Se acabó

Para publicarse el 30 de diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo


La tregua navideña acordada por los candidatos presidenciales parece haber sido copiada en todos los niveles de gobierno así como en todo lo relacionado con las noticias de cualquier índole tal como sucede cada fin de año, dejando a quienes debemos aportar algo a las publicaciones diarias con la difícil tarea de inventar algo para no enviar nuestra colaboración con una copia de un pensamiento sacado de la red. En las reuniones, ante la falta de declaraciones del Presidente, la tregua y el benigno clima de este año, no queda más remedio que recordar lo bueno, lo malo y lo rescatable de un año que agoniza.
Para empezar, lo malo. Si nos detenemos a pensar un poco, seguro encontraremos algo que calificamos como malo que nos aconteció durante el 2005. Una enfermedad, un trabajo perdido, un negocio fallido, una materia reprobada, un hijo emproblemado, un amor que se acabó, un trabajo mal pagado, una familia desunida, una elección perdida, un problema financiero, un país que no levanta, un mundo desorientado.
Seguimos con lo rescatable, donde encontramos una enfermedad que no nos venció, el trabajo que perdimos que nos pone en otra perspectiva , ese negocio fallido que nos enseñó algo, la materia reprobada que nos hizo comprender el porqué de muchas cosas, el hijo que saca casta para salir del problema, el amor que se acabó pero que algo te dejo, un trabajo mal pagado pero muy entretenido, la familia desunida, pero familia al fin, la elección que se perdió fue el tigre que no ganaste, un problema financiero que te fuerza a ser creativo, el país que no levanta que tampoco se hunde más, un mundo desorientado con muy buena voluntad.
Y lo bueno de este año sigue por donde mismo. La enfermedad que no te mata, solo te fortalece, si no físicamente, al menos en el espíritu; el trabajo que dejamos solo nos dice de donde salimos, es la referencia de a dónde no regresaremos porque vamos más arriba; la materia reprobada es la primer caída, la que al levantarnos nos forja el carácter y es algo para celebrar; el hijo con sus problemas, lo que nos indica que tiene vida, que vive su vida; un amor que termino, lo que te dice que tienes capacidad para amar y ser amado; el trabajo mal pagado que nos hace comprender que podemos vivir sin riquezas, lo que nos acerca a vislumbrar el misterio de la vida; la familia desunida que aún así es familia, sabiendo que siempre estará allí, comprendiendo que los lazos familiares nada puede deshacerlos; no ganar en las elecciones es algo bueno, porque es una nueva caída que sigue dando carácter, pero en el nivel que no todos pueden alcanzar; el problema financiero que te va poniendo a prueba te demuestra que estás hecho para grandes sacrificios, única vía hacía el éxito profesional; el país que no levanta es la nación que tiene todo por delante, todo por ganar; y este mundo incomprensible nos ofrece un nuevo año con todos sus días nuevecitos.
Total, que lo que es malo se transforma en rescatable y lo rescatable es bueno visto desde el ángulo correcto, por lo que tuvimos un gran año 2005 con todo y sus dificultades. Así, con ese enfoque recibamos el 2006.

