El día que nevó


Publicado el 17 de diciembre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez




     Además de nieve, algo flota en el ambiente que él no sabe descifrarlo. Se maravilla en un principio por la vista desde la ventana de su casa durante una mañana envuelta en blanca y suave nieve, cayendo al ritmo de un buen poema. Pero de inmediato se dice que ya no nieva igual a cuando él era un niño.

    Desde la comodidad de un techo, abrigo y calefacción, le es sencilla la decisión de salir a trabajar mientras la familia sigue dormida. Tras un estéril tinazo de agua que no le hace ni cosquillas al hielo pegado en el parabrisas de su auto, entra por las llaves del vehículo de su esposa, quien tuvo la precaución de dejarlo bajo techo y por eso se encuentra libre de escarcha.

     Un agradable sentimiento le asalta cuando nota sin huellas de neumáticos al camino sobre el cual avanza, no se atreve a comparar la imagen con referencias a virginidad, pero lo piensa. El cotidiano recorrido habrá de llevarlo a los cuatro puntos cardinales de Saltillo, además de surcir caminos por zonas comprendidas entre esos puntos.

     Los puentes cerrados por la autoridad con el fin de evitar accidentes le obligan a ir por las laterales. Escucha en un programa de radio las opiniones de la gente: unos dicen que ahora se nota la necesidad de los puentes y habremos de canonizar a quien los hizo, otros dicen que, a ese costo, bien se pudo techar y climatizar la ciudad entera; unos se quejan de las leyes de oferta y demanda cuando la tarifa dinámica de Uber entra en servicio, otros acusan a la mayor parte de los concesionarios de tarifa regulada, a quienes al parecer, les dio mucho frio salir a trabajar.

     El tránsito por las orillas de los puentes apenas se mueve. En la desesperación de llegar a nada, a dónde tampoco habrá movimiento por la desquiciada capital coahuilense, se adentra entonces por donde corre la sangre de los pueblos, por las venas de su ciudad, por las arterias de vida, por las calles aledañas, por dentro de las colonias.

      Y ante él se devela un oxímoron: el cálido rostro de una nevada. Conforme recorre las calles, comienza a tener conciencia de un mundo invisible para quienes transitan por los puentes. Decenas, cientos, miles de niños que no fueron a la escuela para protegerlos del frio, corren, se recuestan, maromean y juegan felices en la nieve. Igual, cientos de familias salen de sus hogares para construir al fugaz mono de nieve, quien, al tiempo de morir en materia por un deshielo, renacerá en leyenda por la calidez de un recuerdo.

     Cautivado por el festivo ambiente de la ciudad lejos de las caóticas vías rápidas, intenta contactar a los suyos para compartir el momento que desde su niñez no se ha repetido en esa escala. Y se da cuenta: nieva igual que en su niñez, es solo que ya es un adulto. Se preocupa cuando pasan los minutos y nadie contesta a sus llamados por teléfono y redes sociales; han pasado más de dos horas desde que salió de casa y ya deberían estar despiertos.

    Regresa a casa y, para su sorpresa, todos están afuera, haciendo lo mismo que vio en las avenidas llenas de vida por toda la ciudad. Se integra al juego, al desenfado; se deja llevar, se permite ser niño, accede a que el perro le bese e incluso, se recuesta para observar como caen, como flotando, los blancos plumajes de una ordinaria lluvia que, gracias a las inclemencias del tiempo, hubo de transformarse en la belleza de nieve.   

     No es algo que flote en el ambiente lo que le maravilla de la nevada, es más bien algo que falta en esa atmosfera, algo que nadie echa de menos mientras disfruta de la nieve: están faltando los iphones y los mensajes, los gadgets y las redes sociales, las poses y los vacíos. Y le da otra vuelta al pensamiento para darse cuenta de que no, no es la nieve lo que hace tan feliz a la gente en ese día. Debe ser otra cosa.   cesarelizondov@gmail.com

Hasta que duela


Publicado el 10 de diciembre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


     Aunque la frase o filosofía de Teresa de Calcuta en su percepción original habla del amor en cualquiera de sus formas, ante esos sabios sinodales que son el tiempo y la libre adopción en el ideario de la gente, “hasta que duela”, se ha convertido en una bandera utilizada en cuestiones que tienen que ver con la forma en que se ayuda a los demás, ya sea de manera material, o con el tiempo empleado para labores altruistas.

    Aún acotado en un alcance total que iría más allá de las necesidades materiales, el pensamiento de la Madre Teresa ha encontrado en esas carencias de los desprotegidos, la trascendencia quizás mermada en la más importante cuestión de la necesidad del ser humano de sentirse amado, por encima de las penurias económicas. Pero ese es otro tema.

     Y es que, en esta época del año es cuando la mayor parte de nosotros, que por el simple hecho de tener esta revista a la mano o la conexión a internet que nos permita leer el periódico desde un dispositivo electrónico, que no sabemos distinguir dónde termina la responsabilidad material hacia nuestra familia y empieza la deuda con los demás residentes de un mundo que nos ha dado todas las oportunidades, nos preguntamos ¿Cuál es el punto dónde me empieza a doler? ¿Hasta dónde he de darme a un desconocido?

    En una cultura llena de formatos, algoritmos, y recetas listas para copiar al instante, siempre buscamos los parámetros que nos indiquen de manera puntual y precisa las cantidades y proporciones necesarias para realizar cualquier cosa. ¿Es esto posible cuando hablamos de “hasta que duela”? Pues alguien me dijo que sí.

     Dice mi amigo que todo inicia desde que cada posible benefactor tiene distintos ingresos y diferentes posibilidades de donar tiempo. Estamos claros que una persona que trabaje mucho, y que parte del dinero recibido por su trabajo vaya a dar a causas nobles, habría de tener consideraciones cuando de donar tiempo se trate. Y quizás también, aquella persona que se pasa las mañanas trabajando horas en la caridad, estaría exenta de aportar en metálico para apoyar a esa misma causa. Es justo, es viable, es conveniente, pero…. ¿les duele?

     ¿Duele más donar mil pesos o trabajar un día? ¿Le cuesta igual el diezmo al que gana mucho que al que gana poco? Es un porcentaje, parecería justo ¿no? Pero, ¿no será que, aquel que gana mucho puede dar más porcentaje de sus ingresos porque le sobra más cuando ha cubierto sus necesidades? El diezmo, siendo porcentaje, es una maldición para un salario mínimo; pero es apenas un cabello para quienes viajan en primera clase. Y ahí es dónde mi amigo ha dado con una interesante fórmula para que todos donemos hasta que duela.

    Como no podemos medirnos por ingresos ni por tiempo libre, ni tampoco todos gastamos iguales cantidades y proporciones en lo que consideramos prioritario para nuestras familias como el estudio, el techo, el vestido y la alimentación, mi amigo propone que el dolor de dar se puede regir si igualamos el tiempo y dinero gastado en esparcimiento, con lo que damos de tiempo y recursos a la ayuda a los demás.

    ¿No sería grandioso? Que la misma cantidad de días y dólares gastados en Las Vegas o en los Saraperos los diéramos a la beneficencia. Que igualáramos la cuenta del lujoso restaurant o de caguamas a la donación altruista, que los días y horas que jugamos al fútbol o vemos Netflix los trabajásemos por alguna causa. -Estás loco- le digo a mi amigo, -eso nunca lo verás-. -Eso decían de Teresa de Calcuta- responde él.   cesarelizondov@gmail.com

Sucedió en Coahuila


Publicado el 26 de noviembre de 2017 


Por César Elizondo Valdez


     Escucha cómo el cuerpo rueda en la caja de la destartalada camioneta, entrecierra los ojos y se encoge de hombros cuando calcula que va a chocar contra la orilla: ¡pum¡ El golpe seco del cuerpo sin vida asemeja a la nota de un bombo de pedal, el tambor más grande de la batería.

    A sus trece años y muy corta estatura, utiliza un par de almohadones sobre el asiento del vehículo para alcanzar a ver a través del parabrisas. Le parece injusto y muy, muy pesado hacer solo el trabajo de darle “cristiana sepultura”. Observa por el retrovisor la caja de la camioneta como para cerciorase que el cuerpo sigue ahí; ahí está, tal como le ayudaron a envolverlo en bolsas plásticas de basura y luego con sacos de ixtle.

   Toma la siguiente curva más abierta y a menor velocidad. El bulto ya no se mueve y esto lo hace sentir mejor, menos culpable. A pesar de ser apenas un adolescente sin mucho bagaje en vida, por su mente se suceden argumentos aprendidos en un parvulario católico, con datos duros de la ciencia que escuchó alguna vez en la escuela, y con lo que él aún no sabe, pero que es filosofía propia al tener una conjetura de las cuestiones de la vida, y de la muerte. Las tres formas de pensamiento le dicen sin lugar a dudas que ahí atrás solo viaja materia, y él prefiere creer que algo entendido como alma debe estar en otro lugar, en otra dimensión, desde que llegó la muerte.

    Abandona el pavimento y sigue un camino de terracería que avanza hacia el norte al pie del cerro. El clandestinaje de lo que esta a punto de hacer le dice que no son horas de andar sepultando cadáveres, pero ni de loco esperaría a la noche para realizar esa tarea.

    Escoge un solitario paraje y se estaciona. Saca de la camioneta pala y talache, y se dirige hasta la parte más baja de la ladera. Luego toma el talache, lo levanta con ambos brazos por encima de su cabeza y descarga toda su fuerza sobre un punto al azar sobre el suelo. Los primeros picotazos se hunden sin dificultad en la tierra árida, pero luego de unos intentos empieza a sentir como la herramienta retumba en sus manos a cada golpe: ha llegado a donde hay piedra.

    A cado intercambio entre talache y pala, el trabajo se hace más pesado y lento. La sensación de soledad es cada vez más emotiva y menos física. La piedra que él conoce como almendrilla va cediendo poco a poco, pero el pozo no puede ser superficial. Una lágrima escapa de sus ojos.

    Han pasado más de cincuenta minutos de estar picando y palando piedras y tierra. El sudor le viene a los ojos y pica. Sigue incansable su trabajo, es lo que se espera de un mozo sano y fuerte como él. Ya no sabe si atribuir las esporádicas lágrimas a la impotencia o al maldito sudor.

    Cuando considera que el pozo tiene el tamaño adecuado, va por el cuerpo. Se da cuenta que ha dejado muy lejos el vehículo de la tumba y que es imposible acercarlo más. Por un momento piensa en hacer otro pozo junto a la camioneta, pero en el acto deshecha esa posibilidad. Abre la caja de la vieja pick up y estira el cuerpo hasta la orilla. De inmediato entiende que no lo podrá cargar. Vuelven a aparecer lágrimas. Empuja el cuerpo para que caiga al suelo y el golpe sordo le estremece, aunque sigue pensando que es solo materia.

    Con muchos trabajos lo arrastra hasta el pozo. Con pocas fuerzas, sin considerar ningún sentimiento y si perder tiempo, siente alivió al arrojarlo. Al fondo, puede ver que la cabeza ha quedado mal recostada contra una pared; su primer impulso es bajar a acomodarla, pero ya no tiene ánimo para nada y así lo deja. Mecánica y torpemente se persigna, reza un atropellado Padre Nuestro al tiempo que se cuestiona por el alma y la materia. Y luego toma la pala.

