Todo tiempo pasado fue mejor

Publicado el 26 de Enero de 2014 en Rvista 360 de Vanguardia

     Nostalgia. A veces es un microscopio que hace ver grandiosas las pequeñas cosas del pasado, y otras veces es como un telescopio que quiere hacer ver cercano lo que ha quedado lejano.  Ahhhhhh, como quisiera regresar el tiempo. ¿Te acuerdas de aquellos años? Ciertamente y por definición, éramos más jóvenes que hoy. Pero la juventud es un concepto muy relativo. Para el anciano que está próximo a la muerte su hermano menor que cuenta con 80 años le parece joven, para este, su hijo que ronda los sesenta es un muchachón, y para quien vislumbra la tercera edad todos los demás tenemos larga vida por delante.

    Pero como me gustaría regresar el tiempo hasta aquel gran año. Lo teníamos todo. Para quienes nos visitaban de la capital, nuestra ciudad era percibida como un pueblo al igual que para esa horda de simpáticos extranjeros que veíamos llegar de tantas partes del mundo; pero eso lo decían para molestarnos o haciendo mofa de los ridículos reglamentos municipales que regían nuestra moral colectiva, si es que algo así puede existir. Nosotros sabíamos que éramos una gran metrópoli pues contábamos con un aeropuerto en Ramos Arizpe y una estación de trenes.

    Me gustaría volver atrás. Hoy tengo algunas cosas resueltas y enfrento al mundo sin tantos miedos como en ese pasado, pero el agua que corrió bajo el puente no volverá jamás. Eran tiempos de adrenalina, todo era incierto y nadie sabía lo que nos depararía el futuro. Pero iniciar un negocio, una familia, un proyecto, un amor o un nuevo trabajo era posible gracias a las oportunidades que la vida nos proponía, a unos de una forma, a otros de otra. Pero siempre, todos pudimos soñar con un futuro mejor, inconscientes del precipitado presente. ¿Se vivía mejor que antes? ¿Estábamos mejor que nuestros abuelos de la post-guerra? No los sé. Yo solo sé que me gustaría regresar el tiempo.

    Íbamos al cine y disfrutábamos de un ritual que incluía palomitas, avances de futuras películas y la vista de la mercadería que ofrecían los comercios aledaños. La era del cine mudo y de carpa había sido eclipsada por las modernas, cómodas y funcionales salas. Hoy, con innovadores aparatos domésticos, con una red mundial de comunicación e inmersos en la forma de hacer negocio del séptimo arte, prácticamente vemos las premieres desde nuestro sillón sin salir de casa, pero sin el romántico ritual de antaño. Ahhhhh, como quisiera volver atrás.

    De vez en cuando por las noches salíamos con los amigos a disfrutar de una cerveza en casa de cualquiera de ellos o en alguno de los restaurantes de Saltillo. Por las mañanas, en un contexto más formal, era común almorzar en el tradicional Viena un desayuno que incluía tortillas tostadas de harina con crema y un buen café. No era necesariamente dónde o porqué compartíamos la mesa, era el gusto de compartir con alguien. Hoy me duele que algunos de ellos ya no estén aquí.

     Los domingos eran multifacéticos: Podías salir desde que el sol aparecía en el horizonte para internarte todo el día en la sierra de Arteaga en la infaltable cabaña que el primo del amigo del cuñado de un conocido tenía; regresabas y tu pareja te pedía detenerte por un elote y al volver a casa descubrías que de alguna forma habías comulgado con Cristo, ya que llegabas con el cuerpo muerto, pero con el alma resucitada. Y por otro lado, si te quedabas en Saltillo podías ir por la barbacoa de pozo para desayunar, de ahí a visitar a los familiares para terminar en el crepúsculo disfrutando del pan de pulque; y en medio de todo eso, asistir a un oficio dominical religioso. Que buenos tiempos aquellos.   

     Pero el incesable reloj de la vida camina perenne aunque nos olvidemos de darle cuerda. Y aquí estoy hoy, añorando un pasado que no volverá y viviendo ese precipitado presente que pronto será pretérito. Cuando el futuro te alcanza solo queda vivir de los recuerdos de esos años maravillosos que en tu juventud quedaron, juventud que como te decía al principio, es un término muy relativo. 

Ahhhhhhh, como quisiera regresar a aquel año 2014.  

  Saltillo, Coahuila.   Diciembre de 2028

cesarelizondov@gmail.com 

Los Cedros. Primicias 2012

Publicado el 19 de Enero de 2014 en revista 360 de Vanguardia

    
 Quisiera ser enólogo para saber de lo que hablo respaldado por conocimientos. O al menos me gustaría ser sibarita, pues así tendría empíricos, líricos y sólidos argumentos para realizar una crítica basada en la experiencia. Pero aún sin ser uno u otro, me atrevo a calificar Las Primicias 2012 de los Cedros, producto vinícola coahuilense, porque me ha gustado lo que probé. Pido permiso primero a los expertos del área editorial de Vanguardia en este tema, Sonia y Marcos Pérez, para entrar por única vez en su especialidad copiándoles el gustado estilo que tienen para narrar.

     Destapamos la botella a finales de Diciembre en un tradicional e informal encuentro entre dos para celebrar a nuestro modo las fiestas de la temporada. Sin mucha ceremonia nos preparamos con el vino, algunos quesos, una atmósfera relajada, un poco de carnes frías, y esto fue lo encontré:

     Me encontré con un vino cuya tonalidad tiene el color de la pasión por hacer las cosas bien, que su brillo iguala al de sus creadores y que su limpieza a la vista asemeja claramente a la familia que lo produce. Un vino que deja esas lágrimas que siempre se hacen presentes en un anhelo que valga la pena.

     Primero huele a trabajo arduo y honrado, seguido por el aroma que ofrece el tiempo cuando es traducido en paciente espera. Y finalmente, la tenue y discreta acentuación de una agradable fragancia que denota buena crianza.

     Sabe al amor por nuestra tierra, con el equilibrio de personas integrales en los variados aspectos de la vida, tiene el sabor de los frutos que ha producido gente consagrada al trabajo y al compromiso por imprimir huellas sobre esa misma tierra que a veces se pisa, y a veces se besa.


     Y así estábamos disfrutando la primera copa cuando llamaron a la puerta. Llegaron a visitarnos los padrinos de la menor de mis hijas, y, sin dudarlo, decidimos ampliar el pequeño brindis a nuestros compadres llevándonos a la sala el vino y las viandas que teníamos. Ahí descubrí que al igual que tantas cosas de la vida, este vino tiene un especial maridaje cuando se degusta con la compañía de los amigos y de la familia.


      Al final, las sensaciones que me dejaron Las Primicias 2012 de Los Cedros fueron las de profunda gratitud por una amistad libre de adjetivos, de inmensa felicidad por ver como los sueños de nuestros estimados amigos los van convirtiendo en realidades, de hondo orgullo al haber sido partícipes como testigos de ese proyecto desde que existía como solo un concepto, de gran tranquilidad al comprobar que en nuestra tierra aún hay gente que carga sobre su espalda con la responsabilidad de rescatar vocaciones olvidadas que van desde el cultivo y vendimia de la vid hasta los buenos valores morales, éticos, religiosos, empresariales y laborales de nuestra sociedad. 

cesarelizondov@gmail.com