Robando Bases

Publicado el 22 de Agosto de 2008

Imagine usted a un veloz beisbolista que ha llegado a primera base, trate de entender sus pensamientos calculando la ocasión para correr hasta la segunda colchoneta. Observa al lanzador, aguanta dos ó tres revires de este para el primera base, repentinamente, cuando el pitcher envía una bola lenta a home, nuestro jugador arranca a toda velocidad para robarse la segunda base, el receptor ve con desesperación como la lenta pelota recorre cuarenta y cinco pies hasta su manopla, el bateador abanica deliberadamente para estorbarlo en su jugada, de cualquier manera el catcher se levanta y envía una raya por encima del montículo que se extiende hasta donde el segunda base ya está esperando la esférica para intentar sacar al corredor en una apuesta de sorpresa y velocidad contra preparación y reacción…

El corredor de bases, confiando tanto en su velocidad como en el factor sorpresa sabe que lleva el riesgo de que lo pongan fuera de la jugada con un buen lanzamiento desde home, aún así, intenta una maniobra en la que puede salir victorioso, él no piensa en las consecuencias y jamás pasa por su cabeza la posibilidad de ser atrapado, si creyera que lo van a sorprender no retaría a sus rivales con una faena tan temeraria, tiene plena confianza en que no fracasará.

De manera similar es como funciona la mentalidad de un delincuente: Intenta arriesgadas acciones porque piensa que no será capturado, pero, contrario a la opinión popular, en esto poco tiene que ver la eventual incapacidad de las autoridades. En cualquier parte del mundo y en todas las épocas, los malhechores han confiado en sus planes y sus capacidades más que fiarse de las fallas de los sistemas policíacos. Sería realmente estúpido que alguien intentara robar la segunda base esperanzado en un error de los contrarios en vez de retarlos en relación a la preparación propia.

Es por eso que castigos como la pena de muerte y la cadena perpetua nunca serán paliativos para la inseguridad, la amenaza no asusta a nadie porque ninguna persona comete un delito creyendo que va a ser descubierta. Desde aquel que roba los lápices en la oficina, pasando por los ladrones de casa, el evasor de impuestos, los delincuentes de cuello blanco, los que saquean al erario y hasta el más desalmado de los asesinos, todos ellos piensan que no tendrán la desgracia de ser llevados ante la justicia, independientemente de la actuación de está en sus distintas instancias. Afianzando la creencia de que una advertencia no coacciona los actos, basta con observar que la pena de muerte descrita en las cajetillas de cigarros no evita el consumo de estos. Entre paréntesis, es aberrante la posición que un muy definido perfil de personas de iniciativa en nuestra ciudad tiene con respecto a la pena de muerte al apoyarla como recurso válido, ya que el mismo perfil condena el aborto argumentando el respeto a la vida por verdades religiosas.

Por lo mismo expuesto en los párrafos anteriores, la capacitación humana y la inversión en equipamiento de las corporaciones policíacas tampoco es una solución de fondo a los problemas que nos aquejan actualmente, esto podrá ser en el mejor de los casos una medicina contra la delincuencia, pero nunca será el elemento preventivo cuya finalidad sea evitar en lugar de reprimir. En los casos de ciudades como Nueva York y Medellín, el objetivo de sus exitosas campañas no fue fortalecer las instituciones que combaten al crimen ni amedrentar a quienes los cometen, su finalidad fue bajar el índice delictivo a parámetros manejables por medio de ofertas alternas para los que aún no eran infractores de la ley. La mejor forma de que no se roben la segunda base es impedir que alguien llegue a la primera.

Con todo esto, la única opción que puede frenar el avance de la delincuencia es evitar que el padrón de criminales siga creciendo. El camino siempre será ofrecer mejores y atractivas oportunidades para todos aquellos que por su condición sean candidatos a engrosar las filas de la trasgresión. Pero esto se quedará en buenas intenciones si no es acompañado de políticas concretas como pueden ser reformas laborales que permitan a los empleadores esquemas que fomenten la productividad en sus posibles trabajadores en lugar de seguir atorados con legislaciones que orillan al empresario a mantener limitadas las cuadrillas productivas, incentivos y desregulaciones tributarias para que la gente inicie proyectos dentro del marco legal en vez de hacerlo en la economía subterránea y el crimen organizado, apoyos y programas gubernamentales que promuevan la práctica y desarrollo de habilidades deportivas y artísticas como medios de subsistencia y no solo como apéndices de la educación, y principalmente, un cambio de cultura en la que los mexicanos entendamos que la indiferencia hacía nuestros semejantes es la vía más rápida para la descomposición social que precede a la delincuencia desbordada.

Al momento de entregar esta colaboración no ha sido revelado la totalidad del Acuerdo Nacional por la Legalidad y la Seguridad, pero por lo filtrado hasta el momento sabemos con impotencia que el documento se limita a atacar con recursos e iniciativas de leyes más duras a la delincuencia. Desgraciadamente la raíz del problema sigue siendo ignorada, no necesitamos más cárceles, mejores armas ó más rudos policías, lo que necesitamos son menos criminales.

La Lección de la Era Ley

Publicado el 09 de Agosto de 2008

Subir Chowdhury, asesor profesional en aspectos de calidad y escritor de algunos best seller relacionados con el tema, en alguno de sus relatos puso en boca de un personaje la aseveración de la cual transcribo la idea solamente: En los deportes es la defensa quien gana los campeonatos, es la calidad de un conjunto, lo demás son adornos; de igual forma, en los negocios y la vida diaria, la calidad de lo que hacemos es la defensa más fuerte que existe para evitar el fracaso.

Comprobando el dicho de Chowdhury, escogiendo cualquier deporte, hemos visto a través de los años los casos de equipos ó personas que se impusieron a contrincantes aparentemente superiores, siempre existió una constante en las supuestas sorpresas, esta fue una defensa que hizo parecer ridículas a las potentes ofensivas de los adversarios. Así vimos como James Búster Douglas noqueó al invencible Mike Tyson por la sencilla razón de aguantar más golpes que el campeón mundial; en el pasado Súper Bowl, la férrea defensa de los Gigantes de Nueva Cork maniató en solo catorce puntos a una ofensiva de los Patriotas que impuso marcas de anotaciones durante toda la temporada; en la NBA, el entrenador Pat Riley lleva décadas de éxito en las duelas armando equipos que son pésimos para el espectáculo y por ende para el rating televisivo, pero excelentes para llevar campeonatos a sus ciudades aceptando menos de noventa puntos por partido; en el fútbol, cada cuatro años bostezamos en el mundial sabiendo que el representativo Italiano llegará a finales con menos de un gol anotado por juego.

Para nosotros como saltillenses, la era Ley al frente de nuestros Saraperos trae la lección de la calidad sin importar el grado de afición ó conocimiento que tengamos del juego de pelota. Durante diez años hemos tenido un equipo que ha sido bien manejado como negocio aprovechando la sinergia de las empresas involucradas en la operación del mismo, pero pésimamente guiado para los fines que los aficionados tenemos cuando pagamos nuestros boletos. Somos un mercado fiel y cautivo que cada año pone esperanzas en espejos que apantallan botando la bola del parque y que se imponen al promedio de los conjuntos en base a un poderío ofensivo que hace del juego un escándalo de fuerza bruta en lugar de una demostración de fina estrategia y adecuada defensa. Al analizar fríamente los números de la serie en que fuimos eliminados por los Sultanes de Monterrey, y revisando los descalabros de temporadas pasadas, podemos observar que las carreras anotadas por Saraperos en muchos juegos perdidos serían suficientes para vencer a cualquier conjunto que se pudiese contener en un aceptable dosis de anotaciones, es decir dos ó tres por encuentro.

Lo malo del caso es que la mística de los Saraperos del siglo XXI parece ser fiel reflejo de lo que somos los saltillenses hoy en día: Bonanza aparente pero sin sustento que pueda contener la embestida de la hora de la verdad, cuando la calidad de lo que somos y hacemos sea la única variable que podremos controlar debido a factores externos. En el campo deportivo las fechas son implacables y siempre están marcados los límites, ahí es fácil evaluar la calidad porque cada fin de temporada se realiza un sencillo balance en el que la ausencia de un trofeo en las vitrinas es el frío veredicto entre hacer ó no las cosas con calidad dentro del campo de juego. En lo demás, es más complicado ser medidos para saber si nuestros resultados son producto de la excelencia con la que hacemos nuestras tareas ó son simples pantallas de las reales capacidades. Pero cada uno de nosotros sabe si está poniéndole la dosis de esa calidad que no divierte a lo que hace ó si como el equipo de Ley, todo se nos va en espectaculares acciones que nos llenan mientras la corriente sea favorable, pero que al primer viento en contra se derriban como castillo de naipes.

Dolly: La vida es injusta

Publicado el 25 de Julio de 2008
¿Por qué la vida es tan injusta? Se preguntaba Mari una y otra vez. Había escuchado el nombre años atrás y por eso no le prestó atención a los periódicos y medios electrónicos. Cuando empezaron hace algunos días a hablar de Dolly ella recordaba vagamente la historia de una oveja clonada en los años noventa como una premonición de lo que podríamos atestiguar en el campo científico durante el siglo XXI. Desgraciadamente esta vez las noticias no relataban los avances de la ciencia sino los alcances de los fenómenos meteorológicos, una vez más por encima del conocimiento humano en abono a las teologías religiosas.

