Las Meninas: ¿Podemos pintar como Velázquez?


Publicado el 27 de Marzo de 2010


En el Museo del Prado de Madrid, en España, se encuentra un impresionante lienzo de poco más de tres metros de alto por dos punto setenta y seis de ancho: La familia de Felipe IV, mejor conocido como “Las Meninas”. La obra es tan popular que repetidamente la distinguimos en diversas publicaciones de arte ó en litografías que adornan algún muro. En su boceto, el autor plasmó a la familia real española, siendo la infanta Margarita la figura central en apariencia, pero escondiendo el artista la verdadera intención de la pintura. Es el trabajo distintivo de Diego Velázquez, artista español que sirvió a la corte ibérica en el siglo XVII. La obra ha sido calificada por algunos como la teología de la pintura por la genialidad del artista al heredar para la posteridad un cuadro que se presta para diversas interpretaciones


Si usted hace memoria, recordará que en el retrato de la infanta aparecen otros personajes entre los que sobresalen las figuras de la pareja real reflejadas en un espejo al fondo del salón y el propio artista, asomado detrás de un lienzo que por sus dimensiones parece ser el mismo que estamos observando. Para no enredarnos diremos que existen dos pinturas: La existente es la que nuestros ojos ven y la imaginaria es la que realiza el autor que aparece en la real. De ahí es donde surgen todas esas conjeturas que hacen de la famosa obra pictórica uno de los objetos más reconocidos en el mundo.


Algunas de las cuestiones que hacen de Las Meninas algo que ha trascendido el ámbito artístico para adentrarse en el filosófico: El óleo imaginario en el que trabaja el español dentro de la pintura, ¿Es un retrato de los Reyes que estarían enfrente de él (recordar que están reflejados en el espejo al fondo del salón) ó es la misma escena que vemos y la copia reflejada en otro espejo? Si sus modelos fuesen el Rey y la Reina, entonces la obra real es la visión que el matrimonio tendría de la escena en general al posar para otro cuadro. También se especula que por aquellas fechas el monarca no quería ser dibujado debido a su deplorable estado físico y la única manera que Velázquez habría encontrado de incluirlo sería reflejado en un espejo.

Todas suposiciones. Al final de cuentas la única certeza es que el pintor logró hacer su trabajo incluyéndose a si mismo, dejando a la imaginación del observador si la escena es vista por él a través de un espejo ó si es la perspectiva del Rey lo que captó en Las Meninas.


De regresó a la actualidad, al tratar de entender a Velázquez concluimos que la agudeza de su tarea fue representar muchas cosas haciéndolo parecer desde el punto de vista de otros (el Rey) ó el espectador, dejando constancia de su mano en la labor (autorretrato) pero responsabilizando del enfoque a quien se ponga en el sitio del monarca. Algo parecido a los malabares que hoy debemos hacer como opinión pública en los temas que tanto discutimos.


Pongámosle nombre al Rey: Gobierno, crimen organizado, Iglesia, sociedad, modelo económico.


¿Podemos ser tan creativos como Velázquez para ser los pintores y protagonistas de nuestras propias obras aún pareciendo que nuestros destinos son trazados por la visión de terceros? ¿Podemos señalarle al Estado las políticas públicas haciendo creer a los gobernantes que son ellos quienes las diseñan? ¿Podemos enfrentar con valores al crimen organizado aparentando cobardía ó resignación? ¿Podemos ser fieles a nuestras religiones sabiendo que algunos de los reyezuelos que las dirigen resultan indignos de estas? ¿Podemos convivir en una sociedad que privilegia la decadencia sin caer en lo mismo? ¿Podemos ser parte de un modelo económico neoliberal sacando más provecho de nuestros consumos que aquellos que nos los proveen?


Como en Las Meninas, todo es cuestión de espejos, perspectivas, interpretación e ingenio.


cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

Darwin, escuelas e IP de Coahuila

Publicado el 20 de Marzo de 2010
Diferente a la percepción popular, la evolución de las especies se da gracias a las habilidades preexistentes en los seres vivos, de manera que es erróneo pensar que la jirafa haya ido alargando su cuello paulatinamente a través de generaciones para alcanzar las ramas altas dónde encuentra su alimento. Lo correcto es saber que debido a que en los genes de sus ancestros existía la probabilidad de un largo pescuezo, este animal pudo evolucionar en un momento dado esa particularidad para adaptarse al medio ambiente que habita.

Así tenemos también que por omisión se quedan guardadas en los diferentes linajes características que aún no son ó ya dejaron de ser necesarias para su evolución, por ejemplo diremos que la anatomía de la gallina no es apta para volar porque no lo necesita y que los humanos no desplegamos branquias ya que respiramos con otro sistema, tampoco desarrollamos una cola porque actualmente ya no tiene razón de ser, pero eso no oculta el hecho de que ambas cosas están inscritas en la genética del hombre moderno. Por consiguiente, nos encontramos con que aquellas razas que carezcan de los rasgos evidentes ó por evolucionar necesarios para adaptarse a los cambios que la naturaleza pueda presentar, están destinadas a la extinción.

Y de esta Darwiniana introducción saltamos hasta nuestro espacio y nuestro tiempo, aquí estamos en este México de todos acotados por crisis económicas recurrentes y en el Coahuila de la gente con una cultura empresarial pobrísima, dando en ambos casos el resultado de una tierra ideal para la proliferación de escuelas y universidades cuya misión es dotar a las maquiladoras de trabajadores que cubran el perfil requerido para esa triste realidad que nos hemos forjado durante mucho tiempo: Ser exclusivamente un pueblo proveedor de mano de obra.

Así como en el caso de la gallina, estos centros de estudio sacan graduados equipados con un par de alas, pero que difícilmente pueden volar; aún siendo aves no son equiparables al cóndor ó al águila. De igual forma, con esta modalidad de educación observamos como las aptitudes que han de desarrollarse para llevar al individuo a niveles superiores de realización personal quedan escondidas ante la oferta laboral de trabajos cuyo reclutamiento recuerda más a la milicia que a la avaricia, entendiendo esta última como deseo de superación.

De ahí que nuestro futuro siga estando fuertemente ligado a las decisiones, usos y costumbres de los gobernantes, empresarios y consumidores de cualquier lugar del mundo. Desde la iniciativa privada seguimos impávidos a que nuestro porvenir este anclado a lo que venga de afuera ya que nos hemos resignado a ser receptores y no generadores del desarrollo, ya sea este mundial, nacional ó regional.

Seguirán pasando las generaciones, y si no hay quien se ocupe de formar ciudadanos que propongan una evolución en nuestra manera de entender el bienestar y la dignidad económica, aquellas virtudes que tuvieron los Emilios, los Isidros ó los Pourcells, se irán borrando de nuestra genética productiva para quedar abrumadas por las nuevas formas de allegarnos satisfactores económicos.

Es una pena poder respirar bajo el agua y no hacerlo. ¿Seremos los mexicanos y los coahuilenses una analogía de lo que pasa con las branquias del ser humano durante su gestación? Peor aún, tener alas y no poder volar debe ser frustrante para la gallina. ¿Cuántas generaciones nos faltan para llegar a ese punto de nuestra historia empresarial en dónde todo vestigio de haber podido volar haya sido borrado por esa complacencia de negarse a evolucionar?

cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx