Madre, ¿Solo hay una?

Publicado el 06 de Mayo de 2014 en revista 360 de Vanguardia

     Fue la canción de los Beatles “Lucy in the sky with diamonds” la inspiración para su nombre. Y es que eso era lo que escuchaban los paleontólogos cuando encontraron los huesos fosilizados de Lucy, restos de un tipo de australopiteco de los que dieron origen a la especie humana.

    ¿Pero a dónde va esto con el día de la madre? Bueno, es que desde los tiempos de Lucy y hasta nuestros días, gracias al género femenino hemos logrado que nuestra raza evolucione hasta las posibilidades que tenemos hoy como especie. Y no se trata de utilizar ese recurso de retórica romántica, sentimentaloide y gratuita de odas a la mujer por quedar bien o ser políticamente correcto, son en realidad datos duros y científicos que algún día leí en un interesante libro, autoría de un médico y no un paleantropologo como cabría suponer: La cadera de Eva.

      Ahí, con un accesible estilo y sencillo lenguaje que podemos comprender quienes tenemos algún interés en la evolución humana sin ser profesionales en el tema, José Enrique Campillo da cuenta de cómo fue que las adaptaciones físicas y sociales de la mujer fueron vitales desde que las especies posteriores a Lucy tuvieron que engendrar y dar a luz a seres con una masa encefálica cada vez mayor, cosa que las hembras antecesores no podrían físicamente hacer; ese cerebro mayor fue el responsable de nuestra inteligencia para dominar el mundo sobre otras creaturas más fuertes que nosotros. Ese fue solo el principio de innumerables ajustes y cambios que la mujer ha venido haciendo a través de millones de años en su cuerpo y en sus hábitos para ser la columna vertebral de la humanidad. Y estos cambios siempre han estado ligados a un rol específico de la mujer e imposible para el hombre: Ser madre.

    Por supuesto que actualmente el entendimiento de lo que es una madre va mucho más amplio de las cuestiones puramente biológicas, la misma adaptación social que la mujer ha desarrollado propició que la definición de madre abarque cada vez más debido a relaciones filiales sin que necesariamente existan vínculos genéticos.

     Así es que como herederos y reyes de la creación de Dios no podemos decir que madre solo hay una, ya que somos hijos de una larga historia y sucesión de mujeres cuya capacidad de cambio y adaptación a las nuevas circunstancias nos han llevado como especie desde ser primitivas víctimas de los depredadores hasta llegar a ser conquistadores de la luna. Y si nos adentramos en temas de religión, encontraríamos que la idiosincrasia universal cuenta con múltiples figuras maternales. No, madre hay más de una.

     Pero como entes particulares, quienes tenemos la bendición de contar con una madre vemos que en esa relación madre-hijo existe una forma de microcosmos dónde en nuestra madre encarnaron todos los tipos de mujeres desde la época de Lucy hasta hoy: La mujer que sufrió cambios en su cuerpo, la mujer que paso frío para que yo no lo sufriera, la mujer que salió en busca de alimento para mí, la mujer que enseñó los dientes a las fieras, la mujer que aprendió a tejer, la mujer que hace la mejor sopa de fideos con jugo de carne, la mujer que me obligó a bailar, la mujer que me enseñó un oficio, la mujer que dibujó la línea entre lo moral y lo incorrecto, la mujer que me compraba botas para hacerme crecer, y la mujer que me llevó al psicólogo para crecer aún más, la mujer que me reprendía en casa y la mujer que presumía a su hijo en la calle, la mujer que se ofreció a buscar cirujano plástico para mis cicatrices de la frente, y la mujer que siempre buscará como cicatrizar la heridas del alma.

     Así es que, a pesar de todo lo que escribí dos párrafos arriba, he de decir que madre, solo hay una.

    Gracias Mamá ¡¡  
   cesarelizondov@gmail.com

La felicidad de un niño

Publicado el 27 de Abril de 2014 en revista 360 de Vanguardia

      Padre y madre estaban felices. Pese a la difícil situación económica en que se encontraban desde hace años, habían hecho un gran esfuerzo para que su hijo disfrutara de un día del niño inolvidable: Lo llevaron por la tarde al cine, después por un helado y finalmente, en casa, le obsequiaron ese juguete de moda que tanto anhelaban regalarle. Antes de ir a la cama, su padre le explico con qué felicidad habían hecho ellos el sacrificio para festejar ese día. Le dijo que mañana sería otro día y que habría que volver a la rutina cotidiana, donde la vida dictaba que habían de ser en extremo disciplinados. Pero por momentos como ese, -decía el papa – bien valía la pena el sufrimiento. Le dijo también cuan orgullosos eran de ver como su hijo maduraba más rápidamente gracias a una realidad que sus padres no querían ocultarle: La vida es dura.

      Muy lejos de ahí y bajo otras circunstancias, una madre le explicaba a su hijo como su abnegado amor era la piedra angular que aglutinaba a una familia dónde el padre pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo. Claro que eso les permitía llevar una vida cómoda, aún con el alto precio que la madre tenía que pagar por vivir con la responsabilidad de llevar prácticamente sola la administración del hogar. Le decía como era que su padre también sufría al estar lejos de ellos en ocasiones especiales pero que él era afortunado al conocer desde tan joven como es que una familia sorteaba las dificultades para salir avante y continuar unida. Ser una buena madre y una esposa ejemplar era bueno para el padre y el hijo, pero la madre sufría una soledad que le dolía hasta el alma. Ese abnegado amor, libre de la hipocresía del sentimentalismo y muy lejos de lo que se compra con dinero, era el regalo para su hijo en el día del niño. Y él era consciente de cuanto sufrían sus padres por manejar lo mejor que podían ese malabar llamado familia, siempre haciendo hincapié en esa verdad que le mostraban a su hijo día tras día: La vida es dura.

