Desenredando el sedal

 Publicado el 05 de septiembre en Saltillo 360, de Vanguardia.


léelo también en la edición digital de Saltillo 360, de Vanguardia


El regreso de pescar era con las manos vacías, pero jamás le di importancia. Tuve la fortuna de convivir con mis niños durante su infancia en esos momentos tan apreciados entre padres e hijos varones. Puedes descubrir en esta práctica una imperceptible fisura cuando había una madre y dos niñas en la familia nuclear, o puedes entenderlo como un fortalecimiento de la convivencia masculina entre quienes, por rezagos culturales, se relacionan de formas más disciplinarias que fraternales.    


En paralelo, creyente del psicoanálisis como medida preventiva de entendimiento y de las enseñanzas religiosas como una propuesta de conducta y espiritualidad para los hijos, fue normal el acercamiento con psicólogos laicos y guías espirituales de mi religión. De la introspección a que ambas formas de pensamiento te llevan, terminé por entender que la basura adquirida por un adulto en su manera de ver el mundo nada tenía que hacer ante la claridad de un par de niños en su entender de la vida. Buscando encauzar a mis hijos por una ruta alterna a la saturada de falsos caminos, mis mentores insistieron en el error generacional de moldear mentes o espíritus nuevos, a las aberraciones de un entorno maquillado. Todo está dentro de los pensamientos, diría un psicólogo, todo está dentro de los sentimientos, opinaría el sacerdote. Ambos coincidían en que a todos puedes engañar, menos a ti. La conciencia, diría yo. El corazón y el cerebro, es la materialización poética de lo expuesto por religiones y ciencias; su híbrido, la conciencia, es pura abstracción, sin retórica ni flores.


En las escapadas a pescar había una persona ajena a la familia: un pescador. Ante mis carencias técnicas, intelectuales, prácticas y materiales, siempre encontré un guía con vastos conocimientos y equipo para ayudarnos. Igual desde un muelle al norte de la frontera de Matamoros sentados sobre una hielera, o cuando en una panga nos asomamos al golfo de México, o cuando nos adentramos al lujo dentro de un yatecito en el océano pacífico, siempre estuvo con nosotros un sigiloso testigo cuyas palabras y acciones se limitaban a las cuestiones de pesca.


Andar más de uno pescando en un mismo sitio garantiza una cosa: que se enreden los sedales. Empezaba uno recogiendo su línea con la duda inicial de traer alguna presa enganchada o saber que se había enredado con otro; a los tirones iniciales venía la desilusión al descubrir que el compañero de al lado respondía a los mismos jalones. A veces me enredaba con el menor de mis hijos, otras veces era con el mayor; en ocasiones se enredaban entre ellos dos y seguido, alguien terminaba peleando con el sedal del pescador. Ya imaginas que, en bastantes ocasiones, padre y ambos hijos tirábamos frenéticos al mismo tiempo de la caña, sólo para descubrir que todos estábamos hechos nudos. Paciencia, buena vista y hábiles manos son requisitos básicos para desenredar los sedales; pero suele ocurrir que el nudo sea tan obstinado, que haya que cortar el sedal sacrificando aparejos y demás.


Pasa también que un pescador termina con el sedal enredado entre cosas ajenas a sus acompañantes: ramas, rocas, redes, boyas, anclas y hasta con un motor de lancha tocó enfrentarnos. Al principio, el guía desmarañaba las líneas, más tarde fui yo el encargado de hacerlo, para después dejar que los muchachos lo hicieran.


Digo sin faltar a la verdad que pasamos más horas desenredando nudos que sacando peces del agua. El tiempo observando la tensión de los sedales a la espera de verlos restirados por la mordida de un pez, era un espacio de silencios prolongados. Pero puedo decir también, que cuando alguno pescaba, los demás dejábamos nuestras cañas para disfrutar y celebrarle la hazaña. Y devolvíamos el pez al agua.


Luego, regreso a la realidad. Entre el mundano parlar citadino que mucho grita y nada dice, se extrañaban los silencios de la pesca dónde tanto nos escuchábamos. Nos encerrábamos cada uno en su vida y en su mundo, a sumergirnos de nuevo en la vorágine que tanto exige de apariencia y poco muestra de conciencia. Y luchaba cada quien ante sus retos; apegados al libreto de una incierta civilización: desenredando las cosas y tironeando sin saber si algo bueno viene en el anzuelo, o es sólo que nuestros intereses y roles, nuestras edades y humores, se han liado con los de alguien más.


Así los años pasaron, con las idas a pescar y regresos a estudiar o trabajar, con momentos de reír y episodios de llorar, con subidas y bajadas, bailando y siendo bailados. 


Hasta que un día sentado frente al televisor mirando no sé qué cosa, sin siquiera esperar a los comerciales, instintivamente abrí mis manos para observarlas. Y, robándole al poeta el verso, vi que ambas estaban vacías, pobladas de cicatrices. Entonces caí en cuenta de haber gastado media vida desenredando los nudos. Y entendí a aquellos psicólogos y párrocos: quizá las manos estén vacías, pero la vida está llena.

cesarelizondov@gmail.com




Pasaporte

 Publicado el 01 de agosto de 2021 en Saltillo 360, de Vanguardia. 


léelo también en la edición digital de Saltillo 360. /hoy-se-habla-de-pasaporte


Supongo que así es la vida: justo cuando los hijos alcanzaron edad para realizar por si mismos toda la tramitología exigida por el mundo, fue mi madre quien requirió mi asistencia para renovar su pasaporte.

No es que no se valga por si misma, es que necesitó un buen chófer para llegar hasta la oficina de Torreón. Aproveché el viajecito para sacar también el mío.

He de decirlo: no cupo el cliché de la oficina burocrática donde nadie quiere atenderte y todos lucen mal encarados; no señor, en este país hemos superado esa cultura y cada vez es más común encontrar funcionarios serviciales y bien capacitados. Bravo por eso.

Al final de todo el proceso, mi nuevo pasaporte estuvo listo en la ventanilla dieciséis. Me pidieron checar bien todos los datos y así lo hice. Nombres, fechas y demás cosas estaban correctas en lo técnico y ortográfico, pero reparé en un detalle que detonó en mi zona emocional: una lejana fecha de vencimiento, quince años más adelante, supone que tendré en esa época la misma edad que tenía mi padre cuando viajó al más allá.

—¡No mames¡— me escuché decir-

—¿Qué dijo?— contestó el funcionario de la ventanilla.

