Un Regidor de Saltillo


Publicado el 10 de Enero de 2016 en Círculo 360 Domingo, de Vanguardia



       Esto sucedió hace más o menos un mes. Fue en el mero día del informe de nuestro saltillense alcalde, pero sucedió lejos de las luces y flashazos del teatro de la ciudad así como muy alejado de la elocuencia y teatralidad de un informe de gobierno; sucedió allá dónde queda la sigilosa labor de los verdaderos hombres que se meten a la política por un noble idealismo social más que por la vana necesidad financiera o de autorrealización.


     Sabe el lector que no soy dado a nombrar personas en mis artículos por la convicción de un periodismo que objetivamente señale, aplauda o condene las acciones emanadas desde un puesto o posición pública y no que subjetivamente indique con índice de fuego los nombres y apellidos de quienes nos gobiernan, nos adoctrinan, nos manipulan, nos inspiran o nos rodean. Pero esta vez terminaré por decir santo y seña del regidor que me llevó a escribir esto.


       Entre los yerros y aciertos que pudieron tener mis padres durante mi crianza, estuvo la enseñanza de hacer las cosas de acuerdo a los lineamientos generales para todos sin brincar las trancas. En las taquillas del circo, del cine o de los toros, mi padre le decía mi edad verdadera a los boleteros sin importar que aparentase menor edad y pudiera entrar sin pagar. Se me decía que una de las finalidades de cualquier sistema democrático (de Estado, de empresa u organización) debía ser el respeto y el cuidado de los derechos de unos sin violentar las garantías, intereses y propiedades de los otros.


      Hacer las filas, entender los porqués de las reglas, respetar a quien está del otro lado de la ventanilla y sobretodo no ostentar compadrazgos, influencias o cualquier tipo de poder fue algo que sí cuando mi padre vivía yo observaba, ahora que mis hijos me vigilan desde el asiento trasero del automóvil lo hago con mayor razón. Y por supuesto que mi madre iba de acuerdo con eso. Por eso no me fue raro saber que, aún y cuando pudo pedir algunos favores y evitarse algunas cosas, decidió ir sola a pagar una infracción por estacionarse (sin saberlo dice ella) en un lugar prohibido.


        Como cualquier otro ciudadano fue mi madre a pagar su multa. Y supongo que como a ella la trataron es como tratan a todos los ciudadanos en la Dirección de Policía y Tránsito Municipal. En seis ventanillas tuvo que argumentar y recibir descorteses negativas para que finalmente le indicaran que tendría que pasar con un juez calificador a fin de ver como se podía solucionar aquel incorregible y delicado asunto: Al tener desconocimiento por no haber sido notificada de otras infracciones como las controvertidas y famosas foto-multas, algún que otro parquímetro y quizás algo más, la peligrosa abuelita solo iba preparada para pagar la multa que si le había sido notificada. Pero ahhhh, la burocracia del ayuntamiento dicta que, o pagas todo lo que debes o no recuperas tu placa.


       Luego de un pequeño viacrucis, de mala manera le indicaron como llegar hasta la oficina del juez calificador: A través de un oscuro y frío corredor rodeado de las celdas donde están los detenidos. Toda proporción guardada, pero no pude dejar de imaginar a Jodie Foster interpretando a la agente Clarice Starling en su caminar por el sótano de una penitenciaría para enfermos mentales en Baltimore, separada de los delincuentes solo por los barrotes de hierro para encontrarse al final del pasillo con el peligroso Doctor Hannibal Lecter, caracterizado por Anthony Hopkins. Pero,   de enfrentar el pavoroso pasillo es donde apareció un regidor de Saltillo, quien al percatarse de cómo era tratada y la ambigua información que le daban en ventanilla a una persona de la tercera edad, decidió que algo tenía que hacer.


     Y así fue que el regidor Roberto Villa, por la pura cara de miedo, desesperación e impotencia de mi madre decidió que uno de sus deberes como edil sería el de instruir a una anciana ciudadana para hacer más llevadero su trámite ante las autoridades. Amable y caballerosamente la acompañó por otro camino más amigable para ayudarle a gestionar algo con el juez calificador para que finalmente, sin menoscabo para las arcas municipales y con la dignidad que todos nos merecemos, mi madre pudiera pagar las multas a la que se hizo acreedora, no importa si el diputado se niega a pagar las suyas.


