21 k Saltillo: La Carrera de la vida


Crónica del último medio maraton corrido por el autor


Publicado el Domingo 07 de Junio de 2009 EN DEPORTES


Kilómetro cero: Antes de iniciar el medio maratón se viven momentos que solo estando ahí puedes apreciar como lo son entonar el himno nacional totalmente despojado de idearios y afinidades políticas, exaltando un patriotismo basado en las tradiciones y la solidaridad, jamás en la superioridad como lo entienden otros pueblos; se experimenta también una especie de hermandad con todos los ahí reunidos, es ver miles de personas a tu alrededor y saber que al igual que tú, buscarán durante la competencia algo más importante que un logro deportivo. Por supuesto, existen otras sensaciones menos agradables, solo quien ha participado en una carrera de fondo reconoce ese tufo característico de una muchedumbre cuya última recomendación de su preparación física dice evitar una ducha en las horas previas para impedir una baja de presión.


La salida es en el Teatro de la Ciudad, recinto flanqueado por el Congreso del Estado y la Plaza de las Ciudades Hermanas. Al sonar el disparo, cerca de 3500 personas iniciamos nuestra jornada con la esperanza de regresar al mismo lugar después de recorrer veintiún mil noventa y cinco metros. Diversidad de nacionalidades, estratos sociales, capacidades físicas, condiciones atléticas, edades y géneros avanzamos lentamente, observando el cronometro oficial algunos metros adelante me desespero al ver como transcurren los segundos mientras la masa de gente apenas se mueve y no rebasamos la línea de salida. Los primeros pasos son siempre inciertos y lentos por la aglomeración pero optimistas por la ocasión.

Kilómetro 1: Recorriendo el bulevar Francisco Coss de poniente a oriente, la primer construcción que notamos es la actual Biblioteca del Congreso, ahí dónde hace mucho tiempo fue la estación de ferrocarriles; más allá paso por las oficinas de los diputados locales, aprecio la Plaza del Congreso que ocupa el lugar de lo que antes fuera la escuela Héroe de Nacozari y sigo sin entender porque el edificio no fue construido de frente a la calle, lo que habría sido infinitamente más estético que acomodarlo de lado, pero en fin, no soy urbanista.


Ahora, pasando por Industrias John Deere me doy cuenta de que la vocación industrial llegó a Saltillo mucho tiempo antes del arribo de las armadoras automotrices, la fábrica que también fue International Harvester hoy ha quedado en el centro exacto de la ciudad desde la visión aérea.


Vamos todavía en gruesos grupos que no se alcanzan a separar, el ambiente es de fiesta y al igual que en todas las carreras, hay competidores que van haciendo chistes mientras les dure el aire. Completando los primeros mil metros pasamos por conocido restaurante pozolero, con solo recordar juveniles trasnochadas en que llegamos ahí temo que hoy podría pesarme llevar un estilo de vida relajado.

Kilómetro 2: Continuando por la misma calle, puedo apreciar la vialidad reconociendo el gran esfuerzo económico, logístico y de gestión gubernamental que supuso la ampliación de lo que antes fue una angosta avenida. Llegando al primer cambio de rumbo doblaremos en Urdiñola hacía el sur, pero antes volteó la vista a mi izquierda para mirar el complejo deportivo que alberga al estadio olímpico y al parque Francisco I. Madero. Repaso entonces el gran cierre de la primera vuelta de nuestros Saraperos y vuelve a mí la esperanza de que esta temporada se cumpla el anhelado campeonato que durante tanto tiempo se nos ha negado.


Empieza el primer gran reto de la carrera, avanzar en subida constante y pronunciada durante los siguientes kilómetros, los primeros dos mil metros fueron apenas el aperitivo para el severo desafío que ahora afrontamos. Ahí esta el primer grupo de animación con sonido, al ritmo de “Eye of the tiger” del filme de la saga de Rocky avanzamos con más brío.

Kilómetro 3: Para iniciar el tercer kilómetro cruzamos Reforma, ahí esta el paseo que durante sus primeros años fue bautizado coloquialmente como “Blanca Nieves y los Siete Enanos” en alusión a una estatua principal y siete más pequeñas. En el mismo punto pasamos de largo a la empresa local que nos remite al hecho de que en el sector empresarial también se cuecen habas al referirnos a cacicazgos gremiales.