—Perdón, era para mí. Todo esta correcto—

Perforó mi antiguo pasaporte y me hizo entrega de ambos. Salí de ahí un poco más avejentado de como llegué.

Casi trescientos kilómetros y cuatro horas más tarde, intentaba trabajar frente a la computadora. Pero mi mente orbitaba en otras dimensiones.

Tomé del escritorio ambos pasaportes. Empecé a hojear el cancelado. No tiene tantos sellos como lo hubiera querido, pero pasé unos minutos observando fechas y aduanas. Me hizo gracia recordar algunos sellos que no implican la entrada a países, sino a sitios turísticos; mi compadre dice que esos sellos de parques nacionales o temáticos son un pendejo souvenir, yo pienso que son un afortunado y nostálgico recuerdo.

Sonreí al recordar el momento exacto de un cambio de año, a las doce de la noche, esperando a mi hijo afuera de un sanitario móvil. Miles de personas a mi alrededor corearon en regresión del diez al uno, para darse de besos y abrazos, mientras yo permanecí solitario en medio de la vorágine de aquella multitud, esperando a que terminara lo que él hacía. Volví a reclamarle a un abusón taxista que jamás entendió lo que significa el tiempo perdido cuando andas de vacaciones. Escuché las grandes plumas del cóndor en su resistencia al viento, e hice gestos ante lo fuerte del pisco, vi cómo mis Raiders se acostumbraron a perder en cualquier país y estadio, y conocí el gran cañón. Sin ser de espalda mojada, mi viejo pasaporte también valió para intentar otro oficio.

Después, miré el nuevo documento. Parece fecha maldita, como un plazo perentorio, como calendario maya que termina así de pronto. ¿Será mi último pasaporte? ¿Volveré a hacer este trámite? En la duración de vida, ¿Sobreviviré a mi padre o moriré antes que él? Que pensamiento tan loco, ni Epicuro ni Platón tuvieron este dilema.

Empecé a hojearlo. La de cosas que uno encuentra: treinta y dos páginas dedicadas, una para cada Estado de la república, de las cuales, veintinueve están en blanco. Ha de existir un porqué, pero no entiendo esa lógica porque para visitar Tlaxcala, Nayarit o lo que sea, no ocupas que te lo sellen. Pero la reflexión no es esa.

El asunto es que, al tener una certeza, la única que hay en la vida, no tiene caso pensar en la fecha de la muerte. Por eso mejor me ocupo de seguirle taloneando, de seguir haciendo planes y culturizarme un poco, para llenar ese libro, de veintinueve hojas blancas. 


cesarelizondov@gmial.com




Fátima previo al día de la madre

 Léelo en la edición digital de Saltillo 360, de Vanguardia

Este niño no sabe lo que busca, pero espera encontrarlo en misa. Observa, por primera vez en su vida, una forma de peregrinaje de una figura familiar para él, es la Virgen de Fátima. Hecha de algún tipo de yeso o resina, es llevada sobre una base de maderos que a su vez descansan sobre los hombros de cuatro religiosos.


Entran por uno de los accesos laterales del templo, y serpentean por todos los pasillos para que la feligresía tenga una cercanía física con la figura, o lo que esta signifique. De fondo, un coro canta “13 de mayo” mientras todos levantan una vela durante el estribillo; así como lo has visto en los conciertos dentro de los estadios. Experimenta una desilusión cuando pasan a un par de metros de su lugar, porque la virgen tiene su cabeza ladeada hacia abajo y hacia su derecha, y la banca donde él se encuentra, quedó en el costado izquierdo, de modo que sus miradas no se cruzan.


Termina la peregrinación en la parte baja y el sacerdote la entrona a un lado del altar. Ahí estará durante toda la semana para conmemorar un aniversario más de su aparición hace poco más de cien años.


El niño, observa que los ojos de la figura han quedado viendo en dirección al centro del templo, hacia abajo, entre los escalones del altar y la primera fila de butacas. Entonces, planea algo:


Estando situado en la parte central, sabe que le tocaría comulgar por el pasillo de en medio, justo para recibir la comunión y buscar en la mirada de ella ese algo que le falta, luego de tomar la hostia. Pero, dada su naturaleza pecadora, no esta posibilitado para recibir a Cristo.


Trata de recordar cualquier tipo de autoconfesión válida. Aunque algunas formas le vienen a la mente, siente que de todas maneras, estará faltando a lo que le enseñaron en el catecismo. En esos pensamientos se le va parte de la hora sin mayores sentimientos, hasta que en el momento de la ofrendas, entonan en vivo, al estilo operístico, la canción a tres manos de Dani Martín, “Que bonita la vida”. Con eso, además de desprenderse de los únicos veinte pesos en sus bolsillos, se siente limpio por dentro, listo para lo que venga.


Hacia el final, bendita pandemia, el Padre se saca de la manga una absolución para todos a fin de que nadie se quede sin comulgar. El niño sonríe desde adentro, ya no hay necesidad de trucos ni dudosas justificantes.


Espera, paciente, a que las filas delanteras vayan descendiendo por el pasillo. Toma su lugar cuando casi todos han regresado a sus reclinatorios. Se aplica del gel antibacterial que le ofrecen en la hilera, y mientras sus pasos se acercan al sacerdote, su vista está clavada en la virgen, así como Jesús a la cruz. Pero desde ahí, ella parece mirar al suelo; tiene que acercarse más para cruzar las miradas. Se quita el cubrebocas, coloca su mano izquierda sobre la derecha con las palmas hacia arriba. Cuando el Padre coloca la hostia en esa mano y le llama por su nombre, se sorprende por el gesto y voltea a verlo a los ojos, y se olvida de la virgen. Se lleva la hostia a la boca y regresa a su lugar.


Hincado, se da cuenta de que olvidó hacer el contacto visual con la virgen allá abajo, se siente un poco desolado. Mal que bien, como siempre, pide, ofrece y promete en la misma posición. Pero no deja de pensar en la mirada que olvidó buscar cuando tuvo el momento.


En los avisos finales, Chuy Pedro anuncia las festividades de la semana en la parroquia. Y cuando hace mención del día de la madre, al niño le cae algo de zopetón: una madre no espera a la mirada del hijo, y aunque este se olvide de mirarla, ella siempre estará mirándole cuando pase enfrente de ella.


El hombre se levantó, y salió de misa con la seguridad de tener, por lo menos, dos madres que lo miran y se ocupan de él, aunque la mirada de él se encuentre en otra parte. 

cesarelizondov@gmail.com


https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-fatima-en-el-dia-de-la-madre

Amigos

 Léelo en Saltillo 360, de Vanguardia

Avanzas por la vida sin saber a dónde te llevará la siguiente encrucijada. Y terminas por llegar a los lugares comunes, a donde algunos acuden, a refugiarte en lo cierto… o en lo que otros dan por cierto.

