Miedo

Publicado el 27 de Agosto de 2011 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo


Ataque a Casino Royale en Monterrey. Agosto de 2011. México

   Por supuesto que no tenía miedo. Me sentía a salvo cabalgando aquel negro corcel dando vueltas en el carrusel de la feria de Saltillo a espaldas del parque Francisco I. Madero; mi padre me decía que estaba ahí para cuidarme mientras sujetaba mis hombros de manera que yo podía sentir la adrenalina del vértigo recorrer todo mi cuerpo hasta llegar a su clímax en la boca del estómago, siempre con la seguridad de que un par de manos estaban listas para servir de malla protectora. Más adelante en mi vida, previo a los partidos de fútbol americano una sensación distinta se apoderaba de mi abdomen en las horas previas al encuentro hasta el punto de hacer que devolviera el desayuno que mi madre había preparado. Venía el coach José Inés Hernández y me recordaba que una vez escuchando el silbatazo inicial, sucedería lo mismo que cada fin de semana: El temor se transformaría en endorfinas y podría disfrutar como siempre el deporte que tanto me apasionaba.

     Son historias que con alguna que otra variable compartimos la mayor parte de los mexicanos. Siempre encontramos en los mayores aquella mirada que navegaba entre la sabiduría, la condescendencia, el amor, y un auténtico respeto a la inocencia. Casi universal debe ser la plática de cuando tuvimos roto el corazón y nos dijeron que ese dolor pasaría. Especialmente mi generación escuchó que nuestro pueblo superaba una crisis económica solo para entrar en otra de peores dimensiones. Luego la vida empezó a llevar a cada adulto por senderos más particulares y los miedos serían por deudas impagables, pérdidas de empleo, tropiezos profesionales y conyugales, decesos de familiares y de entrañables amigos, crisis de la edad madura, menopausias y altibajos emocionales.

      Igualmente la figura paterna fue en ocasiones reemplazada por la vocación del maestro de escuela, el humanismo del pastor religioso, la camaradería del tutor escogido, la ideología del comprometido líder político ó las bondadosas palabras del inteligente abuelo; la figura materna también fue apoyada por las consecuentes madres de los amigos, las comprensivas cómplices tías, las honorables instituciones responsables y hasta por la mujerzuela carente de formación académica pero conocedora de diversas facetas de la condición humana.

      Siempre nos bastó voltear hacía arriba para encontrar una fraternal mirada que comprendía nuestros temores y que invariablemente nos señalaba: “No hay nada nuevo bajo el sol, lo mismo me tocó vivir en su oportunidad y te puedo asegurar que eso que hoy percibes como algo insuperable, mañana será algo que recordarás como una anécdota de tu camino.”

       ¿Y entonces por que hoy siento este maldito miedo que nunca antes hube experimentado?  Seguro estoy que nada tiene que ver que mi padre y abuelos hayan muerto, que mis mentores hayan bajado del pedestal ó que los líderes de mi nación, del estado ó el municipio pertenezcan a mi generación. Tampoco tiene que ver con que mi madre haya dado un paso atrás para respetar las decisiones que como adulto he tomado ó a que hoy los mayores se interesen genuinamente en mis apreciaciones. No, este desesperante temor viene de ver que en las mesas de las familias mexicanas, a la pregunta del niño que busca respuestas por lo que sucede en su país, ya no encuentra quien le diga que esto ya lo habíamos vivido antes y que al final todo saldrá bien…..Y es entonces que la mirada del padre busca la explicación en los ojos del abuelo, y la vista del abuelo evade el cuestionamiento para perderse en una especie de lejano horizonte hacía el pasado, allá en donde los mayores siempre tuvieron algo sensato, responsable y verdadero que responder a su descendencia.  Ese es mi miedo.

cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx