La interesante postulación del profe


publicado el 07 de mayo de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


     No quiero perder tu atención, estimado lector. Dame el beneficio de la duda antes de tildarme de palero, agachón o moreirista, y termina de leer la columna para que comprendas mi punto; y así, te sumes a la oportunidad de enviar el mensaje correcto a la gente correcta.

     Ya lo sabes: nuestro exgobernador, Humberto Moreira, ha sido inscrito con todas las de la ley para acceder a una diputación por la vía plurinominal en la próxima legislatura local. Y sabemos pues, que las representaciones plurinominales son una bonita forma de acceder a congresos sin haber plasmado nombres y apellidos en boleta electoral alguna. Chulada de sistema democrático, sin duda.

     Recordando nombres y celebres frases de Manuel Bartlett en el escenario nacional (se cayó o calló el sistema), o el no menos monumental “son costumbres históricas” de Horacio del Bosque aquí en el ámbito local, nos remitimos a los casos en que la sociedad mexicana ha sufrido la imposición por vía plurinominal de los más excelsos ejemplos de los malos cachorros de una revolución que de tanto manosearla, terminó en prostitución.

      Y claro que desde luego que por supuesto que sí: miles de mexicanos y coahuilenses pusimos el grito en el cielo cuando el partidazo y sus reyezuelos llevaron a las encarnaciones de sus peores estereotipos hasta importantes curules sin despeinarse y sin asolearse, sin gastar suela, sin cargar niños para la foto ´pal face. Vaya, sin siquiera bailar cumbias.

    De ahí lo diferente y lo interesante en la postulación de Humberto Moreira: esta vez, el candidato plurinominal es el principal encargado de ganar los votos; esta vez, el partido no tiene ninguna estructura que ofrecerle a su candidato; esta vez, el candidato esta ahí porque el partido que lo postula, no espera que su gallo le controle un congreso a modo para atropellar a quien se le ponga enfrente. Esta vez, la fórmula es inversa: el candidato es el partido.

    ¿No era eso lo que queríamos? Que cada diputado se ganase en las urnas su lugar en el congreso. En cuanto a la estrategia para llegar a un congreso por vía de representación proporcional o plurinominal, el caso de Humberto Moreira ante los de Bartlett y Horacio, se cuece aparte. Aquellos eran un lastre que su partido escondía, en cambio aquí y ahora, Moreira es lastre de otros partidos, pero principal y único activo del que lo postula.

     Entonces la cosa esta así: Humberto Moreira tiene que ganarse a pulso su lugar en el congreso, ningún partido se lo va a regalar, él está cargando al partidito ese. Y ahí, luego de un buen rato de aburrida lectura, entras tú como ciudadano en el escenario con tu credencial para votar.

    Porque todo este show de los plurinominales tiene que ver con porcentajes de votación, el voto de los inconformes es mucho muy importante para la conformación del nuevo congreso local. A mayor votación, menos posibilidades para que una persona con una aceptación acotada pueda llegar al congreso. Porque estarás de acuerdo conmigo en que hay partidos e individuos que tienen una votación segura gracias al asistencialismo clientelar (desde despensas hasta adjudicaciones) que se traduce en voto duro, pero precisamente ahí es dónde quedan acotados: no pueden, ni con todo el oro y gasto del mundo, sumar un solo voto más por convicción, idealismo o razonamiento.

     Te invito a que no permitas que lleguen al Congreso de Coahuila quienes desperdiciaron su oportunidad, sal a votar el primer domingo de junio para que el voto inteligente, libre y razonado de la mayoría ciudadana, se imponga al voto duro y del miedo, del asistencialismo clientelar y del derroche de quienes habiendo podido trasformar a Coahuila, simplemente lo endeudaron. Y no sólo hablo del Profe.





   

Un día en el estadio


Publicado el 30 de abril de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


Para Mari Fer y Axel, para Rosca, Ana Vic y Miranda

      Para mí, que Borges era un idiota. Iba el sábado pasado por la tarde hacia Monterrey con la pasión en el estadio de los Rayados y la oración en la congregación de los Juaninos.

   Con la oportunidad de apadrinar a Axel, me tocó la mejor parte del programa Un Día en el Estadio, iniciativa creada por una familia saltillense que busca llevar niños a disfrutar de un buen partido de fútbol al estadio BBVA, en Monterrey. Esta vez, también de la mano de la asociación Luchando por Ángeles Pequeños, nos acompañó María Fernanda, quien fue la primera mujer que el programa llevó a ver a su equipo favorito.

     Si has estado ahí sabrás de lo que hablo, si no, te lo platico: Nuestros asientos estaban justo a un lado del sitio donde se concentra la Adicción, ese grupo de aficionados Rayados que tienen su lugar reservado junto a una cabecera del estadio, esa fanaticada que pasa los noventa minutos del partido entonando cánticos, brincando y bailando al son de las apasionadas letras, tambores, cornetas y demás instrumentos que hacen de un sábado cualquiera, una experiencia de vida.

     Del fútbol visto ese día poco puedo decir, desde mi incompetencia en el tema me aventuro a pensar que deportivamente, el espectáculo habría quedado a deber. Pero ahí es precisamente dónde Borges demostró su idiotez. Y es que recordarás o podrás consultar, amigo lector, cuando el cuentista argentino dijo algo que con tiempo se convirtió en la más recordada cita de un pensador con respecto al fútbol: Una pobre circunstancia. “El fútbol es para estúpidos”, se le atribuye a Borges esa frase que no dijo, pero que dejó entrever.