Se empiezan a separar los pelotones, esto me permite tener una visión más clara de todo lo que sucede en las calles en torno al evento. Me llama la atención una familia que ha puesto una mesa sobre la calle para regalar naranjas a los corredores y confirmo que a pesar de todo lo que suceda en este mundo, las buenas y desinteresadas acciones siempre superan en número e importancia a los yerros de la decadencia social.


Checo mi marcador de frecuencia cardiaca y me tranquiliza comprobar que el ritmo es menor a los 140 latidos por minuto, esto es una buena señal dada mi edad y complexión. Son las bondades de la tecnología. cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx


Publicado el Lunes 08 de Junio de 2009 EN DEPORTES:

Kilómetro 4: Andando por Urdiñola, más ó menos a la altura de la calle de Castelar inicia el cuarto kilómetro del medio maratón de Coahuila, en este punto empieza a subir el ritmo cardiaco a causa del ascendente camino, lo que entre otras cosas quiere decir que empiezo a requerir más energía para continuar mi marcha.


Unas cuadras más arriba es increíble la vista que uno tiene hacía adelante ya que el pavimento elevado hace la ilusión de un río de gente avanzando enfrente de uno, la curiosidad es mucha y al volver la vista atrás se observa el mismo espectáculo pero hacía abajo. La subida es cada vez más pesada, la pendiente es mayor y disminuyo la velocidad con el fin de administrar fuerzas que necesitaré más tarde. Consulto mi cronómetro por primera vez para descubrir que he recorrido menos distancia durante el lapso de tiempo en el que en condiciones planas tendría un mejor rendimiento.


Poco antes de completar los cuatro mil metros estoy a la altura de la colonia Centenario, siento que las piernas se endurecen y necesito grandes bocanadas de aire. Nos vamos compactando en pequeños grupos afines en capacidad deportiva y un señor a quien calculo unos cincuenta años trotando junto a mí pregunta con un ingenioso tono a los espectadores si todavía no han pasado por ahí los kenianos, la ocurrencia provoca carcajadas espontáneas de corredores y público cuando imaginamos a los fondistas de alto rendimiento mucho más adelante de nosotros.

Kilómetro 5: La cuesta tiene la inclinación más pesada de todo el trayecto, pasando la marca de los cuatro kilómetros veo hacía arriba no mucha distancia lineal pero muchos metros que subir con respecto al nivel del mar, casi como una escalera. En esta última parte de la subida está reunida la mayor cantidad de gente que he visto desde que arrancamos, los aplausos y los gritos de apoyo son inyecciones de vigor para quienes necesitamos un empujón para superar esta prueba. Terminado el ascenso, a la altura del bulevar Felipe J. Mery enfilo a la derecha, de inmediato se libera la presión sobre las piernas y la respiración se normaliza. Puedo así recuperar fuerzas con la vista que desde ahí tenemos parcialmente de la ciudad: Comercio, industria, gobierno, educación, religión, deporte y cultura, todo se aprecia mejor desde este mirador intermitente que acostumbramos circular en vehículos motorizados.


La marca de los 5 kilómetros está situada poco antes del Museo del Chapulín ó el Jardín de la Humanidad, si es que así se llama todavía, lo que ha pasado en este sitio con su denominación y uso describe perfectamente la devoción mexicana por reinventar lo ya existente cada seis años.

Kilómetro 6: Casi con el sexto kilómetro empieza lo que llamo el tobogán. Al llegar a la calle de Abasolo dejo de apreciar el paisaje para enfocarme en lo que viene a continuación: Una pronunciada bajada en la que por nada del mundo quisiera uno transitar sobre una bicicleta sin frenos. Mi inexperiencia y desidia por documentarme al respecto me provoca dudas sobre como afrontar el descenso; no se si lo mejor sea acelerar, frenar ó dejarme llevar por la inercia. Decido lo último y para mi fortuna las rodillas parecen estar en condiciones para ello.


Levanto la cara y la limpia visión que se extiende directamente hasta la ciudad de Ramos Arizpe hace que aprecie aún más el vivir en una zona relativamente libre de aire contaminado.

Ya para completar seis kilómetros del recorrido, al pasar por la Iglesia del Perpetuo Socorro escucho los alaridos desaforados de un puñado de jovencitas y mi ego se va al cielo, al mismo tiempo pasa veloz a mi lado un participante disfrazado del hombre araña y mi vanidad regresa de inmediato a su nivel cuando entiendo que los aplausos son para ese ídolo de la vida real que nos acerca a la verdadera esencia de los actos heroicos: El anonimato.

