Nunca sabemos

Publicado el 23 de Febrero de 2008

Tiempo atrás leí un concepto que me pareció interesante y positivo: Tiene uno que convencerse a sí mismo de que cada día será tal y como lo disponga desde el primer momento, tenemos la oportunidad de decidir si nuestra jornada será buena, regular ó mala independientemente de lo que nos depare el futuro inmediato.

Después de conocer aquella filosofía empecé a platicar con mis hijos durante el trayecto a la escuela y siempre hubo un lugar dentro de la conversación para introducir una pregunta, ¿Qué día escogen hoy?, a lo que cada uno de ellos invariablemente responde que un buen día, entendiendo todos que solo la decisión propia determinará como nos sentiremos cuando caiga la noche y reflexionemos sobre el acontecer diario.

Pero esta semana, desperté una mañana sintiéndome mucho más viejo que el día anterior, fue una de esas ocasiones en las que uno prácticamente siente como brotan las canas y la piel se arruga queriendo permanecer en cama todo el día debido a una especie de depresión. Había una explicación para mi estado de ánimo ya en un período de cinco días tuve que enfrentar tres diferentes experiencias nuevas para mi persona que si bien no podría calificar como tragedias, si fueron golpes durísimos al espíritu. Problemas en el plano profesional, realidades que afrontar en determinada situación personal y daños imposibles de revertir en mi negocio fueron demasiado para asimilar en tan precario lapso de tiempo.

Así que más por responsabilidad que por convicción salí de la cama, los pies se pusieron uno delante de otro alternativamente para llevarme a la regadera y mis manos pasaron el jabón por todo el cuerpo, de frente al espejo pero eludiendo mi propia mirada me peine, me cepille los dientes y estuve listo para salir. Nos pusimos en marcha hacía la escuela mientras mis pensamientos iban y venían entre los problemas que tendría que solucionar, la vergüenza individual que uno siente cuando omisiones pasadas sin dolo repercuten en el presente y en el reto que habría que superar para volver a jugar al ave Fénix en el mundo de los negocios.

Si darme cuenta, como autómata manejé sin decir palabra hasta el colegio de mis hijos donde ya casi para llegar, uno de ellos se volteó y preguntó: Papá, ¿Qué día escoges hoy?. Un buen día hijo, este será un buen día, me escuche responder arrastrando las palabras. Todavía alcance a reaccionar antes de que bajaran del vehículo para decirles con un mejor tono de voz y con una actitud renovada que ese día sería magnifico y que cada cual tendría que poner todo de su parte para que así fuera.

Repentinamente, el sentimiento de vejez cambió por una certeza de saberme con experiencias que a mi edad serán bien aquilatadas porque existe un larguísimo futuro lleno de oportunidades, la pesadez dio paso a un optimismo que raya en lo infantil y la pena se convirtió en orgullo al reconocer que siempre se ha actuado de acuerdo a principios basados en la justicia y el respeto hacía los demás.

Durante muchos años repetí una rutina convencido de que al hacer conciencia en mis hijos de que su postura hacía los problemas y las oportunidades sería determinante para lograr una vida plena e integral. Nunca creí que algún día el beneficiario directo de aquella sencilla retórica sería yo mismo; nunca sabemos, hacemos cosas con un claro propósito y cuando menos lo esperamos, una agradable sorpresa se atraviesa acrecentando el objetivo original de nuestros esfuerzos.
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PD: Este artículo fue publicado el Sábado 23 de Febrero, ese mismo día choque mi camioneta, !Saliendo de misa¡... y el lunes 25 por la mañana me llego una auditoría del IMSS... ¿Se puede pedir algo más?