Réquiem


Publicado el 22 de enero de 2017 en 360 domingo, de Vanguardia


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     Fue una de esa clase de noticias que sabes son más impactantes por una simple medición: toda tu vida recordarás que hora era, dónde estabas y que hacías cuando te enteraste, porque infieres que, de alguna forma, será algo que te cambiará la vida o tu percepción de la misma, para bien o para mal.


    Igual que el asesinato de Colosio en Lomas Taurinas o que los avionazos a las torres gemelas de Nueva York, igual cuando ganó Peña que cuando ganó Trump, cuando diagnosticaron con cáncer a ese ser querido o cuando supiste que serías padre. Cuando supiste que Santa Claus es un embuste igual que un Dios o que un Cristo, o cuando descubriste que un Dios o un Cristo pueden existir cuando la mente se abre a lo inentendible y el corazón hace lo propio ante lo innegable.


    Manejaba por el bulevard Mirasierra el miércoles por la mañana cuando empecé a escuchar diversas y repetidas notificaciones en mi teléfono móvil. Me orille pensando que podría ser algo que requeriría una inmediata respuesta de mi parte dentro de mis responsabilidades, y aunque no era algo que tuviese que responder, ciertamente era algo que me impactaría: el asesinato de algunos adolescentes y una maestra a manos de un compañero de clase, y el suicidio del mismo.


      Durante toda la mañana no pude pensar en otra cosa. Llegué más tarde a casa para ejercer ese gran lujo que aún tengo: comer en familia. Tocamos el tema en la sobremesa sin censurar los matices, era algo del dominio público y mis hijos ya habían recibido también las noticias, videos y fotografías que horas antes dieron la vuelta al mundo. Me retiré luego a descansar un poco y, pudiéndolo disfrazar de necesidad de información, habré de reconocer que un insano morbo me llevó a checar comentarios y publicaciones en medios electrónicos y redes sociales para ahondar más en la tragedia.


      En sólo unas horas y con la suma de miles de opiniones vertidas en el ciberespacio, como sociedad ya habíamos elaborado un perfil psicológico del muchacho que accionó el arma, dábamos por un hecho que su familia no se ocupaba de él y que era una persona solitaria y sin amor, que tenía gadgets de última generación así como acceso sin restricciones a toda clase de diversiones y excesos, que en casa no le ponían límites, que era acosado por sus compañeros y que seguramente habría tenido una mala experiencia con algún clérigo. Y todo había sido expresado antes de conocer su identidad.


      Al momento de escribir esto aún falta mucha información precisa sobre quien era y como era la vida de este joven, no tenemos datos confiables y menos una valoración médica, psicológica o psiquiátrica para tratar de entender porque alguien hace algo como lo que él hizo. Todo lo que tenemos son chismes, rumores, conjeturas y una buena dosis de imaginación colectiva.


      Grande será el debate sobre lo que hace a una persona actuar de determinadas formas. Hay quienes no vemos relación entre juegos de niños y comportamientos de adultos: quienes jugábamos con pistolas no necesariamente nos hemos convertido en matones y las que jugaban a ser mamás tampoco tuvieron embarazos no deseados como una regla de vida; el torrente de información y contenidos a que tienen acceso hoy los jóvenes son solo teóricos, las generaciones anteriores experimentábamos más y sin duda, al menos en México, teníamos fácil acceso a armas y a andar por ahí inventando travesuras. Pienso que el tema no es lo que vemos o a lo que tenemos acceso, considero que el problema es por aquello a lo que no tenemos acceso: a la empatía de la sociedad.


      Es por eso que aún y cuando yo no conocía al muchacho, y aunque yo no jale del gatillo, y ni siquiera vivo en Monterrey, una molestia en el estómago me dice que en algo he sido culpable de la tragedia, que algo pude haber hecho como miembro de una sociedad, que mi responsabilidad debió haber ido más allá de mi mesa y de mi casa. Que el réquiem de hoy no solo es por ellos y sus familias, sino por una sociedad de la que soy parte, una sociedad que no sabe lo que es la empatía, que juzga sin conocer, que nunca mira a los ojos y menos al corazón, una masa de sociedad que en lo particular piensa que, al estar bien como individuo, se está bien como sociedad.



 cesarelizondov@gmail.com  

   

         

      

... y mientras tanto, en Coahuila


Publicado el 08 de enero de 2017 en 360 domingo, de Vanguardia





       Temblando estamos los coahuilenses y especialmente la región sureste del estado en este inicio de año. Y nada tiene que ver con estar en pleno invierno dónde las predictivas cabañuelas anticiparían doce meses de tomar el sol dentro del mismo infierno.


      Temblando estamos, pero de miedo. Y sí, ya sabes a dónde voy: a darle eco a los dichos del más celebre enemigo-cortina de humo-verdugo de todos los mexicanos, el presidente electo de los Estados Unidos (favor de insertar aquí la música del Hail to the Chief), míster Donald Trump.


     Contra toda la opinión de quienes desestimaron la influencia del poder ejecutivo en un país que se vanagloria de su equilibrio entre poderes, y aún sin haberse sentado a despachar, el próximo presidente de los gringos tumbó una inversión de la industria automotriz en tierras mexicanas por un monto que, para ponerlo en contexto, diremos que es del tamaño de la megadeuda coahuilense. Luego remató dando a entender que las barbas de General Motors habrían de ponerse a remojar ante la posibilidad de gravar la entrada al mercado estadounidense de automóviles fabricados fuera de la unión americana. ¿Y qué haríamos entonces en las regiones dónde estamos colgados de la industria automotriz cómo principalísima liana para columpiarnos? Hasta ahora, solo ponernos a rezar.


      Pocos han entendido la lógica Trumpiana, equivocada o no: el truco para fabricar en suelo americano aquellos bienes que hoy se producen en otras partes del mundo, tiene que ver con los aberrantes márgenes de utilidad de que hoy gozan los dueños de las marcas que acaparan y dirigen los mercados. Pagar sueldos de miseria por ensamblar un auto en México, por fabricar un Ipad en Taiwan o por confeccionar una blusa de marca en Bangladesh, nunca ha sido por el afán de ofrecer precios accesibles a los consumidores, siempre ha sido por obtener mayores márgenes de utilidad para los inversores. Por supuesto y para no caer en la inocencia: Trump jamás pudo ingresar en esa elite de negocios que ordenan maquilar con costos de risa y ordenan vender a precios de robo. La apuesta de Trump sería entonces, no que el consumidor norteamericano pague más por los mismos bienes, sino que el empresariado internacional reduzca sus márgenes de utilidad si produce en Estados Unidos, o pague altos aranceles si fabrica fuera del mercado más dinámico y consumista del mundo.


     Con respecto a Coahuila, se entiende la urgente necesidad de haber atraído hacia nuestra tierra empresas maquiladoras que nos han dado durante años un estable modo de vida, pero habrá que admitir que nuestros gobiernos se han sentado a observar cómo llegan y se van las inversiones al son que nos toque el mundo, sin preocuparse jamás por hacer de Coahuila un estado desde donde ofrezcamos al mercado internacional aquellos productos para los que tenemos ventajas competitivas más interesantes que la gracia geográfica de ser el vecino de un consumidor voraz.


      ¿Podemos como estado sustentar nuestra riqueza en algo distinto a la industria automotriz? Claro que podemos. Tenemos la orografía y los microclimas para despuntar con algunos productos agrícolas de características únicas en el mundo, tenemos en Coahuila especies endémicas como atractivo al turismo así como históricos sitios para visitar o inigualables lugares donde la naturaleza te roba el aliento, tenemos gastronomía e industria dulcera y panadera para ser punta de lanza en las mejores mesas, todavía tenemos industria textil y un montón de cosas más desde dónde respaldar nuestra economía. 


     Pero, ¿qué han hecho durante décadas nuestros gobiernos y legisladores para darle a Coahuila sustentabilidad económica más allá de rentar nuestra mano de obra y vender nuestro suelo? Nada, se la han pasado grillando, saltando de un puesto a otro y velando por la sustentabilidad de un sistema viciado por y para los partidos políticos, pero dejando de atender las demandas y necesidades ciudadanas a largo plazo. Y es por esa irresponsabilidad y falta de visión de gobiernos y legisladores coahuilenses, que hoy, todos temblamos ante los dichos de un gobernante extranjero.


  cesarelizondov@gmail.com         

Mi mejor regalo fue algo que no desearía


Publicado el 23 de Diciembre de 2016 en Círculo 360 viernes, de Vanguardia






      Precursores a los dispositivos electrónicos como los videojuegos, tablets, teléfonos inteligentes y demás aparatos que hoy conocemos, los más extravagantes juguetes de mi niñez fueron aquellos que necesitaban enchufarse a un tomacorriente. Artefactos mecánicos animados por electricidad, carentes del reto intelectual o físico de los juegos de antaño pero todavía primitivos a las asombrosas características tecnológicas que ahora vemos en cada nuevo lanzamiento al mercado. Toda aquella generación de cacharros ha quedado en el limbo del anecdotario infantil….Excepto uno que recuerdo muy bien, aunque no precisamente por los momentos felices que me quedó a deber.


     Como hijo de familia clase mediera, me era conocida la sensación de por un lado agradecer las oportunidades que la vida me ofrecía gracias a los esfuerzos de mis padres por procurarme los mejores lugares y ambientes, mientras por otro lado me lamentaba por la ausencia en mi vida de los inaccesibles lujos que veía en esos mismos sitios y entornos. Navidades, cumpleaños, festivales de día del niño y grados escolares iban y venían mientras el catálogo de JCPenney se decoloraba y maltrataba en una página que una y otra vez observaba con la esperanza de alguna vez tener entre mis manos aquel portento de diversión: El “Electric Football”; era un juego bastante rebuscado y la verdad es que no parecía especialmente entretenido, pero los güeritos retratados en los anuncios se notaban radiantes mientras jugaban.


     Hasta que una navidad sucedió lo inimaginable. Después de años rogando por aquel regalo, primero a un Santa Claus algo desorientado que no siempre encontraba nuestra casa y luego a unos atribulados padres cuya prioridad era cubrir colegiaturas, facturas, hipotecas así como recibos de toda índole, finalmente apareció bajo el árbol navideño el objeto de mi afecto.


       Rápidamente nos unimos los hermanos para armar el campo de juego. Luego alineamos a los jugadores para después, con un gran protocolo parecido al de gobernante encendiendo pino navideño en plaza pública, me volví hacía la pared, tomé el cable eléctrico e inserté la clavija para disfrutar de aquel tan deseado, negado, y por fin obtenido presente…. Aún no volteaba a ver cómo funcionaba aquello cuando todo se volvió oscuridad. Las alegres y vivas luces navideñas se tornaron más negras que un funeral, el viejo toca-discos dejó de reproducir algo de las ardillitas de Lalo Guerrero y de alguna parte emergió un espeso humo acompañado por un intenso olor chamuscado. Segundos después se escucharon las precipitadas pisadas de mis padres descendiendo por la escalera.


     De inmediato vino el cuestionamiento impregnado de acusación que todo padre realiza a quemarropa: ¡¿Pues qué #&$*&$#* es lo que hiciste?¡ Aún a oscuras, padre e hijos nos dirigimos al centro de carga en donde descubrimos que solo se había quemado un fusible, al que en un momento repusimos. Y se hizo la luz.


     Regresando a la sala ya con más calma y menos sueño, mis padres me pidieron que les enseñara como se jugaba aquello que por tanto tiempo había deseado. Accedí y me arrodille para volver a conectar aquello…. Una vez, otra vez, y otra vez en la pared contraria, en distinta habitación…. Y nada. Además de un fusible y la magia de la navidad, esa madrugada también se quemó para siempre mi adorado juguete, con la penosa diferencia que para eso no existía ningún repuesto.


    Embargado en una mezcla de temor, vergüenza y desánimo, no quería hacer contacto visual con mis padres pues sabía el sacrificio que ese tipo de gastos representaban para una familia que vivía al día, y echarlo a perder antes de usarse era imperdonable, era cruel, era estúpido. Con más obligación moral que valentía, con más enojo que orgullo, con más pena que dolor y con una lágrima a punto de brotar, levante la vista del suelo y me encontré con el más contradictorio, el más recordado y el mejor regalo que jamás hubiera imaginado: La tristísima mirada de mamá y papá. La angustiada mirada de una pareja contemplando al hijo apesadumbrado, la evidente solidaridad de unos padres por el inocente dolor de un niño, la pesada frustración de haber hecho lo mejor posible, y aun así, ver a su muchacho abatido. 


     Por supuesto que nunca sería mi deseo producir tristeza en la expresión de mis padres, pero en sus impotentes miradas de aquella malograda navidad pude percibir ese amor que ninguna palabra, ningún objeto, ningún viaje o promesa alguna pueden alcanzar. Aquel anhelado juguete jamás pudo ser reparado, pero ya nunca tuvo importancia, yo tenía un mejor regalo.

     


cesarelizondov@gmail.com


Milagro


Publicado el 11 de Diciembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia



        No es que me sienta tan especial como para haber sido testigo o haber experimentado un milagro. Y te advierto: probablemente al final de la lectura te quedes con la impresión de haber sido estafado por este escribidor; pero bueno, estas épocas decembrinas son días para abrir un poco el espíritu y la mente para dejarse llevar por historias un tanto fantasiosas desde la perspectiva racional, y un algo milagrosas desde la óptica emocional.


      Pero ahí estuve, presente mientras se producía un milagro. Sin conocer todos los detalles habrá quien, en primera instancia, podría calificar a mi vivencia como una cuestión típica de la naturaleza humana, otros podrán pensar a bote pronto que fue una experiencia extrasensorial, paranormal, increíble o… muy fumada. Pero yo lo sigo viendo cómo la manifestación de algo milagroso. Y es que difícilmente aprecia uno los milagros en su entorno cotidiano; quizás sea por eso que tuvo que ser fuera de mi ciudad dónde experimenté aquello.


      Aquello era la locura: un impresionante mosaico de gente representando toda clase de etnias, nacionalidades, edades, géneros y estratos sociales. Como enemigo de las masas, como mal conversador y siempre exasperado ante cualquier tipo de espera, me preguntaba qué demonios estaba haciendo ahí; pero era parte obligada de la visita a la impresionante e interminable ciudad de México. ¿o sería más bien parte obligada de la visita por esta intrascendente y efímera vida?


      Y a dónde fueres, haz lo que vieres, dice el refrán. Así que hice lo mismo que las miles de personas que estaban ahí: mansamente me incorporé a una larga fila que, lenta pero constantemente avanzaba a paso tortuoso como agua que baja al rio. Aunque no me guste, impuesto a moverme en metro y a visitar sitios concurridos cuando visito alguna ciudad grande como era el caso, entiendo que las aglomeraciones y los empujones, los olores humanos y las fragancias etílicas, la desinformación y la ignorancia, son cuestiones con las que hay que lidiar siempre que uno este inmerso en esa pluralidad llamada masa.


      Ya sabes cómo son las filas: la gente se para de puntas intentando ver lo que hay más adelante, aunque ya sepamos lo que hay; parecería que las personas piensan que si se pegan más a quien les antecede, la espera será menor; también en las filas algunas mujeres se embellecen y muchos consultan hoy sus teléfonos móviles, lo que antes era sacar la cartera vacía de billetes para acomodar mil recibos y papelitos con información que jamás se utilizaba. Y ahí estaba yo, en medio de una perpetua fila que estuvo mucho tiempo antes de que yo llegara, y que estará mucho tiempo después de que yo me ausente.


      Finalmente llegué hasta donde quería, di un paso más observando donde pisaba y levanté la vista hacia el frente y hacia arriba en un ángulo cómodo. Y entonces sentí bajo mis pies como es que el suelo se movía. Claro que en la ciudad de México no es precisamente noticia que el suelo se mueva, pero para mí, eso era algo que no esperaba en ese momento. Pero yo sabía lo que tenía que hacer en ese caso: me encomendé a la Virgen de Guadalupe. Pasó muy, muy rápido, y antes de que terminara de rezar un apresurado Ave María, el suelo había dejado de moverse.