Kilómetro 7: Sigo en bajada al iniciar el séptimo capítulo, dejando atrás el barrio del Águila de Oro llego a la calle de Juárez y giro a la izquierda para adentrarme en el Centro Histórico de Saltillo.


Vuelo a revisar mi ritmo cardíaco, compruebo que después de una empinada subida y una precipitada bajada las noticias son buenas, la frecuencia de los latidos ha disminuido en el descenso y sigo estando en zona cardiaca saludable.


En la esquina con la calle de Matamoros siguen estando las más tradicionales tortas de Saltillo, lugar obligado después de ir a la oficialía civil para diversos trámites legales. Para completar siete mil metros paso por el negocio de Chuy y trato de recordar cuantas carreras le faltan para cumplir la centena, ya que sus amigos esperamos ansiosos el festejo que ha prometido para celebrar el acontecimiento.



Publicado el Martes 09 de Junio de 2009 EN DEPORTES:

Kilómetro 8: Luego de completar la tercera parte del 21k de Coahuila, pasando el Templo de San Francisco, en la plaza del mismo nombre admiro la estatua del gran ícono mexicano ante el mundo: Fermín Espinosa Saucedo “Armillita”; todavía cuentan en las peñas taurinas el desplante que algún día tuvo lugar en el despacho del entonces gobernador Oscar Flores Tapia, caro error en el pedir por el cual hubo que esperar sexenios para cristalizar en su tierra el merecido homenaje al torero saltillense. Pisando las adoquinadas calles llego hasta la calle de Bravo donde una dama nos anima en nombre del cristianismo, agradezco el detalle recordando que cuando existe tolerancia hacía las doctrinas ajenas, las religiones coinciden en una sola creencia: El amor a Dios y al prójimo.


Llego al Recinto de Juárez, la casa que habitó el primer presidente de origen indígena durante su gobierno itinerante se funde con el Casino de Saltillo, paralela por la calle que transito esta también la Catedral de la ciudad.


Revivo momentos de mi vida consagrados en el espacio de Catedral como dolorosos oficios fúnebres, misas de acción de gracias por graduaciones, algunos bautizos, comuniones y confirmaciones, las bodas de personas queridas y vuelvo a ver a Liliana avanzando hacía mi por el pasillo de la capilla del Santo Cristo para casarnos. Pasando por la Plaza de Armas distingo el Palacio de Gobierno para caer nuevamente en reflexiones pasadas acerca del curioso hecho de que en nuestro país la casa de Gobierno siempre aparezca de frente a la casa de Dios.


Para terminar la calle de Juárez dejamos atrás las importantes notarías que durante mucho tiempo dieron fe de buena parte de la documentación de nuestra población. Bordeamos el banco que fuera de Don Manuel Espinosa Yglesias y me prometo visitar la ciudad de Boston para conocer el edificio que albergara al Hotel Coahuila, el cual mudaron piedra por piedra y solo he conocido en fotos. Sobre la Calle de Victoria prácticamente se apiñan el templo de San Esteban, el Hotel Arizpe y la casa en que naciera Julio Torri. En la acera de enfrente casi cerramos los ocho kilómetros en el templo “El Mesías” de la Iglesia Metodista. Físicamente me siento bien, el tramo por el que avanzamos es uno de los pocos espacios planos del recorrido y esto es algo que permite al cuerpo no gastarse para realizar un mejor papel.


Kilómetro 9: Todavía sobre Victoria entramos en la zona comercial que alguna vez escuche decir es el corazón de la ciudad, una referencia sentimental al comercio más que territorial a lo que conocemos como centro. Pasando Xicotencatl, en la acera derecha me maravillo con la majestuosa casona que habitó la familia Guajardo durante buena parte del siglo pasado, hoy remozada pero abandonada.


Llegamos así hasta la Alameda Zaragoza, casi la rodearemos a través de Purcell, Aldama y Cuahútemoc. Serpenteando la Alameda repaso las historias de mis padres y abuelos que sucedieron en ese lugar. Atesoro pertenecer a la última generación que disfrutó ese parque como sitio de reunión multitudinaria de jóvenes, me pregunto entonces dónde y en que condiciones podrán mis hijos cubrir esa necesidad social que ni la televisión, el internet, los video juegos ó las relaciones impersonales pueden satisfacer.


