¿Es la persona ó el puesto?

Publicado el 26 de Septiembre de 2008
¿La persona le da lustre a un puesto, ó es el cargo lo que hace a un individuo trascender? La semana que termina nos deja a los coahuilenses con dos claros ejemplos de cómo en nuestra cultura por un lado el compromiso y por otro el desprecio de terceros por la continuidad de los proyectos provoca que las personalidades pesen más que las instituciones, a veces en beneficio de las masas, en ocasiones en perjuicio de las mismas:

El domingo concluyó la décimo primer Feria del Libro de Saltillo que tradicionalmente ha sido organizada por la Coordinación General de Bibliotecas Publicaciones y Librerías del Estado, acontecimiento que se pretende posicionar dentro de los primeros cuatro del país en su género. Quienes hemos visitado anualmente el evento desde sus inicios constatamos que a los largo de tres administraciones distintas, la muestra ha pasado de ser un proyecto, a ser una obligación, a ser una carga, para finalmente transformarse en una verdadera oferta cultural para los saltillenses. Por supuesto, estamos lejos de alcanzar lo que se hace en ciudades como Monterrey y Guadalajara, pero observando las proporciones que los mercados ofrecen, el esfuerzo que este año se hizo en nuestra ciudad evidencia un gran trabajo de cabildeo para hacer converger casi tres decenas de instituciones promotoras y casi cincuenta expositores en busca de un objetivo que por el momento es suficiente para nuestra realidad. Al margen de la feria del libro, el digno albergue que ofreció el Museo del Desierto puso de manifiesto la urgente necesidad de un centro de exposiciones para la zona sureste de Coahuila con las especificaciones técnicas que este tipo de inmuebles requieren en materia de espacios claros en un mismo nivel.

Pero regresando al primer párrafo, omitiendo aquello de ser políticamente correcto y no herir susceptibilidades, en referencia a la Feria del Libro de Saltillo podemos concluir que tendríamos que señalar a una persona como responsable del éxito de un evento que en el pasado apenas si fue algo más que gris. Definitivamente, en este caso Armando Sánchez Quintanilla le da brillo a su puesto.

Por otro lado, esta semana también marco el rompimiento largamente anunciado dentro del Instituto Coahuilense de Acceso a la Información. Eloy Dewey Castilla, consejero presidente del organismo renuncio al instituto al no superar desavenencias con sus iguales. Por muchas razones la presencia del economista en labores de transparencia fue bien vista por buena parte de la población desde el nacimiento del instituto. Las pugnas personales entre los consejeros fueron tan grandes que lo orillaron a dar su brazo a torcer truncando seriamente un proyecto de transparencia al cual es un error atribuir paternalidad, ya que solo se deberían señalar beneficiarios.

Meterse a analizar el porqué del fracaso del ICAI sería darle la razón a aquellos que orquestaron una campaña para debilitar una institución que es pauta de los gobiernos progresistas en el mundo. Pero no todo está perdido, y aquí es dónde nos debemos cuestionar la conveniencia de que una persona sea la que le brinde credibilidad al cargo en vez de demandar que la magnitud de la responsabilidad sea la que norme el accionar del individuo. Ahora será tarea de todos exigir que el ICAI se convierta en un organismo que reivindique en sus integrantes el estar a la altura del compromiso que juraron cumplir y no comprar la idea de que los involucrados tengan que ser afines para que el acceso a la información sea una realidad.

Dos casos diferentes, dos resultados disimbolos, una misma constante: Personalidades que son más fuertes que sus responsabilidades. En un caso para bien de los saltillenses en la cultura, en el otro para desgracia de los coahuilenses en la transparencia.

Si no pueden, renuncien

Publicado el 13 de Septiembre de 2008

Domingo, despierto tarde y me dirijo a conocido negocio por unos tacos. Esperando mi pedido para llevar a casa observo a los comensales, me llama la atención una mesa en particular: Se encuentran ahí cuatro jovencitas desayunando alegremente, me doy cuenta de que a pesar de estar rayando en la edad adulta, su época es por mucho más cercana a la de mis hijos que a la mía. Es obvio por su apariencia que tuvieron una fiesta durante la noche, sus caras aún con pintura las delata, sus ojos medio cerrados dan cuenta de falta de sueño y el apetito con el que devoran el alimento denota cansancio. Tuvieron tiempo de mudar de ropa, las prendas deportivas de algodón son útiles en el guardarropa de alguien acostumbrado a pasar la noche fuera de casa.

Antes de juzgar cualquier cosa, preferí otorgar el beneficio de la duda y pensar en un sano grupo de amigas que se reúnen en casa de alguna de ellas para tener una pijamada, costumbre del siglo pasado entre mujeres al parecer destinada a ser desplazada por los hoteles de paso. Eso pensaba cuando llego hasta la mesa una pareja: Ella, con vestido de noche y tacones largos; él, con ropa de gala, exceptuando el saco que debió dejar en algún lugar.

Ante esto no pude sino preguntarme que es lo que estos jóvenes hacían durante toda una noche y hasta bien entrada la mañana con la complacencia de sus padres. Alargar un evento de gala hasta esa hora no es por permiso, es por descaro. Al platicar esto con otras personas obtengo como respuesta lo que seguramente usted ha escuchado en otras partes: Es que ahora se estila así.

¿Ahora se estila así? ¿Es esa la mejor respuesta que tenemos para cegarnos a las costumbres de nuestros hijos? Escudarnos en lo que los demás permiten ha sido la mejor manera de esconder nuestras deficiencias como padres. No comprometernos a nada que tenga que ver con disciplina y formación es el mejor camino para llevar una relación estable con los demás. Que una mujer se deje ver con ropa de noche a media mañana hoy es cosa de juventud, antes se les asociaba a otra cosa.
Hoy se habla mucho de la confianza que los padres modernos tienen para con sus retoños. Ponemos relojes checadores en nuestras empresas para saber que ningún trabajador nos estafa con un minuto de retraso, podemos instalar sistemas de localización satelital en los vehículos para que los operadores no abandonen la ruta marcada, con un sencillo sistema recibimos un correo electrónico que nos informa lo que hacen en sus computadoras los usuarios, pero exigir a nuestros hijos que nos mantengan informados de que es lo que hacen y en donde están es como hacerles saber que no son dignos de confianza y que les coartamos su libertad. En un mundo de teléfonos celulares y de identificadores de llamadas debería ser lo más sencillo saber en casa de quien paso la noche nuestra hija.

“Si no pueden, renuncien”. Fue la sentencia que un dolido padre de familia hizo para tratar de encontrar en las autoridades la responsabilidad que como sociedad civil tenemos. Nadie quiere aceptar que los problemas que nos aquejan en seguridad pública tienen más que ver con una deficiente formación que con un limitado armamento, se debe más a las diferencias sociales que a los mandos policíacos. Del pequeño detalle de no llegar a dormir a casa se desprenden luego las acciones que nos llevan a frecuentar sitios donde se manejan toda clase de vicios, hermanos estos de la delincuencia organizada, además claro esta, convierte a los desvelados en blancos fáciles para el secuestro.

Puede usted estar seguro que quien esto escribe carece de la calidad para lanzar la primer piedra, pero porque otros no lo han hecho es que estamos sumidos en una gran crisis de valores que nos ha robado el presente y amenaza fuertemente el futuro de nuestros hijos.

Padres de familia: Si no pueden, renuncien.

8444104775@prodigy.net.mx

El análisis correcto

Publicado el 29 de Agosto de 2008

“Nada es verdad, nada es mentira; Todo es cuestión del cristal con que se mira”. El contexto en el cual situemos algo es lo que nos llevará siempre a poder hacer el mejor análisis, de esa manera es como se llega a las mejores conclusiones de acuerdo a lo que queremos obtener pudiendo darle el enfoque positivo en lugar de advertir la negatividad desde otra perspectiva.

Lo anterior viene a cuento por la forma en que cada quien revisa los resultados que los mexicanos tuvimos en los pasados juegos olímpicos. Desde el cristal que yo miro, puedo ver que México ha sido una potencia en Taekwondo habiendo subido al podio en cinco ocasiones desde que este deporte participa oficialmente en las olimpiadas, Sydney 2000; comparado con el desempeño de cualquier actividad donde los mexicanos hemos participado sin limitarnos al deporte, es mucho más de lo obtenido a nivel global por otras disciplinas ya sean físicas, culturales, de entretenimiento, económicas ó políticas. Los resultados de los dos últimos certámenes ubican a los taekwondoínes con más de la mitad de las medallas ganadas por nuestros compatriotas, obteniendo dos en Atenas 2004 y el mismo número en Beijing 2008, por solo tres restantes entre las distintas disciplinas. Por supuesto, en lo que va del siglo, en el deporte mexicano solo el taekwondo ha podido tener medallistas en cada olimpiada, mejorando de una de bronce en Sydney, a dos de plata en Atenas y ahora dos de oro en Beijing.

De ahí que entonces el análisis no debe ser preguntarnos que es lo que El Tibio, Carlos ó Felipe están haciendo por nuestro deporte, ya que la respuesta es obvia; el análisis debe llevarnos a saber que es lo que están haciendo en la Federación Mexicana de Taekwondo para ser cantera de campeones en un país dónde el apoyo oficial es apenas arriba de nulo y en donde las políticas públicas son dictadas en función de los funcionarios y no viceversa.

La respuesta está en una organización de intereses particulares que tienen que ver con la formación y no con el dinero, con el deporte y no con la política, con los niños y no con los adultos, con el mérito y no con la conveniencia. Cuando uno tiene un atisbo a la manera en que se maneja este deporte en nuestro país, nos damos cuenta de que Guillermo Pérez y María Espinoza son el fruto de la competitividad que miles de niños y jóvenes mexicanos inyectan al taekwondo al participar en las escuelas y competencias que existen a lo largo y ancho del país. El volumen de practicantes no da por si solo la excelencia, si así fuera seríamos campeones en fútbol, boxeo y béisbol; los resultados vienen por una filosofía y disciplina que en la mayor parte de la cultura mexicana es excepción.

Pero lo más interesante que encontramos en el caso del taekwondo mexicano, es que no ha necesitado de los apoyos externos para proyectar a sus deportistas hasta el máximo de sus capacidades, no se han sentado a culpar a un gobierno que jamás será la solución, no señala la limitada ayuda privada cuyos patrocinios siempre serán insuficientes, menos acusa a sus propios miembros, por cuyos sacrificios en tiempo, recursos y costo de oportunidad existe un universo de taekwondínes mexicanos que son el filtro al que todo campeón tiene que superar.

Si dejamos de observar el fracaso que nuestro deporte en general ha tenido ante el mundo en las últimas décadas y nos enfocamos al éxito que en particular ha tenido el taekwondo, podemos ver la posibilidad que tenemos de olvidarnos de una vez por todas de papá gobierno para prescindir de las muletas que nos ofrece, podemos convencernos de que solo en nuestras manos tenemos el futuro que queremos para nuestros hijos ya sea que hablemos en materia deportiva, escolar, de seguridad pública, de oportunidades de trabajo ó de cualquier otra cosa por la que hoy culpemos a nuestros gobiernos.

8444104775@prodigy.net.mx