     Fue entonces que sucedió un pequeño milagro: volví a hacer la fila. Y luego de un rato, una vez más estuve de frente al manto que se dice fue de Juan Diego, y una vez más subí en la cinta transportadora que impide que los fieles se queden varados frente a la imagen de la Guadalupana en la Basílica más visitada del mundo. Y volví a rezar.  


  cesarelizondov@gmail.com

Triumph


Publicado el 13 de noviembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




       Si un niño hambriento es capaz de comerse un brócoli y hasta de tomar leche bronca, ¿Por qué la madre mexicana insiste en mandarlo a la escuela con un gansito y un frutsi? Claro, porque es más barato.


      Entonces, vayamos quitando de la ecuación aquello de que compremos artículos con código de barras 750 y no sé patrioteras cosas más: nadie va a comprar un televisor marca Quetzalcóatl si la Samsung le ofrece mejor relación precio-calidad; nadie va a sacrificar su economía doméstica por salvar la economía nacional. Y va de paso: el martes pasado, los latinos, musulmanes, chinos, hindúes y marcianos radicados en Estados Unidos, votaron para que ya no llegaran más inmigrantes a competirles por sus fuentes de empleo, es un aspecto dónde la naturaleza humana elige por una cuestión de supervivencia más que de raíces, parentesco o afinidad.


      Y aunque el panorama es muy borroso aun y las aguas no acaban de calmarse, algunos escenarios podríamos imaginar desde la cabecita amarilla del nuevo líder del mundo occidental: el famoso muro no tendría que ver con el historial del número de personas migrando al norte, más bien sería una necesidad hacia el futuro por una nueva y escandalosa posibilidad de una monumental escalada en el éxodo de latinos buscando oportunidades ante un México quebrado si no nos ponemos las pilas…. ¡Pero ya!


    Me explico: una mente demagoga, populista y oportunista con el perfil de Trump, bien podría pensar en echar mano de algo llamado la Reserva Estratégica de Petróleo, que como su nombre lo indica, es un montón de petróleo bien guardadito durante décadas por los gobiernos gringos; un ahorro pues, algo que no afectaría en el corto plazo a sus electores. Y ni te la des de importante pensando que lo haría por darnos en la madre a los guadalupanos. No, su intención sería tener sometidos económicamente a los países de medio oriente que aún no han consolidado sus economías apuntalando otras fuentes de riqueza diferentes a la explotación del petróleo…. igualitos que México. De ahí nuestro riesgo como país, producto de un daño colateral por una pelea entre gigantes.


      Por supuesto que a la economía norteamericana no le conviene que a nosotros nos vaya mal, pero no somos su prioridad. Por eso, si no entendemos en el cortísimo plazo (nomás pasando el Buen Fin) que debemos convertirnos en generadores de riqueza vía valor agregado a lo que hacemos en vez de ser simples explotadores de recursos naturales y mano de obra barata, estaremos destinados a que Trump sea el símbolo de nuestra incapacidad, en lugar de que Triumph sea nuestro destino.   


cesarelizondov@gmail.com

Pepé


Publicado  el 06 de noviembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




         Quien haya dicho que los amigos se cuentan con los dedos de una mano, es porque no conoció a Pepe, mi hermano. Solo en su mano derecha tenía a los demás miembros de los Cuatro y Medio Fantásticos, quienes edificaron una amistad desde la escuela primaria y tienen en Arturo al amigo que, debido a su corta talla cuentan por la mitad, pero que al igual que Jorge, Armando y Chuy, vale por una vida entera llena de vivencias, experiencias y momentos importantes compartidos.


       Luego, en su mano izquierda, Pepe fue agregando a través de su vida a más y más amigos de más y más perfiles: los crossistas, con quienes compartía la adrenalina de montar un caballo de hierro; los cazadores, con quienes seguía incansable un rastro de huellas, pelambres, heces o sangre para dar finalmente con algún elusivo venado; los pescadores, con quienes tiraba un anzuelo al agua desde la interrogante del marinero que nunca sabe si al recoger el sedal vendrá algo bueno o regresarán solos los aparejos; los jeeperos, con quienes recorría largas y difíciles distancias solo para, una y otra vez, terminar por rescatarse entre compañeros atascados en el lodo, con piezas de acero rotas entre las piedras, con llantas reventadas e incluso alguna vez, hasta sin gasolina.


      Igualmente convivió mucho y muy bien con quienes lo acompañaban a su rancho a pizcar manzanas y en alguna época a marcar ganado, apuntalar postes o abrir una nueva senda entre el terreno. Con quienes fue alguna vez a una playa, a un concierto o a un partido de cualquier deporte; hizo también amigos frente a la obligada parrilla norteña repleta de embutidos, cortes de carne y eventualmente algún aburrido vegetal, así como en la bohemia acompañada de unos tragos de Bacardi blanco con tanta coca cola como agua mineral.  


      Desde los días que luchó dentro de los hospitales para recobrar una salud que ya no regresaría y después, durante los servicios de velación o sepelio, ceremonias religiosas y depósito de cenizas en su morada final, también aparecieron o enviaron mensajes muchas personas que tuvieron otro tipo de relación con Pepe como antiguos empleados, compañeros de trabajo y colegas, personas que desde el otro lado de la ventanilla tuvieron un trato que fue más allá del profesionalismo para convertirse en amistad. También, por supuesto, mis queridos primos y estimados tíos estuvieron ahí porque además de compartir un parentesco, Pepe los supo sumar como amigos.