Cualquier persona con un mínimo de interés en la historia de Coahuila no puede andar las calles aledañas a la Alameda sin pensar en el trágico fin del gobernador Ignacio Cepeda Dávila. Rápidamente dejamos ese episodio atrás al pasar por enfrente de la Benemérita Escuela Normal, alma mater de mi madre y del actual jefe del ejecutivo estatal, Humberto Moreira Valdés. Brevemente tomamos la Calle de Cuauhtémoc en donde la vasta sombra que proyectan los árboles provoca que la pequeña inclinación sea apenas perceptible, me refresco en una regadera de rocío que han puesto en la Preparatoria Nocturna Mariano Narváez.

Kilómetro 10: Tomamos fugazmente la calle de Ramos Arizpe hacía el poniente, apenas llegamos a Emilio Carranza y seguimos hacía el norte, es decir hacía abajo en esa difícil y confundible orografía saltillense donde el sur es hacía arriba y norte hacía abajo en relación a la altitud.


Al pasar por una funeraria al tiempo que sacan unas coronas de la carroza vienen a mí las palabras que una distinguida mujer me dijera el día que murió mi padre: “Ya no se puede hacer nada terrenal por los difuntos, pero podemos rezar por su eterno descanso de acuerdo a sus creencias y especialmente por la resignación de sus seres queridos”. Así que aún sin saber a quien velaban, lo que me pareció más sensato fue descubrirme la cabeza al pasar por la funeraria y elevar una plegaría por el alma de aquel ser humano y las personas que se dolían por su partida.


Inmediatamente rebasamos la sede de la Sección V de maestros y es imposible olvidar que ahí estuvo durante años el Hotel Bermea. Metros adelante alcanzamos a vislumbrar parte del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe justo detrás de lo que fue La Colmena, molinera que con sus vecinos del Fénix son insignes del pasado saltillense.


Poco antes de la calle de Múzquiz se encuentra la señalización de los diez mil metros, otro vistazo al reloj me indica que he recuperado tiempo en el terreno plano, que la frecuencia cardiaca sigue siendo óptima y que he quemado suficientes calorías como para comer sin restricciones el día de hoy.

Kilómetro 11: Iniciando el onceavo tramo veo a mi izquierda la parroquia de Nuestra Señora del Carmen y me doy cuenta de que si en semana Santa olvidé visitar los siete templos, el día de hoy estoy cumpliendo mi propio calvario. Por segunda vez en la carrera decido tomar algo de lo que los voluntarios ofrecen a los participantes y acepto una bolsa con agua para refrescar mi boca y recuperar algo de hidratación. Más adelante, al llegar al cruce de calle con el bulevar Coss observo que los mejores atletas están tomando la recta final. Aunque ya sabía que mi preparación y capacidad física es muy inferior a la de los líderes, ser conciente que cuando yo voy a la mitad ellos ya van terminando me hace sentir algo incomodo, me siento merecedor de la irreverente expresión norteamericana que tanto ha penetrado en la jerga juvenil: ¡ looosser!.


Al empezar el bulevar Isidro López, pasamos por la parte trasera de la primera gran tienda de autoservicio que invirtió en nuestra ciudad. Repaso entonces algo que de alguna forma marcó mi vida en aquel lugar: Siendo mi padre funcionario municipal estábamos sentados en la banqueta de dicho centro comercial días antes de su inauguración, platicábamos con un sencillo hombre que hablaba de cosas importantes de una manera que hasta yo, siendo un niño, podía entender. Más tarde me diría mi padre que aquel hombre era el fundador de la exitosa cadena de tiendas de autoservicio en ciernes. Recordando mi plática infantil con aquel importante empresario lagunero que hablaba de largos plazos, sentido común y trabajo arduo, desaparece el negativo sentimiento experimentado a media carrera al descubrir que la misión de los punteros es correr a toda velocidad, mi objetivo es simplemente avanzar sostenidamente hasta la meta.


Vuelvo a consultar números para ver con entusiasmo que mi ritmo cardiaco continúa siendo estable y que estoy recuperando tiempo durante el trayecto que desciende.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx


Publicado el Miércoles 10 de Junio de 2009 EN DEPORTES:

Kilómetro 12: Una vez superada la primera mitad el medio maratón de Coahuila, el aspecto psicológico empieza a ser más importante ya que las limitaciones físicas están siendo superadas, pero no necesariamente es así con los fantasmas mentales.