Cansado del trajinar de las épocas actuales, llegó un momento en el que hube de enconcharme para tratar de escuchar. No pude escuchar muy bien, pero no fue por el ruido que podría acusar afuera, fue por el pobre bagaje que habitaba en mi interior. ¿Qué se le dice al espejo al confrontar el vacío?

Empecé a buscar respuestas en superfluos alternativos a los ya probados. Enseguida me di cuenta de que un período de prueba es suficiente para hartarse del streaming, que el trabajo rutinario no da el ancho para hacer frente al absurdo, que la barra en la cantina tiene tanto de real cómo fábula de Esopo, y del deporte ni hablar, ya no busca adrenalina el que a diario la transpira.

Entonces me puse a leer. No pudo ser más revelador ese ejercicio: pronto estaba de visita en fantásticos lugares, fui testigo del carácter de increíbles personajes, pude ver la artesanía que cuida de los detalles en las tramas más complejas, me sorprendieron con giros que no hubiera imaginado, fui leyendo sin cansancio ante el ritmo cadencioso de la prosa bien escrita, me quedé maravillado por magníficos finales. Lecciones para la vida, aprendizaje sin aula, o la simpleza del gozo de un relato bien contado.

Sin que ellos lo sospecharan, me hice amigo de escritores. En afán de conocerlos, apliqué alquimia barata consultando sus perfiles. Terminé escuchando a Arreola, me gustó la irreverencia de un gringo llamado Wallace, la magia de García Márquez, la erudición bien plasmada del Borges jamás premiado. En sentido figurado, me enamoré de Nettel, de Luiselli y otras damas.

Sin distinguir por estilos, épocas o demás, en cada una de sus obras distintas voces fluyeron. Unos muertos y otros vivos, del Cementerio de Reyes a la ciudad de New York, de temas algo pasados o corte contemporáneo. A cada párrafo y línea, como la roca al cincel o al incesante goteo, mi desconsuelo cedió.

Sentí que todos me hablaban como se le habla a un amigo. Sentí que bajo sus letras mis carencias eran pocas, sentí que con sus novelas podría escapar de la mía. Sentí que ellos me invitaban a sumergirme en sus mundos. Sentí que eran mis amigos. Y de pronto, comprendí:

Los amigos no sólo hablan, también saben escuchar. Ni en monólogos ni escritos encuentra uno la amistad, es calle de dos sentidos, uno viene y otro va, uno dice y otro calla en ese diálogo alterno POR donde corre la estima. No han de ser los soliloquios de un extraño en tu cabeza donde surgen los afectos.

Por ello siempre el regreso con esa clase de amigos que gozan de buen oído: los de la copa y la broma, los del abrazo y el canto, sin antifaz en el rostro ni la postura pedante, los que con silencios te hablan, los que escuchan y confrontan. Los que hablan poco y espeso, y lo que es más importante, que callan para escuchar.  

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-amigos

Pepe le Pew

 Léelo también en Infonor.

No entiendo esos silogismos: si ves la caricatura del zorrillo enamorado, entonces te convertirás en acosador sexual. ¿Es en serio?

 Contemporáneos míos son quienes gobiernan municipios, estados y países; igual los sacerdotes y capitanes de empresa, líderes de opinión, docentes y comunicadores. Todos ellos crecieron viendo a Pepe Le Pew, y, supongo por el silogismo, que aquellos que vienen censurando hasta los catálogos de Disney, tendrán sus oscuras historias bien guardadas; de otra manera no entiendo su postura de dioses pensando que, si ellos fueron inmunes a las depravadas formas del zorrillo, no podrán serlo otras personas.

¿Tu piensas que el modelo familiar de la actualidad tiene que ver con que Doña Florinda era madre soltera? ¿piensas que el mal pagador lo es por culpa de Don Ramón? ¿la obesidad nos viene de Ñoño? ¿la homofobia se debe a que antes no había diversidad sexual en los contenidos? ¿el racismo lo inventó la televisión?

Así no funciona el ser humano: no veo a mis hermanas de restauranteras porque jugaban a hacer de comer, ni mis vecinas se embarazaron de catorce años por cambiarle el pañal a sus muñecas. No me convertí en Pelé por andar de vago tras la pelota, ni aquel monaguillo fue cura por ayudarle a Usabiaga.

Ese reduccionismo con el que la censura pretende acotar otro tantito nuestro libre albedrío, es tan retorcido como pensar que, si un niño juega con el muñeco de acción G.I. Joe, será porque físicamente le atraen los hombres, de lo contrario jugaría con una Barbie. El argumento tiene lógica, pero es tan reduccionista como aberrante.

Parece mentira y exageración, pero si puedes imaginar un hilo conductor donde el uno precede al dos, esta corrección política que hoy padecemos hasta en los nombres de franquicias deportivas, terminará por destruir la muralla china, las pirámides de Egipto y cualquier otro indicio de esclavitud, sometimiento y explotación que el ser humano haya perpetrado en el pasado. Estarás de acuerdo conmigo en que, hay que ser muy inocente para pensar que Chichén Itzá se construyó con buena vibra, incentivos culturales o liderazgo político.

Y del dos sigue el tres: a rasurar el Louvre y todos los museos del mundo. Que no quede obra con tintes de cualquier forma de desviación o abuso en que la humanidad haya incurrido. Le seguimos con los libros y con todo. Borramos todo vestigio de lo que nos trajo hasta aquí como especie.

Al final, nos pegamos un tiro en la cabeza porque no pudimos ser perfectos, porque nos avergonzamos de haber evolucionado, porque no nos gusta nuestro pasado. Y porque resulta más sencillo y más barato censurar, que educar.

cesarelizondov@gmail.com

https://www.infonor.com.mx/articulo/entry/pepe-le-pew

Una historia de béisbol, que no trata sobre béisbol

 Léelo en Saltillo 360, de Vanguardia.

Perdón por el anglicismo, pero no hay otro modo que le dé sentido a la historia. El más valioso puede ser aquel que conecta el hit, pero el traje de héroe lo porta quien anota la carrera del triunfo. Así que, con la suficiencia propia de quien sabe lo que hace, salí del dogout con paso firme para hablar con mi manager. Era de noche y el calor era mucho tras una larga sequía en la ciudad, causa de estragos en el clima y en el árido suelo de mi tierra.