    En otra realidad y otro lugar. Un niño miraba por la ventana como se alejaba su padre de la casa de su madre. Habían pasado el día juntos y había sido como tantas otras veces: Risas, diversión, buena plática y el sentimiento inequívoco del amor que se tenían. Al despedirse su padre le dijo lo que en ocasiones similares había comentado: La vida no es fácil para nadie, y aun cuando a veces parece que todo está resuelto, existen sombras como la separación de una pareja, la muerte de un familiar, o la enfermedad que podría aquejar a alguien cercano. Pero siempre habría forma de resarcir los faltantes porque era preferible la calidad sobre la cantidad de tiempo, un niño bien podría comprender porque eran mejor así las cosas.

       Y ya tarde por la noche, los cuatro niños que vivían tan distanciados por múltiples cosas, se unían en un mismo pensamiento hacia sus distintos padres: No me sirve tu sacrificio, tu sufrimiento no me hace más feliz, y claro que con dinero no compramos felicidad y tú reloj no mide el tiempo igual que el mío. Todo lo que pido es que el mundo me permita soñar como un niño, que no me hagan mayor cuando soy menor, que no me pidan que comprenda lo que los mayores no han comprendido.


cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

No es la Navidad, es la Pasión

Publicado el 20 de Abril de 2014 den revista 360 de Vanguardia

       Caso de la vida real: Luego de una niñez y gran parte de la juventud en una escuela católica, un compañero de alguna generación mayor, de quien no diré sus generales pero si diré que es zurdo, salió con tremenda duda: Y a todo esto- preguntó- ¿Qué fue del niño Jesús?

      Clara muestra no de la incapacidad para aprender de los alumnos sino de los garrafales yerros de los docentes sometidos a una forma de enseñanza dogmática y plana que no daba tregua para formarse una opinión propia, ni espacio para cuestionar y menos para disentir.

      Y es que de la alegría y el gozo de la navidad la instrucción religiosa bien se podía pasar al primo literario de Aquiles el del talón: El bíblico Sansón cuya fuerza perdía junto con su cabello. De ahí podrías pasar sin respetar cronologías al temido apocalipsis que luego entenderías como guion de película de Disney al compararlo con el 11/9, el Tsunami o la visita del cobrador de cuotas.
      De ahí, como en una máquina del tiempo y tele transportadora, abordabas el Arca de Noé y por ningún lado veías a la malvada serpiente que aparecía en la primera parte del dogma y que por alguna razón había sobrevivido hasta nuestra época porque la sentías arrastrarse bajo los nopales cuando ibas al rancho o escuchabas su cascabel en algunas conversaciones. Los saltos hacia adelante y atrás se sucedían hasta que por algún miércoles de febrero pasabas en otro ritual a tomar la ceniza y a hacer promesas que duraban lo mismo que la mancha sobre la frente.

      Finalmente llegaban las vacaciones intermedias y por otra extraña razón siempre coincidían con la Pasión de aquel Cristo que nos decían, había dado la vida por nosotros. ¿Por qué las cosas eran así? ¿Por qué tenía uno que sentir culpabilidad si se pasaba las vacaciones sin sufrir como ese Cristo?
     Cosas de adultos, pensaban unos; cosas de curas, pensaban otros; cosas de locos, pensaban otros más; y los menos, pensaban que eran cosas de Dios. Pero luego a cada quién le va llegando el momento de carecer de medios terrenales para afrontar sus situaciones y es entonces que volteas al cielo en busca del ser supremo.

      Y resulta que si deseas que exista un Dios y que su hijo haya sido sacrificado por y para nosotros cuando ves que el doctor y las enfermeras que atienden a tu hija en terapia intensiva son por mucho más jóvenes que tú; y haces un pacto unilateral esperando ser escuchado por aquellos de quienes renegabas. Y luego, en otras circunstancias rezas por que la promesa fundamental de la biblia católica sea verdadera cuando ves de cerca la muerte y quieres con toda tu alma que no termine aquí todo para quienes ya se han ido. Y también, aun cuando los problemas estén lejos, a veces te asalta un vacío que poco a poco vas entendiendo debe ser llenado por algo más grande que lo que cualquier otra persona pueda ser o tener.


    Y llegas otra vez al domingo de resurrección haciendo recuento de ese niño Jesús que se transformó en Cristo. Y caes en cuenta que para nacer no ponemos nada de nuestra parte, nacíamos en una fecha aleatoria escogida por la naturaleza tras un proceso de maduración y hoy las fechas de nacimiento son agendadas en función del calendario del doctor o de la próxima letra a pagar de su automóvil. Y agradeces entonces a tu religión no por una navidad llena de regalos y promesas de la venida de un salvador, sino por la certeza de conocer cómo fue que un hombre vivió su Pasión para cumplir con sus creencias, y encuentras que, aun con letras minúsculas, tus pasiones también te llevaran a morir y revivir una y otra vez en esta vida. Por lo menos en esta vida. 
   cesarelizondov@gmail.com

El Selfie, ¿Velázquez o Ellen?

Publicado el 13 de Abril de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

Nota para mi madre, quien sabe vivir inmune a la tecnología y sus modismos: Selfie es el autorretrato que con cámara digital o teléfono celular se saca uno mismo.