     Jamás he cruzado palabra con el tercer regidor Roberto Carlos Villa Delgado, emanado de la UDC, pero ni falta que hace: en él aplica aquello de que sus acciones gritan tan fuerte, que no permiten escuchar lo que sus palabras dicen. 

  cesarelizondov@gmail.com




   

La media truncada del IV informe


Publicado el 06 de Diciembre de 2015 en 360 Domingo, de Vanguardia



     Es fácil entender porqué: La opinión de los seguidores, amigos y beneficiarios directos va a ser algo más que excelente y el sentir de los detractores estará siempre cargado de más estomago que sesos. Lo que en mercadotecnia entendemos por media truncada es un término que nos sirve para estadística y consiste en eliminar los extremos de una encuesta o resultado con la finalidad de evitar que juicios nublados por la emoción afecten el sentido de la razón.


     Y es lo que algunos observadores nos dedicamos a hacer con los temas de interés público: tratamos de quitar toda la paja para encontrar el verdadero ánimo y estado de las cosas. Es obvio que la abuelita del ídolo juvenil del momento lo querrá equiparar con el Pedro Infante de su añorada juventud mientras los críticos más agrios dirán que cualquier borracho de cantina tiene mejor entonación, y es ahí donde entra la media truncada: quitamos igual de opiniones cargadas por ambos lados y nos quedamos con lo que la mayoría realmente representativa dice al respecto.


      Y en la semana que terminamos, los ociosos opinadores tuvimos en torno al IV informe de gobierno estatal mucho que truncar en las muestras de opinión pública para encontrar algo que nos diga cualquier cosa real del sentir ciudadano, del ciudadano de a pie. Porque ya lo sabes, el documento que la autoridad entrega a “nuestros” representantes en el Congreso local así como los mensajes subidos a plataformas de internet uno y trasmitido a todo el estado vía radio y televisión el otro, son simples formas dentro de lo que suponemos un estado republicano en dónde el legislativo habría de calificar verazmente el accionar del ejecutivo para que el pueblo no anduviera cortando y descifrando muestras de opinión.


     Fue así que desde el mismo lunes, nos dimos a la tarea de husmear en redes sociales, devorar columnas de análisis político, platicar en la calle, en el trabajo y en la cantina con los amigos, enemigos y perfectos desconocidos, escuchar los programas de radio y hasta releer a Montesquieu, Maquiavelo, Mafalda y a Sun Tzu en el afán de entender cabalmente lo que uno va descubriendo.


       Porque pasando de los aplausos del orgulloso, notorio y leal compadre del góber al previsible ataque y descalificación de algún compañero de plana en sus artículos, de los alegres encabezados y línea editorial del periódico a sueldo pasando a los oscuros chismes de más oscuros medios, de la defensa a ultranza de quienes siguen dentro del poder estatal ante el incongruente ataque de los que ayer fueron cómplices del sistema y hoy resultan paladines de la justicia y la veracidad, de las dirigidas publicaciones en redes sociales de quienes trolean lo que a su empleo, negocio o status quo convenga frente al airado reclamo de una mujer emparentada con el poder que ni siquiera leyó o escuchó la transcripción del informe para entender a lo que se refería el gobernador por monstruo, y de muchas cosas más; yendo de un extremo a otro del veredicto de quienes hacen notar su sentir, y procurando hacer una media truncada de opinión excluyendo esos extremos, fue que llegué a un rara e improbable conclusión: No existe media truncada.


       En medio, en dónde habría uno de encontrar un acercamiento a la verdad libre de apasionamientos, no existe sino indiferencia ante la cosa pública. Las posadas, los cumpleaños, los exámenes y los toros; desayunos con amigos, los negocios, la liguilla del fútbol. Peregrinaciones y mandas, el frio, la niebla y uno que otro video porno; los memes, el final de la novela, el teletón y un primer diente; carne asada y maratones, el trabajo y la familia, los proyectos y fracasos, la enfermedad y la muerte. Todo lo anterior es lo que sigue siendo más importante para el coahuilense ajeno al servicio público, y eso debe ser algo bueno.


      Y es en esa media truncada que no opina mucho de las cosas públicas dónde está la oportunidad de quienes lo quieran ver: esa aparente indiferencia, tarde o temprano convertirá ese hastío en un sentido de votos ajeno a los extremos de opinión. No siempre es cierto que quien calla otorga; en ocasiones, aquellos que permanecen callados lo están porque no ha llegado quien les de voz, no ha llegado esa persona que identifique el problema de muchos que son la muestra de todos para ponerse al frente de ellos y acepte el compromiso de llevarlos hasta donde nadie los ha querido llevar. La mesa puesta para los candidatos ciudadanos.