—Creo que yo debo correr en segunda. Soy el más rápido del equipo y, además, soy el único disponible en la banca para entrar como emergente.

—No sé— me contestó Gerardo — El Güero dio un buen batazo para embasarse. Nos puso en posición de ganar el partido y me parece injusto sacarlo en este momento.

—Injusto será perder si el Zurdo conecta otro hit y el Güero no alcanza a llegar hasta home—argumenté.

—Ok. Vamos a ver qué dice— En seguida, pidió tiempo al ampáyer para proponer el cambio.

Cerrábamos la última entrada perdiendo por una carrera. Las bases estaban llenas, había dos outs en la pizarra y tocaba el turno a nuestro mejor bateador. Un escenario ideal para dejar en el terreno al contrario.

En tantos años especializado en compras, no recuerdo una negociación tan complicada como esa con el Güero, sobre la almohadilla de la segunda base. Él sentía que su velocidad era suficiente para llegar hasta el home si el Zurdo conectaba de hit. Yo había convencido al manager de que sólo yo era capaz de anotar con un sencillo. En una discusión bastante álgida si tomas en cuenta la división botana en la que participamos, al final prevaleció mi petición, y se realizó el cambio de corredor.

Ahí estaba yo sobre la segunda base como niñato heredero, con la adrenalina disparada en mi organismo. Comprobando la textura del piso, arrastrando los pies hacia atrás como hace el toro de lidia con sus pezuñas; haciendo sentadillas entre uno y otro lanzamiento del pitcher, estirando brazos y piernas, levantando el mentón y alargando el cuello hacia atrás y hacia los lados, como si pescuezo y quijada influyeran en la velocidad; amagando con mis arrancones a un cátcher despreocupado de mí, porque sabía que a ningún lado podría llegar sin el tablazo oportuno de mi compañero. En una repetida sucesión de las anteriores estampas se llenó la cuenta: tres bolas y dos strikes.

En este juego, tener las cuentas y bases llenas es una situación que obliga a salir corriendo: al siguiente lanzamiento, no se necesita observar hacia dónde va la pelota, ni a cuanta altura, ni nada. O pasa la cuarta bola y todos avanzamos caminando, o ponchan al bateador y se termina la entrada, o da cualquier tipo de batazo y no hay más opción que arrancar a máxima velocidad buscando llegar a la siguiente base…y más allá, diría Buzz. Pero tampoco era que debiera llegar hasta home. Si el batazo no era lo bastante profundo, con llegar hasta tercera estaríamos empatados y con el triunfo a la mano. Pero…mi vida está llena de peros.

Lo he escrito antes sin rubor ni disimulo: soy entusiasta villamelón para casi todo, pero tampoco soy desentendido. Entonces, al observar el contacto del pitcher con la placa en su windup, me dispuse a correr. Vi la pelota viajar hacia el bateador, y distinguí el instinto asesino entre sus ojos. Despegué. Escuché ese inconfundible plockkk, seco, que te suena a poesía cuando bateas y a fusil al defender. Alcancé a ver el batazo con buena altura, era una línea por encima del primera base. Fue perfecto. Clásico de un zurdo.

Encarrerado, no sé por qué quise ver donde caía la pelota en lugar de mirar hacia el frente, allá donde, con la mímica del brazo dibujando grandes círculos, alguien me gritaba que me siguiera corriendo hasta el home. En ese instante, sentí que mis piernas se enredaron. Las leyes de la física son más implacables que las jurídicas: ahí me tienes volando por los aires en una catapulta resultante de peso, velocidad, y estupidez. El heroico clavado que debió ser en home ante un angustiado cátcher, terminó en estrepitoso desastre a los pies del short stop, envuelto en una polvareda digna de baile ranchero. Fui puesto out, forzado en tercera. Fin del juego.

Al bajar la polvareda, sin aquella suficiencia mis ojos voltearon hacia el dogout, y me encontré con ese microcosmos presente en cada grupo y equipo mexicano: ahí estaban el Güero y el Negro, el Zurdo y el Colorado, el Chaparro y el Pirruris, el Profesor y el Doctor. Cada uno me miraba como si hubiera perdido la urna con las cenizas de su madre. Nunca en la vida sentí más deseos de llegar a home.

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-una-historia-de-beisbol-que-no-trata-de-beisbol

Rumbo al Super Bowl LV: los nihilistas

 Léelo también en Saltillo 360, de Vanguradia

Mi socio no podía creerlo: distinto a lo conocido por el comercio de antaño, desde el día de la inauguración hubo ventas espectaculares, el primer mes terminamos por arriba del punto de equilibrio y al finalizar el ejercicio fiscal la inversión fue recuperada. Por supuesto, los beneficios son proporcionales al tamaño de la inversión y riesgo…igual las pérdidas.

Un proyecto de ese tipo puso a los Bucaneros de Tampa Bay en el juego de hoy: apostaron por el aquí y ahora contratando a Tom Brady durante el receso de temporada. Hasta el amanecer de este domingo, el cálculo les ha salido bien. ¿Saldrán victoriosos hoy para validar su estrategia?

Mi socio tampoco puede creer esto: toda mi vida profesional trabajando en el mismo giro. Con la mira puesta en el largo plazo, se la lleva uno de tropezón en tropezón intercalando dos pasos para adelante con un pasito pa´tras…mientras otros avanzan a grandes zancadas.

Algo así es el caso de los Jefes de Kansas City: luego de construir desde sus cimientos un gran equipo, en 2020 firmaron el contrato más grande en la historia del deporte (recién superado por Messi) con su quarterback Patrick Mahomes. Todo con miras a dominar a la NFL durante el resto de la década. Están listos para cosechar más frutos en el cortísimo plazo, tan pronto como hoy. ¿Una caída hoy les aleja de su objetivo a largo plazo?

Entonces, ¿qué esperar en este duelo? Enseguida comparto contigo algunos datos inútiles distintos a lo que hayas escuchado previo al Super Bowl LV. Como es costumbre, al final de la columna te espera una recompensa si terminas de leer: un pronóstico lógico y contundente para saber quién terminará campeón esta noche.

-Nunca, en sus infinitas apariciones previas en un Super Bowl, el equipo de Brady ha anotado un touchdown durante el primer cuarto de acción. Similar a un auto clásico, necesita entrar en calor para funcionar al cien. ¿Alcanzará la zona prometida antes de finalizar la primera parte del reloj de juego?