   Seguramente usted ha visto al menos una litografía de ese cuadro que alguien bautizó como la teología de la pintura, originalmente llamado “La Familia de Felipe IV” pero mejor conocido como “Las Meninas”. En su obra insigne, Diego Velázquez se inmortalizó a costa de la familia real al incluirse en el lienzo sobre el que dibujó a la infanta Margarita en el primer plano. No existía la palabra, pero a su modo y con sus medios, lo que tendríamos con el ibérico es un Selfie vintage o clásico. Astutamente, jugando creativamente con espejos, perspectivas y la colaboración del espectador, el artista logra que a su trabajo se le den múltiples interpretaciones que son materia de un amplio análisis por conocedores del arte pictórico y de la filosofía.


Siglos más tarde y brincando de continente y de arte, aterrizamos en la pasada entrega de los premios Oscar a lo más promovido de la industria cinematográfica. Ahí la conductora del evento llamada Ellen Degenerada o algo así, se convirtió en el pincel para que alguien que esta dejando huella en nuestras generaciones hiciera un trabajo del tipo de Velázquez: Míster Samsung.

Y es que la genialidad de Samsung será motivo de tesis en mercadotecnia y comunicaciones todavía cuando en el futuro Julia Roberts pase a ser “la cadáver bonita” y los nombres de Meryl, Bradgelina, Jennifer, Spacey y demás estén presentes solo en los archivos de Hollywood y no más en el ideario colectivo. En ese mañana, los estudiosos del como el fenómeno tecnológico-comunicativo actual ha sido aprovechado por distintas industrias se preguntarán como es que logró una compañía, con el pago a una sola persona (Ellen), convocar sin más costo a las celebridades de nuestra cultura en un ardid propagandístico que ni el mismo Vaticano o la Casa Blanca hubieran soñado armar. El selfie de la noche de los Oscares no nos dice quién es Ellen ni sus amigos, nos dice quiénes somos nosotros y quien es Samsung.

También tenemos que el Selfie existe en la literatura en forma de autobiografía y es en los arrinconados y olvidados estantes de las librerías donde más claramente vemos lo vano e intrascendente que puede resultar un autorretrato cuando el carácter y legado del protagonista se sitúa entre los extremos de piedad de la Madre Teresa y Adolfo Hitler si hablamos de humanidad, entre el patriotismo de Santa Anna y Francisco I Madero si se es parte de la historia mexicana, o entre el virtuosismo de un Mozart y un Arjona si son compositores. Los extremos se llevan todo, los de en medio solo el olvido.

    Ni duda cabe, el inmortal en “las Meninas” es Diego Velázquez con el Selfie más celebrado de la historia con cargo a Felipe IV. En nuestro tiempo, los sorprendidos y celebres actores fueron chamaqueados y hábilmente capitalizado su pequeño ego por la inteligentísima jugada de una compañía que es la ganona con el Selfie hollywoodense.

    Aun cuando el selfie es ego y este es más difícil de apaciguar que un cáncer, y aun cuando muchas de nuestras acciones llevan algo de selfie, ¿Podemos ser tan hábiles como Velázquez para que nuestros afanes vayan hacia donde realmente trascendamos? ¿O el ego nos hace tan manipulables para que nuestras mejores virtudes sean utilizadas astutamente por otros, aun cuando en la foto aparezcamos nosotros, como la infanta Margarita hace varios siglos o Angelina semanas atrás?

Mis magdalenas de Proust

Publicado el 07 de Abril de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      Antes de que un purista o intelectual me desdiga: No he leído completo En Busca del Tiempo Perdido; y es que aún no se me ha cumplido ese insano deseo de caer unos añitos en la cárcel para tener tiempo de leer todo lo que quisiera con cargo al erario. Pero sé que en su obra, Marcel Proust constantemente hace referencia a la evocación del pasado que le produjera en una ocasión el sabor de una pieza de pan remojada en té, recordando con esa mezcla los momentos de la infancia.

    De ahí que el término Magdalena de Proust se utilice como recurso para relacionar eventos presentes con pretéritas cosas a causa de la repetición de una experiencia sensorial. Sabores, texturas, olores, sonidos, climas y un sinfín de cosas más nos sorprenden de cuando en cuando al traer a nuestra mente algo que creíamos olvidado.

   El sabor a pan tostado con mantequilla y azúcar me hace recordar a un montón de niños, pubertos y jóvenes arremolinados en torno a la mesa de la cocina de mi tía Conchita. Dentro de tantas diferencias entre tantos primos existía un factor común que nos mantenía unidos: Compartíamos la misma sangre, entendida más como formación que como genética. Al pensar en aquellas sabatinas y dominicales mañanas, de alguna forma reconozco que esa proustiana sensación también me hace conocer un poco lo que es la ley de la selva: O pepenabas el pan y la leche, o esperabas a la siguiente tanda bajo el riesgo de que despertasen los primos mayores y arrasaran con el desayuno.

También con el olor a plástico evoco mi primer trabajo en una zapatería donde vendíamos sandalias de caucho y tenis con suelas de hule durante el verano, zapato escolar antes de finalizar vacaciones y botas en la temporada navideña, todo desde cuestiones de tendencias más que de necesidades ya que en Saltillo utilizábamos las botas vaqueras durante todo el año y podíamos (podemos) ver a mujeres en huaraches en pleno invierno; el aroma de la madera procesada lo reconozco desde lejos y hasta en mínimas dosis gracias al oficio que ha puesto el pan en mi mesa en las últimas dos décadas; el sonido que produce una lata de cerveza al destaparla tiene también agradables repercusiones así como en otro contexto acariciar el cabello de mi pareja. Y para la mayor parte de la gente, la vista y sonido del inmenso mar está siempre llena de recuerdos y ansiedad.