    Con la primera palada de tierra que arroja sobre el cuerpo se le viene un torrente de lágrimas que ya no puede contener, que ya no quiere guardar, que bien sabe, tiene que soltar. Y así se despide para siempre de Lester, su adorado perro.  
  cesarelizondov@gmail.com


AMLO 2018

publicado el 05 de noviembre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


     No es necesario ser adivino para apostar a que el virtual candidato de MORENA se erija como próximo presidente de México. Con un poco de observación, lógica y desapasionamientos, queda más que claro lo que sucederá en las elecciones federales de 2018.

    Quienes participamos fuera de cobijos partidistas desde el ruedo en las elecciones locales pasadas, tuvimos ocasión de palpar el ánimo de la población más representativa del país, es decir las clases más desfavorecidas en lo económico. Y así pudimos entender los porqués de un sistema que gira y da vueltas sobre lo mismo en una espiral interminable de causas y efectos que parecen imposibles de romper.

   Cuando alguien empieza a hablar de largos plazos, o de cuestiones abstractas como la formación, educación y cultura, o de la prevención del delito desde la infancia en lugar de pistolas y guerrillas para los adultos, pierde toda la atención del electorado.

    Una despensa, pañales, dinero en efectivo, gestión para cancelar adeudos ante dependencias gubernamentales y negocios privados, medicinas, uniformes y útiles escolares, y más cosas para cubrir la necesidad apremiante, es lo que el electorado demanda de un candidato, de una formula, de un partido. Y ni modo de culpar a alguien por su interés individual de seguir sobreviviendo hoy, así tengamos despedazado el mañana comunal.

    Y esa receta es la que saben cocinar los partidos políticos. Con recursos humanos y económicos que rebasan por mucho los alcances de sus prerrogativas de ley, desde los gobiernos municipales, estatales y federales, desvían hacia las campañas impunemente miles y miles de horas-hombre pagados dentro de la burocracia del Estado; y por supuesto, no hay programa social exento de las garras partidistas que, a discreción de sus candidaturas, manosean, trafican y administran bienes tan básicos y necesarios como leche, granos, medicamentos. Y cuando alguien ha aprendido a jugar de esa forma tan perversa con las necesidades de la gente, es cuando la gente voltea a ver hacia otra parte, a alguien que le baje dos rayitas a esa manera tan indigna y clientelar de beneficencia.

     De ahí, sumado a la recurrente canibalización panista y a la desfachatez priísta cuya bandera es su partido, pero jamás su nación, es que se abre el camino para que la alternativa que cada día cuenta más adeptos sea vista como la opción a elegir en julio.

      Y sí, todos decimos que AMLO vive de quien-sabe-que. Igualito a Calderón y Margarita, a Peña, Osorio y el Meade. Igual fueron los Obama y los Clinton. ¿Diferentes? Los Bush, los Trump y Salinas, esos si tenían una fortuna antes de entrar a la política.

     De independientes ni hablar. Es un camino muy largo y sinuoso que al día de hoy, un solo mexicano ha transitado como debe ser, y busca una senaduría por Jalisco que de darse, oxigenaría la posibilidad de más candidaturas ciudadanas futuras, pero de no lograrse, apagaría para siempre la débil flama que hoy solo Pedro Kumamoto porta.

      Total, que de una nación llena de riquezas naturales pero pobre en políticos con ideales, queda la esperanza de que un cambio de colores traiga ahora sí dignidad, oportunidades, desarrollo y progreso a una tierra estancada durante ya casi un siglo.

       El viraje violento a la izquierda es la gran interrogante para AMLO. Pues el servilismo de los modernos Santa Anna hacia políticas económicas dictadas desde muy lejos de México que garantizan estabilidad, pero ahorcan la creatividad, han tenido eso sí, la virtud de poner pan en boca de los mexicanos durante largo tiempo. ¿Qué va a hacer AMLO con la economía? Esa es la cuestión, ya no te preguntes si va a ganar o no.   cesarelizondov@gmail.com


   

Economía: ¿Darwinismo o cristianismo?


Publicado el 14 de octubre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


   “Si a los veinte años no eres de izquierda, es que no tienes corazón. Si a los cuarenta no eres de derecha, es que no tienes cerebro”.  Se atribuye a Winston Churchill la frase que una y otra vez salta a la palestra cuando alguien enciende el debate de sistemas económicos. Más reciente, lapidaría y de origen incierto, es aquella que dice algo así como “el capitalismo, es lo más parecido al darwinismo, dándole viabilidad a la evolución del ser humano”. Ya de ahí te saltas fácil a entender a Adam Smith y su decir de cómo la mano invisible actúa como regulador natural del quehacer económico, sin la intervención del divino Estado.

    Luego, el amigo psicólogo diría que desde la primera infancia, el hombre acusa la naturaleza de la propiedad privada al lloriquear hasta que le devuelvan sus juguetes. También has escuchado la historia del viejo profesor que decide tomar las calificaciones de todos los alumnos para sumar cantidades, luego dividirlas entre el número de estudiantes y dar así a cada uno la misma nota, a fin de que los más estudiados, disciplinados o habilidosos, terminen en condiciones iguales a aquellos que no estudiaron, esto en aras de erradicar diferencias.

     Y lo más claro: si hoy un orden supremo decide repartir de forma equitativa toda la riqueza del mundo, para mañana volverán las diferencias cuando unos se levanten temprano a producir para sí mismos, mientras que otros esperarán en cama un nuevo rescate por parte del Estado. ¿Y cómo es viable que el Estado sea el socorrista una y otra vez del individuo? O le quita más a quien produce, o pide prestado y no paga, o explota más a la naturaleza. (léase países “productores” de petróleo). Jajajajaja, ¿el petróleo lo produce un país? Me parece más viable creer en un Dios que lo produzca. Dicho sea de paso, es como decir que un gobierno “genera” empleos: Sigo sin entender el aplauso a esas patrañas cuando todos saben que los empleos no los generan los políticos, sino los generales (General Motors, General Electric, General Foods…), y todos saben también, que esos generales vienen aquí no gracias a los esmeros de las autoridades o a nuestra legendaria y franca camaradería norteña, sino aún a pesar de los voraces hombres del gobierno y por la conveniente vecindad hacia el norte.