...del cristal con que se mira

Para publicarse el 23 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo

Recorrimos primero el centro de la ciudad. En la plaza de armas admiramos el majestuoso pino navideño, la representación del nacimiento, la iluminación un tanto defectuosa de los árboles de la explanada, los adornos del palacio de gobierno y de la catedral. De ahí, a la alameda, a pesar de la cantidad de gente que acude logramos encontrar un lugar para estacionar el auto y bajar para que los niños vieran los ornamentos navideños además de los habituales atractivos de siempre. Así seguimos el ritual de año tras año para que nuestros hijos sientan el espíritu festivo de estás fechas recorriendo diversos puntos de la zona metropolitana en busca de los más creativos y sorprendentes arreglos para que los niños los observasen.
Una vez agotados los sitios públicos, decidimos buscar algunos lugares en donde las personas de forma individual se ponen a tono con los tiempos: las casas. Enfilamos hacía el norte de la ciudad, en las calles no se apreciaba el ambiente navideño ya que la mayoría de las colonias son de las llamadas privadas y están delimitadas por bardas, lo que nos hacía imposible la visibilidad de las fachadas, decidí entonces que lo mejor sería entrar en uno de aquellos fraccionamientos para seguir con el paseo. Escogí para empezar uno de los primeros en su tipo, al llegar a la caseta de vigilancia, un empleado de una compañía de seguridad salió de su lugar y sin levantar la pluma se acerco a la ventanilla. -A donde va patrón?- me interrogó
-A pasear por la colonia, mis hijos quieren ver las fachadas de las casas, les gusta ver como la gente se esmera en dejar sus jardines listos para recibir la navidad.-
-Lo siento mucho señor, pero esto es un fraccionamiento privado y no puede entrar si no es invitado por alguno de los residentes.
No hubo razón legal, moral ó religiosa que hiciera que aquel portero nos dejase pasar a la exclusiva zona residencial. Nos retiramos de aquel lugar y no pude sino sentir una gran frustración por saber que no hay argumento constitucional que me impida transitar por las calles de mi ciudad. La historia es que repetimos la experiencia en muchos fraccionamientos y terminamos por recorrer solo aquellas calles que están fuera de los limites de las zonas exclusivas.
De regresó a casa, olvidé todo el asunto navideño y solo pude reflexionar en todas las personas que viven en esos fraccionamientos. Hice un recuento y me percaté que no pude entrar a la colonia donde vive mi representante actual en el congreso del estado, tampoco a la de mi diputado electo, ni a la de mi secretario de gobierno, ni a la del copresidente del grupo de negocios más influyente de la ciudad, ni a la del alcalde, ni a la de un representante de la cámara empresarial que más se queja, ni a la de un líder sindical, ni a la de un respetado médico, ni a la de un director de negocios, ni a la de un gran altruista. Y claro, entiendo que todas estas personas prefieran vivir en una zona resguardada por una gran barda que los mantenga un poco más seguros dentro del entorno en el que vivimos, lo que no entiendo es porque vemos los mexicanos el muro que quieren levantar los gringos y no vemos las murallas ideológicas, culturales y económicas que aquí hemos construido.
¿Si Estados Unidos decidiera abrir sus fronteras a los indocumentados, usted estaría dispuesto a derrumbar la barda de su casa? De cualquier modo, feliz navidad.

Papa, ¿Santa Claus no existe?

publicado el 16 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo
-Papa, ¿Santa Claus no existe?-
-¿Qué dijiste?- respondí, había escuchado perfectamente la pregunta pero trataba de ganar tiempo para ordenar mis ideas y lograr dar con la respuesta adecuada a la duda más importante de mi hijo durante la primer etapa de la vida.
-Es que en la escuela me dijeron que Santa Claus no existe, que tu eres quién me compra los regalos, que los escondes para que no los vea, y, en algún momento de la noche buena te las arreglas para ponerlos debajo del árbol para que yo los encuentre al despertar por la mañana.
-Bueno hijo,- le dije- te voy a decir la verdad, espero que la comprendas:
Mi principal misión en la vida, es velar por tu formación, a grandes rasgos, la formación se da en base a los principios que cada familia escoge y los nuestros han sido vivir en la realidad, esto quiere decir que debemos llevar una vida de acuerdo a nuestra condición económica, social, cultural, religiosa y familiar, lo que a menudo nos impide obtener todos aquellos satisfactores materiales, emocionales ó espirituales que deseamos y en ocasiones hasta necesitamos.
Así, como tengo que mantener una disciplina durante todo el año para cuidar nuestro presente y el incierto futuro, me es imposible darme el lujo de comprar felicidad cuando en el supermercado me pides que llevemos el juguete que te ha gustado; cuando apruebas tus calificaciones en la escuela, mi primer impulso es darte una recompensa por tu esfuerzo, pero termino por admitir que tener éxito en los estudios no debe ser una cuestión de excepción, es una obligación; cada vez que salimos en familia, hago grandes esfuerzos para no caer en la complacencia de comprometer los recursos que están destinados para seguir subsistiendo; cuando planeamos que hacer con el tiempo de vacaciones, invariablemente ajustamos buena parte de esos días para que realicemos tareas que no son de tu completo agrado, pero que debemos alternarlas con el descanso; cuando tu y tus hermanos se quedan en espera de que su padre abandone el trabajo para jugar todo el tiempo con ustedes; en suma, mi labor como padre se parece mucho más a la de alguien que pone las trabas, de alguien que tiene siempre la encomienda de ser el aguafiestas, de poner el contrapeso que impide que todos los impulsos se hagan realidad; y todo, hijo mío, aunque hoy te parezca mentira, es en la búsqueda de forjar seres humanos felices que sean dignos de vivir en este mundo.
Es por eso, que con el paso del tiempo los jefes de familia hemos tomado como pretexto el nacimiento del niño Jesús para poder romper por una sola ocasión al año el yugo que frena los deseos que nacen de muy adentro del corazón, pero que por responsabilidad debemos contener en la mayoría de los casos, es de alguna manera, simbolizar con regalos lo que las palabras no alcanzan a describir, es tratar de equilibrar en una fecha lo que durante toda la vida nos hace parecer duros. Es por eso que hemos inventado un personaje inspirado en alguien que existió, así, cuando nos transformamos en Santa, podemos hacer lo que nuestra condición de padres de familia nos impide: dar rienda suelta a nuestros antojos por demostrar amor a nuestros hijos sin restricciones.
Es por eso hijo, que lo que te dijeron es en parte verdad, ya que, efectivamente, soy yo quién consigue tus regalos de navidad, pero también es cierto que Santa Claus existe, y en tu caso soy yo, así es que recuérdalo siempre, seguiré cumpliendo mi deber de procurarte la mejor formación, por más difícil que esto sea, debes saber que durante toda tu vida, el mejor regalo no será el de ese Santa Claus anual, sino el que te da tu padre día tras día. Pero también debes recordar, que como tu padre, siempre tendré guardado el traje rojo con la barba blanca y los botones de oro.