    Luego las magdalenas de Proust mutan también a agridulces memorias y brincan así a cuestiones negativas: El sonido y olor que despide el escape de un motor de dos tiempos (motocicleta) hace que me duelan los cinco dedos de mi pie derecho y la clavícula, caminar por los pasillos de la escuela aún a treinta años de distancia me sigue revolviendo el estómago, escuchar el discurso de los políticos me produce lo mismo que a ti y la peor experiencia que he tenido fue cuando el olor a pólvora dejó de ser mi magdalena de un ambiente de cacería cinegética para convertirse en la certeza de estar muy cerca del peligro en las calles de nuestras ciudades.


     Y pues sí, se me acaba la hoja así como la semana y el tiempo para entregar mi columna, así que para terminar te diré que en estos días tuve ocasión de tomar una fría limonada, y no supe si mis magdalenas de Proust eran felices por el refrescante sabor durante un cálido día o si eran tristonas por la nostalgia de cuando el tequila era lo caro y el limón el complemento, de cuando los agricultores eran respetados en sus afanes y los consumidores en su inteligencia, de cuando los economistas sabían de lo que hablaban. 

La falsa lluvia y los secos lirios

Publicado el 30 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      Aún con la falsa lluvia los lirios morían junto al estanque, ¿Sabrían aquellos hombres, mujeres y niños que todo aquello podría ser un espejismo? Solo a la distancia alguien sabrá si lo era, pero era lo que les tocó vivir en su época.

     Los niños se mojaban felices bajo el majestuoso torrente de agua sin reparar en que aquello era una falsa lluvia. Mientras tanto, algunos de los varones adultos merodeaban cerca de ahí, reconociendo el terreno en esa práctica inscrita con fuego en el ADN masculino que ha acompañado al humano desde que adquirió conciencia tras la escisión con otros primates: La caza. Y aunque las presas escaseaban y quizás no tenían ellos el conocimiento o concepto de lo que era el edén, se sentían en lo que otros dirían que es el cielo.

    Más allá estaban algunas mujeres que salían de lo que se podría considerar un hogar en busca de mejores o nuevas oportunidades para su vida, y porque no, también cazaban; La liberación femenina ya estaba dentro de su genética. Había otros grupos de hombres y mujeres también guarecidos de la falsa lluvia bajo una especie de tejaban, daban cuenta de lo que podían comer en aquel paradisiaco sitio: Gruesos y jugosos trozos de carne roja con la sangre escurriendo, piezas de aves desplumadas sin más condimento que lo que unas brasas puedan dar, y los menos, consumían incluso pescado.
   Por supuesto, nunca hay nada nuevo bajo el sol y los niños jamás acudían al llamado para comer sabiendo que más tarde sus estómagos lo reclamarían. Todos sentían que eso era disfrutar y vivir la vida, nadie en su sano juicio podría cuestionarlos. Pero en algunos existía un vacío muy difícil de explicar. ¿Todo aquello podría ser un espejismo?

    Todos confluían en torno al pequeño estanque donde extrañamente los lirios morían a su alrededor a pesar de la humedad de aquella forma de presa y aún con la falsa lluvia que sin falta aparecía en algún momento del día.

    Las mujeres tenían la sensibilidad para apreciar cierta belleza en aquel ambiente pero no escapaba a sus sentidos la sensación de que aún donde hubiera alimento, agua e incluso un puñado de árboles, la naturaleza se extinguía. Los hombres difícilmente se daban cuenta del entorno en cuanto a estética, la configuración de su cerebro hacía prácticamente imposible apreciar cualquier cosa que no estuviera en los rasgos más característicos de su género: La caza como ya lo dijimos antes y la seguridad de los suyos.  

     Terminaron de comer un hombre y una mujer al tiempo que volvía a caer la falsa lluvia. Tres niños acudieron al llamado de su madre cuando de repente, el cielo se encapoto tornándose más gris que azul y en cuestión de segundos la verdadera lluvia caía sobre los cuerpos de niños y adultos despojados ya de falsas poses.

     La falsa lluvia que expulsaba cronométricamente la moderna fuente ya no era necesaria y los lirios que morían junto al estanque no sobrevivirían ni con la lluvia del cielo porque no eran nativos de esa zona. Mientras corrían hacia su auto, de pronto la madre se quedó parada para disfrutar y sentir la lluvia junto a la pila de agua artificial rodeada por las mesas del restaurante, su pareja hizo lo propio alzando la cara al cielo permitiendo que las gotas cayeran sobre su rostro. Ambos se dieron cuenta de que ahora si, efectivamente aquello podría parecerse al  paraíso.

     Los miraban perplejos bajo el techo los demás comensales y los varones que estaban de cacería se sonreían con las mujeres que buscaban también algo más en su vida. Algunos de ellos se conocieron en esa tarde de verdadera lluvia, otros seguirían su periplo persiguiendo la razón de una vida.

Los ladrones no dejan dormir

Publicado el 23 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia


    Eran las tres de la mañana. Estaba profundamente dormido seguramente soñando con un México mejor cuando me despertó mi hija. Me dijo que no la dejaban dormir los ladrones. Apenas escuche la palabra y me levante de inmediato,- ¿Qué dices?-, le pregunté tratando de no evidenciar el pánico que sentí. -Ya te dije- respondió,- no puedo dormir por culpa de los ladrones, los acabo de oír por la ventana de mi cuarto-.