      ¿Imaginas lo que sería del mundo si de repente la economía colapsara? Siete mil millones de personas buscando alimentos, bienes y servicios que cuestan y que alguien tiene que pagar. Empezaríamos a canibalizarnos (en sentido literal) cuando los granos, las frutas, verduras y proteínas no salieran del campo hacia las ciudades, de un país a otro, de un continente al otro. Nos volveríamos locos, ya no digas sin un celular y sin internet, sino sin un simple libro para leer o una pelota con la cual jugar, ambos objetos, puestos siempre en tus manos por algún siniestro y diabólico interés capitalista que busca producir riqueza con tus lecturas, o con tu ocio.

    Olvídate de Acapulco, de los tacos mañaneros, de las salas de cine y las canciones del Julión, o de moverte en algo distinto a tus piernas. Nada de eso existiría. No iba Henry Ford a desarrollar el modelo T para regalarlo a los demás, ni se hubiera quemado las pestañas Steve Jobs para que leyeras esto en tu iphone, ni cigarros Raleigh habría, ni los hermanos Wright se hubieran dado de chingadazos para que viajar en avión fuese gratis.

     No. Fidel, El Che, y demás vividores con esa aura de romanticismo inmaterial, nada tienen que hacer al lado de aquellos hombres y mujeres que le han dado al mundo tantas cosas materiales que soportan la economía global y que tú has disfrutado, cosas por las que seguimos sin matarnos unos a otros en un mundo cada vez más complejo en lo social.     
 cesarelizondov@gmail.com        

Los locos solitarios


Publicado el 08 de octubre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez




          La lejana geografía y el frenético ritmo de vida que nos brinca de un problema a otro sin previa notificación o aviso, hacía preguntarse si era prudente quitar los lazos negros, símbolos de duelo por la devastación humana y material causada por un terremoto, lazos que ya estaban ahí tras el temblor de días antes, que habían sido colgados por los terribles huracanes, que… en fin, una extensa sucesión de lutos sin tiempo para ser sanados, que hacen dudar del amor del dios omnipotente por el mexicano, que bien se podrían rastrear hasta la revolución, la independencia o hasta la conquista, con la inserción entre esos conflictos de los más crueles episodios de tragedias, unas producto de la naturaleza, las más, resultado del pésimo actuar de las clases gobernantes.

        Así, sin oportunidad de asimilar el luto nacional, entramos en solidaridad con los inventores de los tenis Nike, de la NFL, del pollo Kentucky y claro, de Las Vegas. El terror. Perpetrado por un loco de quien a la mañana del jueves en que entrego mi columna semanal, solo atisbamos el erróneo silogismo que muchos insisten en dar por bueno de que, si de niño tuvo juguetes bélicos o violentos video juegos, de adulto cometería una calamidad como la del domingo pasado en la ciudad del pecado.

       Pero si el silogismo de los juegos de la niñez es equivocado, entonces, ¿Qué pasa por la mente de un hombre en apariencia normal y adaptado a la sociedad para ponerse a matar personas desde su cuarto de hotel? Descartemos también la pobreza o falta de oportunidades: no cualquiera puede pagar la habitación que tenía este tipo ni hacerse del arsenal que utilizó. Tampoco era un fanático a quien alguna divinidad o expresión de satanás le dictó cosas al oído. Sin móvil político, sin ideas radicales, sin ser una declaración de racismo y sin que haya sido un acto impulsivo derivado de alcohol o drogas, ¿Por qué? ¿Para qué?

      Quizás habrá quien piense, que luego de encontrar los huecos y puntos flacos de los dogmas religiosos, o de leer a un par de filósofos del absurdo y darse de frente con el sinsentido de la vida, una persona puede quedar a merced de un instinto o mandato primitivo para conducirse por el mundo sin bozales y sin frenos, sin moralidad y sin cargos conciencia, y de esta manera hacer lo que le venga en gana sin remordimiento alguno…. pero, lo que no hace un individuo así, es luego atentar contra sí mismo.

     ¿La impotencia, la llamada de atención, quizás? En el párrafo inicial, deliberadamente escribí de las clases gobernantes, así, en plural. Porque no encuentro otra explicación para lo ocurrido en Las Vegas que la enferma manifestación de la inconformidad de un individuo, hacia una sociedad que no cuestiona, que va a la deriva, que es ciega por decisión propia, hipnotizada por quienes, desde las clases gobernantes que incluyen a políticos, pseudo empresarios, comunicadores y otros grupos de poder, hacen y deshacen a su antojo con la anuencia del pueblo que consume pan y circo.

      Estamos de acuerdo en que ningún factor externo a la voluntad de un asesino es atenuante para justificar sus horrores. Pero estoy claro que, si quienes gobiernan al mundo desde la política y sus complicidades, siguen ignorando la dignidad del individuo, seguirán emergiendo por cada rincón del planeta los locos solitarios que, al no poder hacer justicia por propia mano, por votación o razón ante los encumbrados poderosos, volverán a ser cobardes e injustos sobre los demás mortales.

   cesarelizondov@gmail.com      


    

Pena ajena


Publicado el 01 de octubre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


     Decir que da pena ajena es decirlo mal. Pena propia es atestiguar todas las cosas que le pasan a nuestros presidentes, alcaldes, gobernadores, diputados y un sinfín de personajes que, aunque no nos gusten, no hayamos votado por ellos, o no distingan el amor comprado del amor verdadero, siguen siendo la representatividad de todos.

