánicos, mariachis y plomeros, comercios y escuelas de baile, empresas de servicio, restaurantes, cines o pastelerías, todos son sujetos a la nueva forma de extorsión que de forma alarmante se extiende como medio de vida entre algunos periodistas e influencers carentes de vocación pero con desmedida ambición, quienes cuentan con el mágico número (también quien-sabe-de-donde sacado el parámetro) de dos mil seguidores o más en sus redes sociales.

Instituciones de procuración de justicia, congresistas federales y diputados locales, gremios empresariales, periodistas serios y medios de comunicación comprometidos, colegios de profesionistas, sindicatos, organizaciones ciudadanas, y toda agrupación o persona que le da la cara a la sociedad, habríamos de buscar e implementar los mecanismos de adaptación jurídica a la nueva realidad en las formas y fondos de comunicación, porque apenas nos vamos despertando de la pesadilla de estar pagando a enmascarados con pistolas para que nos permitieran ejercer nuestros oficios y vivir en paz, como para ahora caer en pagarle a reconocidos bandidos sin caretas, pero con un arma tan temible y peligrosa como lo es azuzar a la opinión pública con conflictos inventados.

  cesarelizondov@gmail.com

Volar

Publicado el 10 de marzo de 2019




Volar



Los ojos de este niño tienen un brillo negado a buscar la metáfora: es el brillo único de la vida humana que denota conciencia, sentimientos, expectativas.

Es el más pequeño del grupo, ante la necesidad de completar equipos, en la cascarita futbolera se aceptan de todas edades, métricas y tonelajes. Gustoso, acepta a ir por el balón aterrizado sobre la azotea de su casa mientras su festiva expresión corporal es la de todo el que por primera vez recibe una importante encomienda.

Entra en la casa y antes de pasar por la cocina, atraviesa el recibidor, donde las mochilas continúan tiradas en el piso en espera de mejor hora para hacer las tareas. Luego, del comal toma una tortilla olvidada durante la comida, pero apreciada ya a media tarde, en el tipo de tortilla que hace recordar viejos amores: todavía guarda sabor, pero es fría y quebradiza.

Llega al patio masticando la tortilla y camina a través de un caprichoso arcoíris formado por el montón de prendas colgadas al sol vespertino. En la esquina, le toma unos segundos secar el sudor de ambas sienes con las mangas de su camisa mientras observa el bote de la basura, la ventana del cuarto de servicio y el alto pretil que rebasa a la pared.

Se encarama con facilidad sobre el bote de la basura para después apoyar un pie en el marco que sobresale a la ventana, agarrado de un hueco en la pared adyacente, toma impulso para subir el otro pie al mismo marco, y lo logra. Libera el aire de sus pulmones. Vuelve a respirar hondo, suelta el agujero y extiende su brazo hacia arriba, en donde alcanza el pretil; luego, su mano derecha busca también la cresta de la pared. En su cara hay alegría ante la inminente consecución de un logro, se encuentra erguido sobre el borde de la ventana, en posición de subir a la azotea.

Contiene de nuevo la respiración. Hace fuerza con el abdomen, con los brazos y las manos, para balancear una pierna y subirla. Sonríe. Apenas inicia el balanceo cuando se desprenden los ladrillos superiores del pretil. Empieza a caer de espaldas y, muy lejos del poético vuelo del grandioso cóndor o de las estoicas extremidades del Jesús crucificado, sus brazos asemejan al frenético aleteo de un muy frágil colibrí, o al atropellado machacar del inútil rezo cuando se exige un milagro.

Ante el arco dibujado por su espalda durante la caída, lo primero que toca al cemento es su cabeza. El brillo de sus ojos se apaga, ha perdido la conciencia.    