-En cuatro de sus últimos cinco partidos eliminatorios, los Jefes han remontado desventajas de 24, diez, diez, y nueve puntos. Son un conjunto impuesto a levantarse. ¿Necesitarán de un épico regreso hoy? Si en algún momento parecen acabados, evítate el ridículo de darlos por muertos cobrando apuestas prematuramente.

-En 54 ediciones anteriores, sólo en cuatro ocasiones alguien ha derrotado a un quarterback que defiende la corona. El último en lograrlo fue…Brady, seis años atrás.  Hoy Mahomes defiende su título. ¿Ganará el campeón actual o el retador?

-Ningún equipo ha terminado un Super Bowl sin anotar puntos. ¿Veremos esa “primera vez”? No.

-Los Bucaneros buscan empatar a los Ravens con la mejor marca porcentual en Super Bowl (2-0); esto es, el mayor número de victorias con la etiqueta de invicto. Mientras tanto, Kansas City quiere llevar su marca en el gran juego a 3-1; en su defecto, cae al patético .500 de porcentaje. ¿Es en verdad mejor un breve historial sin derrotas que una larga tradición con victorias y reveses?

Todos los datos anteriores resultan absurdos una vez que escuchamos el silbatazo inicial. Ya conoces mi postura: en un improbable encuentro sin intercambios de balón, las estadísticas (no es lo mismo que Las Vegas) indican la supremacía de Kansas City. Pero si algo hemos observado en cada viaje de Tom Brady a estas instancias, es que sus nueve partidos previos se han decidido hasta bien entrado el último cuarto, ninguno ha sido un aburrido espectáculo.

Va el pronóstico infalible, copiado de quién sí sabe: Marv Levy es el único entrenador que perdió cuatro veces consecutivas en este partido, su vasta experiencia en caer de todas las formas posibles le dotó de humildad y de la lógica más sublime. Su dicho más o menos es este: al final, cualquier estadística o desempeño carece de importancia, sólo hay un parámetro que acierta con exactitud quién gana y quién pierde, y esta medida es el marcador final. Aquel que anote más puntos, gana.

Todo lo demás, a nadie le importa; porque, de hecho, no importa. 

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-super-bowl-lv-los-nihilistas

Rumbo al Super Bowl LV: los empiricos

 Léelo en Saltillo 360, de Vanguardia

El morbo de ver aquellas peleas no era para saber quién ganaba, eso lo sabíamos de antemano. La quiniela era muy sencilla: ¿en qué round noquearía Mike Tyson a su contrincante? Le voy poniendo ingredientes a esta licuadora:

Ya te he recomendado el libro de Malcolm Gladwell: Fueras de serie (Outliers). Ahí, luego de un interesante argumento del porqué los nacidos en los primeros meses del año demuestran más habilidades durante la infancia, avanza por distintos razonamientos y desliza su regla de las diez mil horas: solo alcanza el expertise aquella persona que ha dedicado un mínimo de diez mil horas a cierta cualidad o disciplina. 

De acuerdo con esta regla y haciendo cuentas como buen cubero que soy, con jornadas de ocho horas y un puñado de días festivos, el expresidente de los Estados Unidos habría aprendido a ser mandatario más o menos por el día en que dejo el cargo. ¿Te hace sentido la regla?

Claro, buena parte de las diez mil horas se invierten en el laboratorio, el aula o el estudio de grabación: el trabajo efectivo de Tyson fue en el gimnasio y peleas de barrio, no en el cuadrilátero del Caesar`s Palace, así como Shakira se friega repitiendo coreografías y vocalizaciones en pants y desmarañada toda la vida, para dar conciertos que duran menos de dos horas. O como dicen ciclistas y corredores: las medallas se ganan entre semana, el domingo nomás va uno a recogerlas.

Y ahora ¿cómo hago para relacionar a los empíricos con la NFL y con Mike Tyson, con tu estoicismo para ver los partidos y con la regla de las diez mil horas? Pues va más o menos así para los juegos de hoy:

2:05 p.m. Tampa Bay Bucaneers en Green Bay Packers: así de sopetón, puedes imaginar a los piratas del caribe contra los señores que te empacan en el supermercado. Pero la realidad es algo distinta a esa imagen Burtoniana. Tenemos a dos líderes que, con creces, han superado la regla de las diez mil horas en la NFL, y que además, para reforzar la teoría de Gladwell del trabajo por encima de la circunstancia, tuvieron la virtud de la paciencia en sus inicios para esperar una oportunidad de brillar. A diferencia de Tyson, estrella fugaz y opacada por su temperamento, los quarterbacks de este partido han invertido miles de horas en psicólogos y terapias, en estudiar planes de juego y en aprender a lidiar con fama, prensa y aficionados. Difícil predecir quién ganará, pero si quieres aprender de liderazgo, carisma y dedicación, observa el ir y venir de las ofensivas comandadas por Brady y por Rodgers mientras acompañas a los football-lovers, y mientras ellos siguen el marcador del juego, tu apórtale tres horas a tu cuenta de diez mil en cualquier área de tu vida, desde la pedagogía de este deporte.

5:40 p.m. Buffalo Bills en Kansas City Chiefs: Si hay un deportista con el impacto que tuvieron en su momento Mike Tyson o Tiger Woods, ese es Patrick Mahomes. ¿quién en su sano juicio puede argumentar contra el campeón? Solamente James “Buster” Douglas (googlealo si no te suena). Para seguir con el ritmo y dar un pincelazo de tema local, imagínate el encuentro desde la identificación de los equipos, así nos remitimos a la película de Danza con Lobos: nativos americanos emboscando bisontes mucho tiempo antes de la cultura cinegética. Pero no nos equivoquemos, este partido está muy lejos de ser una carnicería o decidirse por un nocaut de aquellos. Seguro que tanto Mahomes como Allen, su contraparte, habrán de sudar un buen para seguir construyendo su paquete de diez mil horas en esta liga.

No me atrevería a apostar en contra de ninguno de esos jugadores, pero si lo haría en favor de algunos entrenadores. No es porque a los otros les falte algo, es sólo que por el lado de los jefes de Kansas City y de los Bucaneros, la experiencia de sus entrenadores, cantea hacia su lado las posibilidades. En un partido apretado, no esperes ver el error de alguno de los quarterbacks el día de hoy, espera más bien una genialidad de estrategia, una jugada sorpresa o una administración del partido de gente con mucho, mucho camino recorrido en estas lides.

