Si no pueden, renuncien

Publicado el 13 de Septiembre de 2008

Domingo, despierto tarde y me dirijo a conocido negocio por unos tacos. Esperando mi pedido para llevar a casa observo a los comensales, me llama la atención una mesa en particular: Se encuentran ahí cuatro jovencitas desayunando alegremente, me doy cuenta de que a pesar de estar rayando en la edad adulta, su época es por mucho más cercana a la de mis hijos que a la mía. Es obvio por su apariencia que tuvieron una fiesta durante la noche, sus caras aún con pintura las delata, sus ojos medio cerrados dan cuenta de falta de sueño y el apetito con el que devoran el alimento denota cansancio. Tuvieron tiempo de mudar de ropa, las prendas deportivas de algodón son útiles en el guardarropa de alguien acostumbrado a pasar la noche fuera de casa.

Antes de juzgar cualquier cosa, preferí otorgar el beneficio de la duda y pensar en un sano grupo de amigas que se reúnen en casa de alguna de ellas para tener una pijamada, costumbre del siglo pasado entre mujeres al parecer destinada a ser desplazada por los hoteles de paso. Eso pensaba cuando llego hasta la mesa una pareja: Ella, con vestido de noche y tacones largos; él, con ropa de gala, exceptuando el saco que debió dejar en algún lugar.

Ante esto no pude sino preguntarme que es lo que estos jóvenes hacían durante toda una noche y hasta bien entrada la mañana con la complacencia de sus padres. Alargar un evento de gala hasta esa hora no es por permiso, es por descaro. Al platicar esto con otras personas obtengo como respuesta lo que seguramente usted ha escuchado en otras partes: Es que ahora se estila así.

¿Ahora se estila así? ¿Es esa la mejor respuesta que tenemos para cegarnos a las costumbres de nuestros hijos? Escudarnos en lo que los demás permiten ha sido la mejor manera de esconder nuestras deficiencias como padres. No comprometernos a nada que tenga que ver con disciplina y formación es el mejor camino para llevar una relación estable con los demás. Que una mujer se deje ver con ropa de noche a media mañana hoy es cosa de juventud, antes se les asociaba a otra cosa.
Hoy se habla mucho de la confianza que los padres modernos tienen para con sus retoños. Ponemos relojes checadores en nuestras empresas para saber que ningún trabajador nos estafa con un minuto de retraso, podemos instalar sistemas de localización satelital en los vehículos para que los operadores no abandonen la ruta marcada, con un sencillo sistema recibimos un correo electrónico que nos informa lo que hacen en sus computadoras los usuarios, pero exigir a nuestros hijos que nos mantengan informados de que es lo que hacen y en donde están es como hacerles saber que no son dignos de confianza y que les coartamos su libertad. En un mundo de teléfonos celulares y de identificadores de llamadas debería ser lo más sencillo saber en casa de quien paso la noche nuestra hija.

“Si no pueden, renuncien”. Fue la sentencia que un dolido padre de familia hizo para tratar de encontrar en las autoridades la responsabilidad que como sociedad civil tenemos. Nadie quiere aceptar que los problemas que nos aquejan en seguridad pública tienen más que ver con una deficiente formación que con un limitado armamento, se debe más a las diferencias sociales que a los mandos policíacos. Del pequeño detalle de no llegar a dormir a casa se desprenden luego las acciones que nos llevan a frecuentar sitios donde se manejan toda clase de vicios, hermanos estos de la delincuencia organizada, además claro esta, convierte a los desvelados en blancos fáciles para el secuestro.

Puede usted estar seguro que quien esto escribe carece de la calidad para lanzar la primer piedra, pero porque otros no lo han hecho es que estamos sumidos en una gran crisis de valores que nos ha robado el presente y amenaza fuertemente el futuro de nuestros hijos.

Padres de familia: Si no pueden, renuncien.

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