En la frontera entre los kilómetros 11 y 12 inicia el corredor industrial. En una semejanza con el desarrollo económico regional, la zona industrial inicia con la Cinsa, donde el orgullo de los colaboradores del grupo empresarial más influyente en la historia de la ciudad es representado por la antigua maquinaria que aún podemos observar en los patios de la empresa.


Un buen amigo me dijo días antes de la carrera que llegaba un momento en el que una adecuada preparación física podría hacer que corriéramos como en piloto automático, de una forma relajada, a un buen paso y sin consumir demasiada energía. Así me siento ahora al cruzar por avenida Universidad cuando me parece regresar en el tiempo para verme con mis compañeros de adolescencia esperando la salida de las jóvenes del Colegio La Paz. Imagino generaciones y generaciones de jóvenes que viven esa parte de la vida que tantos riesgos ofrece, que tan incomprensible es y tan difícil parece, algo tendremos que hacer los adultos con su formación para que ellos se desarrollen sanamente, como en piloto automático.

Kilómetro 13: Luego de doce mil metros atravesamos el periférico Echeverría entre grandes edificios y terrenos en breña cuya historia es aún precaria, es la parte más solitaria, aburrida y desoladora de la travesía.


Para terminar los trece kilómetros llegamos a la planta tres de CIFUNSA, en la acera de enfrente a la fundidora es evidente como la industria genera la multiplicación de diferentes giros de comercios y servicios desde la modalidad de proveedor institucional, perspectiva que antes del auge industrial era nula en el sureste de Coahuila.

Kilómetro 14: A medida que sigo avanzando sin dar cuenta de un cansancio substancial, empiezo a creer que podré completar la carrera sin parar. Continúo a través de la zona industrial y hago analogía de lo que pasa: Así como lo ha hecho mi ciudad, he atravesado un importante tramo donde he dejado atrás los símbolos de cultura y comercio, me encuentro inmerso en la industria y parece que tengo suficiente empuje para seguir avanzando, pero no debo hacer cosas que echen a perder todo el esfuerzo, debo aprovechar lo que me permiten las reglas y aceptar de terceros lo que me ofrecen para ayudar. Estos pensamientos me llevan a hidratar mi cuerpo aunque sienta que no lo necesito; literalmente es curarme en salud.


Sostengo, al igual que lo han venido señalando muchas voces de nuestra sociedad, que en materia económica lo mismo deberíamos hacer en nuestra región para no depender tanto de la industria automotriz.

Kilómetro 15: Al pasar frente a la estación de bomberos veo que efectivamente, como lo ha venido informando su patronato, esta institución requiere del apoyo de todos en la colecta que llevan a cabo a fin de mejorar su equipo. Veo a un grupo de apaga fuegos haciendo presencia en el trayecto y quisiera identificar para agradecerles a los que un día fueron a mi casa para poner fin a un problema de abejas que no podíamos controlar con nuestros medios.

El próximo cambio de rumbo será en el bulevar Egipto hacía el poniente, donde se encuentran las instalaciones de Delphi, empresa de origen británico que nos enseña el potencial que tenemos para buscar sinergias con organizaciones de todo el mundo.


Una vez corriendo hacía el este nuevamente reviso los números referentes al rendimiento físico, todo sigue estando bajo control. Dejando atrás la colonia Virreyes consumo los quince kilómetros, los últimos seis kilómetros que tengo por delante pondrán a prueba preparación y carácter. ¿Podré completar los veintiún mil noventa y cinco metros sin parar? cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx


Publicado el Jueves 11 de Junio de 2009 EN DEPORTES:


Kilómetro 16: Aunque durante cada parte del recorrido del 21 k de Coahuila ha habido espectadores en las calles, a partir de aquí se nota una afluencia mucho mayor. Llegando a la intersección con el Distribuidor Vial Carranza empieza otra difícil subida, esta vez menos pronunciada pero más prolongada. De aquí en adelante es donde realmente comprobaré si mi preparación fue atinada.

En los primeros metros de la subida, al ver los cabritos en los aparadores pienso en la casual ubicación de diferentes negocios familiares que mucho tiempo atrás fueron (y siguen siendo) vecinos en la calle de Allende, luego durante los años ochenta se avecindaron nuevamente en el bulevar Carranza, y hoy, en pleno siglo XXI son colindantes en la carretera Saltillo-Monterrey en sus más recientes proyectos. Casualidad geográfica de inversionistas restauranteros y hoteleros de familias cuyo factor común ha sido la virtud de adaptarse a una realidad globalizada que exige reinventarse sin abandonar los orígenes.