       De ahí que les diga yo a mis sobrinos Pepe y Diego, así como a mi madre que, así como es enorme, doloroso e imposible de llenar el hueco que Pepe deja en nuestras vidas, es también proporcional al tamaño de simpatías, amistades, lealtades y excelentes recuerdos que mi hermano ha dejado entre tanta gente. Y si bien es cierto que ese hueco jamás será ocupado por nada ni nadie, también es cierto que podemos encontrar entre tantas vivencias y experiencias de Pepe con otras personas, una forma de sobrellevar su ausencia, una forma de que siga viviendo entre nosotros.


      Es por eso que gustosamente les tomo la palabra a los amigos, primos, compadres, cuñados, concuños y compañeros de mi hermano, para que nunca dejen de procurar a mi madre y a mis sobrinos, porque siempre agradeceremos lo que cada uno de ustedes haya dejado de sí mismo en Pepe, y porque mis hermanas y yo siempre nos sentiremos orgullosos de lo que Pepe haya dejado dentro de ustedes. Una vez más: gracias a quienes fueron sus amigos, fueron bien correspondidos.



cesarelizondov@gmail.com



     

Trump: el anzuelo que todo el mundo mordió


Publicado el 23 de octubre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia







      nota: hoy sabemos que no ganó Hillary, pero el fondo del artículo sigue siendo el mismo.

    Me dicen que soy muy intrincado en mis apreciaciones pero quienes me conocen saben que no he fallado en mis pronósticos: Fox sería presidente por hartazgo más que por propuestas, Calderón se impondría de una u otra forma para impedir un chavismo mexicano, el PRI regresaría a los Pinos por el canibalismo panista más que por méritos propios; en Coahuila, Chuy María sería más duro que el panismo, Moreira le brincaría a su jefe, luego comprobaríamos que los hombres no sólo heredan a sus hijos, sino también a sus hermanos; en Saltillo, Jericó ganaría fácil la alcaldía desde su larga y cimentada plataforma y, aunque muchos no entiendan que no es lo mismo arreglar una elección que entregarla, fue notorio para quien sabe observar que Isidro López solo tendría que mantener una bicicleta en equilibrio y de bajadita para ganar una elección ante un candidato tan gris en su imagen como invicto en su historial, pero a quien sus amigos no le dotaron de gasolina para andar.


      De ahí que me atreva a la siguiente conclusión: Ya vendrán en cuatro años los republicanos a cosechar lo sembrado por Donald Trump.


     Para empezar, estarás de acuerdo conmigo en que si hoy ha sido una gran interrogante la madurez (habría que decir lo de su edad con respeto) de Hillary Clinton, cuando sea tiempo de pensar en reelección el tema estará zanjado; y ella se irá luego de un solo período a casa, satisfecha por haber obtenido lo que primero cedió a su marido desde Arkansas y luego a Obama desde Washington.


     Y para entonces la campaña de Trump será una interesante anécdota dentro de la política mundial, pero sus dichos y propuestas que hoy parecen tan jaladas de los pelos, serán la plataforma ideal para los loquitos republicanos, me explico: Ni el más conservador e intransigente de los republicanos se hubiese atrevido a hacer una campaña como la de Trump, sería demasiado extremista. De ahí que, partiendo del discurso del actual candidato del partido representado por un elefante, cualquier cosa que digan en el futuro sus candidatos será escuchada como una declaración de amor comparada ante las incendiarias declaraciones del magnate inmobiliario. El más recalcitrante, racista, intransigente y conservador de los republicanos va a parecer un inocente y humano candidato al lado de Trump. Ese fue el anzuelo que lanzaron los republicanos y que todo el mundo mordió.


      ¿A qué viene esto ahora? Los tiempos, los importantísimos tiempos: Hillary será presidente mientras terminan dos años de Peña Nieto e inician dos más con el siguiente presidente. Luego vendrán ocho años del presidente republicano más extremista y duro de la historia, un flan al lado de Trump, un monstruo al lado de los demócratas; cubrirá los cuatro años finales de nuestro próximo presidente y los cuatro primeros de quien le siga. Los primos del norte ya tienen su cuadro pintado para los próximos doce años, nosotros, ¿con quienes vamos a hacerle frente a quien venga a suavizar un poco las propuestas hoy sembradas por Trump?


    Parece mucho tiempo, pero haz cuenta de los años que tendrán tus hijos para entonces e imagina su futuro. De eso estamos hablando. 



  cesarelizondovaldez@gmail.com

Teletón: Unidos paras eguir avanzando


Publicado el 16 de octubre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia






       Fue gracias al Teletón que él pudo sanar el mal que venía aquejándole. Nada más importa. El testimonial es claro y no tiene por qué ser cuestionado por ninguna causa; cualquier duda u observación de carácter fiscal hacia el sistema CRIT (Centro de Rehabilitación Infantil Teletón), sustentada o no, puede ser entendida por mucha gente como una cómoda coartada para hacerse de la vista gorda ante la necesidad de los demás; y en el caso del Teletón, recordemos que son niños y jóvenes quienes nos requieren.


      Desde que puso un pie dentro de las instalaciones del CRIT Coahuila supo que sanaría: estando ahí, desde los guardias de acceso al inmueble que son de alguna empresa subcontratada, se les nota una sensibilidad humana muy entendible porque seguramente se contagian del espíritu que reina en el lugar. En la recepción, una sonriente dama le informó que es lo que debía hacer. Y así fue de una parte a otra; de la teoría a la terapia, de la intendencia a la dirección, de las instalaciones sanitarias a los equipos de nueva tecnología, de los especialistas a las voluntarias. De los pacientes a, los más pacientes.