Para cuando tuvo conciencia de la amenaza que se cernía sobre ella y su familia ya era demasiado tarde, recordó haber escuchado alguna vez que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, seguramente, pensó tristemente ahora, menos puede alguien escapar de las implacables leyes de la naturaleza. No supo a quien culpar. ¿Podría culpar por esto al gobernador de Coahuila por ser el lugar dónde ella residía? ¿Sería responsable de su tragedia Felipe Calderón por ser el Presidente de su país? ¿Ó, en un rasgo mexicanísimo la responsabilidad caería sobre nuestros primos del norte? Cualquier cosa, menos aceptar que no hay mas ciego que aquel que no quiere ver las cosas y que en un mundo pleno de comunicaciones tuvo en sus manos la posibilidad de prever la situación.

Primero les dijeron que tendrían que desalojar los improvisados techos de lona que los cubrían. Pese a las insistencias de su marido, y ante la mirada triste de sus hijos Mari decidió esperar hasta el último momento posible. Pensaba que su labor como madre en ese momento era hacer a sus hijos sentir que todo estaba bajo control. Solo cuando vio que las autoridades patrullaban el área advirtiendo de los riesgos que se corrían por estar tan cerca del agua se resignó a tomar sus pertenencias y salir de ahí hacia un lugar más seguro. Mascullaba lamentos por no tener las posibilidades de mucha gente que estaría a miles de kilómetros de ahí disfrutando sus vacaciones en alguna playa bajo el radiante sol del océano pacífico ó en algún exótico lugar al otro lado del mundo. No cabe duda, repetía una y otra vez, la vida no es justa.

Horas después las autoridades explicaban la conveniencia de evacuar aquella parte de la ciudad como una medida preventiva a fin de no correr riesgo alguno. Después de una pequeña discusión, tuvo que reconocer que los argumentos de su esposo estaban más cargados de prudencia a diferencia de los suyos que estaban dominados por la emoción y accedió a mover de aquel sitio a su familia. Durante el desalojo, se vio reflejada en el rostro de cientos de madres y padres cuya vista se perdía en el horizonte como buscando una respuesta que sabrían no llegaría. Le dolía saber que el esfuerzo que como familia habían hecho quedaría sepultado bajo las aguas de un huracán que no sabía de sacrificios, solo de destrucción.

Después de un rato de camino en silencio, finalmente su marido empezó la conversación. ¿Y como estará todo en casa? Le preguntó. Espero que en nuestra ciudad las personas que viven en hacinamientos irregulares no estén pasando problemas por la crecida de los arroyos.

Entonces, finalmente Mari tomó conciencia del mundo y por primera vez la pregunta que se venía haciendo le caló en lo mas profundo de su ser: ¿Porqué la vida es tan injusta?

Y dejaron atrás la Isla del Padre para enfilar hacía San Antonio.
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Los Nuevos Generales

Publicado el 18 de Julio de 2008

Welch Walesa, el trabajador polaco que escaló como activista hasta convertirse en el primer gobernante de la Polonia libre, siendo Presidente de su país dijo en alguna ocasión que su pueblo necesitaba más que nunca de muchos de los generales norteamericanos, empezando, citaba él, con el General Motors y el General Electric.

El juego de palabras de Walesa ponía de manifiesto la realidad de un nuevo orden mundial en el que los nombres de McDonalds, Wal Mart y Starbucks han venido a ocupar el puesto que antes fuera de Macarthur, Romel ó Napoleón; una verdad en la que cada vez se impone más el capital al armamento. Realidad universal que por lo tanto tiene alcance hasta nuestro país, nuestro estado y por supuesto nuestras ciudades.

Inmersos y beneficiados en el corto plazo por la invasión de los Nuevos Generales, en nuestra tierra somos testigos sin voz ni voto de cómo un gigante de la industria cervecera mundial como la empresa belga InBev absorbe a Anheuser Busch, socio de Grupo Modelo, que a su vez realiza inversiones en suelo coahuilense. El hecho de que Anheuser Busch tenga en su poder la mitad de las acciones del grupo mexicano, hace que el futuro de la ciudad de Nava, en Coahuila, este fuertemente ligado a las decisiones que tomen unos individuos del otro lado del Atlántico.

Bonito sería que empresas mexicanas fueran las que realizasen compras hostiles de competidores en un afán de consolidar marcas para así salir a ofrecerle al mundo productos originales de cualquier rincón del planeta, con decisiones de negocio tomadas por mexicanos y con un destino final de utilidades en corporativos diseminados por toda la geografía nacional. La triste historia es que nos estamos convirtiendo en un país con algunos individuos adinerados que prefieren entregar las armas antes de pelear por un mercado, historia que bajo la premisa de que en tierra de ciegos el tuerto es rey se repite desde algunas regiones progresistas de México hacía las zonas en las que el confort de una generación parece haber trazado el destino de ciudades enteras como eternos exportadores de mano de obra.