De puentes a puentes

Para publicarse el 9 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo

Por César Elizondo Valdés

Estábamos en una estación de gasolina en Laredo, México, nuestro destino final era la ciudad de Dallas, en Texas. Tendría algunos meses de haber alcanzado la mayoría de edad y por estar de vacaciones mi padre nos invito a mi hermana, mi madre y un servidor a acudir a la más grande exhibición de fábricas de ropa que había en aquellos años, buscábamos mejores oportunidades para un negocio de artículos e indumentaria deportiva que tratábamos de hacer funcionar. Le pregunte a mi padre porque cargábamos gasolina en México cuando era más económico hacerlo cruzando la frontera, me respondió que lo hacía por lealtad a su país, a lo que yo le cuestione si creía que con eso realmente haría alguna diferencia y me dijo: tal vez para el país no sea representativo, entiendo que no puedo cambiar el mundo, pero el mundo tampoco tiene porque cambiar mis principios.
En fin, cruzamos la frontera con el tanque lleno y tan pronto terminamos de realizar los tramites para adentrarnos en territorio estadounidense mi hermana pidió la oportunidad de manejar un poco, estuvimos de acuerdo en que lo hiciera a pesar de que era la persona más joven y con menos experiencia en carretera pues sabíamos que las autopistas a las que íbamos eran seguras. Sin darnos cuenta, entre la plática y el monótono paisaje de Texas, llegamos hasta Dallas con mi hermana al volante. No hubo tiempo de cambiar de piloto y Cinthia tuvo que conducir hasta la misma puerta del hotel en una ciudad grande, desconocida y con un tránsito vehicular impresionante. Recuerdo que comentamos el motivo por el cual no nos dimos cuenta de las cientos de millas recorridas y porque no cambiamos de chofer, fue debido a que desde Laredo hasta Dallas viajamos sin cruzar un solo semáforo, pasando vías de tren por arriba de los puentes y sin pisar el freno por ninguna señal de alto en el camino. Tiempo después comprobé que incluso uno puede llegar a la frontera con Canadá sin tener que detenerse salvo por las llamadas paradas técnicas.
Durante muchos sexenios, en nuestro país se frenó el vital desarrollo en vías de comunicación por un nacionalismo mal entendido y por el sometimiento de los gobernantes a intereses particulares que argumentaban necesidad de frenar el tránsito como sustento económico de ciudades, pueblos, ejidos, ranchos. Claro, forzar a los viajeros a transitar por las zonas con asentamientos humanos dejaba algún minúsculo beneficio económico, que por supuesto era restado de algún otro destino, un día ganaba uno, al siguiente lucraba otro, y el pobre conductor sumaba horas de lidiar con bordos, baches, semáforos, vendedores y toda clase de incomodidades en su trayecto. El resultado, encarecer en recursos humanos y materiales los traslados con la natural consecuencia que eso tiene para toda la actividad económica y humana.
La semana que termina trajo buenos anuncios del gobernador Humberto Moreira en el sentido de dotar a Saltillo de un sistema de puentes para desahogar el tránsito de paso por la ciudad, lo que indudablemente arrojará beneficios para todos los vehículos que pasen por nuestra capital y que nos regresará a los habitantes del sureste del estado parte de la comodidad que el crecimiento nos ha canjeado. De la mano de ayuntamientos y de la federación, todos los gobiernos estatales deberán repetir estas acciones para poder en un futuro ir de Piedras Negras hasta Acapulco sin necesidad de entrar en los cinturones poblacionales. Dos pájaros de un tiro, apoyo al desarrollo económico abasteciendo de vialidades rápidas y respuesta al bienestar social al disminuir la entrada de vehículos a zonas urbanas. Lo prometió como candidato: Construir más puentes de los que hubo que hacer como secretario en la SEPC, ya empezó bien.