     Pero es que Borges quiso entender al fútbol como quiso entender al universo y la vida, y eso si acaso, lo habría hecho solo cuando hubo de ver rondando a la muerte. Porque el fútbol como la vida, estarás de acuerdo conmigo, son para disfrutarlos siempre, nunca para analizarlos. Y es que uno no va a ponerse analizar porque chocar las manos y abrazarse con perfectos extraños cuando cae un gol del otro lado de la cancha, ni entiende uno como es que termina cantando a todo pulmón canciones con letras que harían parecer al marqués de Sade como un personaje de Disney, ni porqué mirar con respeto y consideración a quien viste la playera del equipo contrario y apesadumbrado camina hacia la salida, ni porque atesorar como souvenir los vasos plásticos que pronto cambiaran su vocación de la festiva cerveza en el estadio, al aburrido cereal frente al televisor.

      Al final del juego, ya no supe si en la mirada de Axel era más grande su dolor por la derrota de Tigres o su satisfacción por haber comulgado con más de cincuenta mil personas que nunca nos preguntamos porque estábamos ahí, sino que nos respondíamos que había valido la pena gastar la tarde-noche de un sábado por vernos reflejados en once jugadores por cada escuadra que hacen sobre una cancha lo que nosotros hacemos en nuestras oficinas, trabajos, casas y escuelas. De regreso a nuestro Saltillo, me supuse que la alegría de Marí Fer por el triunfo de sus Rayados podría aliviar un poco la pesada lucha que libra días tras día ante una adversidad que ella no escogió, pero que con fortaleza enfrentó. Y no podía sino reflexionar como es que aquellos que saben de lo que trata la vida, escogen hacer de su paso por este mundo un camino de verdades, un camino donde es claro que se recorre no buscando una explicación o un destino, sino encontrando satisfacción en lo que hacen.

    Se dice que Borges murió amargado al no encontrar las respuestas que buscaba y, vaya ironía para un escritor, no supo metaforizar en un espectáculo como lo es el fútbol. Si por una vez Borges hubiera cruzado su camino con el Geras, o hubiera visto las miradas de Axel o Mari Fer en ese estadio, seguro hubiera entendido de que se trata la vida.  
cesarelizondov@gmail.com


    

    

Independencia, Revolución...Independientes


Publicado el 02 de abril de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


     Hoy, hoy, hoy; dirían los clásicos. Tan socorrido el voto del millennial en las campañas locales que hoy inician, y ellos tan alejados de una chispa que los prenda a reclamar ya no su futuro, porque ya los alcanzó el presente, y pronto los sorprenderá el pasado. También conocidos por algunos como la generación Peter Pan, los millennials no conocen lo que significa o de dónde proviene el estribillo del hoy, hoy, hoy.

   Y claro, aquellos que recordamos las campañas federales de inicio de siglo, generalmente asociamos aquella escena con la oportunidad perdida de un México mejor, de un cambio para bien, de un renacer mexicano y de un empoderamiento del pueblo. Pero no, nada de eso se cristalizó…… ¿O quizás sí?

    Aquí vamos: habremos de recordar cuando fue que iniciaron los movimientos importantes del México buscando ser, y luego ya siendo patria; entonces recordaremos que en 1810 inicia el movimiento de independencia y cien años más tarde la gesta revolucionaria. Pero, los mexicanos no fuimos independientes sino hasta 1821 y, si habríamos de poner una fecha para ver triunfar a la revolución, algunos dirían que la Constitución de 1917 marca esa fecha, mientras otros dirán que no hubo sufragio efectivo hasta bien entrados los años treinta.

      De manera que, al igual que en cualquier parte del mudo, la efemérides siempre festeja los logros del pueblo de acuerdo al momento en que fueron concebidos o compartidos los planes y sentir de la gente, aunque la cristalización de esa lucha se haya dado muchos años después.

     Por eso la importancia de que tú, miembro de generaciones anteriores a los millennials, les ayudes a recuperar ese México con el que algún día soñaste, y quizás hoy ya olvidaste. Porque considero que a nadie le queda duda, de que el cambio de colores que sucedió en el lejano año 2 mil, significó algo mucho más importante que un cambio de partidos o de siglas en el poder, significó la voluntad de un pueblo que reclamó una forma distinta de hacer política, y que a diecisiete años de distancia parece haberse perdido. Pero no….

     Y es que lo sembrado por millones de mexicanos sin partido que en aquel entonces se fueron en contra de un sistema caduco, corrupto y otras linduras que empiezan con “c”, apenas hoy parece que empieza a florecer con la realidad de candidaturas independientes a puestos de elección popular. Casi pasaron tres sexenios para que en Coahuila, la voluntad popular de principios de siglo para que en las boletas aparecieran personas que refrescaran el sistema partidista, se hiciera realidad. Igual que en 1821, o que muchos años después del Plan de San Luis, apenas hoy tenemos los ciudadanos la oportunidad de poner en posiciones de importancia, a gente sin importancia; en posiciones comprometidas, a individuos sin compromisos.

     No importa si hoy eres beneficiario del sistema recibiendo dádivas o haciendo negocios, tu sabes bien que no quieres ese futuro para tus hijos; no importa si hoy tienes todas tus necesidades materiales cubiertas, tu inteligencia te dice que hay necesidades más elevadas que lo material no cubre; no importa si consideras que hay una competencia del estilo David contra Goliat, tu sabes que si se puede; no importa si piensas que todo esta perdido, porque no lo esta.

     Háblale a tus familiares, amigos y compañeros de trabajo millennials del sueño que tuviste hace años, y platícales que, gracias a eso, hoy tienen la oportunidad de escoger a sus representantes entre una baraja más amplia y más competitiva. Y llévalos a votar el próximo 4 de junio, y dales así la oportunidad de que su presente, sea como aquel futuro que algún día imaginaste. 

Menudo-gate


Publicado el 12 de marzo de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia





Por César Elizondo Valdez





      Adoradores como son del “qué dirán”, fervientes creyentes de la imagen y no del contenido, populistas hasta la médula y alejados del común de la gente, dos de nuestros más insignes politicazos coahuiltecos, nos dieron en días pasados la dosis semanal de nota idiota: el menudo-gate.

     Si te lo perdiste, te lo platico: al virtual candidato a gobernador del estado y finalista (por no decir perdedor) de la misma carrera hace 6 años, se le ocurrió subir en sus redes sociales la foto de un suculento menudo con alguna expresión del tipo de que estaba disfrutando eso o algo así; al fin en campaña, quiso hacer un fácil click con los miles de coahuilenses que por media mañana de un viernes, luego de nuestro acostumbrado y querido jue-bebes, estarían almorzando o en su defecto añorando, el suculento platillo que tantas propiedades le hemos dado en el argot del desvelo mexicano y que a nadie fuera de nuestra patria le quedan claras.

    Todo bien hasta ahí, pero eso sí, con la escasa credibilidad que un tipo así pueda tener de ser pueblo, razita o camarada de verdad cuando no ande en campaña. Pero la primera carcajada vino cuando alguien sacó, por la misma y venenosa vía de las redes sociales, la fotografía con santo y seña del sitio web de dónde el candidote se había fusilado la foto del menudo que, entonces entendimos, ni siquiera lo probó; vamos, ni siquiera estuvo en su presencia.

      Y ahí habría parado el asunto. De no ser porque algún otro inteligentote, le susurró al oído a alguien cuya investidura no debería ser devaluada en andar haciendo payasadas, que se bajará a una pelea callejera y subiera una auténtica foto de un menudo realmente ordenado en un sito de la capital del estado, para mayores señas, de ahí dónde muy bien habría quedado el gobernador comiéndose unos tacos de tortilla maíz amarilla, tacos que sí son de lo mejor en la región.

      Que un gobernador se ponga a darle de patadas a un candidato Pitufo, aún sea de forma inocentona o juguetona, se me hace como cuando vienen Luis Hernández o Cabrito Arellano a jugar fútbol en los campos llaneros y además de la cerveza al final del juego, se quieren llevar el campeonato de goleo ante la horda de señores que cuentan con más canas que pelo, con más panza que hombros, con más ganas que técnica.

     Pero bueno, así las cosas en nuestra tierra. Al final del Menudo-gate ya no me quedó muy claro quién fue el que quedo peor parado: el que pretendió bajar del olimpo con una falsa foto para acercarse a quienes lo evitan; o aquel que, con toda la ventaja de preparar el golpe mediático y de color, de darle credibilidad a una foto, aunque nunca al timming, y pudiendo presumir conocimiento del sentir del verdadero hombre de a pie, terminó por equivocarse casi igual que su imaginario adversario. Porque, estarás de acuerdo estimado lector, que todos sabemos en Saltillo que los tacos son en Los Pioneros… pero el Menudo, poooorrr favor señores asesores del señor gobernador, ese es en el Morucho, ahí con Don Pablo.

cesarelizondov@gmail.com

Valor agregado, no es un impuesto


publicado el 26 de febrero de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia




Por César Elizondo Valdez




   ¿Por qué están destinados al fracaso los sistemas de economía socialista? Porque en sus afanes de igualdad no entienden el concepto de valor agregado. Ya has escuchado bastantes veces el supuesto: Sí el día de hoy, los medios de producción y el dinero se repartieran equitativamente entre todas las personas que habitan este planeta, para mañana por la mañana ya habría nuevamente desigualdad económica debido a la forma y ganas de trabajar entre unos y otros seres humanos. Eso es darle valor agregado a lo que hacemos.

    Por supuesto y hay que decirlo, existen otros sistemas o híbridos económicos abiertos que ponen muy cuesta arriba las cosas para quienes no han tenido la suerte de nacer con ventajas económicas o que la oportunidad nunca ha cruzado a su camino. Pero volvamos al asunto del valor agregado.

     Luego nos parece sospechoso y como que negativo el concepto de valor agregado porque lo asociamos al impuesto por consumo con que está gravado casi todo en nuestro país, el IVA, pues. Y si, el Impuesto al Valor Agregado es el dieciséis por ciento que se aumenta al precio que el proveedor le asigna a sus productos o servicios. Nunca he entendido por que mezclar el concepto de valor agregado con impuestos, un impuesto al consumo sería eso, gravar lo que adquirimos para tributar al gobierno, pero, ¿Por qué gravar (en el concepto) la productividad que implica darle un valor agregado a lo que hacemos?

      Ejemplos: el médico hace una consulta y expide un recibo dónde se cargan sus honorarios y el IVA. Ahí entendemos claramente que el valor agregado a una charla entre personas, radica en los conocimientos que el medico trasmite al paciente. El industrial toma un montón de piezas, las organiza, las arma y... Pumm!!, aparece un producto terminado; entendemos que el precio de venta no va a ser la suma de sus partes, porque el valor agregado es la forma, diseño y calidad de ensamblado que el señor industrial le ha dado a esas piezas sueltas. O el restaurantero que cocina el pollo con una receta secreta que nadie puede igualar, fija su precio en función del valor agregado que su receta le da al mismo pollo e ingredientes que otros compran. Igual es el conocido caso del escritor: toma el accesible y democrático abecedario para después entregar al editor los irrepetibles Cien Años de Soledad, la saga de Harry Potter o Matar un Ruiseñor, enorme valor agregado a los alfabetos iniciados por los egipcios cuando tienes el libro en tus manos. Entonces, ¿Por qué gravar el conocimiento del médico? ¿Por qué gravar la calidad en la manufactura del industrial? ¿Por qué gravar la propiedad intelectual de una receta, de un proceso único o la comercialización de una obra de arte?

     Claro y para no parecer candidatazo de partidazo populista hablando de impuestos, no hablo aquí ternuritamente de eliminar un impuesto necesario para el sostenimiento de las labores de los gobiernos, hablo del error por la forma en que se le llama. Llamarlo Impuesto al Consumo sería lo más apropiado desde el aspecto psicológico, esto para no dar un mensaje de inhibición a la productividad por estar gravada. En la forma o el nombre, se habría de gravar al consumo, no a la productividad; aún y cuando en el fondo, sea un mismo fin recaudatorio o de tributación.  

    Pequeños temas y debates que parecen no tener importancia como el nombre de un impuesto, los colores de un partido político, la caduca letra de un himno nacional, el centralismo y tantas cosas con las que nacemos los mexicanos y jamás cuestionamos, son lo que nos puede tener imantados al piso porque no vemos la necesidad de hacer las cosas diferentes, de hacer cosas inteligentes, de darle valor agregado a todo lo que hacemos.

 cesarelizondov@gmail.com


        

     

Un día sin maquiladoras en Coahuila


publicado el 12 de febrero de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


         Nos brota el nacionalismo con campañas del tipo “un día sin mexicanos” en las tiendas de Estados Unidos o un día sin inmigrantes en los campos y trabajos físicos de aquel lado de la frontera. Está bien, supongo que se trata de un rasgo de humanidad que igual lo tendríamos hacia nuestros hermanos centroamericanos que deambulan por nuestro país en su persecución del sueño americano. Dejo a tu consideración el sarcasmo ante nuestra subjetividad de ver desde distintas perspectivas un mismo problema, o la cordial objetividad de la deferencia humanitaria para quienes migran por nuestro país.

      Pero a lo que vamos. Existe aquí una interesante disyuntiva laboral: Sí se vienen los indocumentados, no habrá mano de obra por allá; si se quedan por allá, en una de esas, si podrían emigrar los trabajos de las maquiladoras de Coahuila hacia más arriba. Y ahí es dónde habríamos de imaginar un desastroso escenario no para los gringos teniendo que hacer sus camas cada mañana y cortando el césped cada domingo como apunta un día sin mexicanos, sino para los cientos de miles de coahuilenses varados económicamente ante la catastrófica huida de capitales golondrinos, como apuntaría un día sin maquiladoras. La escalada sería monstruosa:

     Un automóvil se ensambla con más de sesenta mil piezas. De ahí partimos para darnos una idea de cuanta proveeduría directa en cuanto a materia prima necesita la industria automotriz y empezar a calcular el número de empleos satélites que una planta automotriz genera solo para juntar un montón de fierros. Luego vienen los empleos o servicios que diariamente utiliza la industria pero que tampoco van ligados directamente a la materia prima para fabricar: personal de recursos humanos, seguridad, enfermería, logística, transporte de personal, alimentación, limpieza, bufetes de contaduría, pailería y construcción, proveedores de material y equipo de oficina, departamentos legales… y una lista interminable de servicios y trabajos que demanda la industria.

    Y producto de todo lo anterior, despuesito viene toda la derrama económica que esto trae sobre nuestras ciudades: gente consumiendo gorditas de harina, yendo al cine, comprando zapatos y ropa, rentando o comprando casas, comprando uniformes y útiles escolares, acudiendo al doctor, utilizando taxis, Uber o camiones de ruta, consumiendo medicinas, comprando víveres…. Y otro largo etcétera de todo lo que se consume en una ciudad.

    De ahí el riesgo que desde hace tiempo venimos señalando tanto y tantos de tener todos los huevos coahuilenses (aquí sin sarcasmo) en una misma canasta, la canasta de la maquila. Y seguiremos insistiendo: error del tamaño de la deuda coahuilense pensar que el mercado interno nos puede servir de tabla de salvación. Arriba lo exponía de forma muy sencilla: se van las inversiones extranjeras, y junto con ellas se mueren todos los sueldos y proveedores que sostienen a la economía local.

     Pero supongamos que no, que no se van las maquilas y seguimos viviendo de ser mano de obra barata. De cualquier modo, tan pronto como en una generación, las nuevas tecnologías y tendencias en cuanto a trasportación, nos dejarán a los coahuilenses desnudos ante una nueva realidad que nos va a pegar por dos flancos:

    Por el lado de la economía nacional, el petróleo dejará de ser el amo del mundo ante las tecnologías verdes en cuanto a combustibles, y cederá ante las comunicaciones y la medicina en cuanto a motores económicos; y nuestros gobiernos no han movido una uña para contrarrestar eso. Y por el lado de la economía coahuilense, el futuro de las ciudades solo es sustentable con sistemas de transporte colectivos o no motorizados, por lo que el automóvil dejará de ser un bien de masas, para convertirse en un artículo de lujo. ¿Ya lo viste? Los autos de lujo se empiezan a fabricar dentro de USA.

     Esos pequeños que hoy ves llegando al mundo, recibiendo su primera comunión o entrando al jardín de niños, vivirán en ese mundo de menos petróleo y menos autos, sin ninguna duda. Mi duda es, ¿En que México vivirán esos niños, en que Coahuila vivirán tus hijos o tus nietos?

