Lastres y Contrastes

publicado el 24 de Febrero de 2006 en El Heraldo de Saltillo

Eran los años setenta, cuando era niño y viajábamos por alguna razón a la frontera sur de Estados Unidos invariablemente íbamos a un pequeño restaurante de comida de mar cuya especialidad eran las patas ó tenazas de cangrejo gigante de Alaska. Desde allí despertó en mí el gusto por ese platillo que cada vez es más difícil encontrar por una escasez del producto causada por el riesgo de conseguirlo. Debería decir obviamente, pero como veremos más adelante no resulta tan obvio, el costo de esa comida es alto por el sencillo principio de oferta y demanda, así como por la ya citada dificultad de cazarlo.
Así que cuando recientemente vi anunciado un programa en televisión que trataría de la forma de capturar al cangrejo Alaska y el porque de su carestía no dude en sintonizarlo. El asunto estriba en la fiereza de los mares en los que este crustáceo habita, que aunado a la manera de sacar del agua y vaciar las jaulas en las que son apresados resulta en numerosos accidentes en los que los pescadores aventureros terminan con graves incapacidades en el caso de conservar la vida. Como en la mayoría de los trabajos dentro de las economías de primer mundo, primero el conocimiento de lo que se hace y después el riesgo que ese trabajo conlleva son los factores que hacen que el pescador de cangrejos gigantes sea uno de los oficios mejor pagados en el mundo, lo que les da la posibilidad de explorar otras alternativas de subsistencia durante los largos meses de veda en los que sus ganancias les permiten experimentar diferentes empleos, negocios ó simplemente disfrutar de la vida.
En contraste, como desgraciadamente lo estamos hoy presenciando, la condición laboral de los mineros coahuilenses tiene un grado similar ó mayor de riesgo, pero con inferiores recompensas económicas, lo que deja una vez más al descubierto la miserable realidad de la economía domestica de los mexicanos, en donde se debe tomar el trabajo que se consiga, lo que deja a los trabajadores sin la posibilidad de tomar las riendas de su propia vida al momento de decidir el grado de riesgos que están dispuestos a encarar en sus labores diarias. Cuando la realidad es tomar el trabajo porque no hay más, no caben argumentos de seguridad.
Por supuesto, la extracción de minerales y la explotación de lo que la naturaleza dotó a nuestra tierra deben continuar dentro del marco de respeto al medio ambiente, dentro de la realidad macroeconómica en la que nuestro país se ubica, dentro de los parámetros legales que la regulan, pero también debe observarse el respeto a la vida y a la dignidad de los trabajadores por medio de condiciones laborales basadas en el tipo de trabajo, la productividad, las condiciones del mercado en el que se compite, la tecnología ya existente, los procesos de seguridad y algunos etcéteras más que siempre son omitidos por esa complicidad existente entre líderes sindicales, autoridades y empleadores. Y claro, sin dejar de poner su parte la anacrónica Ley Federal del Trabajo, lastre para empresarios dispuestos a compartir riesgos y dividendos, lastre para los trabajadores que demandan mejores horizontes a cambio de trabajo honrado, lastre para las familias de unos y otros que ven la gran posibilidad esfumarse con el paso de los años, cobija de todos aquellos que desde su pequeñez han llevado a nuestro país a la parálisis en materia laboral que frena los impulsos de invertir de unos y la capacidad de autorrealización de otros.