      

     

    

Código Postal 25 mil


Publicado el 29 de Noviembre de 2015 en 360 Domingo, de Vanguardia



        Ha quedado como monumento a la aberración de las decisiones tomadas desde el mullido sillón detrás de un escritorio: La bienvenida a nuestro  Histórico de Saltillo es una obra de estilo modernista que contraviene todas las disposiciones arquitectónicas y de diseño coloniales.


       Por supuesto, la respuesta que he encontrado siempre ha sido que técnicamente, lo que podríamos llamar el arco de entrada al código postal 25 mil que está sobre el paso a desnivel dónde termina el bulevar Carranza y comienza la calle de Allende, está fuera de los límites del Centro Histórico. Pues sí, técnicamente así es, pero las letras anuncian claramente que ahí comienza el centro de la ciudad.


      Es solo una pequeña muestra de cómo los comerciantes y habitantes del código postal más emblemático de Saltillo han sido ninguneados sistemáticamente por las autoridades municipales. Y estamos claros que nadie está en contra de las obras que se han venido haciendo en pro del embellecimiento de la ciudad, la queja mayor sigue siendo por la afectación logística que las obras mal planeadas tienen sobre los inquilinos y visitantes del centro histórico saltillense. Entre paréntesis habré de reconocer que la administración actual ha rehabilitado en esa zona más calles, espacios y metros cuadrados de lo que se había realizado en lo que va del siglo; igualmente, la moderna y chillante obra de bienvenida al centro fue realizada por algún gobierno anterior, aunque torpemente pintada de azul por algún genio actual de la política barata.


         La estocada que en años pasados le dieron al centro de la ciudad con las hoy abortadas rutas troncales de transporte público, ahora es acompañada por los inentendibles cambios en el flujo vehicular, por la desaparición o reubicación de paradas de autobuses, por el desconocimiento y nulo apoyo de comunicadores, políticos, empresarios locales y sociedad en general para la riqueza cultural, histórica y de oferta comercial que ahí existe.


     Para poner en contexto las cosas, en el centro de la ciudad hay más sitios dónde comer que en los principales bulevares de la ciudad…. Juntos ¡¡. Sólo en la calle de Aldama, existen más zapaterías y tiendas de ropa que en Plaza Sendero, La Nogalera, Plaza Real y Galerias…. Juntas ¡¡. ¿Quieres más? En las postales que uno puede encontrar de Saltillo, la proporción de edificios que se encuentran en el centro es de cuatro a uno con respecto a los que están en otras partes. ¿Quieres más? Al centro, a pesar de todo, llegan más rutas de transporte público que a cualquier otra parte de nuestra capital; también hay más sitios de taxi y más taxistas andan de paso aunque no tengan lugar asignado. ¿Quieres más? Pues en el centro histórico de Saltillo existen más cajones de estacionamiento y más estacionamientos privados y con seguridad para tu coche que en cualquier otro lugar del sureste de Coahuila. ¿Quieres más? Los principales bancos que operan en el país tienen sucursales y cientos de cajeros automáticos en el centro. ¿Quieres más? A la vuelta de cada cuadra encuentras un museo que algo tiene que contarte. ¿Quieres más? Ahí tenemos los principales, más antiguos y venerados templos, lo cual expongo como cuestión turística para que mi amigo ateo no se me venga a la yugular. ¿Quieres más? Ya no lo pienses, quítate las ideas preconcebidas y date la oportunidad de descubrir por ti mismo el código postal 25 mil, el corazón de nuestra ciudad.


      Los esfuerzos financieros de la autoridad municipal son aplaudibles en cuanto a rehabilitación y embellecimiento de arterias en el Centro Histórico de Saltillo, pero es una realidad que la logística ha fallado desde la perspectiva del visitante al código postal 25 mil. ¿Qué hacer para que las obras sean aprovechadas por los saltillenses? Sin duda, lo primero sería dejar de tomar decisiones por una burocracia sentada detrás de un escritorio y hacerlas en consenso con quienes cotidianamente están en el centro, siempre tras el afán de que las buenas ideas e intenciones no queden en aberrantes obras públicas alejadas de la población.


cesarelizondov@gmail.com