Jadear a cada paso me hace pensar que quizás claudique eventualmente a completar el recorrido sin parar, llevo la vista clavada al suelo pero en un momento que miro al frente llega la inspiración que necesito: Uno de los competidores de capacidades diferentes sigue bregando con una actitud que me hace entender que la principal diferencia de capacidades es el extraordinario carácter que muchas personas con impedimentos físicos expresan aquí como seguramente lo hacen en sus actividades cotidianas.

Kilómetro 17: Para iniciar el décimo séptimo kilómetro paso por la calle de Canadá, primer semáforo de la ciudad si se llega por el norte gracias a los nuevos puentes, ahí era dónde el visitante sabía que había llegado a Saltillo, la señal era el famoso “Reloj de la Ford”.


Mi frecuencia cardiaca empieza a elevarse considerablemente, aminoro la velocidad sabiendo que de lo contrario no podré aguantar el ritmo hasta el final. Sigo trotando despacio pero constante, cada vez son más las personas que nos alientan a dar nuestro mejor esfuerzo hasta la meta.


Al pasar por el Hotel Imperial solo leyendas quedan de la plaza de toros que atrás estuvo; en la acera de enfrente tampoco existe ya Conservas Lucano, empresa dulcera de mi ascendencia familiar que hoy solo queda perpetuada en el nombre de mi sobrino.


Cada vez son más los deportistas que caminan a intervalos acogiéndose a la filosofía de José Alfredo Jiménez: No hay que llegar primero, pero hay que saber llegar.


La clínica dos del IMSS trae a mi memoria la ayuda que en esa institución me dieron de urgencia cuando tuve un accidente en carretera, auxilio que toda mi vida agradeceré. Metros adelante una familia de conocidos míos ha montado también un oasis para repartir viandas a los que seguimos andando, me acerco a ellos cuando Carlos Simón, hijo de un buen amigo, me entrega media naranja que en este momento no cambiaría por todos los manjares del mundo.

Kilómetro 18: Falta poco porcentaje para terminar, pero la reserva de energía está agotada y solo lo que nos brindan los voluntarios nos da un poco de combustible para no renunciar. A cada paso las piernas se sienten más pesadas, las rodillas parecen no soportar un impacto más al piso y las plantas de los pies duelen a cada zancada como si fueran golpeadas con mazos. En este momento es evidente aquello de que el sobrepeso es para el esfuerzo físico como una mochila que cargamos todo el día, lo que daría ahora por deshacerme de esos kilos de más.


A la altura de la avenida La Salle recuerdo haber conocido el nacimiento del negocio pastelero que lleva el nombre de la colonia donde inició. Pasteles hechos en casa para festejar a los compañeros de trabajo hoy parece muy remoto para ser el origen de un ejemplar caso empresarial.


Avanzamos por debajo de la joroba del periférico Echeverría, el controversial puente 2001 por aquello de que pasaban dos mil por abajo y uno por arriba, pocos entendieron una obra que sería la columna vertebral de un sistema integral de desahogo vehicular.


Cuando estás fuera de la ciudad y le explicas a la gente de donde eres, invariablemente te dicen saber que de aquí es Catón y que también es en Saltillo donde sirven el famoso arroz huérfano, antes de cubrir los dieciocho kilómetros franqueamos el restaurante que sirve el platillo donde saludo a su creadora Doña Graciela, quien observa atentamente la carrera. Aprovecho para refrescarme nuevamente en las regaderas de rocío que han puesto en ese punto.

Kilómetro 19: Poco más adelante esta el Ateneo Fuente escoltado por varias facultades de la Universidad Autónoma de Coahuila así como por el edificio de rectoría, miles de historias saltillenses de éxito, amor, deporte y cultura se han entretejido en ese campus; enfrente esta el Tecnológico de Saltillo y mi ritmo cardiaco sufre un salto cuando paso bajo el puente Interinstitucional al recordar el durísimo pero limpio golpe que me propinó en alguna ocasión un jugador de los Burros Pardos en un partido de fútbol americano estudiantil durante mi efímera estancia en el equipo novato de los Pumas de Sistemas de la U A de C., multicampeones durante los noventa.


Después llego a la calle de Chiapas donde se siguen vendiendo helados, la concesión ya no es Danesa 33 pero la arquitectura que fue característica de la marca aún permanece en el local, pienso que Don Gustavo debe ir por ahí corriendo como lo ha hecho tantas veces.