    Dentro de todo el shock que yo sufría me di cuenta de la tranquilidad que mi hija demostraba ante tales circunstancias y no supe si lo que sentí fue orgullo de comprobar que confiaba ciegamente en su padre o miedo de corroborar que los niños no miden el peligro en el que pueden verse inmersos aún sin darse por enterados. Le pedí que se quedara junto a su madre mientras yo iba a dar un vistazo.

   Como usualmente sucede en las películas, me pasó lo que tantas veces hemos visto en esa forma de humor tan eficaz que es la parodia: Como en casa no guardamos armas, estuve de un lado a otro en lo que pareció una eternidad buscando algo que me sirviera para intentar defenderme. De la cocina corría a la lavandería, de ahí a una repisa de un corredor y regresé de nuevo a la cocina; pase del bate de béisbol a un pisapapeles, de eso preferí una escoba y finalmente me decidí por un cuchillo cebollero al que muy tarde recordé que le faltaba filo.

     Siguiendo el manual para emergencias que algún día leí y que debería ser más difundido que el manual de Carreño, encendí algunas luces para hacerle ver a quien estuviera afuera que adentro nos habíamos percatado de su presencia. Esto siempre será más eficiente que el tradicional e inocente “¿Quién anda ahí?”, y como la teoría dice que la mayoría de los ladrones de casa son personas con un bajo sentido de auto confianza además de estar en territorio ajeno, se dice que les basta saber que han sido descubiertos para desistir de sus planes.
    Encendí luego los focos exteriores para tener la claridad de visión necesaria y entonces apagué nuevamente todo el interior de la casa para aventajar en el conocimiento del terreno y por supuesto en la visibilidad. No pude ver nada raro, no escuche nada fuera de lo común tampoco; solamente estaban esas auténticas caricaturas de lo que es un guardián del hogar, nuestros perros Goliath y Burbuja.

     Volví entonces a la cama convencido de que no había nadie ni nada que amenazara a mi familia. Mi hija ya estaba dormida en mi cama y no daba muestras de haber escuchado ruidos perturbadores minutos antes. Me calme pensando en la dificultad que alguien tendría para llegar hasta alguna ventana de la casa. No vivíamos en un fraccionamiento privado, pero la casa se encontraba rodeada de propiedades individuales que a su vez colindaban con más predios particulares, todo en terrenos rústicos que hacían que la privacidad fuese posible por una cuestión de urbanismo (falta de) y no de bardas o guardianes. Así me dije que para acceder hasta mi hogar se tenía que pasar por varias viviendas que contaban también con sus respectivos canes, que si bien no son los mejores celadores al menos hacían las veces de alarma sonora.

     Por supuesto que el sueño, al igual que lo que hubiera despertado mi hija, se había ido. Intente leer un poco pero no pude concentrarme y no tenía humor de hojear uno de esos libros ligeros que algún maestro bautizo como de cuarto de baño. Ya con el alba, empezaron los gallos a cantar y enseguida los perros se pusieron a ladrar.

    Despertó de nuevo mi hija y me dijo: -Ya lo ves, ahí están otra vez esos perros ladrones-.
   -No se dice ladrones- la corregí, - lo correcto es decir ladradores-.
   -Es lo mismo, de cualquier forma me entendiste- respondió ella con ese tono que usan los hijos para hacer olvidar a un padre cualquier noche de insomnio. Ella volvió a dormir. 
      Y yo volví a soñar.


Nenikékamen Chivita

Publicado el 16 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

   La Chivita puso su parte. Y si Dios quiso y puso la suya, ayer sábado, Don Alfredo Castillo Solís (alías La Chivita) debió completar la increíble hazaña de completar 64 maratones en poco más de dos meses corriendo alrededor de la Alameda de nuestro Saltillo. ¿Qué es lo que motiva a un hombre para emprender tan descomunal reto?

   Pongamos primero las cosas en perspectiva. Aunque la historia oficial nos cuenta distintas cosas, el romántico mito dice que cuando los Griegos vencieron a los Persas en la batalla de Maratón en 490 a. C., Filípides fue el encargado de llevar la buenas nuevas hasta Atenas para evitar un suicido masivo, recorrió cerca de cuarenta kilómetros sin parar y cuando llegó, solo alcanzo a decir nenikékamen (hemos ganado) y cayó muerto. Así fue que cuando los griegos organizaron los primeros juegos olímpicos modernos a finales del siglo XIX, encontraron en la leyenda de Filípides el gran evento que remitiría a la antigua Grecia las nuevas olimpiadas. Entonces tenemos que la prueba del maratón consta originalmente de correr cuarenta mil metros –a partir de los juegos olímpicos de Londres 1908 se agregaron dos mil 195 metros para que la carrera iniciara en el Castillo de Windsor para que la Reina pudiese presenciar la salida sin abandonar sus aposentos-.

     Luego de esos virtuales viajes en el tiempo y el espacio hasta Atenas y Londres, regresamos nuevamente al Saltillo de La Chivita, este hombre que durante medio siglo se ha ganado el pan construyendo miles de casas con sus propias manos y que durante cerca de cuatro décadas a avanzando kilómetros suficientes para darle sobradamente la vuelta a la tierra impulsado por un gran corazón y por sus propias piernas. Tuve el privilegio de acompañar a Don Alfredo el miércoles pasado durante un rato de su largo compromiso esperando entablar una buena plática que me ayudase a entender los cómos y porqués de su epopeya; pero, con veinte años de diferencia en edades a mi favor, la diferencia en capacidades atléticas era aún más ancha en favor de él y no pude aguantar el impresionante paso que llevaba. Poco pude hablar con él pero fue suficiente para entender su sentir.

