Papa, ¿Santa Claus no existe?

publicado el 16 de Diciembre de 2005 en El Heraldo de Saltillo
-Papa, ¿Santa Claus no existe?-
-¿Qué dijiste?- respondí, había escuchado perfectamente la pregunta pero trataba de ganar tiempo para ordenar mis ideas y lograr dar con la respuesta adecuada a la duda más importante de mi hijo durante la primer etapa de la vida.
-Es que en la escuela me dijeron que Santa Claus no existe, que tu eres quién me compra los regalos, que los escondes para que no los vea, y, en algún momento de la noche buena te las arreglas para ponerlos debajo del árbol para que yo los encuentre al despertar por la mañana.
-Bueno hijo,- le dije- te voy a decir la verdad, espero que la comprendas:
Mi principal misión en la vida, es velar por tu formación, a grandes rasgos, la formación se da en base a los principios que cada familia escoge y los nuestros han sido vivir en la realidad, esto quiere decir que debemos llevar una vida de acuerdo a nuestra condición económica, social, cultural, religiosa y familiar, lo que a menudo nos impide obtener todos aquellos satisfactores materiales, emocionales ó espirituales que deseamos y en ocasiones hasta necesitamos.
Así, como tengo que mantener una disciplina durante todo el año para cuidar nuestro presente y el incierto futuro, me es imposible darme el lujo de comprar felicidad cuando en el supermercado me pides que llevemos el juguete que te ha gustado; cuando apruebas tus calificaciones en la escuela, mi primer impulso es darte una recompensa por tu esfuerzo, pero termino por admitir que tener éxito en los estudios no debe ser una cuestión de excepción, es una obligación; cada vez que salimos en familia, hago grandes esfuerzos para no caer en la complacencia de comprometer los recursos que están destinados para seguir subsistiendo; cuando planeamos que hacer con el tiempo de vacaciones, invariablemente ajustamos buena parte de esos días para que realicemos tareas que no son de tu completo agrado, pero que debemos alternarlas con el descanso; cuando tu y tus hermanos se quedan en espera de que su padre abandone el trabajo para jugar todo el tiempo con ustedes; en suma, mi labor como padre se parece mucho más a la de alguien que pone las trabas, de alguien que tiene siempre la encomienda de ser el aguafiestas, de poner el contrapeso que impide que todos los impulsos se hagan realidad; y todo, hijo mío, aunque hoy te parezca mentira, es en la búsqueda de forjar seres humanos felices que sean dignos de vivir en este mundo.
Es por eso, que con el paso del tiempo los jefes de familia hemos tomado como pretexto el nacimiento del niño Jesús para poder romper por una sola ocasión al año el yugo que frena los deseos que nacen de muy adentro del corazón, pero que por responsabilidad debemos contener en la mayoría de los casos, es de alguna manera, simbolizar con regalos lo que las palabras no alcanzan a describir, es tratar de equilibrar en una fecha lo que durante toda la vida nos hace parecer duros. Es por eso que hemos inventado un personaje inspirado en alguien que existió, así, cuando nos transformamos en Santa, podemos hacer lo que nuestra condición de padres de familia nos impide: dar rienda suelta a nuestros antojos por demostrar amor a nuestros hijos sin restricciones.
Es por eso hijo, que lo que te dijeron es en parte verdad, ya que, efectivamente, soy yo quién consigue tus regalos de navidad, pero también es cierto que Santa Claus existe, y en tu caso soy yo, así es que recuérdalo siempre, seguiré cumpliendo mi deber de procurarte la mejor formación, por más difícil que esto sea, debes saber que durante toda tu vida, el mejor regalo no será el de ese Santa Claus anual, sino el que te da tu padre día tras día. Pero también debes recordar, que como tu padre, siempre tendré guardado el traje rojo con la barba blanca y los botones de oro.