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/rumbo-al-super-bowl-lv-los-empiricos

Rumbo al Super Bowl LV: los racionalistas

 

Léelo también en Saltillo 360, de Vanguardia

Si me leíste el domingo anterior quiere decir que estás en vías de ya no ser un estoico de la NFL. Muy bien, seguimos con la segunda entrega de una serie de cuatro para ayudarte a convivir con pareja, amistades o compadres que no conciben esta época del año sin estar pegados a la televisión viendo los partidos.

2:05 p.m. Cleveland Browns en Kansas City Chiefs: los Cafés tienen más detalles en el logotipo de su casco que oportunidades de ganar; lo siento por el único seguidor de este equipo fuera de Ohio: mi amigo de Cuatrociénegas, el Prieto. Todo el razonamiento lógico, tendencias, estadísticas, historial, la astrología y el pulpo Paul, indican la imposibilidad de una sorpresa ante los campeones.

5:40 p.m. Tampa Bay Bucaneers en New Orleans Saints: ¿Tom Brady contra Drew Brees? Mmmmnn.

Juntos esos dos, suman más de 85 años de edad y hoy juegan por la supervivencia de sus equipos. Perspectiva: de los ocho entrenadores que llegaron a este fin de semana de eliminación, tres son menores a ellos. No diría que son como Dorian Grey o un tipo de Benjamin Buttom, y omitiré, por supuesto, la analogía esa de los buenos vinos. Solo te diré que, toda proporción guardada, son el Chabelo de la NFL.

Pero para ti que no eres un fanático del fútbol americano, te daré el micro-análisis que te haga quedar como todo un experto en la chachará de hoy domingo en cuanto a mercadotecnia y deporte.

Hoy por la tarde-noche, en horario estelar, olvídate de los molletes y el chocolate caliente, es tiempo de observar la forma en que las televisoras te presentan un duelo inexistente. ¿Cómo es eso? Pues pasa que en la mayor parte de los deportes, pisan la cancha de forma simultánea Roger Federer y Rafa Nadal, o suben al cuadrilátero el Canelo con su sparring, o en algún momento del partido le picha el mejor lanzador al bateador designado. Acá no sucede igual: jamás verás al mismo tiempo a Tom Brady y Drew Brees sobre el emparrillado. Pero diviértete viendo en cada corte comercial la super producción de tipo boxística que nos presenta a dos tipos de cuidado que en realidad, no tienen forma de medirse frente a frente. De ahí se desprende el análisis deportivo:

La estéril discusión de quién es quién en la posición más importante de este deporte, cede al razonamiento de contra qué se va a enfrentar dicho jugador. Y los gélidos números dicen así: la fortaleza ofensiva de los Santos, la carrera, va en contra de la fortaleza defensiva de Bucaneros que es combatir eso mismo; y en el lado de enfrente, la debilidad ofensiva de Tampa Bay se mide directo con la fortaleza defensiva de Nueva Orleans, que también son las corridas. (por favor, léase “corridas” en el contexto de NFL, no de película subida de tono).

Seguimos analizando este partido y para eso nos acogemos a la sabiduría popular desde el deporte: es más fácil destruir que construir. Y como lo venimos repitiendo en esta columna a través de los años, a partir de enero el juego terrestre y las defensivas marcan la pauta de la estrategia. Entonces, la lógica destructiva dice que entre dos fortalezas, saldrá airosa aquella cuya misión es impedir. En este caso, es la defensiva terrestre de Tampa Bay.

Luego, ante la imposibilidad de establecer las condiciones del partido desde las trincheras que facilitan el juego por tierra, ambos equipos tendrán que recurrir a la magia de sus ancestrales líderes para resolver el encuentro por la vía de los pases. Ese es el sueño dorado.

En el papel, ante las estadísticas que en pocas ocasiones se analizan sin apasionamientos, este partido es el más parejo entre todos los que se han efectuado en la fase de eliminación, o playoffs, para llamarle como debe ser. Siempre están latentes situaciones impredecibles como las de los primeros minutos del choque de la semana pasada en el mismo horario. Pero, de no existir los errores que carguen el partido de un solo lado, prepárate para ver una épica batalla con dos de los mejores y más disciplinados deportistas (dentro y fuera de la cancha) de nuestra época.

Un cártel con Armillita y Manolete, un concierto de Queen con AC/DC, una antología de Rulfo y el Gabo…un playoff con Brady y con Brees. Así de grande es este juego.  

https://www.saltillo360.com/rumbo-al-super-bowl-lv-los-racionalistas

Rumbo al Super Bowl LV: los estoicos

léelo en Saltillo 360, de Vanguardia.

Mientras una treintena de primos gritaban horrorizados por lo que veían en la televisión de casa de mis abuelos, yo permanecía impávido. No es que fuese inmune a las sangrientas escenas o a los efectos visuales que se trasmitían en la pantalla: nunca me gustó el cine de terror, y entonces, durante las dos horas de la película, fijaba la mirada en el foquito verde de la videocasetera, esperando el final de aquel tormento para volver a salir con primos y hermanos a jugar con la pelota.

Es por ello que hoy entiendo a los estoicos de la NFL: esas personas ajenas al gusto por el fútbol americano que se pasan los fines de semana de enero y el primer domingo de febrero mirando a cualquier lado menos a la transmisión del partido, en espera del silbatazo final para que los demás pasemos del modo zombi al plan social.

Así es que, como cada año, hago mi pequeño apostolado para hacer más llevadera esta época a quienes se ven obligados a compartir con nosotros esa pasión por el mejor entretenimiento en la más organizada y rentable liga deportiva-comercial de nuestra civilización.

E inicio con un paréntesis, preguntando si alguien conoce de planes de estudio en las carreras de negocios donde se incluya la materia de la NFL, puesto que desde la segunda mitad del siglo pasado, más allá de lo deportivo, esta organización es un referente de cómo un ente comercial puede adaptarse a circunstancias y tecnologías, tendencias y guerras, culturas y hasta pandemias, para ir en constante crecimiento universal, siendo que se trata de un producto de componentes y lucros netamente estadounidenses. Pero no es tema, dirían mis amigos.

Entramos en materia. Y bueno, dado que esta columna aparece los domingos, omitiré comentar los encuentros de los sábados por obvias razones. Entonces, te platico de cuestiones a considerar para que disfrutes de los partidos desde una óptica más placentera a la resignación.

Empiezo por decirte que este año, la liga decidió meter dos partidos extra durante este fin de semana de eliminación. Esto, como diría Gaylord Focker, en un estúpido propósito de ganar más y más dinero, vendiendo nuevos derechos de trasmisión a cadenas televisivas, portales de internet y compañías de streaming.