       Aquejado por el desempleo, coincidiendo con su cumpleaños y en agradecimiento a Dios por una vida dónde ha podido convivir con su familia por tres generaciones ascendentes y otras tantas descendentes, La Chivita resolvió enviar un mensaje de esperanza a quienes habitamos un planeta sobrepoblado dónde las oportunidades se evaporan ante la feroz competencia en cualquier campo, dónde las circunstancias de ascendencia y relaciones influyen más que las de capacidades para acceder a esas oportunidades, y es por eso que personas como La Chivita se vuelcan en asombrosas proezas para conseguir por pura voluntad y de forma unilateral algo único que nos demuestra de lo que somos capaces, dejando pasmado a un mundo que a muchos niega un futuro al enviar distintas y duras pruebas sin más armamento para combatirlas que nuestra mente, cuerpo y espíritu.

    Desde mi entender, la heroica gesta de La Chivita reivindica los esfuerzos de todos aquellos que se suben a un escenario y no han recibido un Oscar, a quienes ingresaron a la política por ideología y pareciera que su misma convicción los aleja de la posibilidad de aparecer en una boleta, a los que han emprendido negocios y ven sus esfuerzos vanos para convertirse en el próximo McDonald´s, a los que dejan todo su entusiasmo cantando en un Karaoke porque no hay más espacios, a los cientos de miles obreros saltillenses que día tras día y durante años despiertan antes que el sol para llegar a sus trabajos, a los que juegan fútbol llanero sin esperanzas de pisar jamás el césped del estadio Azteca y claro, a quienes participamos en carreras de fondo bajo la filosofía de José Alfredo Jiménez: No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar. En fin, a todos los que son movidos por sus pasiones más que por sus razones.

     Y no creo equivocarme al decirle a Don Alfredo “La Chivita” Castillo Solís que a nombre de todas aquellas personas que en nuestros corazones queremos pero que en nuestras realidades no podemos, que su esfuerzo bien ha valido la pena porque hoy muchos nos sentimos inspirados por su titánico logro y bien podemos  decir que gracias a La Chivita, nenikékamen (hemos ganado).

cesarelizondov@gmail.com

Y después de la fiesta, ¿Qué?

Publicado el 09 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      En memoria del tío Lalo, colega cursillista.

     Era una fiesta dónde bien valía la pena estar y tenía una cava espectacular que más tarde te detallaré. Pero yo no podía disfrutar como quisiera porque sabía que en algún momento me tendría que ir a dormir y mis pensamientos eran dominados por una vieja y recurrente angustia: No sabía si tendría agradables sueños en paradisiacos lugares, ignoraba si sufriría de infernales pesadillas, o peor aún, me martirizaba pensar que quizás al estar dormido simplemente caería en un aburrido y oscuro estado de inconciencia.

     Tenía entonces un buen rato en esa fiesta. ¿Quién me había invitado a esa fastuosa y atractiva celebración?, no lo sabía ni me importaba mucho saberlo. Además de la cava, había una especie de barra libre que ofrecía todo tipo de brebajes, y, sabiendo que tendría que ir a dormir más tarde, no tuve empacho en probar y mezclar diferentes bebidas acompañadas todas ellas de suculentos platillos. 

     Mi primo Rodolfo abandonó temprano el lugar; luego mi padre, quien ciertamente disfrutaba de la fiesta, tuvo que irse antes de lo que todos pensábamos por una indisposición. Un rato después se fue mi tío Jorge y le siguió el tío Lalo, a quien solo al despedirse supe que me unía un vínculo muy especial.

    Entre todo eso la fiesta continuaba siempre repleta de familiares, amigos, y por supuesto, gente desconocida que le daba color a todo aquello. Como en toda reunión de ese tipo, hablar con gente embriagada por sus elecciones tenía una doble vertiente en la que uno mismo habría estado en ocasiones: Admirar la pasión con la que algunos te hablaban y tolerar en otros el mal aliento que por sus bebidas despedían.

    Repentinamente me di cuenta que a pesar de estarla pasando bien, sentía que algo me faltaba para disfrutar más de la noche y para alcanzar ese buen dormir que más tarde necesitaría. Necesitaba hacer una elección.

     Decidí acercarme a un pequeño grupo dónde había personas que parecían disfrutar de lo que hablaban, o al menos se notaban bien contentos. Eran conocedores y disfrutaban de un excelente vino. Ahí, entre otros más, Javier me inició en cómo era que se debía tomar aquella bebida, Luis me explicó la diferencia entre tomar el vino en un simple vaso o en una copa de cristal para degustarlo mejor. Mi amigo experto en el tema, Mario, se ofreció a guiarme para que la experiencia fuera trascendental. Por supuesto, me emborraché.

    Y en medio de la fiesta, totalmente embriagado y rodeado de gente, me di cuenta que ya no temía por lo que pasaría cuando diera la hora de dormir. Esperaba que la fiesta se prolongara un buen rato más y por todo lo que había ingerido no sabría decir si en mis sueños cuando durmiera estaría en paradisiacos lugares o en infernales pesadillas, pero tenía la absoluta certeza de que el estado de aburrida y oscura inconciencia no existiría.    

     Ahhhh si, me olvidaba de la cava: Aunque no estaban ahí todas las bebidas del mundo, la selección era bastante generosa y popular. Había distintos y excelentes vinos de mesa como el vino Siddharta, el vino Abraham, el vino Mahoma, el vino Jesús y el vino Vedas o Karma. Por supuesto que en la barra libre también estaba la cerveza Money, el licor del Poder, Tepache Mi mismo, el brandy Hedonismo, una bebida energizante llamada Body-Sport y no podían faltar los botellines de la simplista, incolora, inodora e insípida agua de marca Ateo, muy confundida por su indiferente naturaleza al agua endulzada Agnóstica.