Disculpas


Publicado el 31 de marzo de 2019



Disculpas



Hoy se habla de la disculpa histórica que algunos, sostienen como Pereira, nos deben los españoles a los mexicanos. De esa manera que tenemos de informarnos por memes y mames, por los encabezados de los noticieros y por los descabezados que no escuchan la neta de la nota, por dichos y chismes, se desprende que, siguiendo el malicioso azuzar de unos y la lógica reduccionista de otros, terminaríamos por exigir una disculpa de parte de Adán y Eva por tragarse una manzana en el génesis, o a esos primeros humanos que salieron hace un titipuchal de años desde algún recóndito lugar del áfrica para colonizar el mundo; o ya de plano, al viejito aquel que por jugar con pólvora y fuego, le estalló en las manos el big-bang.

Como en esas películas que tratan desde la comedia el tema filosofal del “qué pasaría si…”, es posible imaginar un escenario alterno a lo que vivimos y somos. Quizás el imperio Azteca se hubiera extendido hasta la Patagonia hacia el sur y hasta Alaska por el norte, respetando ellos si (risas), a las culturas maya e inca, y a los nativos norteamericanos. En lugar de un auto Ford conduciríamos un modelo Mahuizototoca, las obras de Borges, Botero o Warhol estarían firmadas por gente llamada Mazatl o Tenoch, el tipo de Cleo habría ganado los certámenes de belleza por encima del tipo venezolano; de existir Carolina Herrera, sería una marca de gasolineras, el mejor futbolista no sería Pelé sino alguien llamado Cuauhtémoc (a caray, ese si encaja, dirán los americanistas), y habría más niñas con el nombre de Xóchitl que con el apodo de Brittany.

Pero, ohhh tragedia, nada es así. Resulta que unos malvados y sus familiares llamados Elizondo, Valdez, García, Sánchez y demás, llegaron a estas tierras expulsados de su patria igual como hoy sale de aquí una raza más noble hacia el norte, siempre en busca de riqueza; y estos invasores procrearon con los pobres e inocentes nativos durante generaciones, y a la vuelta de muchos años tanto sus nombres como una esencia indígena permanecen enzarzados en algo más grande a la herencia azteca o a la conquista española, en algo llamado Mexicanos. Y tal vez, en el ucrónico imperio azteca actual habría algo más delicioso que el jamón serrano o más asombroso que el ipad, quizá habrían descubierto cura para el cáncer y una pastilla para no roncar, pero no creo en el destino de haber nacido español o indígena de haber sido las cosas de otro modo; simplemente, no hubiera nacido ni habría tenido oportunidad de reflexionar sobre todo esto. Ni tú.

cesarelizondov@gmail.com

Carolina Herrera e Ikea

publicado el 13  junio de 2019  en INFONOR DIARIO DIGITAL




Por César Elizondo Valdez




La declaración ecológica del director de Ikea en México pasó desapercibida apenas en mayo, no así la nota del País de esta semana dando cuenta de un airado reclamo del gobierno mexicano a la marca de Carolina Herrera acusándola de algo así como piratería, porque aún no entiendo de que la culpan en realidad.


Denominación de origen, indicación geográfica, patrimonio cultural inmaterial, captación de lluvia o cosecha de agua. Los anteriores conceptos fueron enarbolados hace dos años por quien esto escribe durante su malograda aventura como candidato independiente a una diputación local en Coahuila.


“A nadie le importa eso”, “las propuestas deben ser para ya, a nadie le interesa el largo plazo”, “la ecología es una bandera política, no es un fin”, “acá los empresarios hacen negocios con influencias, no con diferenciadores”, “la cultura pesa en la agenda política lo mismo que Timbuktú”. Frases así me dijeron quienes escucharon mis propuestas y me alertaron sobre la inutilidad de ofrecer respuestas para el largo plazo. Por supuesto, tuvieron razón en cuanto a lo electoral.


Y si, en México seguimos atendiendo lo urgente y despreciando lo importante mientras el mundo sigue en otra dirección hacia el futuro. Por eso ponemos el grito en el cielo cuando una diseñadora toma como inspiración algo que reclamamos como nuestro, aunque no exista un documento que avale ese decir. Es como ir a una procuraduría a reclamar la propiedad de la podadora del vecino sin presentar remisiones, facturas, recibos ni nada que compruebe la pertenencia del bien. Si no lo registras o demuestras propiedad, cualquiera es libre de usarlo. 