     Tenemos el tiempo encima para hacer de nuestro estado una tierra que genere la riqueza que la maquila y la extracción del petróleo no garantizan, porque tan pronto como en una generación, el mundo, no Trump ni Peña, el mundo, dejará a Coahuila sin maquiladoras de automóviles.


Súper Bowl LI


publicado el 05 de febrero de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


       El bostezo de ver a la selección italiana pasar a semifinales una y otra vez en el mundial de fútbol sin meter en promedio más de un gol por partido; la laureada carrera como entrenador en la NBA de Pat Riley basada en un sistema muy físico; los fajadores como Rocky Marciano y compañía que ganaban sus combates gracias a que aguantaban más golpes que el rival y lo fulminaban en un momento dado ya avanzada la pelea; y por supuesto, el más claro de los ejemplos es lo que hasta los villamelones sabemos del béisbol: el mejor equipo siempre será aquel que tenga un buen staff de pitcheo y un cuadro que no le cometa errores a sus lanzadores.

     Defensa, esa es la receta del juego para la mayor parte de los deportes. Los fuegos artificiales de goleadores, encestadores, payasos del ring y poderosos bateadores, se mojan los pantalones cuando enfrentan a poderosas defensivas.

       Y hoy domingo, tenemos en el Súper Bowl un platillo de esos que en el papel parecen ser de lo más atractivo: la ofensiva de los Halcones de Atlanta que más puntos anotó durante la temporada, contra la defensiva de los Patriotas de Nueva Inglaterra que fue la que menos puntos recibió por partido. Ofrecer un pronóstico apoyado en la historia del deporte parece sencillo: las mejores defensivas regularmente se imponen a la mejor de las ofensivas. Pero…

     No podríamos dar por descontada a una ofensiva como la de Atlanta en una liga como la NFL que, durante los últimos años, ha modificado sus reglas en favor del juego ofensivo, claro, siempre con miras a que el espectáculo sea más atractivo para las masas, así se vuelva menos apasionante para los conocedores. ¿Pero, qué haría alguien como yo hablando de un tema sin comprometerse a aventurar algunos vaticinios? Solo te quitaría el tiempo. Por eso, esta columna te ofrece nuevamente su pensar de lo que veremos la tarde de este Súper domingo:

     Atlanta intentará desde un principio una relampagueante ofensiva sin reunión que buscará evitar a la defensa de Patriotas hacer sus ajustes. Aquí, antes de ajustar, seguramente veremos a Atlanta parecer imparables y más de uno pensará que verá un Súper Bowl de aquellos cargados a un solo lado. Pero también veremos algo que las grandes mentes defensivas han hecho cuando enfrentan a ofensivas imparables: controlar el tiempo, tener el balón más tiempo que el rival con series ofensivas largas y sostenidas para dar descanso a una defensa que tarde en el juego necesitará hasta el último aliento de fuerza para lograr alguna jugada importante.

     Veremos al QB de Patriotas, Tom Brady, ejecutar un plan de juego basado en carreras y pases cortos; tomándose todo el tiempo posible entre jugada y jugada y te dará la impresión de que por sus venas corre más atole que sangre. Será interesante ver cómo cambia el ritmo del partido dependiendo de cual de los equipos tenga a su ofensiva dentro del campo de juego.

      Pero tampoco podemos olvidar los imponderables: el error humano que puede echar a perder hasta al más elaborado plan de juego, o la jugada fortuita que provoca un cambio de rumbo definitivo en un partido. Cuando algo así pasa y el equipo afectado se ve obligado a abandonar su estrategia, es cuando vemos que la balanza se empieza a inclinar aburridoramente para un solo lado. Esperemos que de suceder algo así, sea en favor del conjunto que vaya abajo para que se emparejen las cosas y llegar a un final emocionante.

     ¿Y que veremos si llega ese final emocionante? Creo que me quedo con la historia: se tendría que imponer la disciplinada defensiva de los Patriotas ante una frustrada ofensiva de Atlanta que sufrirá en carne propia lo que hace 26 años padeció la poderosa ofensiva de los Bills de Buffalo ante los Gigantes de Nueva York en el Súper Bowl XXV: el doble de tiempo de posesión del balón para los neoyorquinos. Para mí y para muchos, ese ha sido el mejor campeonato porqué se impuso un plan de juego sobre el otro, no hubo entregas de balón de ningún equipo, muy pocos castigos y sin error arbitral. ¿Te digo quien era coordinador defensivo de los gigantes en aquel juego que parecía con nada podrían detener a los Bills? Era Bill Belichick, actual entrenador de los Patriotas. Apuesto a que este domingo repetirá ese plan de juego.   

cesarelizondov@gmail.com

Cuatro camiones de aguacate, capítulo Coahuila


publicado el 29 de enero de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez

      Hubo hasta quien dijera que ese día habríamos de marcarlo en el calendario como un hito en nuestra historia. Algo más de cien toneladas de aguacate que fueron rechazadas por las flamantes y trumpeteras autoridades gringas, rápidamente encontraron mercado en Canadá, y de repente descubrimos que, ohhhh gran dios del consumo, hay vida más allá de los Estados Unidos.


      Y le dimos cuerda a la noticia: que así van a aprender los gringos, que solitos nos las arreglamos, que es nuestra segunda independencia, que en el Súper Bowl no va a haber guacamole ni va a jugar Pittsburgh (no pude evitarlo, saludos nación acerera). Bueno, de verdad que la nota tuvo memes y resonancia nacional más allá de lo que realmente haya sido una noticia como las que suceden a diario cuando enviamos a nuestros primos del norte mercancías por ahí de los 300 mil millones de dólares al año.