El gobierno de la gente, ¿Un gobierno con buen juicio?

Para publicarse el 02 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo

Allá por los años setenta, el pujante grupo Alfa de Monterrey cometió errores que con el paso del tiempo se convertirían en clásicos utilizados como ejemplo en las aulas de las instituciones de educación superior, en seminarios, simposios, diplomados y cualquier tipo de reunión que tuviera como fin la discusión de la forma de llevar a buen puerto un proyecto. Los yerros de Alfa se resumieron en poner en manos inexpertas las tareas más importantes de su operación, ocupando los puestos directivos con jóvenes recién graduados que llegaban a incorporarse a la vida productiva con un gran acervo de teorías pero con muy poco sentido común debido a la formación académica que en aquellos años estuvo en boga. El error no estuvo, como muchos podrían pensar, en darle la responsabilidad a los jóvenes, la falla fue que estas personas carecían del buen juicio que se necesita para subsistir en cualquier campo.
Así como en Alfa, la falta de juicio, la ausencia de sentido común, lleva al fracaso a personas, empresas, equipos, gobiernos. A través de la historia hemos visto los ejemplos de cómo el buen juicio es siempre la llave maestra para el éxito; en los negocios, reglas tan claras como saber que debe entrar más dinero del que sale, que cada puesto debe desempeñar una función productiva, que cada operación debe reportar utilidad; en los deportes, saber que los errores cuestan, saber que la preparación física es más importante que la habilidad atlética; en las relaciones humanas, entender que la gente quiere escuchar cosas positivas, saber que tu interlocutor también tiene algo que decir. Lo que los libros de superación personal y de éxito en los negocios no te dicen es que todo se viene abajo cuando el sentido común esta ausente.
En los gobiernos, para lograr trascender más allá de la propia época, el buen juicio dicta atacar la raíz de los problemas, lo cual tiene un alto costo aparente cuando se trata de encuadrar acciones con puntos porcentuales en el gusto de la gente. El día de ayer, durante su primer discurso como gobernador de Coahuila, Humberto Moreira Valdés dejó claro que su gobierno apelará al sentido común para solucionar los problemas desde donde se originan, haciendo así una administración activa, no reaccionara. Declarar que la inseguridad pública tiene en la educación una de sus principales causas, haciendo un llamado a los padres de familia para reconocer que la formación que se omita en la casa ningún gobierno podrá suplir, es señalar que ni con todo el dinero del mundo invertido en equipo policíaco podremos entrar en la cabeza de un joven que quiere delinquir, puro sentido común. Hacer ver que el desarrollo económico tiene en la marca coahuilense su mejor opción, en el sentido de no descuidar las empresas locales que son las que a la larga le darán estabilidad laboral a nuestros trabajadores, puro sentido común.
Empieza bien su sexenio Humberto Moreira creando el Instituto de Planeación Estratégica de Políticas Públicas, el cual me da la impresión que tendrá la responsabilidad de dotar de buen juicio y sentido común todas las acciones de gobierno que está administración emprenda en sus distintas áreas, no solo en lo referente a la promoción económica como todos piensan. Escucharemos mucho del tablero de controles, el que de manera simple y gráfica nos dice como se comportan los principales indicadores en los diferentes parámetros, todo sustentado en buen juicio, producto de información oportuna.