Apenas hace unos meses, le pregunté a una regidora saltillense si llevarían a la UNESCO un asunto de los matachines de la localidad por el qué, ya imaginas, hicieron un gran alarde. Terminó su gestión y por supuesto que no se ha inscrito ante la instancia competente (UNESCO) como Patrimonio Cultural Inmaterial la danza de los matachines. No te sorprendas si algún día en Broadway lo integran en un showcito y no tienen porque pagar regalías y ni siquiera dar el crédito a nuestra gente; es más, si alguien se pone abusado hasta lo puede registrar y luego venir a impedirnos esa tradición. 


También, años atrás, en nada quedó el registro de la Denominación de Origen (DO) del Sarape de Saltillo, trámite sin terminar. Nosotros decimos que es nuestro, pero si un individúo de nombre Yan Lee se pone las pilas, mañana lo registra como originario de su tierra y él si va a tener forma de cobrar regalías a doña Carolina.


Date una vuelta por el súper mercado más cercano a tu casa y pasea por el corredor de vinos, verás, además de DO, algunas botellas que tienen un sello de Indicación Geográfica Protegida, otro truquito que el empresariado de otros países logra junto con sus gobiernos para que acá paguemos un sobreprecio por una diferenciación que tiene que ver más con trámites que con calidad. Igual hazlo por el área de quesos y embutidos, de dulces y conservas, de cafés y chocolates.


Manzana de Arteaga, pan de pulque, arroz huérfano, sarape, vinos de la región, piso de barro o Saltillo tile, dulces de leche… hasta un estilo de escribir o de cantar se puede registrar como único o diferenciado para que sus creadores-productores-comercializadores accedan a mejores plataformas de distribución y con ello a mercados más grandes y de mayor poder adquisitivo. Empezar por Pineda Covalin y Palacio de Hierro no ha de ser tan complicado para que el Sarape de Saltillo se convierta en motor de desarrollo económico.

Y bueno, del asunto de Ikea, la declaración de su director en México en el sentido de dotar a la primera sucursal en nuestro país de un sistema de captación de lluvias o cosecha de aguas. Ni como cerrar las puertas a la inversión que además de asentarse como comercio en CDMX y como industria en Ramos Arizpe, viene a ponernos la muestra de cómo ser amigables con el medio ambiente….además de ahorrar mucho dinero. 


Nos queda como mexicanos (y saltillenses) ponernos a pelear una batalla perdida contra Carolina Herrera y similares porque no tenemos los documentes que acrediten derechos de autor, o empezar a tramitar nuestras denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas para de una vez lanzarnos a desarrollar clústers alternos al automotriz. Y por supuesto, a la de ya, propiciar las condiciones para que más inversiones preparen sus construcciones con los sistemas de captación de lluvias que tanto son aprovechadas en los países que como lo es Ikea al comercio, son ejemplo a seguir en cuanto a naciones.  



El aleteo de...miles de mariposas


23 de abril de 2019


El aleteo de…miles de Mariposas


Por César Elizondo Valdez

                                                                                                                                                  Para Lili.

