La Lección de la Era Ley

Publicado el 09 de Agosto de 2008

Subir Chowdhury, asesor profesional en aspectos de calidad y escritor de algunos best seller relacionados con el tema, en alguno de sus relatos puso en boca de un personaje la aseveración de la cual transcribo la idea solamente: En los deportes es la defensa quien gana los campeonatos, es la calidad de un conjunto, lo demás son adornos; de igual forma, en los negocios y la vida diaria, la calidad de lo que hacemos es la defensa más fuerte que existe para evitar el fracaso.

Comprobando el dicho de Chowdhury, escogiendo cualquier deporte, hemos visto a través de los años los casos de equipos ó personas que se impusieron a contrincantes aparentemente superiores, siempre existió una constante en las supuestas sorpresas, esta fue una defensa que hizo parecer ridículas a las potentes ofensivas de los adversarios. Así vimos como James Búster Douglas noqueó al invencible Mike Tyson por la sencilla razón de aguantar más golpes que el campeón mundial; en el pasado Súper Bowl, la férrea defensa de los Gigantes de Nueva Cork maniató en solo catorce puntos a una ofensiva de los Patriotas que impuso marcas de anotaciones durante toda la temporada; en la NBA, el entrenador Pat Riley lleva décadas de éxito en las duelas armando equipos que son pésimos para el espectáculo y por ende para el rating televisivo, pero excelentes para llevar campeonatos a sus ciudades aceptando menos de noventa puntos por partido; en el fútbol, cada cuatro años bostezamos en el mundial sabiendo que el representativo Italiano llegará a finales con menos de un gol anotado por juego.

Para nosotros como saltillenses, la era Ley al frente de nuestros Saraperos trae la lección de la calidad sin importar el grado de afición ó conocimiento que tengamos del juego de pelota. Durante diez años hemos tenido un equipo que ha sido bien manejado como negocio aprovechando la sinergia de las empresas involucradas en la operación del mismo, pero pésimamente guiado para los fines que los aficionados tenemos cuando pagamos nuestros boletos. Somos un mercado fiel y cautivo que cada año pone esperanzas en espejos que apantallan botando la bola del parque y que se imponen al promedio de los conjuntos en base a un poderío ofensivo que hace del juego un escándalo de fuerza bruta en lugar de una demostración de fina estrategia y adecuada defensa. Al analizar fríamente los números de la serie en que fuimos eliminados por los Sultanes de Monterrey, y revisando los descalabros de temporadas pasadas, podemos observar que las carreras anotadas por Saraperos en muchos juegos perdidos serían suficientes para vencer a cualquier conjunto que se pudiese contener en un aceptable dosis de anotaciones, es decir dos ó tres por encuentro.

Lo malo del caso es que la mística de los Saraperos del siglo XXI parece ser fiel reflejo de lo que somos los saltillenses hoy en día: Bonanza aparente pero sin sustento que pueda contener la embestida de la hora de la verdad, cuando la calidad de lo que somos y hacemos sea la única variable que podremos controlar debido a factores externos. En el campo deportivo las fechas son implacables y siempre están marcados los límites, ahí es fácil evaluar la calidad porque cada fin de temporada se realiza un sencillo balance en el que la ausencia de un trofeo en las vitrinas es el frío veredicto entre hacer ó no las cosas con calidad dentro del campo de juego. En lo demás, es más complicado ser medidos para saber si nuestros resultados son producto de la excelencia con la que hacemos nuestras tareas ó son simples pantallas de las reales capacidades. Pero cada uno de nosotros sabe si está poniéndole la dosis de esa calidad que no divierte a lo que hace ó si como el equipo de Ley, todo se nos va en espectaculares acciones que nos llenan mientras la corriente sea favorable, pero que al primer viento en contra se derriban como castillo de naipes.

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