Un tenista para el TRI

Publicado el 06 de Julio de 2014

      Observaba a la gente abandonar las salas de cine cabizbajos. Y aunque en cartelera estaba el filme que tanto ha hecho recaudar a Kleenex (Bajo la misma estrella), la gente salía apesadumbrada por haber presenciado como la Selección Nacional era eliminada por unos holandeses que, más allá de juicios cargados, lucharon afanosamente por su triunfo.

    Como mexicano, el dolor y la tristeza por ver nuevamente al TRI vencido en octavos de final de la Copa Mundial no me da derecho a opinar sobre su funcionamiento, habré de entender que ellos representan a la Federación Mexicana de Fútbol, integrada por un puñado de clubes que bien pudieran ser propiedad de japoneses, árabes, y por qué no, holandeses. Pero como consumidor prácticamente cautivo de una marca, si puedo demandar a mis proveedores una mejora en el producto. Y eso es lo que hacemos cuando cuestionamos el accionar de un representativo que cada cuatro años quisiéramos llevar hasta los tribunales o ante la PROFECO por no cumplir con nuestras expectativas.

      -No llores, es sólo un juego- le decía un padre a su hijo saliendo del complejo de cines. ¿De verdad? ¿Es sólo el resultado de un juego o es el fiel reflejo de una filosofía nacional? No puedo sino sentirme identificado con ese niño llorando cuando me doy cuenta que las lágrimas quizás no sean por el sentimiento de la eliminación de un equipo, sino por la impotencia de saberse destinado a vivir en una cultura que se niega sistemáticamente a producir ganadores.

    Por supuesto que una derrota no desmerece otras realidades: En fútbol, nuestros representantes han mantenido un envidiable nivel mundial desde México ´86 que ya quisiéramos en otras disciplinas o mediciones como salud, educación, desarrollo de tecnología o valor agregado a lo que producimos. Quedarse en la orilla no es el pecado ya que por definición, cuando hablamos de competencia, alguien tiene que ganar. Pero caer de la forma en que lo hicimos el domingo pasado en todas sus aristas, eso sí que es para cambiarlo.

     Y es aquí donde entra el título de esta columna. Me gusta la forma de puntaje que se utiliza en el tenis porque no da margen para administrar una ventaja ni para hacer más honrosa una derrota: Para ganar un partido debes ganar el último set, que solo se obtiene si te llevas el último juego del mismo, que a su vez gana quien se imponga en el punto final. Paralelamente, para perder con dignidad debes rescatar puntos, juegos y sets que implican doblegar contablemente al contrario. De no ser así, aquello se convierte en un lastimoso atropello.

    Así en el tenis, el ganador debe terminar superando a su rival en cada una de las instancias que se reflejan en el marcador. Por más superioridad que demuestres sobre tu oponente, no puedes bajar los brazos y tienes que ganar cada una de las puntuaciones finales. Ahí no existe la defensa preventiva del fútbol americano ni cabe el pitcher taponero del béisbol, no hay los 24 segundos para pasear el balón del basquetbol ni la distancia adelante del siguiente corredor del atletismo; y mucho menos puedes replegarte a piedra y lodo esperando que tu ejecución destructiva o pasiva se imponga a la capacidad creativa del contario como lo vimos hace una semana.

     Claro que el caso del conjunto tricolor es solo el botón de muestra. Cuántas veces hemos visto como los políticos tienen todo para realizar cosas trascendentales y terminan por disciplinarse a su partido (o peor, a intereses personales) en la maldita mentira de que lo hacen por un bien mayor que jamás permea hacia los demás. Cuántos empresarios que olvidan su misión social cuando las monedas empiezan a ser más pesadas que la responsabilidad humana y cuantos hombres de negocios que prefieren ser absorbidos antes que conquistar otros mercados. Cuántos trabajadores que depositan su voto un domingo y cumplen con un exhausto y productivo turno diario pensando que ahí termina el patriotismo. Cuántos historiadores, periodistas y gente de letras, pero cuan pocos filósofos y pensadores.      

      Dejemos de culpar a un árbitro o a un Presidente por sus errores de apreciación, dejemos de satanizar a un holandés bueno para los clavados o a una república china que subsidia su lejanía geográfica, dejemos de acusar a la FIFA o a la policía por no ser perfectos cuando nosotros deberíamos poner más atención en la prevención. Dejemos de culpar a los demás, y aceptemos que nuestros males no provienen de lo que otros nos hacen, sino de lo que dejamos de hacer.

cesarelizondov@gmail.com

Los universitarios en el Mundial

Publicado el 29 de Junio de 2014

    Son la mano que mece la cuna. Aunque a la frase se le dan distintas definiciones desde diferentes percepciones, para la gran mayoría de las personas quiere decir algo así como el poder tras el trono, quienes están tras bambalinas, los que mueven los hilos para que las marionetas tengan movimiento. Claro que parece fría y calculadora esta forma de ver las cosas, pero estarás de acuerdo conmigo en que la realidad es que ningún niño podría brincar descalzo del ennegrecido piso de las favelas para aterrizar con tachones Nike y uniforme Adidas sobre el suave y verde césped del Maracaná si no fuese por esas manos que mueven cunas.

   Así tenemos que los Maradonas, Neymars, Ochoas, Beckhams y otros más, si bien es cierto que habrían de agradecer su habilidad y/o carisma natural a un Dios o signo zodiacal, le deben sus oportunidades terrenales a quienes tendieron para ellos el escenario en el que habrían de hacer valer sus talentos: Los que mecen la cuna.