No creo en el destino. Pero si me maravilla como las cosas que nos suceden vienen precedidas por una inmensidad de causas y efectos anteriores, no todos apegados a ese libre albedrío que explica la dificultad de un destino escrito sobre piedra: ya sabes, ese efecto mariposa que habla sobre como el aleteo de una mariposa en algún lugar del mundo produce una brisa que desencadena una serie de sucesos en dominó que terminan por afectar algo al otro lado del planeta. Cuantas cosas serían diferentes con un pequeño cambio en el pasado, se entiende de ahí.
Y brincando un poquito de canal, imposible obviar al hablar de mariposas, a aquellas que precedían o acompañaban a Mauricio Babilonia. No lo sé, dicen que en cada nueva lectura de una misma obra se descubren otras cosas y distintas percepciones sobre lo que se lee, y pues bueno, en recién y tercera lectura al libro insignia de García Márquez, encontré en las mariposas de Mauricio Babilonia la máxima expresión de belleza dentro del realismo mágico.
¿Y porqué no? Si yo soy quien esto escribe, ahora puedo saltar de forma arbitraria del realismo mágico a mis mágicas princesas. Y claro, ya salió el peine: esta semana cumplió quince años Lili, mi niña Navidad. ¿Y cómo hacerle con eso? ¿Cómo poder compensar en palabras escritas lo que me regala ella en vida? Imposible. Y por eso todo el rollo, porque me siento incapaz de poder estar a su altura, tengo miedo de fallar en el regalo, de causarle desconsuelo.
Por ello como padre en ocasiones recurro a recetas infalibles: la serenata entre amigos, la comida familiar, aretes y maquillajes, un grande ramo de rosas, y a veces, hasta el dinero parece un recurso válido. Pero nada es suficiente cuando un padre quiere hacer sentir bien a su hija, cuando buscas meter sentimientos y valores dentro de simples objetos o vetustas tradiciones. Que me perdonen madre y marida, ellas tuvieron su padre.
De ahí la necesidad de intentar un buen escrito como regalo, y de ahí a darle vueltas a cosas ya creadas por otros y aceptar que a uno solo le alcanza para copiar de lo existente y plasmarlo en el papel. Y surge el intangible presente: tienes una vida por delante, Lili, tendrás tiempo en la preparatoria o más tarde de leer Cien años de Soledad y conocer en Mauricio Babilonia el realismo mágico de mariposas apareciendo por dónde el amor se mueve; también podrás ver una película genial, de esas raras que le gustan a tu papá, se llama Mr. Nobody (la película, no tu padre jajaja), y ahí también envuelto en sencilla poesía podrás ver una explicación del efecto mariposa…y entonces entenderás porque tu padre es incapaz de alcanzar para ti la excelencia en sus escritos: porqué a veces me recuerdas a Mauricio Babilonia, con un aura de bellas y amarillas mariposas aleteando sobre ti, e imagina como has venido a cambiar mi mundo desde que, inesperada, llegaste a nosotros, porque el efecto de esas tantas mariposas que siempre te acompañan me llega con tal fuerza y rapidez, que cuando te veo o te pienso, la felicidad recorre cada rincón de mi ser, y termina por brotar en mi cara, en una inmensa sonrisa. Y entonces, no queda nada por escribir que se acerque a esa belleza que tus mariposas provocan en toda la gente, que tocas con tu existir.  

¿Somos Cleo, o somos Yalitza?


Publicado el 24 de febrero de 2018 en Saltillo 360, de Vanguardia




Va el spoiler para hoy domingo por la noche: seguro alguno de los presentadores o maestro de ceremonias hará su chistecito sin gracia ni ingenio a expensas del origen étnico de Yalitza, amarrado, por supuesto, al estereotipo del mexicano ante norteamérica y el mundo, ya sabes, la ayuda doméstica en la ciudad y la pisca en el campo. No la hagamos de tos, es parte del show, igual si pasa un hindú, el cliché es el nerd detrás de la computadora y el asiático será un gritón detrás del mostrador de restaurante oriental de comida rápida.

Pero acá, hacia dentro es lo importante, ¿Qué pensamos de Yalitza? ¿Y de Cleo? Doy por hecho que conoces la historia de hadas nacida de una película para algunos carente de tensión en la trama mientras para otros está llena de recursos artísticos. El personaje, Cleo, encarnado por la fulgurante estrella, Yalitza; la primera, el país que somos en apariencia, la segunda, el mexicano que aspiramos ser en esencia.

No nos detengamos en cuestiones subjetivas como la capacidad histriónica de una improvisada actriz, al fin y al cabo, la misma revista que la cataloga como la mejor actuación de 2018 es aquella que hoy, hace exactos cinco años atrás publicaba en su portada a nuestro entonces presidente bajo la leyenda “Saving México”.

Aclaro antes de preguntar: al decir comprar, me refiero a que no hay boletos a la venta para el evento de hoy, no a que sea imposible comprar una nominación, curado en salud, ahora sí, ¿Por qué logra una pasante de educadora estar hoy en una de las pocas galas en dónde están los que tienen que estar, no los que lo pueden comprar? Muy sencillo: porque tuvo una oportunidad. Ahí el quid del asunto. Sin quitarle mérito a sus carreras, no exentas de la receta del chef saltillense que habla de sesos, corazón y huevos, ¿por qué algunos mexicanos como la golfista Lorena Ochoa, el automovilista Sergio Pérez o el cantante Alejandro Fernández tienen éxito mientras tantos millones no levantan la cabeza? Por las oportunidades de inicio, a no dudar.

Oportunidad, esa es la diferencia entre Cleo y Yalitza. Y aquí es dónde me quito el sombrero: alguna vez, un mexicano fue testigo de la historia de Cleo a lo largo de su infancia, así que en su madurez decidió utilizar todas sus capacidades y conocimientos para darle una oportunidad a Yalitza. Hoy, deseo que el mexicano Alfonso Cuarón, junto con Yalitza y todo su equipo, se lleven todos los premios que bien merecen. Y que nos sirvan de inspiración.

cesarelizondov@gmail.com


Después de la fiesta

Publicado en Saltillo 360, de Vanguardia

https://www.saltillo360.com/despues-de-la-fiesta



Me despertó su aliento. Mezcla de cerveza y algo más, difícil de identificar para ignorante sibarita como soy; igual puede ser tequila que whisky, un ron o mezcal. Pero, ¿A quién se le ocurre convertir la fiesta de su hijo, en una descomunal peda entre amigos y familiares? Solo a un mexicano, supongo.

Inconsciente por partida doble: por alcoholizado hoy, y porque siempre duerme como si nada debiera. Sus ronquidos expulsan el tufo de lo que no llegó a sus entrañas, de lo que el cuerpo ni siquiera alcanzó a digerir. Me espera una larga noche. Debí insistir con el pastel, quizás hubiera bebido menos.

Escucho algo. ¿Es mi hijo jugando con sus regalos arriba en su cuarto? ¿O es un nuevo estilo gutural del roncar? No… parece algo diferente. Aguzo el oído. Pueden ser las cortinas bailando al son del viento… pero estamos en enero, las ventanas de mi habitación están cerradas.

Pasan unos momentos y ahí esta de nuevo. Lo escucho debajo de la silla, junto a la puerta, como el arrastrar de un gran insecto, como cuando los ratones invadieron la casa. Me preocupo. Escucho una puerta cerrarse arriba. Le grito a mi hijo y contesta que esta en el baño. Escucho de nuevo, aquello se arrastra, despacio, desde debajo de la silla, hacia la pared, y sube con rapidez hasta el techo al tiempo que entra, desde afuera de la pieza, un vientecillo helado. Siento miedo, mucho miedo.

Me quedo inmóvil. Mis ojos se adecúan a la oscuridad y, horrorizada, alcanzo a vislumbrar una mancha: es como el cuerpo de una tarántula, pero gigantesca y… sin patas; se mueve con sigilo en el ángulo de la pared y el techo. Su movimiento asemeja al de un fantasma, como flotando; pero va contra el techo, a través de la pared. Escucho, y ahora también veo en la penumbra cómo avanza, lento, sin prisa, sin ritmo y sin pausa, hasta el fondo de la habitación; parece huir del aire frio que se cuela desde la cocina. Siempre pegado al techo y a la pared. ¿Qué clase de ser es ese? ¿Es que está atrapado dentro de mi casa y busca salir? ¿O busca hacernos daño? Ahogo un grito.

Mi esposo balbucea algo, dormido. Escucho los pequeños pasos de mi hijo bajando la escalera mientras veo a aquella sombra detenerse un instante, como analizando su próximo movimiento. Grito muy fuerte, desde el fondo del estómago, desde el diafragma. Mi esposo sigue inerte; entonces, salgo de la cama arrojando las cobijas por un lado. Al levantarme, mis ojos se desajustan a la oscuridad y pierdo visibilidad. Pero escucho que aquello se agita, como dudando entre escapar del viento de la cocina o enfrentar a una madre que defiende a su familia. “¡No bajes, cariño ¡”, es lo que sale de mi boca entre jadeos y sollozos. Pero es demasiado tarde.

Corro hacia la pared mientras veo la silueta de mi hijo aproximarse al umbral de mi cuarto. La puerta abierta, mi marido a merced de aquel ente. Aquello se agita, nervioso. Alcanzo la pared y lista para encender la luz, me preparo para lo peor, entrecierro los ojos, aprieto los dientes y con todos los músculos de mi cuerpo crispados, enciendo la luz.  Y lo veo en todo su esplendor: el estúpido globo con helio del “Feliz Cumpleaños”. 

La misa del domingo pasado


Publicado el 02 de diciembre de 2018 en Saltillo 360, de Vangurdia




A veces no entiendo porqué voy a misa. Cargando el vacío existencial, culpas, remordimientos, dudas y quizás algún rencor, alguna vez en confesión con un sacerdote me dijo: mientras quieras encontrar algo en la religión, siempre habrá cupo para ti en cualquier templo, iglesia, congregación o movimiento, así te sientas el más fraudulento y egoísta de los hombres al reverenciar algo por tu necesidad de creer y afianzarte en cosas más trascendentes a esta vida, aunque carezcas de esa fe ciega, incondicional y buena deseable en todo ámbito humano. Y yo le creo a ese padre.

Así que en domingo, se queda la NFL una hora sin su fan número uno, mientras mi cuerpo lucha por recuperar un poco del sueño perdido durante la semana, y mi espíritu, igual, busca reencontrar los sueños extraviados durante media vida. De un ritual pasa la celebración a otro. Trato de hilvanar las lecturas para alinearlas al evangelio, pero hoy, como siempre, no entiendo nada. Escucho la palabra de dios, y durante la homilía cierro los ojos en gesto de ardua concentración, pero con la verdadera intención de reposar una vista que se torna más borrosa conforme pasan los meses, igualito a la visión del mundo que se nubla, se difusa y se oscurece. Sigue la misa hasta llegar al saludo de la paz, momento preferido para saludar a la familia y vecinos de butaca en sincero deseo de alcanzar la armonía con todos quienes me rodean. Y al final, la comunión. Falso como soy en esto, en mi lucha por cumplir con una religión en la que deseo creer más de lo que en realidad creo, unas veces sí, y otras veces no voy por la hostia. Mi señora piensa que estoy lleno de pecados, la verdad, me asaltan los cuestionamientos y las incertidumbres, pero también los anhelos y necesidades, de ahí mis recurrentes confesiones…bueno, y también tengo pecados. Ya.

Luego de los avisos a la feligresía y de la bendición final, el Padre habla de nuevo: “la capacidad del templo es de 722 personas sentadas, y este domingo hemos estado a máxima capacidad. Enseguida da otra cifra: de acuerdo con el número de hostias consagradas para el oficio principal de la semana, más de 600 personas recibieron la comunión. Que números¡  Después, en tono de broma dice que las 122 personas que no comulgaron han de ser los niños que no han hecho su primera comunión. Salgo de misa percibiendo el mundo de distinta forma, y me doy cuenta del impresionante número de personas que acuden a misa en mi parroquia, y de cuantos católicos multiplicados por el orbe creen con toda su fe que reciben a Cristo en la hostia, y luego van por la vida practicando las enseñanzas de ese hombre que pasó por este planeta hace tanto tiempo. Y termino por ver un cielo más claro para volar, y una tierra más fértil para sembrar, y sentir un aire fresco, renovado y limpio el cual respirar; y me percibo y percibo al Hombre humilde, espiritual y humanizado. Y entonces, entiendo porqué voy a misa.  c
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