Pero vayamos de lleno a los juegos de hoy con datos que pueden despertar ese interés dormido en los estoicos:

12:05 p.m. Baltimore Ravens en Tennesse Titans. Revancha de enero pasado. Los Ravens toman mística y nombre del poema de Edgar Allan Poe, y los Titans son los herederos de los Petroleros de Houston de mi generación. Tienes la oportunidad de ver distintos perfiles en una misma posición, algo que no sucede en otros deportes: el mariscal de campo (QB) de Baltimore es atlético y rápido, elusivo y…errático; mientras su contraparte de los Titanes es frío y calculador, de buen toque en sus lanzamientos, pero sin esa chispa que define a los superestrellas.

3:40 p.m. Chicago Bears en New Orleans Saints. Aunque la vistosidad de este deporte son los pases largos, el secreto para ganar es tan aburrido como correr con el balón hasta el hartazgo y lanzar pases cortos. Quien pueda hacer eso, se llevará la victoria. Apuesta a Santos sin dudar, yo digo que los Osos, harán el ídem.

7:15 p.m. Cleveland Browns en Pittsburgh Steelers. No alcanza a ser un clásico como Tigres-Monterrey, pero es algo así como América-Cruz Azul. Dejo a tu consideración decidir quién es el Cruz Azul de esta rivalidad. Bono: estate al pendiente de las alusiones a la relación entre Myles Garret y Mason Rudolph, una pequeña historia que inició como riña callejera (https://bit.ly/35dxpQp), y que presenciarás al final del partido en edificante mensaje.

Nos vemos en una semana, si mi editor quiere, con la segunda parte de esta serie Rumbo al Super Bowl: los empíricos. Si no, nos vemos en quince días con los racionalistas.

cesarelizondov@gmail.com

https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-rumbo-al-super-bowl-lv-los-estoicos


Myles Garret - Mason Rudolph. Round 1

 


Maradona: confieso que he volado

 Léelo también en Infonor

Entiendo a Maradona porqué yo, igual a él, confieso que he volado. No pienses que me iré por las ramas de una alegoría para salir bien librado de esa afirmación. Por volar, metáfora también, me refiero exactamente a eso en lo que estás pensando tan asociado al Diego.

Fue un domingo 22 de junio. Tenía 16 años y un hermano 20 meses mayor. Mi madre y mis hermanas andarían de vacaciones porque no recuerdo nada de ellas en aquel día. Papá, en su papel de padre, nos despertó muy temprano y nos llevó al patio de la casa. Había comprado materiales para que le diéramos mantenimiento al aljibe. Nos indicó que hacer y nos dejó mientras el se fue a hacer lo que hacía los domingos.

Para dos jóvenes en plenitud, sumergirse en un cuartito bajo tierra de treinta metros cúbicos, con una puerta de escotilla menor a un metro cuadrado, no suponía un reto mayor. Una escalera de tijera, tinas, cepillos y brochas. Listos para dejar como nuevo el depósito de agua.

Trabajamos un buen rato con la pintura especial para albercas y convivimos cómo no hacíamos desde niños: todo era risa y camaradería. Fue Pepé quien, en un momento dado, cayó en cuenta de que la falta de ventilación, aunada a la inhalación de disolventes, había producido en nosotros un efecto de euforia, un arrebato de exaltación. En lenguaje llano y universal, nos pusimos high.

Luego de tomar conciencia y, he de decirlo sin rubores ni rodeos, disfrutar de aquello, vino un momento de angustia: me era imposible coordinar brazos y piernas para subir por la escalera. Fue tanta la intoxicación, que salir de ahí fue una proeza de equipo por la que siempre he estado agradecido con mi hermano. Pero hicimos el trabajo.

Luego del susto, la intoxicación cedió poco a poco y para las doce del día todo era bonito, alegre y feliz. Nos sentamos a ver el juego de Argentina-Inglaterra. Mi padre llegó justo en ese momento: cuándo Diego se elevó por encima de Shilton, y con la mano de dios marcó el primer gol para la albiceleste.

Entró al cuarto de televisión y nos encontró riendo a carcajadas. Se sentó junto a nosotros. Nuestra estúpida risa no había mermado cuándo llegó el segundo tanto: Diego gambeteó desde la media cancha a tantos ingleses cómo naciones tiene la Commonwealth, y un disparo cruzado desató en nosotros otra oleada de risotadas ante una mirada entre curiosa y divertida de ese hombre que ya no era padre, volvía a ser papá.

Maradona volvió a cargarse a su selección en Italia 90 y siempre le seguí cómo lo hago desde entonces con otros personajes porque, ahora sí con retórica incluida, me hacen volar sin necesidad de otros potencializadores, cosa que les agradezco.

Me parece estéril discutir si fue mejor Maradona a lo que es Messi, sí es más poeta Benedetti o Neruda, tampoco cuestiono si hay más legado en los Beatles o en Queen. Ni siquiera argumento entre un Samsung o un iphone. Porque cuándo ves a los genios elevarse, lo mejor es dejarse llevar, y apreciar bien ese instante, obra o tecnología que han alcanzado, y disfrutar de aquello que esos seres tocados por dios, por la naturaleza o por la disciplina, nos ofrecen para nuestro regocijo, sin necesidad de otros detonantes además de la gracia que ellos tienen.

Por eso, me quedo con las genialidades de Mercury, Diego o Van Gogh. Me hago de la vista gorda a sus traspiés, los escondo con los míos, allá donde guardo las piedras que no he de lanzar, en el fondo de un aljibe, en la casa de mi padre.

cesarelizondov@gmail.com

 https://www.infonor.com.mx/articulo/entry/maradona-confieso-que-he-volado

Causa de muerte

 https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-causa-de-muerte

No se lo pensó mucho para, con harto dolor, anotar en su registro personal lo correspondiente a sus dos queridos amigos. Tenía fresco en su memoria la última vez que los vio con vida, ante una mesa de viandas y vinos. No necesitó estar en la autopsia ni ver cómo acabaron los cuerpos para escribir su dictamen en la libreta.

Él es un médico legista que hace un ejercicio alterno a su trabajo profesional: lleva un diario dónde anota las que él considera, causas reales de muerte.