Casi completo 19 mil metros, al llegar a la calle de Campeche, como lo habíamos planeado veo que mi esposa y mis hijos están ahí para animarme como lo han hecho en otras ocasiones. Sé que chocar las manos es lo único que me puedo permitir para no perder la cadencia de la respiración, pero con solo ese gesto parecería uno absorber toda la energía de cada miembro de la familia para seguir avanzando. La orgullosa mirada de mis hijos me provoca sentir que ellos, a pesar de conocer a tantos súper héroes de ficción, aún están en esa edad de percibir a su padre como una persona de virtudes especiales, perfecto sería que jamás crecieran.

cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

Publicado el Viernes 12 de Junio de 2009 EN DEPORTES:

Kilómetro 20: Última parte del medio maratón de Saltillo. Falta poco para finalizar el bulevar Carranza y de ahí tomar la calle de Presidente Cárdenas hacía el poniente, único tramo que se corre en contra de la circulación vehicular, pero antes de eso hay que salvar un último examen de resistencia. Tengo que bajar por el paso a desnivel con unas piernas que ya van poco flexibles y luego subir con las mismas piernas que ya no tienen fuerza. Estos son los quinientos metros más largos de mi vida, descender la mitad de la distancia no tiene alivio mental cuando sabes que llegando al punto bajo todo será cuesta arriba, pero también se que una vez superado eso todo será más fácil.


Intento divagar un poco en la mente para hacer más llevadero el paso, me parece recordar que lo único que dejó a la ciudad aquel malogrado alcalde de aficiones beisbolísticas fue la modernización del paso a desnivel. Finalmente, a duras penas llego al cruce con Presidente Cárdenas y doy vuelta a mi derecha, ahí se empieza a formar una autentica, tupida y entusiasta valla de gente. En cada rostro reconoces a una persona deseando que termines la carrera y cada palabra de aliento te pone en la paradoja de querer ir más lento para seguir escuchando pero más rápido para terminar más pronto.



Kilómetro 21: Siguiendo sobre Presidente Cárdenas en dirección hacía el oeste, la aglomeración de gente reunida no permite ver que hay más allá por lo que todo se vuelve imaginación, si la memoria no falla estamos pasando por delante (¿ó por detrás?) de la presidencia municipal, aunque la mayoría de los visitantes entra por Coss que se ha convertido en arteria principal, sabemos que el frente es por Cárdenas, avenida original. Cruzando Purcell esta el INMARC, instituto pionero en la instrucción académica multilingual que el nuevo orden mundial demanda, poco más adelante atravieso por el del Palacio de Justicia tapizado en cantera rosa, coherente con los edificios públicos de la zona.

Últimos metros: Después de dar vuelta donde se mezclan la Calle de Emilio Carranza y el Bulevar Isidro López, enfilo por la avenida de Francisco Coss con rumbo al oriente en la recta final, por aquí pasaron los ganadores hace casi una hora. Ya no me siento tan cansado, la adrenalina que mi cuerpo produce es energía pura para el sprint final.


Pasando nuevamente por la presidencia, esta vez por el lado contrario, recuerdo ocasiones en las que desfilamos ante los tres poderes locales durante festejos de Independencia y Revolución Mexicana, también recuerdo la inauguración del inmueble a finales de los setenta, un diseño modernista que muy poco tiempo después tendría que ser remodelado para no desentonar con las obras cercanas.


Durante estos últimos metros, empieza ese raro sentimiento que tantas veces domina a los seres humanos: Una especie de vacío que explica el porqué de eso que erróneamente llaman lagrimas de alegría, algo que no existe ya que todas esas gotas son, tal vez no de tristeza, pero sí de melancolía. Melancolía al darnos cuenta de que los premios nunca están en la meta, que estos siempre están en el proceso y por lo tanto hemos dejado atrás algo muy valioso de nuestra existencia; melancolía al percatarnos que con cada logro que alcanzamos dejamos de tener un reto que superar, que siempre será uno de los sabores de la vida; melancolía al darse uno cuenta hasta este punto de que iniciamos una carrera juntos, pero que algunos se nos han adelantado y otros llegarán el destino después de nosotros.

Finalmente, igual que hace dos horas y un minuto, puedo ver el cronometro oficial pero está vez corro hacía la meta libremente y a mi paso.