     ¿Ya te fijaste cual es la proporción de cien toneladas de aguacate? Así nomás a bote pronto: es la quinta parte de todo lo que exportamos hacia los Estados Unidos… ¡Por Minuto ¡(insertar aquí el meme de la niñita con ojos y boca bien abiertos y cara de cuestionamiento), ¿¿O sea cómo?? Si, la alharaca en términos comerciales de los cuatro camiones de aguacate que encontraron otro mercado, equivale a lo que México exporta al norte mientras tú lees esta oración.


    Así más o menos: con un precio por mayoreo de aguacate a dólar, en cien toneladas serían cien mil dólares. De 300 mil millones de dólares que en suma les exportamos al año, hablaríamos de más de 800 millones diarios, 34 millones por hora, más de medio millón de dólares por minuto… cien mil dólares mientras lees esta oración, igual al costo de cien toneladas de aguacate.


    Ese es el tamaño de nuestra dependencia económica cómo para echar las campanas al vuelo porque como país le encontramos hogar a cuatro camiones de aguacate. Y aterrizando en Coahuila, no paran ahí las cándidas respuestas a nuestras preocupaciones locales en materia económica: nuestros gobiernos municipales y estatales caen nuevamente en la ilusoria creencia de que comprando localmente vamos a contener una hemorragia. ¿Compra en Saltillo, Compra en Coahuila? Si, está bien, al cabo que con el dólar arriba de los veinte y con la gasolina “arriba las manos”, ni quien quiera o pueda salir del pueblo a consumir más allá. 


       Me pregunto si sería mejor que nuestras autoridades nos insten no tanto a consumir aquí en corto, sino a vender allá lejos. Hemos insistido durante años de la conveniencia de dotar a nuestros mejores productos de denominaciones de origen (D.O.) para que sean apreciadas a lo largo y ancho del mundo como lo son el tequila, la talavera o el café Veracruz. Y así como nos invaden en los anaqueles de los supermercados los jamones de Parma, los vinos de la Rioja, los aceites de oliva y un sinfín de productos más, habríamos de colocar en la estantería y mesas de otros países a la manzana de Arteaga, el mueble de la Laguna, el dulce de leche de Saltillo, el pan de pulque, los vinos del valle de Parras, y por supuesto, si el mundo paga doscientos dólares por unas ridículas botitas de marca australiana que en León las fabrican por cien pesos, nuestro Sarape de Saltillo podría ser valorado y pagado como artículo de lujo si lo pudiéramos etiquetar con su denominación de origen y exhibirlo en los escaparates de la mejores tiendas del mundo. ¿Piensas que estoy loco o que es imposible?  Entonces eres parte del problema.


       Ciertamente, el guiño entre Estados Unidos y Canadá en relación a nuestro tratado de libre comercio nos indica que algunas oportunidades se están cerrando, pero el mundo existe más allá de Norteamérica y la economía mundial se mueve con algo más que gasolina y en algo más que en automóvil. Te invito a que voltees a ver la oportunidad que tenemos de colgar nuestra economía local de distintas cosas y de diferentes mercados para que el día de mañana, los productos coahuilenses sean tan importantes para nuestro país como por unas horas lo fueron, cuatro camiones de aguacate.  


 cesarelizondov@gmail.com                 
https://www.saltillo360.com/14563-2

Réquiem


Publicado el 22 de enero de 2017 en 360 domingo, de Vanguardia


http://www.vanguardia.com.mx/articulo/requiem


     Fue una de esa clase de noticias que sabes son más impactantes por una simple medición: toda tu vida recordarás que hora era, dónde estabas y que hacías cuando te enteraste, porque infieres que, de alguna forma, será algo que te cambiará la vida o tu percepción de la misma, para bien o para mal.


    Igual que el asesinato de Colosio en Lomas Taurinas o que los avionazos a las torres gemelas de Nueva York, igual cuando ganó Peña que cuando ganó Trump, cuando diagnosticaron con cáncer a ese ser querido o cuando supiste que serías padre. Cuando supiste que Santa Claus es un embuste igual que un Dios o que un Cristo, o cuando descubriste que un Dios o un Cristo pueden existir cuando la mente se abre a lo inentendible y el corazón hace lo propio ante lo innegable.


    Manejaba por el bulevard Mirasierra el miércoles por la mañana cuando empecé a escuchar diversas y repetidas notificaciones en mi teléfono móvil. Me orille pensando que podría ser algo que requeriría una inmediata respuesta de mi parte dentro de mis responsabilidades, y aunque no era algo que tuviese que responder, ciertamente era algo que me impactaría: el asesinato de algunos adolescentes y una maestra a manos de un compañero de clase, y el suicidio del mismo.


      Durante toda la mañana no pude pensar en otra cosa. Llegué más tarde a casa para ejercer ese gran lujo que aún tengo: comer en familia. Tocamos el tema en la sobremesa sin censurar los matices, era algo del dominio público y mis hijos ya habían recibido también las noticias, videos y fotografías que horas antes dieron la vuelta al mundo. Me retiré luego a descansar un poco y, pudiéndolo disfrazar de necesidad de información, habré de reconocer que un insano morbo me llevó a checar comentarios y publicaciones en medios electrónicos y redes sociales para ahondar más en la tragedia.


      En sólo unas horas y con la suma de miles de opiniones vertidas en el ciberespacio, como sociedad ya habíamos elaborado un perfil psicológico del muchacho que accionó el arma, dábamos por un hecho que su familia no se ocupaba de él y que era una persona solitaria y sin amor, que tenía gadgets de última generación así como acceso sin restricciones a toda clase de diversiones y excesos, que en casa no le ponían límites, que era acosado por sus compañeros y que seguramente habría tenido una mala experiencia con algún clérigo. Y todo había sido expresado antes de conocer su identidad.


      Al momento de escribir esto aún falta mucha información precisa sobre quien era y como era la vida de este joven, no tenemos datos confiables y menos una valoración médica, psicológica o psiquiátrica para tratar de entender porque alguien hace algo como lo que él hizo. Todo lo que tenemos son chismes, rumores, conjeturas y una buena dosis de imaginación colectiva.


      Grande será el debate sobre lo que hace a una persona actuar de determinadas formas. Hay quienes no vemos relación entre juegos de niños y comportamientos de adultos: quienes jugábamos con pistolas no necesariamente nos hemos convertido en matones y las que jugaban a ser mamás tampoco tuvieron embarazos no deseados como una regla de vida; el torrente de información y contenidos a que tienen acceso hoy los jóvenes son solo teóricos, las generaciones anteriores experimentábamos más y sin duda, al menos en México, teníamos fácil acceso a armas y a andar por ahí inventando travesuras. Pienso que el tema no es lo que vemos o a lo que tenemos acceso, considero que el problema es por aquello a lo que no tenemos acceso: a la empatía de la sociedad.


      Es por eso que aún y cuando yo no conocía al muchacho, y aunque yo no jale del gatillo, y ni siquiera vivo en Monterrey, una molestia en el estómago me dice que en algo he sido culpable de la tragedia, que algo pude haber hecho como miembro de una sociedad, que mi responsabilidad debió haber ido más allá de mi mesa y de mi casa. Que el réquiem de hoy no solo es por ellos y sus familias, sino por una sociedad de la que soy parte, una sociedad que no sabe lo que es la empatía, que juzga sin conocer, que nunca mira a los ojos y menos al corazón, una masa de sociedad que en lo particular piensa que, al estar bien como individuo, se está bien como sociedad.



 cesarelizondov@gmail.com  

   

         

      

... y mientras tanto, en Coahuila


Publicado el 08 de enero de 2017 en 360 domingo, de Vanguardia





       Temblando estamos los coahuilenses y especialmente la región sureste del estado en este inicio de año. Y nada tiene que ver con estar en pleno invierno dónde las predictivas cabañuelas anticiparían doce meses de tomar el sol dentro del mismo infierno.


      Temblando estamos, pero de miedo. Y sí, ya sabes a dónde voy: a darle eco a los dichos del más celebre enemigo-cortina de humo-verdugo de todos los mexicanos, el presidente electo de los Estados Unidos (favor de insertar aquí la música del Hail to the Chief), míster Donald Trump.


     Contra toda la opinión de quienes desestimaron la influencia del poder ejecutivo en un país que se vanagloria de su equilibrio entre poderes, y aún sin haberse sentado a despachar, el próximo presidente de los gringos tumbó una inversión de la industria automotriz en tierras mexicanas por un monto que, para ponerlo en contexto, diremos que es del tamaño de la megadeuda coahuilense. Luego remató dando a entender que las barbas de General Motors habrían de ponerse a remojar ante la posibilidad de gravar la entrada al mercado estadounidense de automóviles fabricados fuera de la unión americana. ¿Y qué haríamos entonces en las regiones dónde estamos colgados de la industria automotriz cómo principalísima liana para columpiarnos? Hasta ahora, solo ponernos a rezar.


      Pocos han entendido la lógica Trumpiana, equivocada o no: el truco para fabricar en suelo americano aquellos bienes que hoy se producen en otras partes del mundo, tiene que ver con los aberrantes márgenes de utilidad de que hoy gozan los dueños de las marcas que acaparan y dirigen los mercados. Pagar sueldos de miseria por ensamblar un auto en México, por fabricar un Ipad en Taiwan o por confeccionar una blusa de marca en Bangladesh, nunca ha sido por el afán de ofrecer precios accesibles a los consumidores, siempre ha sido por obtener mayores márgenes de utilidad para los inversores. Por supuesto y para no caer en la inocencia: Trump jamás pudo ingresar en esa elite de negocios que ordenan maquilar con costos de risa y ordenan vender a precios de robo. La apuesta de Trump sería entonces, no que el consumidor norteamericano pague más por los mismos bienes, sino que el empresariado internacional reduzca sus márgenes de utilidad si produce en Estados Unidos, o pague altos aranceles si fabrica fuera del mercado más dinámico y consumista del mundo.


     Con respecto a Coahuila, se entiende la urgente necesidad de haber atraído hacia nuestra tierra empresas maquiladoras que nos han dado durante años un estable modo de vida, pero habrá que admitir que nuestros gobiernos se han sentado a observar cómo llegan y se van las inversiones al son que nos toque el mundo, sin preocuparse jamás por hacer de Coahuila un estado desde donde ofrezcamos al mercado internacional aquellos productos para los que tenemos ventajas competitivas más interesantes que la gracia geográfica de ser el vecino de un consumidor voraz.


      ¿Podemos como estado sustentar nuestra riqueza en algo distinto a la industria automotriz? Claro que podemos. Tenemos la orografía y los microclimas para despuntar con algunos productos agrícolas de características únicas en el mundo, tenemos en Coahuila especies endémicas como atractivo al turismo así como históricos sitios para visitar o inigualables lugares donde la naturaleza te roba el aliento, tenemos gastronomía e industria dulcera y panadera para ser punta de lanza en las mejores mesas, todavía tenemos industria textil y un montón de cosas más desde dónde respaldar nuestra economía. 