    Y esas manos que mecen las cunas del mundo pertenecen a aquellos que tuvieron acceso a la educación superior o universitaria. Y al igual que un mundial de fútbol, no hay espectáculo o evento que no esté manejado por astutas manos llenas de conocimientos que hacen posible que Bruno Mars tenga vendidos con años de antelación sus conciertos, o que Al Pacino y Robert De Niro recauden dinero en sosas películas solo por aparecer juntos, que los juguetes creados por Steve Jobs lleguen al público en las formas más creativas y remunerables posibles. Que todo lo que consumimos, experimentamos y pensamos tenga un cómo y un porqué.

    Alrededor de toda actividad humana está la mano de los profesionistas viendo más allá de lo que parece a simple vista, y de ahí su ventaja para mecer la cuna: El psicólogo entiende lo que realmente quiere decir ese grito de guerra que expresamos tantos mexicanos hacia el portero contrario así como porqué una minoría lo reprime; así como el economista te dice porque si es viable financieramente un mundial en Qatar el médico te explica porque los conjuntos americanos están haciendo mejor papel que las potencias europeas; el fiscalista sabe, aún sin desmerecer el acto altruista, lo que hay detrás de las donaciones hechas con bombo y platillo por jugadores y directivos; el físico te explica la trayectoria del golazo de Roberto Carlos ante Francia (no fue en un mundial)  y porqué es casi imposible volver a ver algo parecido; y mientras el ingeniero civil hace los estadios, geólogos y agrónomos entran antes y después de este para que al final todo sea perfecto.

    Los qués cualquier persona los puede apreciar a simple vista. Los porqués de las cosas son el tipo de conocimiento que hace esa diferencia entre un “ahí la lleva” y un “le está yendo muy bien, le pegó”. Y los porqués de este mundo es lo que recibe un universitario en las aulas.

    Hace una semana en este mismo espacio hablaba de la incapacidad oficial para eficientar su gasto en aras de la educación, pero hay otra cara en torno al tema: Hoy vemos que, al igual que lo están haciendo fundaciones como Teletón en el aspecto de la salud, otras hacen lo propio por el lado de la formación académica ofreciendo becas, llenando así huecos que por la razón que sea, los gobiernos no alcanzan a cubrir.

    Insistir en el estudio no se trata de romper legítimos sueños juveniles de alcanzar el éxito allá dónde apuntan los reflectores, solo se trata de hacerles ver quienes realmente hacen posible que las cosas sucedan. Y resulta que todas esas personas de pantalón largo son amantes del negocio dónde están, unos por pasión, y es cierto que otros por remuneración. Hoy ya no es válida la percepción de antaño indicando que carrera estudiar a fin de tener buenas oportunidades en el futuro, hoy el mundo ofrece tantas variables y hay tanta especialización que un joven puede estudiar algo compatible con aquello que le apasiona.

    Por supuesto que existen muchos asegunes, a través de la historia hemos visto que las manos moviendo las cunas pueden hacer el bien o el mal, eso ya es cuestión del libre albedrío de hacer cada quien lo que quiera con su oportunidad para ser generador de cambios.

     Cuatro años faltan para el próximo mundial y cuatro años es más o menos lo que tarda una carrera universitaria. Hagamos votos porque en el verano del 2018, no solo estemos hablando de una selección de fútbol que puede conquistar el mundo, sino también de una generación de egresados listos para darle al mundo mejores oportunidades.

cesarelizondov@gmail.com

Déficit en Educación: Déficit en Desarrollo

Publicado  el 22 de Junio de 2014

      Recuerdo ese día de cuando iniciaba a trabajar formalmente, estaba haciendo una larga fila en el banco para cobrar uno de mis primeros sueldos. En esa clásica charla que entabla uno en las filas y que empieza por romper el hielo hablando del clima para terminar quejándose de las constelaciones familiares y de las frustraciones amorosas pasando por las culpas al gobierno y criticando la pésima actitud de la cajera, terminé enterándome del cheque que cobraría aquel joven que aún tenía en su cara las huellas del acné propio de la adolescencia arribando a juventud.

    A mi pregunta del porqué recibía un cheque de la Universidad siendo tan joven obtuve una respuesta que no por ser parte de lo que ya había escuchado como leyenda urbana me dejo con ese tipo de ligera preocupación tan parecida a la indiferencia: Era una compensación económica mensual por defender en el campo de juego los colores de la universidad.

     Como seguidor del fútbol americano aquello fue una confesión que solo me hizo ponerle rostro a esa práctica que era secreto a voces entre la comunidad estudiantil. Y el hecho es solo una pincelada de la discrecionalidad de cómo se gasta el presupuesto en nuestro país en materia educativa. Porque pienso que tú y yo estaremos de acuerdo en la necesidad y conveniencia formativa de una partida para el deporte, arte y cultura, pero jamás en recompensar con dinero a los atletas amateurs que en muchas ocasiones estaban matriculados en artes plásticas o en la escuela de música.

     Y por supuesto que me viene al caso cuando esta semana leía en las páginas de Vanguardia que más de diez mil personas se quedarán fuera de aulas durante el próximo ciclo escolar en nuestro estado. Y estas cifras solamente son de la demanda que no cubrirá la UA de C en bachillerato y profesional. ¿Diez mil personas? Si trasladamos el dato a fomento económico nos daremos cuenta que ni las mejores expectativas del más optimista de los inocentes dan para cubrir esa demanda de trabajo a falta de vacantes académicas; y aunque hubiese empleos para todos, no debería estar topada la oportunidad y el derecho constitucional a la educación. Y es entonces que de ahí saltan los jóvenes a la etiqueta de Ninis o peor aún, a delinquir.