Meta: Una vez rebasada la línea final, atiendo el consejo médico de mantenerme en movimiento durante unos minutos para no colapsarme ya que a mayor esfuerzo, mayor riesgo al permanecer estático, una verdadera metáfora con muchos aspectos de la vida. Paso de largo la zona de masajes y voy directo a hidratarme.


En la zona de recuperación busco a mis amigos y los voy encontrando uno a uno. ¿Cuánto hiciste?, es la pregunta que más se repite al terminar una carrera en la retórica clásica de intentar medir resultados, una tercera persona que escucha responde con la sabiduría de quienes consideran el mérito por encima del resultado: Pues todos hicimos lo mismo, veintiún kilómetros.


Reflexiono entonces como es que emprendemos juntos una aventura en la que durante el trayecto, más por las condiciones individuales de cada quién que por la senda que habremos de recorrer, nos vamos distanciando en diferentes puntos del camino, pero siempre conscientes de que en el mismo viaje nos acompaña alguien que, aunque no lo veamos, sabemos que está aquí por lo mismo que nosotros y que a más tardar en la meta nos volveremos a encontrar.
cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx

Saltillo: Pésima variación de la doctrina Monroe

Publicado el 25 de Julio de 2009


No, no tiene nada que ver con Marilyn. “América para los americanos” fue la sentencia que sintetizó la propuesta del Presidente Santiago Monroe hecha ante el congreso norteamericano a finales de 1823. La doctrina Monroe establecía primordialmente las bases del expansionismo estadounidense sujetada por tres frentes: Impedir la colonización europea en el nuevo mundo, la renuncia de los Estados Unidos para los asuntos políticos de Europa y la misma abstención de los gobiernos europeos para con América.

Por supuesto, la citada doctrina buscaba cambiar el yugo que los países al oeste del atlántico sufrían de parte de sus colonizadores a fin de sustituirlos por la dependencia económica que el imperialismo pronto dictaría. Románticamente tuvimos noción durante la enseñanza primaria de una especie de emancipación americana, algo así como un sueño monro-bolivariano.

Aterrizando en distinto tiempo y espacio, hoy nos encontramos que en nuestro Saltillo algún iluminado ha dado con la genial idea de un tipo de variación de aquella iniciativa expansionista: Saltillo para los saltillenses, ó lo que es lo mismo, Saltillo es otra cosa. La horrible variación, hablando en términos económicos, es que la proposición no va hacía la expansión turística como sería en todo caso deseable, parece ir en la dirección de contención turística externa.

Ahondar en los promocionales de una campaña cuyo contenido ha sido vapuleado desde cualquier cantidad de tribunas, medios, cafés, aulas ó lugares de congregación sería ocioso. Lo que aquí intentamos hacer notar es la cantidad de dinero mal empleada en una pauta de publicidad erróneamente diseñada. Un somero estudio de mercado indicaría inmediatamente la conveniencia de promover hacía los mercados regionales, nacionales e internacionales nuestra ciudad, nunca nos aconsejarían encerrarnos a publicitar localmente entre nosotros mismos lo que ya sabemos.

Nunca tendrá usted noticias de una venta de garaje cuyo anuncio este dentro de la sala de una casa; no pretende un comerciante poner un listado de ofertas en el tablero de avisos al personal para sortear una crisis; un restaurante no vive de lo que comen sus cocineros; la venta de automóviles a sus empleados no es la forma en que General Motors saldrá de sus problemas; de cara a las elecciones, no se hace campaña para el voto duro, se hace para los indecisos. En todos los casos, la promoción de cualquier producto debe ir orientada hacía afuera, no hacía a dentro como lo estamos haciendo en materia turística. El turista que debemos buscar es aquel que viene de otros lugares, lugares a los que, desgraciadamente, la millonaria campaña no ha llegado.

Hoy Sábado que Saltillo celebra 432 años, dentro del marco de la entrega de preseas a saltillenses distinguidos será presentado un promocional que regala la producción de Pedro Torres a nuestra ciudad, bueno sería que las autoridades piensen que el trabajo podría ocupar el lugar de esa campaña cuyo contenido es inconveniente desde el punto de vista de la mercadotecnia. Pero más importante aún, podría ser la excusa perfecta para empezar a promocionar nuestra ciudad más allá de nuestro territorio, que es donde están todos aquellos turistas ávidos de conocer nuevos lugares.

Claro que sí, Saltillo es otra cosa, pero no es solo para los saltillenses, es tiempo de que lo sepan en otros lugares.

cesarelizondovaldez@prodigy.net.mx