Slim: Cerramos la brecha, ¿Y ahora?

Publicado el 18 de Abril de 2009

No tengo muy claro como fue que ingresé en aquel híbrido grupo, pero recuerdo que lo mismo había académicos, escritores, burócratas, comunicadores, políticos, estudiantes y algunos despistados como un servidor. La formación de muchos de aquellos compañeros los dotaba de un perfil social que defendía impetuoso la igualdad del hombre y por consiguiente condenaban las políticas liberales de la economía de mercado.
Por otro lado, algunos con la cultura del autoempleo defendíamos posturas capitalistas bajo los típicos argumentos del individualismo: Desde la temprana infancia la persona tiene noción de lo que es la propiedad privada demostrándolo al celar apasionadamente sus juguetes; es un asunto de naturaleza humana, no de doctrinas económicas.

Cuando las horas y las copas pasaban, irremediablemente se llegaba al punto de criticar la aberrante riqueza acaparada por unos pocos individuos, algunos señalaban la tremenda brecha que se abría entre un mexicano como Carlos Slim y el común de los mortales, otros apuntábamos al mérito empresarial que tiene el comprometer los recursos propios en la búsqueda de crear empleos, única manera de ofrecer dignidad financiera a los más desposeídos. Unos veíamos el vaso medio lleno debatiendo que no importaba la brecha, lo rescatable era que los marginados alcanzasen los satisfactores económicos; otros veían el vaso medio vacío pretendiendo convencer de que la distribución igualitaria de la riqueza acabaría con la pobreza. Las actitudes se radicalizaban y finalmente llegábamos a una conclusión: A la religión, la filosofía y la política, habría que sumar los sistemas económicos como tópico tabú en las reuniones entre amigos.

Pasaron los años y un buen día nos encontramos con los encabezados de todos los diarios de México diciendo que Carlos Slim era el hombre más acaudalado del mundo. La brecha entre el hombre que representaba al monstruo del capitalismo y los cien millones de compatriotas se abría aún más, rebasando el magnate la suma de los sesenta mil millones de dólares. Por supuesto, el hecho de manejar un auto último modelo no había disipado las demandas sociales de algunos académicos, por lo que su censura se hizo escuchar. Dejar de viajar por tierra para hacerlo por aire tampoco inmutó a los periodistas de tendencias izquierdistas, no importaba que ahora se dieran el lujo de viajar en avión, Slim no debería tener uno para él solo. Aquellos que ahora podían comer los domingos un buen corte de carne y beber una copa de vino no se contentaban con poder ingerir lo mismo que Don Carlos, se martirizaban pensando que los millonarios pueden comprar la vaca entera.

Pasó el tiempo y llegamos a Marzo de 2009, donde la publicación de Forbes de los hombres más ricos del planeta mando a nuestro mexicano más ilustre hasta el tercer lugar de su ranking, calculando una merma en su riqueza de veinticinco mil millones de dólares. La nota paso a segundo término por esa novedad en la lista que fue la inclusión de un reconocido delincuente mexicano, noticia que dicho sea de paso, no debería de sorprender a nadie al revisar las coberturas de los eventos sociales en todos los medios locales del país, al observar las listas de socios de los clubes a los que asistimos, al cuestionarnos por algunas familias que pertenecen a nuestra Iglesia ó al identificar a ciertos personajes en los eventos de los colegios privados.
Pero volviendo a Slim, ahora que se ha cerrado la brecha entre él y nosotros en un cuarenta por ciento de su riqueza, ¿Estarán alcanzando el bienestar los que menos tienen? De los veinticinco billones de dólares que perdió, ¿Se repartió algo entre los pobres?, ¿Los negocios de Slim dan más ó dan menos empleos que cuando encabezaba la lista?, ¿Y quien da trabajo hoy a los desempleados, Marx acaso? Para usted y para mí, que aún no estamos sumidos en la pobreza, ¿El futuro pinta mejor ó peor con el retroceso de los capitales de Slim, Gates y Buffet? Recemos entonces porque la brecha vuelva a ser mayor.

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