   Pena ajena es lo que haga, diga, omita o vomite el canciller de Ucrania, el entrenador de la selección de Indonesia o el líder de los monjes del silencio adscritos a la montaña oriental de la península del norte de una oscura religión aria con tres seguidores. Las joyas que dan muestras de la más excelsa estupidez humana en nuestros representantes escogidos o impuestos (lo mismo da para la política, la religión o el deporte), son pena propia. Mientras seas mexicano, católico o panadero, lo que salga de la boquita del gobernante, lo que haga un mal obispo o un caliente sacerdote, y el penal que falle alguien que se gana la vida con los pies, es para dar pena propia, porque ahí vamos todos en la bola.

      ¿A dónde vas, columnista? Ya nos perdimos. Bueno, lo que sucede es que una vez agotada la parte urgente y humana de los temblores e inundaciones que azotaron a nuestra nación (la parte económica apenas viene con repercusiones a largo plazo), nos quedamos con las notas secundarias como el caso Danielle y Denise – me niego a llamarlo el caso Frida Sofía- o el caso Peña y las cajas del DIF, que bien podríamos llamarlas cajas chinas.

     Y aquí vengo a torcer más las cosas: para entender porque somos cómo somos, habremos de regresar a la campaña presidencial gringa de 1960 entre Richard Nixon y John Kennedy. Achís, achís, ¿Tanto así? Pues si. Y es que todos los que hayan estudiado un pasito más allá de las aulas y de los planes de estudio de comunicación o ciencias políticas, saben que ahí nació el culto a la imagen que tanto daño le hace al mundo entero el día de hoy. Economizando espacio y letras, diré que Kennedy remontó en la intención del voto cuando apareció joven, fuerte y confiado durante los primeros debates televisados de la historia, esto ante un Nixon convaleciente por una lesión que lo mostró demacrado, enfermo y descuidado ante 80 millones de espectadores atrapados por la magia de la incipiente televisión. De ahí, la receta que se ha viralizado sin reparos ha sido la de nariz respingada y dentadura color de luz al final del túnel, una familia y un perro, el vientre plano y un par de maquillistas para tapar toda mancha. Pero…

     Pocos han estudiado después el fondo de la campaña de Kennedy: no fue una propuesta hueca. Tuvo un discurso inteligente en donde hizo partícipe de las decisiones al electorado. Guerra fría, economía, religión y valores, fueron temas que Kennedy no rehuyó y gracias a eso, más tarde, la imagen física y mediática dio el golpe final por el que millones cantearon su voto hacia un candidato inexperto, pero que siempre enfrentó las cosas.

     De regreso: No hace falta decir que, como partidos bananeros, aquí la tropicalización del efecto Kennedy se dio solo en cuanto a imagen, nunca en cuanto al contenido de las propuestas. Y así, del “arriba y adelante” de Echeverría podemos dibujar una línea que pasa por la bravuconería de Fox hasta la deplorable imagen de Peña Nieto suplicando para que se le sumen a una puesta en escena durante la entrega de apoyos del DIF, en donde la imagen de un mandatario sin liderazgo que pasa cajas vacías no sería mayor problema a no ser que, lo único que alguna vez tuvo fue una elaborada, calculada y refinada percepción creada sobre las bases del culto a la imagen, y no de los ideales. Igual que caja vacía ¡¡

      ¿Pena ajena? Nunca. Es pena propia lo que nos pasa en este país.

 cesarelizondov@gmail.com         

#FuerzaMéxico: un puño que se abre


Publicado el 24 de septiembre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


       El puño en alto dejó de ser un símbolo de resistencia civil, protesta política o militancia para convertirse en ícono de la solidaridad del mexicano.

      Aún teníamos el puño cerrado, dispuestos a ajusticiar al cobarde asesino de Mara, cuando los mexicanos fuimos una vez más sacudidos por esa madre naturaleza que en ocasiones se rebela a su hijo, dios. Trágica cábala que a treinta y dos años del terremoto del ´85 y como sarcástica broma sobre nuestro himno nacional, volvió a hacer retumbar en su centro a la tierra.

     Iglesias e ideologías políticas, razas, edades y estratos sociales, preferencias sexuales, grados académicos, género y cualquier otro motivo de escisión en distintos temas, se fundieron durante la semana en torno a las necesidades de los sitios afectados por el sismo que también, nos hizo saber queridos por el mundo entero.

       La mayor parte de los mexicanos pasamos del horror atestiguado a través de la televisión y redes sociales, a multiplicar el amor trasformado en pequeñas y grandes acciones desde todos los rincones del país como los maravillosos textos de apoyo moral escritos en los paquetes de agua, comida y otros productos de ayuda material, o como los sentidos rezos que fueron acompañados por copiosas donaciones, o como los vecinos de la gran ciudad de México que sacaron a la calle las extensiones eléctricas y cargadores para teléfonos celulares, o como quienes hicieron públicas sus claves de internet, o como los que inundaron las banquetas con víveres para sostener las maratónicas jornadas de los rescatistas, y los que pusieron a disposición de todos los baños y regaderas de sus casas, o como los que compartieron información verdadera, o como los que transportaron personas y materiales, o aquellos que organizaron los centros de acopio. Y un largo pero caritativo etcétera que omito.

       Las imágenes más reiteradas durante los trabajos de rescate, donde el puño cerrado en alto de rescatistas y voluntarios significó el silencio absoluto de los presentes para la correcta comunicación en los interiores en pro de realizar las maniobras de búsqueda y localización de gente, se convirtieron luego en la acción de las mismas manos que, ya con las palmas abiertas removieron escombros, empuñaron herramientas e hicieron vallas y mano-cadena para que también el silencio cediera a los aplausos y cantos cuando algún  niño, una mujer o un anciano, emergió a la vida por segunda ocasión, pero esta vez no desde las entrañas de su cálida madre, sino desde la oscuridad de los duros escombros.     