      Luego de buscar infructuosamente una y otra vez, finalmente obtuvo en el CRIT y en el Teletón algo que le había sido imposible encontrar en otras partes como eran la oración y la meditación, la psicología y la filosofía, otros sistemas médicos y otros programas sociales, en su hogar o dentro de sus círculos de amistades. ¿Hay algo que pueda oponérsele a un sistema que sana personas con las generosas aportaciones de la sociedad civil? No debería.


      Pero él pudo sanar, eso es lo más importante. Y mientras el corazón endurecido de aquel hombre adulto sanaba por medio de su generosidad y empatía hacia los pequeños, con su modesta aportación económica ayudaba a que esos niños del CRIT recibieran las terapias que, de no existir el Teletón y todos sus benefactores, nadie podría dárselas.  


     Sánate y sana a alguien más, únete a la campaña del Teletón del 15 de octubre al 10 de diciembre.




cesarelizondov@gmail.com

         

Tirar piedras y doble moral


Publicado el 09 de octubre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia





       Decimos que la doble moral fue inventada por Pedro, aún discípulo, cuando negó tres veces a Jesús en un ratitito. Luego algunos católicos nos decimos que, si Pedro fue capaz de superar ese desliz para convertirse entonces sí, en apóstol y primer guía de un movimiento tan grande y trascendente como lo ha sido el cristianismo, entonces todos somos capaces de enmendar nuestros errores, pifias y fallas, en pos de una virtud que, para no ser excluyentes con otras creencias o falta de ellas, no necesariamente nos lleve al paraíso divino cómo lo promete mi religión, sino a una vida más noble, terrenal y plena. Aquí en cortito, sin salir de nuestro redondo y diverso planeta.


     Pero luego vienen los aguafiestas a decirnos que no, que no existen medias tintas y que la doble moral es igual o peor a la nula moral. Siendo así, nos tragamos eso de que por haber visitado un table dance, el que va a misa a tratar de expiar sus pecados es tan inmoral como aquel que viola sexualmente a otros seres humanos; que el amante de la fiesta brava es tan cabrón como el que mata a 43 estudiantes hoy y lo vuelve a hacer mañana en otro sitio y con otro número; que aquel que se lleva a su casa las plumas y los lápices de la empresa es tan ratero como quien desvía millones de pesos de las arcas comunes. Que pasarse un semáforo en rojo y con precaución a las tres de la mañana, es equivalente a pasar contrabando y drogas por todas y cada una de las fronteras y los puertos del país con la anuencia de autoridades de cualquier competencia y nivel de gobierno.


       Y entonces, cuando ha sido sembrada de forma hábil, constante y maquiavélica la noción de que un puño de pederastas define la moralidad de una Iglesia que tiene miles de millones de fieles que solo somos pecadores light; y cuando la memoria histórica y una cultura de pepenar lo que nos quepa en las palmas de las manos, nos ha definido a todos los mexicanos como igual de corruptos a quienes se llevan todo lo que le quepa a las islas Caimán, entonces es tiempo de que un Presidente de la república se ponga en plan doctrinario para decir que, aquel que esté libre de pecado, tiene su permiso para lanzar piedras.


      Y pasa que, con tan grandotota carga moral, tan larga cola fiscal y con la profunda y mala conciencia que nos cargamos los mexicanos, nos quedamos todos calladitos aceptando que sí, que es la misma corrupción el darle para las cocas del día al agente de tránsito que dejarles llevar a manos llenas para setenta veces siete generaciones de Medinas, Duartes, Moreiras, o cualquier otro apellido que usted quiera poner de alcance nacional; y me quedo callado con los nombres de alcance local por respeto a mi casa editora, porque capaz que son sus sonrientes caras las que hoy adornan estas mismas páginas, pero bien sabemos quiénes son y esperemos que el fantasma-gate los exhiba y los sancione, aunque solo sea social y laboralmente, porque también sabemos que los millones mal habidos se quedaran una vez más embargados en Texas, bien resguardados en Suiza, o escondidos en cualquier otro lugar del mundo, en cualquier parte menos de donde salieron: de la economía mexicana.


      Pero se equivoca en algo el señor Presidente y los que se escudan en la doble moral de muchos para sacudirse cualquier rastro de moralidad; y es que, sí que existen millones y millones de mexicanos que aún no han traspasado la frontera de la corrupción, de la inmoralidad, y del valemadrismo: nuestros niños, nuestros jóvenes.


      Así que yo les diría a mis hijos, a nuestros jóvenes, a nuestros niños: Tírenle con todo piedras a los corruptos que tienen nombre y apellido, que tienen al país al borde del abismo y no les interesa nada más que su bienestar, y que piensan que no están mal porque miden su ética en función de otros mañosos, jamás en relación a la virtud que por definición tendrían la niñez y juventud, porque dicen que todos somos iguales de inmorales a ellos, y ya les llaman a ustedes, que nada malo han hecho, igual que a los demás que sí han (hemos) desmadrado a la nación, porque mi generación fue igual de agachona y acomodaticia que la de mis padres y fíjense bien a dónde hemos regresado; tírenle con todo a quienes sistemáticamente pugnan por la desaparición de los contrapesos morales que, si bien no son perfectos y bastantes malos miembros has desfilado por ahí, algo tendrán de positivos como son las distintas Iglesias y religiones, las diversas formas de familias y diferentes expresiones de amor, los movimientos sociales y todo aquello que tenga alguna veta de altruismo. Pero por favor, tírenles con todas sus fuerzas, tírenles las mayores piedras y háganles de una buena vez vacío, a los pobres jóvenes y niños que ya han sido envenenados con la triste cantaleta de que ya es mejor ser 100% corrupto y totalmente inmoral, que caer en la doble moralidad.


    Decídete, tú que eres igual a mí: ¿Que prefieres ante la imposibilidad de seres perfectos y de una sociedad perfecta? ¿Doble moral con riendas, o nula moral desbocada? ¿Doble moral que quiere ser mejor, o nula moral resignada a lo peor? ¿Doble moral por debilidad, o nula moral por comodidad? ¿Doble moral que se atreva a tirar piedras, o nula moral que se quiere robar… ¡hasta las piedras!?



cesarelizondov@gmail.com

     

    

A veinte !!


Publicado el 25 de septiembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




       Aunque la expresión la utilizamos en México como un espejo que regresa la mentada de madre, esta vez, decir “a veinte”, tiene forzosamente la connotación de la nueva barrera alcanzada por el dólar. Yendo un poco más lejos de la facilidad que ahora tenemos para hacer los cálculos matemáticos en las conversiones entre monedas, existe una monstruosidad de implicaciones, decisiones, causas y efectos que, jugando un poco con la imaginación y la metáfora, solo alguien de las proporciones de Agustín Cartens podría esconder.


     Pero vayamos primero a contextualizar lo que más adelante amarraremos: la mejor receta para echar a perder algo, es abusar del ingrediente principal sin hacerlo equilibrar con los demás elementos. De ahí que cosas que fueron buenas en un principio como el levantamiento de Madero, se prostituyeran luego en una espiral de traiciones y ambiciones dónde efectivamente se acabó con la reelección a punta de balazos, pero dónde el período revolucionario jamás vio fructificar la promesa del sufragio efectivo, gracias a los mismos asesinatos que impedían la reelección, pero privilegiaban la imposición. Igual triunfó la revolución cubana echando fuera al imperialismo yanqui, pero cerrándose en el camino las relaciones con todo el mundo occidental, en perjuicio directo de su pueblo. Y los venezolanos lograron ser amos y dueños de su petróleo sin abandonar un marco democrático en sus instituciones… en el papel; porque la perpetuación del chavismo ha sido de todo, menos benéfica para su país luego de iniciar con el pie derecho una era que sería de prosperidad, democracia y soberanía.


     Brincamos de esos contextos al México de los años setenta: Hartos barriles de petróleo por extraer, un precio del petróleo por los suelos, un aparato oficial grande por ser obeso, no por ser competitivo… y un gobierno que no sabe de economía. Y lo peor: sin contrapesos.


       Y de ahí nos pasamos al México actual: Hartos barriles de petróleo por extraer, un precio del petróleo por los suelos, un aparato oficial grande por ser obeso, no por ser competitivo… y un gobierno que no sabe de economía. Y lo peor: sin contrapesos. No estimado lector, no te brincaste renglones ni se equivocó el impresor, es el mismo México, con el mismo tipo de gobernantes.


    Pero, dirán los más avezados, ¿Qué no es ahora el Banco de México autónomo del gobierno federal? ¿No nos lo venían repitiendo sexenio tras sexenio? ¿No es por eso que sorteamos crisis mundiales como la del 2009? ¿No es por eso que durante años hemos tenido a raya a la peligrosísima inflación?


   Pues tan cierto como que la UA de C se manda sola. O cómo que a Villa, Zapata y demás rancheros los movía un hambre de democracia, o cómo que una vez que saliera Estados Unidos de Cuba, los hermanos Castro (no Benito y Gualberto, sino Fidel y Raúl) darían paso a otras caras. O tan cierto como que en Venezuela ha existido democracia durante el chavismo: la legalidad dice que sí ha habido elecciones libres, la verdad y la inteligencia dicen otra cosa.


      Y de ahí el pecadillo que da lugar al gran pecado. Porque la perpetuación de las mismas personas en los puestos claves del manejo económico del país sobreviene en el gran error: creen que todo lo saben, y para ser trapecistas que vuelan de sexenio a sexenio, seguro que habrán acumulado un sinnúmero de compromisos personales hoy imposibles de romper. Y como aquellos hombres que iniciaron una revolución bajo un noble ideal, hoy, estos que ayer fueron héroes cuando hicieron lo que el país necesitaba, se convierten en verdugos cuando se vuelven serviles al régimen actual.


     Porque habrán de ser muy torpes quienes sigan defendiendo lo indefendible en materia de fluctuación del dólar: Está fuertemente ligado al déficit fiscal que el bajo precio del petróleo le acarrea al país, igualito que en los setentas; todo de manera artificial, sin permitir que las leyes económicas hagan su doloroso trabajo hoy en beneficio del mañana, todo hecho por una mano tan obesa y notoria que infartaría a Keynes, todo hecho por salir del paso hoy, sin importar el futuro.


   Es cierto que el dólar se ha fortalecido en todo el mundo y eso implica deslizamientos, pero la competitividad comercial y productiva del país también han hecho del peso una moneda más sólida, lo que terminaría en un empate técnico en términos de devaluación. 


     La diferencia en el corto plazo de las medidas artificiales: tan pronto como en navidad, las viandas, regalos y festejos costarán más, mucho más, arrastrados por el dólar. Pero sin importar la inflación, a la vuelta de enero la economía seguirá fluyendo gracias a un aumento en los salarios dictado desde el legislativo y no desde lo productivo. Y así nos enredaremos en una espiral inflacionaria de nunca acabar.