    Claro que señalar esa pequeña muestra de cómo se hacen (hacían en el mejor de los casos) las cosas con los presupuestos para educación es solo una gota descongelada del último centímetro de la punta de un iceberg de épicas proporciones. Muy preocupante ver que van y vienen las personas de un lado a otro de la educación pero la diferencia jamás llega.

    Desde mi trabajo, durante años he tenido oportunidad de analizar solicitudes de crédito para el consumo. La radiografía que uno ve en los estudios socioeconómicos individuales no deja lugar a la interpretación fría que tanto gusta a los políticos: No existen familias con 4.3 miembros; o son tres, o son cuatro, o son cinco….No hay mexicano con 9.2 años de formación académica: O se tiene la educación superior o no se tiene, papelito habla.

     Y me he dado cuenta que la aplastante mayoría de mexicanos con trabajos calificados solo ha tenido acceso a la educación secundaria y no puedo sino preocuparme por una nación y una patria chica destinadas a seguir dotando de mano de obra a un mundo ávido de satisfactores materiales pero escaso y necesitado de mentes creativas.

      Difícilmente podremos desarrollar todas nuestras capacidades y posibilidades como pueblo si no tenemos la formación académica que hoy estamos negando a la mitad de la juventud. Que daría yo por escuchar a un rector de universidad decir hoy que haría como diputado o tesorero, y como nos gustaría que un candidato a diputado dijera que haría como rector. Porque en nuestra realidad, ese ir y venir de unos cuantos, está dejando sin oportunidades a unos muchos.

cesarelizondov@gmail.com

La incomprendida misión del padre

Publicado el 15 de Junio de 2014

      En medio de su irremediable y trágica pérdida, el poeta y activista Javier Sicilia dijo en alguna ocasión que ya no sabía si creía en su religión puesto que el cristianismo basa su doctrina en la entrega de un hijo por su padre, un precio excesivo que pagar, dijo el escritor.

     Por supuesto que las palabras de Sicilia están dictadas desde el umbral de un dolor al que pocos hombres son sometidos como lo es enterrar al vástago, pero si lo vemos desde la perspectiva de la persona promedio, descubrimos que en los cimientos del cristianismo está la complicada y no pocas veces incomprendida labor de un padre: Entregar al hijo.

    Desde que escuché la declaración hace unos años, nunca pude dejar de pensar en la frase de Sicilia y en sentirme identificado de algún modo con eso. No hay nada más difícil para un hombre que separarse de su descendencia, finalmente entendí el gran amor de Dios para enviar a su único hijo, ya que más allá de filiaciones religiosas, el concepto tiene acepciones filosóficas.

     Y es que desde la concepción, la naturaleza asigna la protestad del hijo a la madre para que esta lo lleve durante la gestación. Luego, una vez que ha nacido y aún en la incapacidad física de la madre por obvias razones, el retoño es arrebatado al padre desde la cuna porque es el varón quien tendrá que brindar diversas formas de protección a la familia y ahí comienza esa forma de ausentismo llamada paternidad.

    Vienen entonces una serie de desapegos que continúan en la temprana infancia al abandonarlos en la escuela para convertirse en fiero inspector de calificaciones, luego hay que ceder a los hijos a la seductora e incansable juventud donde se disfruta con amigos, se hace cómplice con la madre y se choca con el padre; y de ahí los hijos salen a conquistar el mundo en la búsqueda de un oficio con mejores expectativas de las que tuvo el ya vetusto progenitor, quien para ese tiempo ha pasado a ser como un cuadro en la pared del hogar. 

   Y por supuesto que la pérdida más significativa que tiene un padre es ante el altar cuando hace entrega de su hija a otro hombre, siendo la única tarea que le confían las mujeres en ese importante día, una vez más siendo ornamento. Y encima se espera que sea modelo de fortaleza y contenga las lágrimas.

    Los hijos habrían de saber que cuando nacieron, trajeron consigo la mayor alegría que un ser humano pueda experimentar, y que un padre quisiera congelar el tiempo en esa fracción de eternidad en que el médico pone en sus brazos al bebe para que acto seguido tenga que entregarlo a la ansiosa madre, sabiendo que ese doloroso desprendimiento habrá de acompañarlo por el resto de sus días. El hombre sufre demasiado desde el primer momento en que suelta a los hijos para que tengan sus propias experiencias y rijan su propio destino. Pero habremos de entender que el sacrificio del padre y las experiencias del hijo son caras de una misma y muy valiosa moneda: La vida.

     Un padre debe estar consciente de su responsabilidad para entregar a su hijo al mundo como lo dicta la naturaleza, lo cual no está peleado con los rasgos de amor y humanidad que nos distinguen de los animales no racionales. Un padre no puede caer en la trampa de ser amigo o maestro de sus hijos, de esos tendrán muchos a lo largo de su vida, la definición de padre no debería ser devaluada en amistad o maestro, debe ser llanamente la de padre, vocablo que abarca mucho más. Por eso habríamos de aborrecer a quienes desperdician la oportunidad de ser padres viviendo en la infantil y cómoda creencia de que hay que ser amigos y maestros de los hijos. Y es que si bien es cierto que los buenos maestros escasean y los  amigos se cuentan con los dedos de una mano, la figura paterna solo puede ser numerada por un solo órgano: El corazón. Felicidades a todos los padres en su día ¡¡

cesarelizondov@gmail.com

He aprendido a quererte, y yo que tanto te odiaba.

Publicado el 8 de Junio de 2014

     ¿Se puede odiar y querer? Creo que sí, pues me pasa así contigo; como historia de mal libro, lo nuestro es como un cliché. Y aunque quiero que te vayas, mientras dure te amaré.