       Imposible ser apático a las muestras de solidaridad del mundo y los mexicanos que ante la tragedia han sacado a flote lo mejor del ser humano. Imposible no experimentar esa rara y doble sensación de pérdida y gracia cuando la naturaleza golpea sin piedad a la vida, mientras que la humanidad rescata con amor al individuo. ¿Es esto un nuevo comienzo?

     La historia y la razón me dicen que no, que nada cambiará. Que pasará poco tiempo para que esta tragedia quede en el pasado y volvamos a cerrar el puño en una nación de ciento cincuenta millones de mexicanos y ante un mundo de siete mil millones de personas. Pero la esperanza y el corazón me dicen que si, que esta vez el puño que implicó protesta y rabia durante mucho tiempo y que en días pasados sirvió para pedir silencio en labores de rescate, ha sido abierto para siempre, abierto para darle una mano franca y solidaria a quien la necesite, una mano terrosa y ampollada por el trabajo comunitario y responsabilidad social, pero limpia y sana en términos de integridad; una mano que guie a sus hijos hacia el futuro que nuestro país merece. La misma mano que represente un cúmulo de valores y principios para que, nunca, nunca, nunca, vuelva a lastimar a Mara.

cesarelizondov@gmail.com       

Artesanas de la paz


publicado el 10 de septiembre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez



“no basta con hablar de paz,

 uno debe trabajar para conseguirla.”

 Eleanor Roosevelt



    Más allá de un signo religioso durante el rito o saludo de la paz, el dar un apretón de manos y decirle a quien se encuentra a nuestro lado que la paz este consigo, es para los católicos uno de los momentos más humanizantes de la misa. Desde niños esperamos ese momento para ir a saludar a los primos, amigos, compañeros, conocidos y hasta al sacerdote. Por supuesto, a medida que crecemos vamos entendiendo que el sentido es desear y ofrecer la paz para todos por igual, así que dejamos de recorrer todos los rincones del templo en busca de nuestros allegados para limitarnos a saludar a quienes están a nuestro alrededor, sabiendo que eso es correcto, y que con eso basta.

     De verdad, ¿con eso basta? Bueno, habríamos de entrar en cuestiones que no dominamos para responder con cabalidad a eso. Lo que con seguridad es cierto cuando se habla de esa bella y escurridiza palabra llamada paz, es que somos incapaces de generarla o siquiera desearla para los demás cuando no la llevamos dentro de nosotros mismos.

     De la necesidad de albergar paz en uno mismo para luego irradiarla hacia los demás, es que nace la preocupación de organizaciones como Familia Unida Saltillo y Pastoral Familiar para llevar a cabo bajo el nombre de Artesanas de la Paz el vigésimo tercer Congreso Regional de la Mujer. Ocupándose de lo que hablamos, emerge un objetivo claro y contundente propuesto por la organización para quienes asistan al congreso: Entender que soy responsable de encontrar la paz y ser reflejo de ella.

     En nueve diferentes sesiones entre el 21 y 22 de septiembre, expertos conferencistas en diversos temas, con grandes bagajes de estudios y con la habilidad para saber transmitir sus experiencias, sus emociones y sus conocimientos, buscarán que los y las asistentes mediten sobre lo que reflejan hacia los demás, que en lo personal identifiquen lo que les quita la paz, que descubran cuáles son los enemigos del matrimonio y que cada quien se recuerde en la plática “ese alguien que tú eras”, que escuchen lo que el cuerpo le quiere decir a la mujer, que aprendan a vivir en paz, a saber orar…y a saber perdonar, a lograr un plan de acción en la vida, y en la conferencia final, a tener una actitud de desafío ante el “no puedo”. Todo desde la idea de tejer esa paz que nos hemos dejado robar, de reconstruir con nuestras propias manos esa paz que nos merecemos, de forjar en una retórica artesanal, lo que ha fracasado con un modelo abstracto de paz industrial. Un congreso en busca de que la mujer saltillense se convierta en una Artesana de la Paz.

    El importante esfuerzo que acercan para ti marcas y organismos como GIS, Coca Cola, La Conchita, DIF Coahuila y DIF Saltillo, Banorte, Santander y Finamex, gobierno estatal y gobierno municipal, así como los organizadores de Familia Unida y Pastoral Familiar, resulta en un evento que no solo habrá de cambiar una vida, tu vida, sino la de toda una comunidad: tu comunidad.

     Apuesto sin temor a equivocarme que, aquellas personas que asistan al XXIII Congreso Regional de la Mujer, serán capaces de hacer en el día a día lo mismo que hacen los niños al momento del saludo de la paz en misa: ir con familiares, amigos, compañeros, conocidos y hasta con perfectos extraños, e inundarlos de esa paz que solo puede ser deseada, compartida e irradiada, cuando anida dentro de uno mismo.

    Informes para el Congreso: teléfonos 416 0858, 416 5043, 416 3085. En Facebook y Twitter Familia Unida Saltillo, email saltillo@familiaunida.org y efrenh55@hotmail.com  


columna: cesarelizondov@gmail.com

¿Ya se cansaron?


Para publicarse el 03 de septiembre de 2018 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


      ¿Te acuerdas de Roberto Madrazo y el escandalito por haber cortado camino en el maratón de Berlín hace algunos años? Pues ahí tienes que al malogrado excandidato a la presidencia le brotaron cientos -quizás miles- de fans el último domingo de agosto.

      -Pero hay un dios que todo lo ve- dirían los clásicos. Y ese dios llamado redes sociales se ha encargado de enjuiciar a los recién bautizados en el argot de los corredores de fondo como corta-rutas. Perfiles o fan pages en Facebook como Caza Tramposos Maratón CDMX 2017 o el que da título a la columna de hoy, han exhibido y denunciado durante toda la semana las fotos y comentarios de redes sociales de cientos de personas que ostentaron alegres en sus publicaciones el haber corrido los 42 mil ciento noventa y cinco metros…pero cuyos registros oficiales indican que solo corrieron parcialmente la carrera.

      Pero bastante mérito es levantarse un domingo y trasladarse en la caótica ciudad de México para correr 3,5,10,15 o 20 kilómetros mientras la mayoría de los mortales seguimos dormidos, ¿no? dice mi compadre. Pues si, está bien…. pero está mal, decía mi hermano.

      El juicio no tiene mucho debate, habría que ser muy necio para defender a los tramposos: es como comprar un título universitario para ser rector, como pedir moches para todo trámite municipal si eres el cónyuge de la tesorera, cómo ser proveedor del ayuntamiento o del gobierno estatal siendo pareja de la que jamás pudo meter en cintura el jefe del ejecutivo, es cómo crear empresas fantasmas, es como solapar empresas fantasmas desde el gobierno, ó como solapar a quienes solapan a las empresas fantasmas desde organismos empresariales.

       ¿Será que la feliz señora que recogió su medalla de maratonista es de las que exige que en las escuelas se reconozca a todos los alumnos por igual, así no hayan aprendido ni la tabla del uno? No vaya a ser que se traumen las creaturas porque los aplicados y disciplinados se llevan todos los reconocimientos. El tipo que cruzó la meta alzando victorioso los brazos sin haber sudado ni pasado por lo que se sufre en un maratón, ¿Tendrá alguna relación con los que son premiados por el gobierno cuando prostituyen el pago de tenencias, licencias, placas y otros impuestos con fines electorales o recaudatorios en año de hidalgo?  El chavito que con cuerpo atlético pero con cerebro esquelético se puso su outfit de corredor nomás ´pa la foto del maratón, ¿habrá conseguido en la clandestinidad de los primeros grados del crimen organizado su credencial del INE falsa cuando era menor de edad para poder entrar a los antros?

     Pero quizás estoy equivocado y no es tan malo cortar camino en la vida. Porque al final lo único que se reconoce en este mundo matraca es lo tangible, lo material, lo que se ve. Pero de cualquier modo aplaudo a quienes han tenido la civilidad de señalar a los tramposos del pasado domingo, porque he sido testigo de cómo muchos amigos míos se preparan física y mentalmente para correr un maratón y no estoy de acuerdo en que una sarta de güevones inmediatistas se trepen a un podio que tanto les cuesta escalar a otros.

     ¿Ya se cansaron? Ese es el nombre del grupo de corredores que desde su indignación por el fraude deportivo de los corta-rutas, hace una denuncia social con un gigantesco trasfondo cultural que nos pone a todos el ejemplo de cuál es la fórmula para erradicar la corrupción: señalar a quienes corren en la misma pista que nosotros haciendo trampas, hacerles el vacío social, mofarnos de ellos en sus caras y exhibirlos como lo que son: unos malos mexicanos.

      Si, yo ya me cansé.

cesarelizondov@gmail.com

Trenes, autos y bicicletas


Publicado el 27 de agosto de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia

Por César Elizondo Valdez

     No, no hablaremos hoy de los Trenes de Luigi Station y de cómo le hacíamos para entrar: nos calzábamos botas de tacón cubano, cinto piteado (bueno, pirata con hilo de algodón en lugar de fibra de maguey) y un sombrero vaquero de copa alta. Esto durante una época en la que el criterio del cadenero resolvía el problema de la mayoría de edad, antes de la credencial para votar con fotografía.
    Tampoco tocaremos el tema de otros trenes que cumplen la función de esparcimiento como el Chepe que atraviesa las Barrancas del Cobre, el que te lleva hasta Aguas Calientes para subir a Machu Pichu, el Mono rail que sin pérdida de tiempo te transporta de un casino a otro en Las Vegas antes de asimilar otras pérdidas, el Glacier Express o el Transiberiano, ni los de Harry Potter o Disney en las capitales turísticas de occidente.
     Hoy te platico de un tipo de trenes con distinta misión: aquellos que transportan personas para ir y venir todos los días al trabajo y a sus cosas cotidianas. Vaya, vaya, ya le quitamos lo dominguero al artículo y nos pasamos al lado rudo. Pero es que viendo como están las cosas y el letargo de nuestros gobiernos y supuestos contrapesos, está la cosa para pensarse y… o ponernos a llorar…. o poner manos a la obra.
      Con broncas similares a las nuestras en cuanto a nefastos gobernantes, los vecinos de Nuevo León ahí la llevan con su línea 3 del metro, y también los tapatíos estrenarán nueva línea de metro antes de que Andrés Manuel sea Presidente. Con todo y un sexenio federal de Hidalgo, avanza el tren ligero México-Toluca y, mucho antes de que Acción Nacional regrese a los Pinos allá por el 2036, el gobierno mexicano habrá de retomar el proyecto del tren de alta velocidad para unir a la capital con Querétaro.
      Al norte, un compa del señor Trump anda diciendo que ya recibió luz verde para licitar el Hyperloop, un tren de hiper-velocidad que uniría en un chasquido de dedos a Nueva York con Washington, con paradas en Baltimore y Filadelfia. Y no alcanzaría el periódico entero para enumerar los sistemas ferroviales del mundo que ya existen y todos los que están en planes.
      Pero ojo, no hablo de las obras que en otras partes se dan y que por acá ni soñar podemos. Me refiero al futuro del transporte diario: sistemas colectivos para largas distancias y vehículos de dos llantas para pequeños trayectos. Y eso, ¿a que viene al caso con nosotros?
      A partir de ya, el mundo empieza de manera lenta pero sostenida a consumir menos automóviles y menos petróleo vía gasolina en proporción al consolidamiento de los futuros sostenes de la economía global (salud y comunicaciones) y a la opción vehicular que trenes y bicicletas representan.
     Mientras tanto, aquí en la región sureste de Coahuila seguimos sin dar un paso en alguna dirección alterna a la industria automotriz como motor económico. Y durante las pasadas campañas políticas locales, un solo candidato de la basta baraja para puestos de poderes ejecutivos habló de algo referente a trenes ligeros, y lo hizo desde la perspectiva del trasporte público, no del inminente descalabro de la industria automotriz, que no por ser a largo plazo deja de ser predecible.
      ¿Fatalista? Quizás. ¿Qué es lo que habremos de hacer? Por lo pronto, me pongo a buscar mis viejas botas rellenas de talco, el intento de cinto piteado y mi arrugado sombrero carente de equis, no vaya ser que, en lugar de abordar los trenes por gusto, tenga uno que largarse a los Estados Unidos para trabajar en el campo por necesidad.
     cesarelizondov@gmail.com                