     Pero, ¿qué han hecho durante décadas nuestros gobiernos y legisladores para darle a Coahuila sustentabilidad económica más allá de rentar nuestra mano de obra y vender nuestro suelo? Nada, se la han pasado grillando, saltando de un puesto a otro y velando por la sustentabilidad de un sistema viciado por y para los partidos políticos, pero dejando de atender las demandas y necesidades ciudadanas a largo plazo. Y es por esa irresponsabilidad y falta de visión de gobiernos y legisladores coahuilenses, que hoy, todos temblamos ante los dichos de un gobernante extranjero.


  cesarelizondov@gmail.com         

Mi mejor regalo fue algo que no desearía


Publicado el 23 de Diciembre de 2016 en Círculo 360 viernes, de Vanguardia






      Precursores a los dispositivos electrónicos como los videojuegos, tablets, teléfonos inteligentes y demás aparatos que hoy conocemos, los más extravagantes juguetes de mi niñez fueron aquellos que necesitaban enchufarse a un tomacorriente. Artefactos mecánicos animados por electricidad, carentes del reto intelectual o físico de los juegos de antaño pero todavía primitivos a las asombrosas características tecnológicas que ahora vemos en cada nuevo lanzamiento al mercado. Toda aquella generación de cacharros ha quedado en el limbo del anecdotario infantil….Excepto uno que recuerdo muy bien, aunque no precisamente por los momentos felices que me quedó a deber.


     Como hijo de familia clase mediera, me era conocida la sensación de por un lado agradecer las oportunidades que la vida me ofrecía gracias a los esfuerzos de mis padres por procurarme los mejores lugares y ambientes, mientras por otro lado me lamentaba por la ausencia en mi vida de los inaccesibles lujos que veía en esos mismos sitios y entornos. Navidades, cumpleaños, festivales de día del niño y grados escolares iban y venían mientras el catálogo de JCPenney se decoloraba y maltrataba en una página que una y otra vez observaba con la esperanza de alguna vez tener entre mis manos aquel portento de diversión: El “Electric Football”; era un juego bastante rebuscado y la verdad es que no parecía especialmente entretenido, pero los güeritos retratados en los anuncios se notaban radiantes mientras jugaban.


     Hasta que una navidad sucedió lo inimaginable. Después de años rogando por aquel regalo, primero a un Santa Claus algo desorientado que no siempre encontraba nuestra casa y luego a unos atribulados padres cuya prioridad era cubrir colegiaturas, facturas, hipotecas así como recibos de toda índole, finalmente apareció bajo el árbol navideño el objeto de mi afecto.


       Rápidamente nos unimos los hermanos para armar el campo de juego. Luego alineamos a los jugadores para después, con un gran protocolo parecido al de gobernante encendiendo pino navideño en plaza pública, me volví hacía la pared, tomé el cable eléctrico e inserté la clavija para disfrutar de aquel tan deseado, negado, y por fin obtenido presente…. Aún no volteaba a ver cómo funcionaba aquello cuando todo se volvió oscuridad. Las alegres y vivas luces navideñas se tornaron más negras que un funeral, el viejo toca-discos dejó de reproducir algo de las ardillitas de Lalo Guerrero y de alguna parte emergió un espeso humo acompañado por un intenso olor chamuscado. Segundos después se escucharon las precipitadas pisadas de mis padres descendiendo por la escalera.


     De inmediato vino el cuestionamiento impregnado de acusación que todo padre realiza a quemarropa: ¡¿Pues qué #&$*&$#* es lo que hiciste?¡ Aún a oscuras, padre e hijos nos dirigimos al centro de carga en donde descubrimos que solo se había quemado un fusible, al que en un momento repusimos. Y se hizo la luz.


     Regresando a la sala ya con más calma y menos sueño, mis padres me pidieron que les enseñara como se jugaba aquello que por tanto tiempo había deseado. Accedí y me arrodille para volver a conectar aquello…. Una vez, otra vez, y otra vez en la pared contraria, en distinta habitación…. Y nada. Además de un fusible y la magia de la navidad, esa madrugada también se quemó para siempre mi adorado juguete, con la penosa diferencia que para eso no existía ningún repuesto.


    Embargado en una mezcla de temor, vergüenza y desánimo, no quería hacer contacto visual con mis padres pues sabía el sacrificio que ese tipo de gastos representaban para una familia que vivía al día, y echarlo a perder antes de usarse era imperdonable, era cruel, era estúpido. Con más obligación moral que valentía, con más enojo que orgullo, con más pena que dolor y con una lágrima a punto de brotar, levante la vista del suelo y me encontré con el más contradictorio, el más recordado y el mejor regalo que jamás hubiera imaginado: La tristísima mirada de mamá y papá. La angustiada mirada de una pareja contemplando al hijo apesadumbrado, la evidente solidaridad de unos padres por el inocente dolor de un niño, la pesada frustración de haber hecho lo mejor posible, y aun así, ver a su muchacho abatido. 


     Por supuesto que nunca sería mi deseo producir tristeza en la expresión de mis padres, pero en sus impotentes miradas de aquella malograda navidad pude percibir ese amor que ninguna palabra, ningún objeto, ningún viaje o promesa alguna pueden alcanzar. Aquel anhelado juguete jamás pudo ser reparado, pero ya nunca tuvo importancia, yo tenía un mejor regalo.

     


cesarelizondov@gmail.com