     Poco a poco fuiste entrando. Noche a noche y sin descanso. Como un virus anidado, sin apenas darme cuenta, hasta que por fin te vi. Una vez que tuve conciencia de que existías en mí, también supe hasta qué punto te odiaba. ¿Por qué a mí?, habiendo tantas personas, ¿Por qué te arraigaste en mí? Pero hoy te he llegado a querer, y mucho te detestaba.

   Y es que gracias a ti aprendí a platicar con mi padre tantas cosas que callamos siendo que él ya no está aquí. Dentro de muchos reclamos pude aceptar sus motivos y en medio de discusiones él supo que yo lo sabía. Y por mucho que lo nieguen y aunque parezca una vía, contigo existe una forma de saber comunicar. Me ayudaste y hoy te estimo, cuando antes te maldecía.

    Pero quisiera te largues para que nunca regreses. Parece ser incongruente, amar y querer dejar. De esta horrible paradoja ya me quisiera escapar, porque de a ti a pesadillas, prefiero los malos sueños.

   Contigo pensé mejor cómo afrontar un problema. Me enseñaste a distinguir las peligrosas aristas de los suaves y tersos bordes. Me obligaste a ser derecho, cuando podía hacerlo chueco. Me iluminaste un camino cuando todo estaba oscuro. Por eso es que hoy te quiero, aunque también te aborrezco.
   Te has llevado mis descansos y a cambio me das cansancio. Pero ahí entraron mis gustos, mis proyectos y deseos; cuando tú te haces presente me inspiro para escribir, se acomodan las ideas y me dictas las palabras. Y quizás te sientas musa, pero no, eres espina en el pie.

   En ocasiones no llegas y sabes que ni te extraño. ¿Eres tu quien se evapora o mi razón te ha olvidado? Pero siempre, siempre, siempre, me acosas antes de un viaje; sin mediar convocatoria te apareces en la víspera y acompañas mis plegarías. Y una vez fuera de casa desapareces con prisa, ¿Será que una agenda llena te aleja a ti para siempre? Y aunque no te echo de menos, no entiendo tregua en tu ausencia. Hoy te he llegado a querer, y yo que tanto te odiaba.

     Te juro que aquí en mi vida no hay cabida para ti, me robas horas valiosas que ya quisiera dormir. ¿Es de locos o de genios vivir así atado a ti? De locos por abnegarse, de genios salir avante. En el convenio acordado que sin negociar pactamos, en esa forma de trueque donde brillan tus maldades, tú te quedas con mis sueños, yo cosecho realidades. También por eso te quiero, y vaya que si odiaba.

     Para cosas del trabajo también has estado ahí, mientras me acosas sin pausa aprendo a buscar respuestas. Cierto tipo de sapiencia contigo puedo encontrar, me llenas con pensamientos que en la jungla son inciertos, es sentir la soledad. Por eso he llegado amarte, y yo que tanto te odiaba.

    Como villano o como héroe había de haber adversario, lo hay, y te gana en la pelea. Me afecta cuando te vence, me molestan sus resabios. Ese antagónico es diablo, pero como todos los demonios este tiene buena cara, despacito va avanzando y finalmente te gana. Como él te vence y yo te odio, parecería ser mi héroe, pero se cambian las cosas pues resulta peor que tú, así que aunque se imponga, el alcohol no es solución.

     Trastornas a ese rey tiempo, lo más valioso que tengo. Y en esa definición encuentro el odio y amor: El tiempo que en algo robas, en algo más lo retornas.  Hoy te llegado a querer, Insomnio, y yo que tanto te odiaba.

cesarelizondov@gmail.com


Torta Paseada

Publicado el 01 de Junio de 2014

      -¿Porque siempre guardas una torta para llevar a tu casa?- le pregunté.

    - No es para mí, es que mi madre siempre hace una torta de más y me pide que se la entregue a cuando regreso por la noche. Es para su cena- respondió él.

     Así pasaron varios meses, y cada vez que hacíamos un alto para comer en los paradores al pie de la bajada empedrada entre los cañones del Tunal y la Carbonera, pensaba que la petición de una madre de regresar con una torta sería una especie de plegaria o alegoría por el buen regreso de un hijo. Hasta que de repente me dijo en una ocasión:

   -Es que mi madre dice que saben más sabrosas las tortas paseadas.-

   Por supuesto que lo entendí. ¿Quién no ha probado una torta, taco o gordita paseada después de un largo día de trabajo? Nos saben mejor que el más exquisito manjar en el más caro restaurante. Pero llego el día en que Eulalio ya no llevó una torta de más a esas jornadas laborales por los ejidos y rancherías de Arteaga en aquellos tiempos cuando el trasiego en esas zonas se refería únicamente a la manzana y la papa.

    -¿Qué pasó, hoy no te hicieron una de sobra?- pregunté.

    -Es que ahora dice mi mama que no le han gustado las tortas paseadas que le he llevado. Me estoy preocupando, quizás esté enferma.-

      Al transcurso de más tiempo, la madre de Eulalio jamás dio muestras de cansancio físico ni problemas de salud. Comía bien, tenía buen humor, dormía bien, descansaba en su casa gracias a su pensión… Pero ya no le gustaban las tortas que le paseábamos.