Mis razones


publicado el 11 de junio de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez



     -¿Por qué razón emprendiste ese tipo de campaña?- me preguntó mi hijo Alejandro mientras leíamos los airados comentarios que mis publicaciones en redes sociales estaban levantado. Definir posturas acerca de temas como Uber, aborto, foto multas, matrimonio igualitario, legalizar o no drogas, horarios de antros, adopción gay, pena de muerte y cosas por el estilo, es la forma más segura de perder una elección. Me lo advirtió Alejandro, entre curioso y molesto.

     Iniciamos como familia una cruzada ocho meses atrás buscando ser el primer coahuilense que llegase al congreso sin el respaldo de las siglas, recursos y estructura de un partido político, y aún estamos en el proceso de cerrar ese ejercicio electoral… con una dolorosa lección.

     A la familia nuclear rápidamente se sumaron familiares en siguientes grados, también los amigos, socios, colegas y tod@s con quienes a diario trabajo, así como gran parte de mis compañeros del CIZ, del ITESM y de Merca, de generaciones ascendentes y descendentes; de mis grupos de esparcimiento, diversión y deporte. Aunque no valga, -me escribieron muchos-, desde acá cuentas con nuestro apoyo y nuestras oraciones: De todas partes del país, de varios países y aún en distintos idiomas, recibí las muestras de confianza para una candidatura que alguno de ellos poéticamente bautizó como el aleteo de una mariposa en México.

      Las injusticias laborales y falta de oportunidades dentro del aparato gubernamental sufridas por gente como Roberto, Oscar y Ariel, las ganas de progresar y el deseo de tener mejores escuelas de jóvenes como Marco y Eduardo, un matrimonio como el de Ramón y Mary, el tiempo libre que le quedaba a Almicar, y la infaltable labor de mujeres como Karina, Adriana, Guadalupe, Blanca Esthela y Nathalie, hicieron que se formara un compacto grupo de voluntarios liderados por el mismo Roberto, que cargaron física y emocionalmente con el peso de una campaña austera, limitada, discreta y humilde, pero llena de idealismo.

     Muy importantes fueron el entusiasmo de Brenda para representar la candidatura ante las autoridades electorales, la guía profesional de Carlos para interpretar intrincadas disposiciones de fiscalización y para que el noviciado no resultara tan violento, las puertas abiertas y las sillas llenas en casas de mis amigos, mis Compas, mis Huérfanos, mis Atléticos, mis Compadres y mis Compayes, vaya, hasta de mi suegra. Los generosos espacios que compañeros de medios de comunicación nos brindaron en sus columnas, programas y reportajes; y por supuesto, el respaldo, carisma y buen nombre de mi compañero de fórmula: Salvador Rodríguez Saade, Chavita, pues.

    La sangre de la campaña fluyó de todas esas personas que les gustaron, comentaron o compartieron nuestras publicaciones en redes sociales, que me enviaron mensajes de texto, que me saludaron en el supermercado o en los tacos mañaneros, que me visitaron en mi trabajo para transmitirme conocimientos e ideas, que enviaron cartas manuscritas, que recibieron un volante desde la ventanilla de su auto o en su hogar, que abrieron su casa para que un par de extraños les platicarán de su visión y sus ideales, de su exasperación, y de la suma de voluntades.     

      Mención aparte, me sorprendió agradablemente encontrarme en distintas partes a quienes también buscaban un puesto de elección popular bajo los colores de algún partido político así como a sus dirigentes y militantes; a ellas y ellos, mi agradecimiento por ser competidores de altura.

      Para quienes de alguna forma y sin abandonar la esencia de las candidaturas independientes en esta región, que hicieron sinergia conmigo como Javier y Lucho, Fausto, Lobo, Poncho y Moncho, y el doctor Cárdenas, mi más grande admiración y respeto, así como el orgullo de compartir de por vida con ellos, la etiqueta de Independiente. Así, con mayúscula.

       Gracias a todas las personas englobadas anteriormente y de los muchos coahuilenses que desde ciertos parámetros votarían por mi, me vino la respuesta para Alejandro, así que lo miré a los ojos y le contesté: arriesgué a presentarme en una campaña sin máscaras y hablándole claro a la gente, porque la ciudadanía se merece candidatos que desde un principio fijen sus posturas, porque la misma gente ha estado exigiendo que personas sin dobles intenciones los representen, porque hasta en la biblia dice que se vale ser caliente o frío, más nunca tibio. Porque la forma de hacer política debería estar regida más por propuestas sociales y menos por cálculos electorales; porque si queremos un mejor futuro debemos aprender a hablar de lo que nos afecta de frente, sin miedos y con argumentos. Porque siempre quiero mirar directo a los ojos a toda la gente, como lo hago ahora contigo, aunque algunas personas puedan o no, estar de acuerdo conmigo.
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 cesarelizondov@gmail.com