 Decidir entre tantas opciones no fue una cosa tan complicada para continuar la fiesta y seguirla cuando me vaya a dormir, mi elección se fue por lo más obvio: Lo que había visto un poco en mi hogar y que durante mi paso por la escuela estuvo siempre al alcance de la mano, el vino Jesús.
  

cesarelizondov@gmail.com








La Película al Revés

Publicado el 02 de Marzo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

     En la primera escena de la película aparece Rita llorando amargamente mientras sostiene el cuerpo inerte de su hijo que ha sido baleado, asemeja a la imagen de La Piedad. Caos total cuando cientos de personas no saben a ciencia cierta lo que ha pasado en un evento para toda la familia dentro de un sitio público, han atestiguado la muerte de varios inocentes.

    Los sicarios no iban por ellos, pero estaban en el lugar y era el momento incorrecto; las sorpresivas ráfagas fueron repartidas indiscriminadamente ya que para liquidar a quien debían era imposible hacer tiros de precisión en medio de tanta gente. El fin justifica los medios. Una sola bala cuyo precio en el mercado negro cuesta un poco más de un dólar fue suficiente para acabar con la vida del hijo de Rita.

    La película corre hacia atrás, y entonces vemos como la bala abandona limpiamente el cuerpo del niño y regresa hasta el cargador del rifle automático entrando por el cañón. De la mano del asesino pasa a una caja llena de municiones que le fue entregada antes de abandonar su guarida.

    Dentro de su escondite, las armas y consumibles salieron de una pequeña bodega llena de granadas, perdigones, equipos de comunicación y demás artefactos utilizados por el crimen organizado. Contiguo a ese cuarto se encuentra una pequeña habitación habilitada como oficina de cuyo escaso mobiliario sobresalen un viejo escritorio de lámina y algunos gabinetes repletos de fajos de billetes. Por esa oficina se cruzan macabras historias, confluyen muchas que tienen distintos orígenes a la de Rita, y terminan otras con similitudes en la tragedia final.

    Semanas antes y sentado ante su también oxidado escritorio, el encargado de la lúgubre oficina tomó varios fajos de billetes de los gabinetes para hacer el pago de las balas a quien se las consigue. De ahí, nuestra película toma otro rumbo hacia el pasado y deja de seguir a una bala para continuar su decurso con el fajo de billetes que la pagó.

     Ese dinero llegó a aquella casa procedente de la calle, entre el fajo iba un arrugado billete de veinte pesos marcado con una cita bíblica: Quien se opone a la autoridad se rebela contra un decreto de Dios, y tendrá que responder por esa rebeldía. San Pablo, Rom 13, 2

     El maltrecho billete fue recolectado unos días antes a un comerciante que tiene algún tipo de sociedad con los moradores de la casa. Este es un distribuidor de películas y discos piratas que a su vez tiene una red desde dónde atiende a pequeños puesteros y a comercios establecidos para que hagan llegar hasta los consumidores su mercancía. No hacia mucho, había reñido con uno de sus clientes que le había entregado aquel billete marcado, pues corría el riesgo de que nadie le aceptara ese dinero como pago.

    Ese penúltimo eslabón mantiene el contacto con el consumidor final. Y unas horas antes de hacer el pago por lo que debía, el último vendedor había recibido ese billete de la mano de un comprador que había adquirido un cómico filme de Walt Disney. Ese consumidor final de la piratería, del contrabando y de los giros negros, era Rita.


      Lo más triste de la película de Rita es aparecer en ambos extremos de la historia, mientras que la mala suerte de unos pocos inocentes es estar solo en el trágico final. Pero el pecado de la mayoría de nosotros es ser quien inicialmente suelta ese arrugado billete en cualquiera de esos oscuros pero muy populares caminos que confluyen antes de la tragedia final en ese viejo escritorio de esa habilitada oficina.    

  cesarelizondov@gmail.com

Los Juguetes del Sicariato

Publicado el 23 de Febrero de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

      Plática que algún día escuché entre jóvenes padres de familia haciendo gala de ignorancia en una faceta de esa mexicanísima práctica que intenta medir hombría a través de los hijos: Ja,ja,ja,ja, compadre -dijo el primero-, ponle atención a tu hijo porque está jugando con una Barbie, se ve que le gustan las muñecas. Por supuesto que le gustan las muñecas –contesto el otro alterado-, lo más natural del mundo es que a un hombre le guste el cuerpo de la mujer, malo sería que jugase con figuras masculinas como el tuyo, señal de que le atraen los hombres.

     Claro que es una exageración cargada de homofobia y cultura machista descalificada desde un mínimo análisis pedagógico, docente o psicológico. En la temprana infancia un niño juega con cualquier objeto porque sus sentidos están ávidos de descubrir nuevas cosas y todo lo que cae en sus manos es caso de estudio. Pero el ejemplo sirve para ilustrar la inocencia de autoridades y sociedad cuando se piensa que los juguetes son precursores de una realidad.

     Si los juegos infantiles fueran indicios de lo que el futuro depara, no andaríamos tras el autógrafo del Chicharito porque nuestro primo habría sido la estrella del Real Madrid; el grandote de la escuela habría usado el cuerpo más que su cerebro para lograr el éxito que alcanzó; la vecina pesaría 150 kilos porque le gustaba jugar a las comiditas y la verdad es que hoy sufre de anorexia. Y por supuesto que sí, todas las que de niñas jugaron a ser mamas tendrían que dar largas y penosas explicaciones a sus padres durante algún momento de la juventud conforme los meses avanzaran.