     Horas de conducir sobre caminos rurales y de traslados entre un punto y otro nos dejaban largo rato para pensar y analizar los misterios de la vida, como por ejemplo el gusto por las tortas paseadas. Y así, en una de esas filosóficas cavilaciones develamos el enigma: No es el sabor de la torta paseada lo que nos gusta, es más bien que el cansancio y el hambre se juntan para que la recompensa sea apreciada en todo su valor; esa era la causa por la que su madre ya no tenía ese gusto: Su todavía fuerte cuerpo no se cansaba al estar merecidamente reposando en su hogar tras una vida de trabajo. Así que luego de una tarde viendo televisión y con bocadillos entre comidas, la humedecida torta que por la noche llegaba ya no era atractiva en forma alguna.

    Y hoy veo algo similar con la menor de mis hijas: Como el recreo es para jugar, olvida siempre comer lo que mi mujer le envía como tentempié para pasar la mañana, y es común que en el camino de regreso a casa la vean disfrutando de alimentos paseados y aplastados que cualquier madre primeriza calificaría como no aptos para el consumo humano, pero que nosotros vemos como gratuitas inyecciones de anticuerpos.

    Y espero que en este domingo tú tengas el gusto de probar una aplastada, olvidada, tibia y sobretodo deliciosa torta paseada. Esa que no puedes disfrutar a tiempo porque la vida va demasiado aprisa, esa que pospones por atender tus responsabilidades, esa que sabe a merecimiento y orgullo y no solo a materia y aderezos, esa que aun siendo alimento, la dejamos al final.

   Que la helada cerveza que hoy consumas sea acompañada por amigos porque la amistad, aunque a veces olvidada, sabe genial. Que la comunión que hoy tengas con cualquiera que sea tu Dios, te dé la certeza de que a pesar de que su credibilidad este aplastada, la religión conserva su sabor. Que la carne asada sea en compañía de la familia, dónde en ocasiones las relaciones son más tibias de lo que quisieras, pero dónde sabemos que como una torta paseada, la familia siempre regresará.

    cesarelizondov@gmail.com

A una semana, te invito a vivir el 21K Coahuila

Publicado el 25 de Mayo de 2014


      Poesía, pasión, carácter, inspiración, familia, frustración y satisfacción, orgullo, organización, heroísmo, solidaridad, altruismo, amistad. Te invito a ti que no vas a correr el 21k de Coahuila el próximo domingo a que seas testigo de cualquiera de la palabras antes mencionadas y más. Te invito a llevarte más experiencias de las que los mismos corredores tendrán. Te invito a vivir el 21k. Sal a la calle el primer día de Junio y verás muchas cosas que seguro te agradarán:

     Entre unos 6 mil participantes, te llamará la atención una marea de camisetas iguales que es el grupo de Rapport. Y más te sorprenderá saber que de la mano de Ricardo Sala, miles de personas de cualquier condición física han logrado que su mente se imponga sobre sus aparentes limitaciones para alcanzar logros que parecían imposibles como correr veintiún mil metros iniciando su preparación desde cero. Pero más te asombrarás al comprobar que el concepto de familia alcanza nuevas definiciones cuando veas que la familia Rapport no deja solo a ninguno de sus miembros y lo acompañan hasta el final.

    Verás también personas corriendo con otra camiseta. Es la edificante historia de quienes corren con causa habiendo recaudado con anterioridad recursos por cada kilómetro que avancen para ser luego entregados a los amigos de Dr. Sonrisas A.C. y llevar felicidad a niños que atraviesan por enfermedades. Inspirador que además del pesado entrenamiento, hayan encontrado tiempo para vender sus kilómetros entre familiares y amigos en una ingeniosa forma de ayudar.

     Verás la frustración en el rostro de aquel corredor que por enésima vez no pudo romper la barrera de las dos horas y acto seguido verás la satisfacción del que por primera vez se aventuró a correr un medio maratón… y en ambos verás el orgullo de haber hecho su mejor esfuerzo.

    Verás a los que se disfrazan de Batman, el Hombre Araña o Súperman con pesados y calurosos atuendos para terminar su recorrido más deshechos que Rocky, y seguro encontrarás en ellos la esencia de los actos heroicos: El anonimato.

    También tendrás ocasión de ver a otro tipo de héroes: Aquellos que participan en la modalidad de capacidades diferentes. Los verás sufrir para subir la pesada cuesta de Urdiñola en la primera parte de la carrera y no podrás contener las lágrimas cuando los veas nuevamente bregar contra corriente en la parte más pesada del recorrido que es el bulevar Carranza en subida. Entenderás que cuando hablamos de capacidades diferentes caemos en cuenta que esas capacidades se refieren más a un carácter inquebrantable que a un físico con limitaciones.

    Quizás veas a Chuy Flores corriendo junto a Erasmo Ramos de AMEVER, quienes al igual que otros alumnos del experimentado “Gato” Araiza correrán literalmente codo con codo para apoyarse. Y podrás ver a través de los ojos de Erasmo como es más importante el diario y silencioso acompañamiento solidario de gente como Chuy que la estruendosa y oportunista dádiva mediática. Y ahí mismo podrás presenciar con cuanta luz se ilumina el camino de Jesús en la vida cuando él se convierte en los ojos de Erasmo durante una carrera.    

    Y podrás encontrar que aún y cuando la poesía es intangible, al observar el ritmo, la cadencia y la forma de correr de los atletas élite, también estarás viendo una forma poética de utilizar el cuerpo humano.

    Y verás la pasión por competir contra uno mismo en la determinación de la mirada que a excelente paso llevan mis amigos integrantes del club de corredores Mustangs / Happy Feet, verás a los voluntarios hacer que la logística de la organización sea llevada a buen puerto desde los puntos de abastecimiento. Verás a miles de corredores no descritos aquí y que cada uno de ellos corre por alguna razón especial. Y verás muchas más cosas de las que yo te pueda enumerar aquí.