Así, aunque en la necropsia de ley aparezcan cosas como paro cardiaco, en su libreta privada anota síndromes como cáncer de páncreas. Piensa que, en rigor, todas las muertes son porque el corazón deja de latir, pero que igual sería decir que se muere por dejar de respirar. Es por ello que entre sus notas, puedes leer causas como “atropellado” en lugar de consecuencias como “estallamiento de vísceras”, o algo así como el coloquial “se cayó de un andamio” en vez del forense “traumatismo cerebral”

Utiliza seudónimos genéricos en su diario: se repiten una y otra vez nombres de pila como José, Juan o Ramón, para varones, y las consabidas María, Lupita o Laura, cuando son mujeres. En los penosos casos de niños se limita a escribir la palabra infante. Nunca viene un apellido. Suma o resta un año a la edad de los difuntos; e igual lleva un desfase entre las fechas para no dejar un rastro. Todo debido a una obsesión estadística por obtener sus números, independientes a las cifras científicas u oficiales.

Con un lápiz en la mano, recordó los últimos momentos con sus dos compañeros: conviviendo, con una luz de alegría por su sincera amistad, y una sombra de preocupación por el nublado futuro, entre la calidez de un hogar y el desapego de una sana distancia que no distingue lo físico de lo fraternal. La plática, cómo en los últimos tiempos y alrededor del mundo, fue de un lado a otro en torno al tópico predominante del año: la pandemia.

Igual a todas las charlas, la discusión aterrizó sobre dos pistas: la de José, por un lado, recitando, repitiendo y listando noticias obtenidas de cualquier número de publicaciones en redes sociales, con todo tipo de argumentación científica o carente de sustento. Algunas con un soporte periodístico o académico con fuentes e investigaciones citadas, las más, simples cadenas de palabrería bien exhibida, rumores, chismes y creencias sin fundamento. Y por otro lado la pista de Ramón; con la descalificación de todos los datos duros, así como a gobiernos e instituciones. Con la denuncia de un complot orquestado desde el capitalismo, la exposición teórica del caos social, y una enredada sinopsis de novelas distópicas escritas por autores angloparlantes, de esas que hablan de primero condicionar para luego someter para, entonces, manejar a una mansa sociedad civil.

Total, que de esa noche bohemia de ocho meses atrás, de conocer a sus amigos por tanto tiempo, del intercambio de mensajes escritos y llamadas desde esa jornada primaveral hasta mediados de noviembre, sin necesidad de estar presente durante sus días y horas finales de vida, ni en funerales ni autopsias, el médico legista derivó su dictamen de causa de muerte y así lo anotó en su diario:

José. 55 años. 2 de diciembre de 2020. Causa de muerte: miedo

Ramón. 54 años. 4 de diciembre de 2020. Causa de muerte: soberbia.

cesarelizondov@gmail.com

Léelo también en Saltillo 360

Es que no entienden

 

Léelo también en Saltillo 360


Alguno de mis lectores no entiende. Dice que nunca escribo de cosas trascendentes, que mis columnas tratan de temas y experiencias cotidianas que nada tienen que ver con la rotación de la tierra, la problemática mundial o la reciente verborrea del gobernante en turno. Otros de mis lectores piensan que la vida anda por distinto rumbo, y que, lo importante, es hablar de lo que parece trivial pero que a todos nos pasa. Para ellos va este escrito:

Sentado, alienado y sumiso, alcancé a escuchar los patéticos esfuerzos del hombre de mediana edad por conquistar a la joven cajera. Con la cálida sonrisa de la atención al cliente, pero con la elusiva mirada del desprecio, lo despachó haciendo contacto visual por encima de su hombro con el muchacho sentado en primera fila.

En sincronía con el cambio de números en la pantalla y con evidente alegría para la cajera, el muchacho se levantó y avanzó hasta la ventanilla con la firme pisada de la juventud y el éxito. La escena fue cómo al revés: él, con el garbo de los apreciados por el cadenero de antro y con la confianza que brinda una solvente chequera, haciendo alguna transacción bancaria en físico, pero con el pensamiento en otra dimensión. Mientras que ella, pareció disfrutar de su mejor momento del día, de un minuto Cenicienta en la liberación del yugo social que sólo se materializa en las telenovelas mexicanas. Con la misma agilidad del caminar, el muchacho terminó su trámite, y se esfumó dejando tras de sí un aroma a loción cara.

Solíamos decir que la fracción más pequeña de tiempo no era el cronón, sino el instante entre el cambio de luz del semáforo y el claxon del idiota de atrás. Hoy sabemos que no es así: hoy decimos que el mínimo intervalo temporal se da mientras un cliente le da las gracias a la cajera y quien tiene el siguiente número se apersona ante la ventanilla. Pero esta vez no sucedió así.

Busqué con la mirada a alguien de pie antes de que los números aparecieran en la pantalla. Seguía el E-153 y mi turno era el E-154. La cajera puso una especie de anuncio en su lugar y desapareció detrás del mostrador: ya sabes, la ley de Murphy que sólo se aplica en uno. Pasaron un par de peñanietistas minutos y ella regresó. Ya estaba yo de pie pensando que mi antecesor debió abandonar la sucursal. El cambio de números apareció.

Impaciente, paseé mi vista por todo el local para comprobar mi hipótesis. Pero no, en la hilera final, y en la última fila, se levantó un anciano con la parsimonia propia de su imagen. Volví a mi asiento.

Un largo intercambio de argumentos siguió. La empleada bancaria insistiendo en que el anciano debía contar con una aplicación en su teléfono para no acudir al banco, mientras que la lógica del señor decía que, si la institución bancaria le cobraba comisiones por todo, él tenía derecho a hacer sus transacciones de la forma que él decidiera. El tono subió cada vez más hasta que al final, el viejo le espetó: “no me importan tus protocolos ni tu pandemia, ni tus aplicaciones ni tu tiempo, mi principal ocupación es venir a realizar los pagos y nadie impedirá que yo siga con mi vida”. Ella no tuvo más opción que atenderlo. Él, ya más tranquilo, se despidió de forma cortés, diciéndole que mañana regresaría para pagar el agua. Pasó por delante de mí con el andar de un vapuleado cuerpo, pero con la actitud de un espíritu íntegro, dejando una estela de dignidad en el ambiente.

Por fin apareció mi número, con mucha calma me aproximé a la ventanilla. Llevando la mirada hacia el falso plafón del techo y con el suspiro de quien repite más escenas que un mal actor, me recibió con desgana:

—Estos viejitos no entienden. ¿Qué necesidad de venir hasta acá si pueden hacer todo desde la cama?

Pensé que, para ella, su retórica no ameritaba respuesta. Yo, me sigo preguntado: ¿quién entiende y quién no?

cesarelizondov@gmail.com

 https://www.saltillo360.com/hoy-se-habla-de-no-entiende