     Pero no se trata de descalificar los intentos de distintos gobiernos por impulsar campañas cuyo espíritu nadie podrá cuestionar al ser política y socialmente correctas, pero si debemos señalar la anuencia de una sociedad que le endosa al Estado la responsabilidad y método para hacerse cargo de una tarea que al democratizarla o generalizarla como política pública, se convierte en un tipo de paternalismo ideológico en el que desgraciadamente termina por quedar arrumbado el mejor esfuerzo  que debería hacer la gran diferencia: La formación dentro de la familia.

    No puede –ni debe- un gobierno entrar en tu casa para darle formación a tu familia. No puede una política pública evitar que nuestros hijos hagan sentir cómodos a quienes facilitan y propician la decadencia social cuando “likean” sus publicaciones en redes sociales y cuando los adultos los recibimos con los brazos abiertos en las mismas entrañas de las escuelas, iglesias, clubes sociales, gremios, centros de trabajo, hogares y otros grupos.

    Los juguetes del Sicariato no son las pistolitas de plástico ni los violentos videojuegos que a pesar de todo los podemos entender tan lejanos a la realidad cuando comprobamos en el boliche que las horas invertidas jugando con el Wii no han acrecentado en nada nuestras limitadas habilidades físicas.

    No, los juguetes del Sicariato se llaman dinero fácil, alcohol a menores de edad, cerveza clandestina, padres que no saben dónde ni con quien duermen sus hijos, hijos que no saben en que trabajan sus padres, culto al poder en cualquiera de sus manifestaciones. Pero sobre todo, la receta para formar delincuentes se cocina cuando tanto educadores como familiares y amigos solapamos y en ocasiones incluso aplaudimos los pequeños abusos, vicios y delitos de los menores escudándolos en la torpe creencia de que si los demás lo hacen, debe ser imitado para no ser marginado.


cesarelizondov@gmail.com

Matrimonio Gay y Adopciones

Publicado el 16 de Febrero de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

         Hipotéticamente, ¿A quién confiarías la formación de tus hijos? ¿A un ludópata, al alcohólico, al que consume drogas, a un sacerdote, al macho, al homosexual, al güevon? Por supuesto que son estereotipos sujetos a mediciones, pero en mayor o menor grado cada uno de nosotros tiende a distintas debilidades.

    ¿A dónde vamos a parar? Se preguntan los conservadores. ¿Por qué no? Preguntan los liberales. Habría que partir del hecho de que ambos extremos tienen sus buenas y poderosas razones para inclinarse por una u otra vía en el tema de matrimonio entre personas del mismo sexo y el derecho (o responsabilidad) de adoptar por parte de los mismos. Meternos al detalle de las leyes y reglamentos que norman estas acciones sería ocioso desde el punto de vista social, ético o moral; esos pormenores son cuestiones meramente legales.

     En una visión moralista habrá quienes desechen cualquier tolerancia desde el argumento de la anti naturalidad de la unión sexual entre el mismo género, y por ende, la falta de credibilidad o valores para educar. Y desde el lado liberal otros dirán que en muchísimas más ocasiones de las que desearíamos, el matrimonio convencional ha sido un auténtico calvario para las parejas y el peor de los infiernos para los hijos.

   Pero, ¿No es antinatural también la forma en que procesamos y conseguimos los alimentos? ¿Es siempre natural la forma en que engendramos un nuevo ser o como negamos a otros la posibilidad de la vida? ¿El matrimonio gay es garantía de no caer en los mismos errores que la unión entre diferentes sexos? ¿Es la homosexualidad una condición que evita caer en los vicios y problemas de los heterosexuales?

     El problema con quienes no aceptan la diversidad por cuestiones religiosas, filosóficas, naturales o de posición social, es más parecido a la forma de Hitler que a la forma de Cristo, por citar ejemplos de hombres que cambiaron el rumbo de la humanidad y que ciertamente tenían seguidores. El problema con quienes ejercen su sexualidad más allá de la libertad que las costumbres tradicionales aceptan, es que exigen los derechos que por su condición no deben de perder, pero se niegan a aceptar que socialmente su condición debe ser tratada de forma tan especial como la del alcohólico, del drogadicto, del ludópata, del macho, del sacerdote, del güevón. No se les  excluye de la sociedad, pero se les exige no contaminar ambientes.

    Es un estilo de vida escogido en dónde merece ser reconocida su existencia con los derechos que esto conlleva, pero también habrían de aceptar que no hay porque reconocer virtud en algo que no es visto con buenos ojos por una aplastante mayoría cuando la ciencia ha establecido que la homosexualidad es cosa de elección y no de nacimiento.

   La unión entre dos personas de edad adulta no tiene por qué afectar a la colectividad siempre que respeten los códigos sociales establecidos, para lo cual desde un principio, y por más dudas o prejuicios que alguien tenga, les asiste el beneficio de la duda.


  Pero la adopción implica a una tercera persona que no tiene opción de elegir (al igual que para una adopción convencional), y ahí es donde la más conservadora ala de la sociedad le pide a los liberales que también ellos extiendan el beneficio de la duda a los matrimonios convencionales. Y que si su deseo es dar amor y protección incondicional a un ser indefenso, empiecen por aceptar que lo mejor siempre será ser el niño común de la escuela, rodearlo de ambientes propicios, darle una infancia normal, con un hogar convencional, en una familia no disfuncional. 

cesarelizondov@gmail.com