    Pero sobre todo, podrás ver el futuro, y en ese futuro estarás tú cruzando la meta de una carrera en la que como todo en la vida, uno encuentra las satisfacciones a lo largo del camino y al final se cuelga una medalla que es un símbolo, más no la felicidad.  Te veo el próximo domingo.


cesarelizondov@gmailcom.

Del poeta Arjona al irreverente García Márquez

Para publicarse el 18 de Mayo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

    Alguien me dijo que cuando escribía asemejaba a mal aprendiz de cocinero: Que metía todo en una licuadora y al final sacaba un batido de cosas incongruentes que en nada se parecían a su estado original. Pues bueno, me vale madre parecer aprendiz de cocinero porque ahí voy de nuevo a revolver peras con manzanas para intentar sacar un digestivo:

   Para muchos de nosotros el versero Arjona con todo y su modesta voz nos parece un mejor cantante que compositor, y es que al encapricharse en sacar algo que se pueda comercializar siempre termina por caer en la trampa de olvidar la poesía en su afán de hacer la rima. Y entonces sus canciones, en lugar de evocarnos a Neruda o Benedetti nos recuerdan al portero que caracterizaba Derbez metiendo con calzador palabras que versan en vez de vocablos que den una idea clara.


   Pero hace más de veinticinco años y antes de que en México supiéramos de él, compuso la canción que más tarde sería su entrada triunfal al escaparate mexicano: Jesús Verbo, no sustantivo. Y sí, tú dirás que ese es el mejor ejemplo de cómo alguien puede descomponer su mejor idea en una especie de Frankestein (¿Doña Carlota, mil pelotas?), pero la esencia de su composición es lo que traigo a cuento. Cuanta verdad y filosofía en una frase tan sencilla.

   Y como señor en domingo por la noche frente al televisor, hacemos zapping (cambio de canal) y para variar lucramos con la memoria de Gabriel García Márquez para no desentonar con lo que todo aquel que tiene una pluma o micrófono hace en la actualidad.

    Del Gabo se escribió mucho en las semanas pasadas y volvió a salir a flote una vieja controversia entre el prolífico y laureado escritor contra los teóricos intelectualoides que pretenden erigirse en dueños de la lengua y la verdad. Allá por el tiempo en que se preparaba la incursión de Arjona en nuestro país, García Márquez dio un polémico discurso en Zacatecas durante la inauguración del Congreso Internacional de Lengua Española: Botella al mar para el dios de las palabras.


   En su ponencia, el Nobel de literatura decía que habíamos de jubilar a la ortografía antes de que ella nos jubile a nosotros. Más de quince años se adelantó al debate que hoy se da entre generaciones cuando hablamos de escritura: Los jóvenes saben entenderse con su ortografía y por supuesto que para fines prácticos quienes no sabemos textear en lenguaje rápido hemos sido jubilados en ese sentido. Y puedes estar seguro de que cuando esos jóvenes sean quienes dirijan las cosas, términos o símbolos como hbd, xox, hlp, y tantos más que usan serán plenamente aceptados dentro de la Real Academia Española. Habrán de entender los refinados que la escritura y el lenguaje, así como la cultura en general, son producto y patrimonio de las masas y nunca de los estirados e iluminados.

     Cito a García Márquez: “…asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver…” (ahora pensarán que fue GGM quien dijo que la diferencia entre lastima y lástima no es un acento, sino una pulgada)


    Y bueno, fiel al estilo licuadora de escribir y robándome la irreverencia del discurso del Gabo para ponerla junto a la poesía de Arjona yo agregaría: Quitarle el acento a esa universal palabra con la que concluimos nuestras oraciones, porque mejor que terminar con la hebrea voz del Amén, sería finalizar con el imperativo de un verbo: Amen.   
 cesarelizondov@gmail.com   

Soy

Publicado el 11 de Mayo de 2014 en Revista 360 de Vanguardia

  Hoy tengo la obligación de olvidarme de quién soy para darme a los demás, de quitarme los prejuicios, tener objetividad. Y es que mi influencia es tan grande como grande es mi país. Dejo de ser lo que soy por convertirme en mejor.
   En ocasiones soy madre, si tengo que dar apoyo o tengo que aconsejar; otras veces soy un padre, si tengo que corregir, cuando impongo disciplina.
   Soy a veces defensor de Stalin, Lenin o Marx, en teorías de igualdad. Luego aplaudo al capital, si exhorto a lo individual.
   Soy católico y judío, soy protestante y masón, budista, cristiano, ateo. O de cualquier religión.
   Expongo conocimientos basado a imparcialidad, respeto el libre albedrío de interpretar la verdad. Se me confía lo mejor, lo que más vale y trasciende, y en respuesta a esa encomienda yo me entrego por completo.
  Mi compromiso pactado es dar más de los que es deseado. Soy dictador por decreto, por convicción, democrático. Si el producto sale bien pocos me agradecerán, pero si algo sale mal, hacia mi señalarán.
    Soy querido y soy odiado por ser de naturaleza humana, aunque al paso de los años muchas veces se me añora, se me entiende y me perdona. Mis amigos son los libros, la familia, la sociedad y el estado, ¿Mis enemigos?: El tiempo, la ignorancia y la apatía.
    He visto árboles crecer en diferentes terrenos, pero todos se nutrieron con agua del mismo arroyo. No pretendo ser arroyo que es la fuente de la vida, soy más bien agricultor, que con tierra, agua y semilla, hace todo florecer.
   Entonces Soy quién tiene el futuro en sus manos pues soy padre, madre, amigo; voy de la izquierda a derecha. Atravieso por el centro, y regreso a repasar:
    Dictador, paternalista, democrático, religioso en la doctrina pero laico en opinión. Doctor de todos los males, animador de cumpleaños, conocedor de respuestas o de donde consultar.
    Artista, actor y cantante, deportista de algún modo, confesionario de culpas. Soy Cupido y Celestina, peldaño para escalar, payaso en algunos ratos, y hasta hombro para llorar.
    Soy de todo, y ese todo, se resume en singular: Soy maestro mexicano.