    Que los gobernantes y quienes viven y han vivido del erario me digan, descalifiquen y argumenten lo que quieran respaldados por intrincadas explicaciones económicas que ni en sus casas entienden. Desde la lógica de la productividad, de la disciplina fiscal y lo que debería hacer un buen y responsable gobierno, yo les digo: a veinte ¡¡



cesarelizondov@gmail.com

De Juan Gabriel y de Trump


Publicado  el 04 de septiembre de 2016 en 360 domingo, de Vanguardia




       Mientras aquel intento de artista cantaba “Querida”, un anónimo del público lo provocaba gritándole cosas de acuerdo al amaneramiento de su actuación. El intérprete, en un arranque de frustración pidió a la orquesta que cesara la música y encaró a aquel individuo teniendo el tablado y el micrófono de aliados. Fue realmente penoso ser testigo de una actuación tan deplorable y poco profesional. Por supuesto, ese intento de artista era un imitador de Juan Gabriel, porque quienes también tuvimos la suerte de ver actuar al original, sabemos que el divo de Juárez podría ser todo lo que muchos digan, pero su cualidad más grande era su profesionalismo.


     Entraba en el palenque de la Feria de Saltillo y a los pocos minutos toda la concurrencia olvidaba que en ese mismo escenario acababan de limpiar charcos de sangre que las navajas de media pulgada provocaban entre los gallos del partido verde y los del partido rojo. Y si observabas bien, te dabas cuenta de que buena parte de su éxito se debía en mucho a su gran inteligencia: desde la primera canción empezaba a conocer a su público.


     Iba identificando a la gente que le ayudaría en su espectáculo, así como descartando a esos que siempre quieren robarse y arruinar el show. Siempre encontraría a una joven mujer para cantarle alguna balada así como a un desinhibido hombre que le acompañase en alguna coreografía; una señora entrada en años compartiendo el micrófono ante una letra sentida y machos-pelo en pecho-cinto piteado-bota picuda-con sombrero de dos alas, haciendo el coro de una de sus inigualables composiciones rancheras; desde los primeros minutos lanzaba algún ingenioso albur contra quienes hacían mofa de sus modales y con eso establecía el tono de la noche. De ahí en adelante ignoraba a quienes le molestaban y a la tercera canción a más tardar, el vacío terminaba por vencer a los necios y acababan siempre, por quedarse sumidos en sus bancas sin boicotear la presentación. Todo en beneficio de la audiencia.


       Pero lo que más me impresionaba de Juan Gabriel era el tremendo respeto que le tenía al público promedio, a la masa, a mí: muchos íbamos sabiendo que la garantía era ver a un hombre cuyo espectáculo era como un buen libro, dónde cada canción era un capítulo y dónde entonces, había capítulos tristes, otros alegres, filosóficos, de amor y por tanto de odio, desengaño, aventura, muerte, vida, naturaleza… en fin, una sucesión extraordinaria de sentimientos que lo mismo sacaban lágrimas que tremendas carcajadas. Pero la mayor parte del público preferíamos disfrutar de la presentación agazapados por la circunstancia que tú, lector, le quieras poner. Y el caso es que lo último que querías era que el artista te eligiera para cualquier cosa como parte integral de su show, y el Gran Juan Gabriel, jamás incomodó a un asistente que solo quería disfrutar un rato de buen ambiente desde el anonimato de la gradería.


     La falta de respeto de un artista hacia su público es algo que todos hemos sufrido cuando, por ejemplo, te levantas al baño en la presentación de un cómico y este te agarra como blanco de chistes faltos de ingenio, facilísimo recurso; o cuando el dueño de una gran voz llega cayéndose de borracho a su trabajo; o cuando la más bella integrante que tuvo Timbiriche se limpiaba y volvía a empolvarse la nariz detrás de las bocinas; y así un millón de etcéteras.


    Grande Juan Gabriel, tan grande como compositores fueron José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero, Agustín Lara…. juntos. Tan grande en sus interpretaciones por la forma en que pulió su voz, tan grande que encontró un estilo de cantar y actuar único que por sí mismo, habría llenado los mismos grandes recintos, independientemente de haber sido el autor que fue de letras y música. Grande porque hizo las cosas con generosidad, dándose a los demás por lo que él era, sin importar quienes eran los demás.


         Ahhhh, se me olvidaba lo de la visita de Donald Trump a nuestro país:


        “El saludo es de quien lo da, no de quien lo recibe”. Sabias palabras que me profería un señorón de aquellos hechos de quien sabe qué materia tan difícil de encontrar. Y sí, la mentada de madre se le queda al que la soltó si tu no quieres recibirla, así como la abierta mano extendida es tuya mientras que el complejo de no saludar es de quien desprecia tu saludo. El buenas tardes, el buenos días y el hasta luego, no esperan contestación porque bien pueden ser comunicación de una sola vía: yo te muestro mi educación; tu muéstrame lo que tienes, si quieres.


         Obvio, habríamos de ser como Juan Gabriel: demos el saludo, nuestro respeto y nuestra buena educación a todos, es cosa de ellos lo que hagan con nuestra buena voluntad. Porque Juan Gabriel, puedes estar seguro que alguna vez llegó a una presentación en dónde existía un muro de indiferencia, soberbia, superioridad, homofobia, desconocimiento y maldad; y puedes apostar a que más con inteligencia que con sus canciones, con más agudeza mental que con actuación, este hombre pudo derribar todos esos muros sin caer en la provocación de otros, sin abandonar lo que él era, sin traicionarse en lo que él quería ser.


       Ese muro fronterizo es la agenda de Trump y habríamos de entender que ese es su saludo; hacer una mejor realidad para que a nadie le interese saltarlo, debería ser la inteligente agenda de todos los mexicanos, y nuestra tarjeta de presentación. 



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