Educación y cultura no son asignaturas que deban conformarse en erradicar el analfabetismo y codearse con los artistas del momento, no deben ser tampoco cuestiones en las que toda la responsabilidad recaiga en las políticas gubernamentales; educación y cultura deberían ser el semillero que produzca personas con una actitud de Nuevos Generales y no de soldado raso, con un conocimiento del mundo que haga posible que nuestros jóvenes sepan que ellos pueden aportar en vez de esperar que alguien les ofrezca soluciones, educación y cultura debería ser una cruzada en donde cada sector de la sociedad ponga su grano de arena para que décadas de pensamientos retrógradas se eliminen creando doctrinas progresistas que permitan al individuo saber que el destino lo tiene en sus manos y no en una reforma energética, no en el líder político, no en las elecciones del vecino país y no en la próxima transnacional que decida poner su inversión en nuestro suelo.

Los Nuevos Generales están aquí, ¿Los vamos a imitar ó nos vamos a entregar?
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Reprobados en Logística

Publicado el 19 de Abril de 2008

Finalizaba mi niñez junto con la década de los setenta, por ese tiempo veíamos en televisión la promoción de una empresa comercial mexicana en la cual los clientes tendrían la oportunidad de recorrer el supermercado con un carrito de compras durante cinco minutos, podrían llenar el carro con todo lo que cupiera en este hasta agotar el espacio ó el tiempo. Los niños soñábamos con tener la suerte de acompañar a mamá si era afortunada en alguna visita a la tienda, nos imaginábamos haciendo una torre de juguetes y dulces antes de que terminaran los cinco minutos; seguramente los papás pensarían en paquetes de cigarros, botanas extravagantes y una botella de Viejo Vergel.

Muchos años después de aquella campaña, coincidí en una reunión con un gerente comercial de aquella empresa; le recordé la ingeniosa y divertida difusión, entablamos conversación sobre el tema y terminó diciéndome que era lo que pasaba con las personas que tenían la fortuna de salir agraciadas en la caja registradora: Invariablemente invertían el espacio y el tiempo en artículos de los cuales se tenía una impresión de lujo, status ó alta necesidad. Así, lo más común era ver carros llenos de productos de la canasta básica como huevos, leche y cereales; se veían también cosas que rara vez se compraban en ese tipo de comercios como radios de transistores, televisiones y colchones; y también estaban las personas que gastaban todo su premio en un arranque de suntuosidad llevando a su casa productos del mar, embutidos, vinos de mesa, quesos y productos importados.

Después de los eufóricos cinco minutos, los consumidores llegaban exhaustos a la salida de la tienda y se percataban de que habían desperdiciado su buena suerte al escoger cosas por impulso más que por conveniencia. Era muy tarde para reparar en que hubiera sido mejor llevar un kilo de navajas para rasurar más caras y no perecederas que 20 kilos de pescado; era preferible elegir cien pastillas de jabón de tocador que se utilizan todos los días que ocho litros de leche que también se utilizan a diario; un colchón que ocupaba todo el espacio costaba menos que la caja de baterías que cabía en una mano. Habían tenido la oportunidad, les había fallado la lógica.

El ejemplo es muy claro de lo que nos pasa cuando los recursos exceden a las expectativas: Podemos tener la cristalería, pero seremos un chivo adentro de ella.

Es más ó menos lo que nos está sucediendo con las obras viales que se construyen en la región. Los recursos financieros excedentes fueron tantos que rebasaron la capacidad de logística oficial y el caos vehicular es la consecuencia de haber sido agraciados con mucha obra pública y muy poca creatividad de las autoridades en vialidad. Cada obra emprendida por los gobiernos estatal y municipal está recibiendo muchas quejas de la ciudadanía por la ineficaz labor de las direcciones de policía y tránsito en las ciudades de Ramos Arizpe y Saltillo. Solo para poner en perspectiva el tamaño de la incongruencia entre inversión y capacidad logística: En el anuncio de la obra que el gobierno del estado hizo para las vialidades del bulevar los Fundadores se hablo de una afluencia diaria de veinte mil vehículos, estos vehículos hoy pierden un promedio de cinco minutos por día debido a la falta de logística en vialidad, si ponemos a un solo pasajero en cada automóvil sin contar transporte público, estaríamos hablando de más de mil seiscientas horas-hombre perdidas por día. Si a cada hora le damos un valor de diez pesos, los ciudadanos perdemos más de 16 mil pesos diarios, suma suficiente como para pagar ocho ó diez directores más de policía y tránsito municipal.
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