Madre, ¿Solo hay una?

Publicado el 06 de Mayo de 2014 en revista 360 de Vanguardia

     Fue la canción de los Beatles “Lucy in the sky with diamonds” la inspiración para su nombre. Y es que eso era lo que escuchaban los paleontólogos cuando encontraron los huesos fosilizados de Lucy, restos de un tipo de australopiteco de los que dieron origen a la especie humana.

    ¿Pero a dónde va esto con el día de la madre? Bueno, es que desde los tiempos de Lucy y hasta nuestros días, gracias al género femenino hemos logrado que nuestra raza evolucione hasta las posibilidades que tenemos hoy como especie. Y no se trata de utilizar ese recurso de retórica romántica, sentimentaloide y gratuita de odas a la mujer por quedar bien o ser políticamente correcto, son en realidad datos duros y científicos que algún día leí en un interesante libro, autoría de un médico y no un paleantropologo como cabría suponer: La cadera de Eva.

      Ahí, con un accesible estilo y sencillo lenguaje que podemos comprender quienes tenemos algún interés en la evolución humana sin ser profesionales en el tema, José Enrique Campillo da cuenta de cómo fue que las adaptaciones físicas y sociales de la mujer fueron vitales desde que las especies posteriores a Lucy tuvieron que engendrar y dar a luz a seres con una masa encefálica cada vez mayor, cosa que las hembras antecesores no podrían físicamente hacer; ese cerebro mayor fue el responsable de nuestra inteligencia para dominar el mundo sobre otras creaturas más fuertes que nosotros. Ese fue solo el principio de innumerables ajustes y cambios que la mujer ha venido haciendo a través de millones de años en su cuerpo y en sus hábitos para ser la columna vertebral de la humanidad. Y estos cambios siempre han estado ligados a un rol específico de la mujer e imposible para el hombre: Ser madre.

    Por supuesto que actualmente el entendimiento de lo que es una madre va mucho más amplio de las cuestiones puramente biológicas, la misma adaptación social que la mujer ha desarrollado propició que la definición de madre abarque cada vez más debido a relaciones filiales sin que necesariamente existan vínculos genéticos.

     Así es que como herederos y reyes de la creación de Dios no podemos decir que madre solo hay una, ya que somos hijos de una larga historia y sucesión de mujeres cuya capacidad de cambio y adaptación a las nuevas circunstancias nos han llevado como especie desde ser primitivas víctimas de los depredadores hasta llegar a ser conquistadores de la luna. Y si nos adentramos en temas de religión, encontraríamos que la idiosincrasia universal cuenta con múltiples figuras maternales. No, madre hay más de una.

     Pero como entes particulares, quienes tenemos la bendición de contar con una madre vemos que en esa relación madre-hijo existe una forma de microcosmos dónde en nuestra madre encarnaron todos los tipos de mujeres desde la época de Lucy hasta hoy: La mujer que sufrió cambios en su cuerpo, la mujer que paso frío para que yo no lo sufriera, la mujer que salió en busca de alimento para mí, la mujer que enseñó los dientes a las fieras, la mujer que aprendió a tejer, la mujer que hace la mejor sopa de fideos con jugo de carne, la mujer que me obligó a bailar, la mujer que me enseñó un oficio, la mujer que dibujó la línea entre lo moral y lo incorrecto, la mujer que me compraba botas para hacerme crecer, y la mujer que me llevó al psicólogo para crecer aún más, la mujer que me reprendía en casa y la mujer que presumía a su hijo en la calle, la mujer que se ofreció a buscar cirujano plástico para mis cicatrices de la frente, y la mujer que siempre buscará como cicatrizar la heridas del alma.

     Así es que, a pesar de todo lo que escribí dos párrafos arriba, he de decir que madre, solo hay una.

    Gracias Mamá ¡¡  
   cesarelizondov@gmail.com

La felicidad de un niño

Publicado el 27 de Abril de 2014 en revista 360 de Vanguardia

      Padre y madre estaban felices. Pese a la difícil situación económica en que se encontraban desde hace años, habían hecho un gran esfuerzo para que su hijo disfrutara de un día del niño inolvidable: Lo llevaron por la tarde al cine, después por un helado y finalmente, en casa, le obsequiaron ese juguete de moda que tanto anhelaban regalarle. Antes de ir a la cama, su padre le explico con qué felicidad habían hecho ellos el sacrificio para festejar ese día. Le dijo que mañana sería otro día y que habría que volver a la rutina cotidiana, donde la vida dictaba que habían de ser en extremo disciplinados. Pero por momentos como ese, -decía el papa – bien valía la pena el sufrimiento. Le dijo también cuan orgullosos eran de ver como su hijo maduraba más rápidamente gracias a una realidad que sus padres no querían ocultarle: La vida es dura.

      Muy lejos de ahí y bajo otras circunstancias, una madre le explicaba a su hijo como su abnegado amor era la piedra angular que aglutinaba a una familia dónde el padre pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo. Claro que eso les permitía llevar una vida cómoda, aún con el alto precio que la madre tenía que pagar por vivir con la responsabilidad de llevar prácticamente sola la administración del hogar. Le decía como era que su padre también sufría al estar lejos de ellos en ocasiones especiales pero que él era afortunado al conocer desde tan joven como es que una familia sorteaba las dificultades para salir avante y continuar unida. Ser una buena madre y una esposa ejemplar era bueno para el padre y el hijo, pero la madre sufría una soledad que le dolía hasta el alma. Ese abnegado amor, libre de la hipocresía del sentimentalismo y muy lejos de lo que se compra con dinero, era el regalo para su hijo en el día del niño. Y él era consciente de cuanto sufrían sus padres por manejar lo mejor que podían ese malabar llamado familia, siempre haciendo hincapié en esa verdad que le mostraban a su hijo día tras día: La vida es dura.

    En otra realidad y otro lugar. Un niño miraba por la ventana como se alejaba su padre de la casa de su madre. Habían pasado el día juntos y había sido como tantas otras veces: Risas, diversión, buena plática y el sentimiento inequívoco del amor que se tenían. Al despedirse su padre le dijo lo que en ocasiones similares había comentado: La vida no es fácil para nadie, y aun cuando a veces parece que todo está resuelto, existen sombras como la separación de una pareja, la muerte de un familiar, o la enfermedad que podría aquejar a alguien cercano. Pero siempre habría forma de resarcir los faltantes porque era preferible la calidad sobre la cantidad de tiempo, un niño bien podría comprender porque eran mejor así las cosas.

       Y ya tarde por la noche, los cuatro niños que vivían tan distanciados por múltiples cosas, se unían en un mismo pensamiento hacia sus distintos padres: No me sirve tu sacrificio, tu sufrimiento no me hace más feliz, y claro que con dinero no compramos felicidad y tú reloj no mide el tiempo igual que el mío. Todo lo que pido es que el mundo me permita soñar como un niño, que no me hagan mayor cuando soy menor, que no me pidan que comprenda lo que los mayores no han comprendido.


cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

No es la Navidad, es la Pasión

Publicado el 20 de Abril de 2014 den revista 360 de Vanguardia

       Caso de la vida real: Luego de una niñez y gran parte de la juventud en una escuela católica, un compañero de alguna generación mayor, de quien no diré sus generales pero si diré que es zurdo, salió con tremenda duda: Y a todo esto- preguntó- ¿Qué fue del niño Jesús?

      Clara muestra no de la incapacidad para aprender de los alumnos sino de los garrafales yerros de los docentes sometidos a una forma de enseñanza dogmática y plana que no daba tregua para formarse una opinión propia, ni espacio para cuestionar y menos para disentir.

      Y es que de la alegría y el gozo de la navidad la instrucción religiosa bien se podía pasar al primo literario de Aquiles el del talón: El bíblico Sansón cuya fuerza perdía junto con su cabello. De ahí podrías pasar sin respetar cronologías al temido apocalipsis que luego entenderías como guion de película de Disney al compararlo con el 11/9, el Tsunami o la visita del cobrador de cuotas.
      De ahí, como en una máquina del tiempo y tele transportadora, abordabas el Arca de Noé y por ningún lado veías a la malvada serpiente que aparecía en la primera parte del dogma y que por alguna razón había sobrevivido hasta nuestra época porque la sentías arrastrarse bajo los nopales cuando ibas al rancho o escuchabas su cascabel en algunas conversaciones. Los saltos hacia adelante y atrás se sucedían hasta que por algún miércoles de febrero pasabas en otro ritual a tomar la ceniza y a hacer promesas que duraban lo mismo que la mancha sobre la frente.

      Finalmente llegaban las vacaciones intermedias y por otra extraña razón siempre coincidían con la Pasión de aquel Cristo que nos decían, había dado la vida por nosotros. ¿Por qué las cosas eran así? ¿Por qué tenía uno que sentir culpabilidad si se pasaba las vacaciones sin sufrir como ese Cristo?
     Cosas de adultos, pensaban unos; cosas de curas, pensaban otros; cosas de locos, pensaban otros más; y los menos, pensaban que eran cosas de Dios. Pero luego a cada quién le va llegando el momento de carecer de medios terrenales para afrontar sus situaciones y es entonces que volteas al cielo en busca del ser supremo.

      Y resulta que si deseas que exista un Dios y que su hijo haya sido sacrificado por y para nosotros cuando ves que el doctor y las enfermeras que atienden a tu hija en terapia intensiva son por mucho más jóvenes que tú; y haces un pacto unilateral esperando ser escuchado por aquellos de quienes renegabas. Y luego, en otras circunstancias rezas por que la promesa fundamental de la biblia católica sea verdadera cuando ves de cerca la muerte y quieres con toda tu alma que no termine aquí todo para quienes ya se han ido. Y también, aun cuando los problemas estén lejos, a veces te asalta un vacío que poco a poco vas entendiendo debe ser llenado por algo más grande que lo que cualquier otra persona pueda ser o tener.


    Y llegas otra vez al domingo de resurrección haciendo recuento de ese niño Jesús que se transformó en Cristo. Y caes en cuenta que para nacer no ponemos nada de nuestra parte, nacíamos en una fecha aleatoria escogida por la naturaleza tras un proceso de maduración y hoy las fechas de nacimiento son agendadas en función del calendario del doctor o de la próxima letra a pagar de su automóvil. Y agradeces entonces a tu religión no por una navidad llena de regalos y promesas de la venida de un salvador, sino por la certeza de conocer cómo fue que un hombre vivió su Pasión para cumplir con sus creencias, y encuentras que, aun con letras minúsculas, tus pasiones también te llevaran a morir y revivir una y otra vez en esta vida. Por lo menos en esta vida. 
   cesarelizondov@gmail.com