Mi respuesta a tu crítica

Publicado el 24 de Mayo de 2015 en Revista 360 Domingo, de Vanguardia

Mi respuesta a tu crítica (1 de 2)

       Nada más presuntuoso que un escritor diciendo que tiene solo un lector a diferencia de Catón, quien dice tener cuatro; y es que en una simple aritmética sin abandonar la misma alegoría, ese escritor nos estaría diciendo que lo leen la cuarta parte de los lectores que tiene el cronista de nuestro Saltillo, lo que sin duda muy pocos editorialistas han de alcanzar en todo México y hasta dónde llegan las publicaciones de Don Armando. Pero bueno, habemos quienes, dejando de lado la metáfora de los lectores de Catón y la falsa modestia de algunos escritores, pensamos que hay un puñado de personas que gustan de leer lo que escribimos.

      Y de vez en cuando recibes una de las principales satisfacciones que un escritor pueda obtener: La retroalimentación en forma de crítica por alguien ajeno a tus puntos de vista. Y es que muchos de quienes luchamos por obtener o conservar un espacio editorial donde publicar, lo hacemos porque la vida nunca ofrece muchas formas de compartir nuestros pensamientos, experiencias e ideales independientemente de que estos sean bien o mal valorados, aceptados o rechazados, entendidos o malinterpretados.

      Sin importar el lugar o grupo dónde quieres expresar tus puntos de vista, siempre contaminan lo que en comunicación se llaman ruidos, eso que hace imposible el intercambio genuino de ideas: En la familia existe un patriarca al que se debe escuchar por lealtad pero jamás contrariar por respeto, el sistema educativo está diseñado para contener miles de datos pero no para liberar mínimos debates, con los amigos nunca está exento el alcohol y la fiesta que todo lo trivializan y tergiversan, siempre en el trabajo hay una imperturbable línea jerárquica que inhibe la comunicación, y con los medianamente conocidos, la errónea percepción de una buena educación traducida como lo políticamente correcto, nos prohíbe polemizar sobre cualquier tema para no ser calificados de intransigentes, fundamentalistas, fóbicos, torpes o cerrados de mente.

      De ahí la catarsis que uno encuentra cuando puede verter sus “verdades” en una especie de monologo dándole rienda suelta a las percepciones que uno tenga acerca de todo lo que nos rodea. Pero sin que uno se dé cuenta, luego resulta que el monologo se vuelve predecible, uniforme, y peor aún, peligroso. Y entonces alguien hace sonar la campanilla que lo hace a uno abrir más los ojos y ponerse alerta ante la puntualización crítica de una persona que desde que tiene la decisión de hacer algo como escribir y enviar un correo electrónico, demuestra una sana intención de hacer del monologo, un dialogo.

     Pero ya entrando en materia, me escribe uno de mis lectores reprendiéndome porque en no pocas ocasiones he tocado temas en dónde la religión y la divinidad han sido abordadas desde mis personales creencias y la doctrina que profeso, las cuales son algo lejanas a las creencias científicas y a las doctrinas de Estado que imperan en casi todo el mundo. En primera instancia habré de decir que las páginas de opinión no están obligadas a tener la objetividad de la crónica periodística, pues precisamente y como su nombre lo indica, son una opinión.

      Dice mi lector que las personas, aterradas a la vida, buscan una explicación divina a las cosas que no pueden entender, me recomienda leer las noticias de lo que sucede en el mundo para hacer un análisis frío de las cosas. Me insta también a leer un poco de historia para darme cuenta de cómo las creencias en la divinidad han perjudicado sistemáticamente a la humanidad durante siglos.

    Finalmente remata diciéndome que debería utilizar mi espacio y habilidad para escribir sobre cosas menos perjudiciales, entendiendo lo complicado que eso sería para mí. No entendí que quiso decirme con la última oración, pero agradezco su interés de aportar al bien común.

   Desgraciadamente, la premura implícita en esa teoría de Einstein que habla sobre el tiempo y el espacio, me ha dejado sin oportunidad de responder a los cuestionamientos de mi amigo el lector enojado. Pero te prometo lector que si Dios, la ciencia, el Estado, la naturaleza o los humanos me prestan vida, estaré publicando el próximo domingo mi respuesta a tus comentarios.



Publicado el 31 de Mayo de 2015 en Círculo 360 Domingo, de Vanguardia

Mi respuesta a tu crítica (2 de 2)

         Me llevó toda la colaboración de la semana anterior establecer el contexto de la crítica. Crítica que recibí por parte de un iracundo lector que no está de acuerdo con mi forma de abordar en ocasiones las cosas desde la particular perspectiva de mis creencias teológicas y religiosas. Te platico más adelante un porqué de lo que me hace creer, algo que tiene que ver con el instante más triste de mi vida.

        Mi lector me recomienda empezar a leer, asumiendo quizás que soy un iletrado. Infiero que es del tipo de personas que piensan que si llegas a conclusiones sencillas ha de ser porque no te cuestionas lo suficiente y te quedas con lo que te dijeron cuándo niño, ya sabes cómo es eso: Para hacer gala de conocimiento y erudición, hay que explicarse de forma que nadie te entienda, citando a rebuscados autores, misteriosos libros e intrincadas teorías. Y leyendo las noticias de lo que pasa diariamente por todo el mundo, por supuesto que entiendo su entender de que un Dios bondadoso no permitiría tanto desmadre. Pero acá lo llamamos libre albedrío. Y no creo equivocarme cuando pienso que desde el simbolismo de todos los Dioses, los mejores padres son aquellos que dejan en sus hijos la libertad de elegir, así se equivoquen en sus decisiones. Porque la vida no se disfruta desde la cómoda y allanada tersura de un mundo utópico e ideal preconcebido, sino desde la lucha inteligente, espiritual y diaria por adaptarse a una realidad cambiante, imprevisible, y en ocasiones, injusta.

     ¿Dije adaptarse? Sí, y es que también he leído historia, pero no solo esa historia escrita por los ganadores de las guerras que para algunos “instruidos” viene a ser el opio del pueblo que achacan despectivamente a otros, esa historia contada por los vencedores que sí nos dice hasta qué punto el hombre puede hacer barbaridades en el nombre de Dios, o por un territorio, o por un sistema político, o por una calentura; lo cual sigue siendo el libre albedrío del hombre terrenal. Pero también me he tomado la molestia de leer algo de las ideologías de quienes perdieron las guerras, así como su versión no oficial de la historia; y pienso que confrontar interpretaciones de mismos hechos ayuda a formarse una opinión propia para no irse con la finta de la propaganda dogmática de cualquier tipo. Y claro que me ha gustado la historia que hoy tratamos de descifrar desde nuestra civilización, tan diferente a las tribus y primeros asentamientos de homo sapiens y Neandertales que habiendo salido airosos de ese proceso de adaptación por selección natural propuesto por Darwin, ya compartían con nosotros la noción de las religiones como vehículo para acceder al concepto de Dios, porque dentro de su cerebro ya se generaban las mismas interrogantes que a cientos de miles de años, nos siguen dando motivos de insomnio.

    ¿Dije interrogantes? Sí, y es que, aunque por encimita, algo de psicología y un poco de filosofía he tenido oportunidad de leer. Y pienso que más allá de la superficialidad e imprecisión del internet, la sesgada crónica de los diarios, las medias verdades de los libros de historia y la cuestionable cronología y apego a la realidad histórica de las escrituras sagradas, es en la introspección que nos ofrecen la psicología y la filosofía dónde hurgamos incansablemente para finalmente quedarnos siempre con la máxima del papá de los pollitos: Yo solo sé que no se nada. Y es el concepto de Dios quien vuelve a aparecer cuando seguimos buscando respuesta a esas interrogantes que nadie nos puede despejar sin caer en los mismos supuestos que nos critican.

    ¿Dije supuestos? Sí, y es que, amigo lector enojado, ¿Tú has visto un átomo? ¿Has salido al espacio exterior para corroborar que la tierra sea redonda? ¿Has presenciado una aurora boreal? Si no lo has visto con tus propios ojos, con lo único que cuentas para creer que todo eso es real, es con tu fe. Esa misma fe ciega que tenemos los inocentes creyentes. Probablemente al igual que yo, tú crees en lo que te dicen los científicos sin cuestionar nada de sus postulados, pero yo también creo  en lo que dice mi voz interior, mis anhelos, mis dudas, y un humilde entendimiento que me hace fácil imaginar que si algún día explotó el Big Bang, pudo haber sido porque (por favor entiende la metáfora) algún viejo socarrón habría estado jugando con pólvora y fuego. O si no, ¿Cómo?

     Para terminar, te diré que el instante más triste de mi vida nada tuvo que ver con una pérdida o fracaso personal; eso sucedió cuando fui a ofrecer mis condolencias a un compañero ateo que había perdido a su hijo en un accidente. Saber lo que él pensaba de cuestiones fuera de nuestra comprensión y conocimientos científicos, me hizo compartir su dolor en el sentido de pensar que la existencia de su hijo había llegado a un punto dónde ya no había nada más adelante. Más que perder a un ser querido, pensar que este ha desaparecido para siempre de cualquier forma de dimensión, vida o conciencia, es el peor sentimiento que un hombre pueda experimentar.

     No sé si nos veremos algún día en esta vida, amigo Manuel, seguro tendríamos una interesante y larga charla, pero si no es así, espero que puedas concederme la razón en cuanto a que será preferible que nos saludemos alguna vez por allá en el espacioso y eterno paraíso de una conciencia post muerte que yo imagino, a que jamás nos encontremos en el infierno de la oscura inexistencia post vida que tu afirmas.      

cesarelizondov@gmail.com




Dios no necesitaba un Angel

Publicado el 17de Mayo de 2015 en Revista 360 Domingo, de Vanguardia.


Para quienes Dios llama prematuramente, y para sus allegados.
      Ante lo doloroso, incomprensible y prematuro que hay en la muerte de un pequeño o joven ser humano, los adultos tratamos de encontrar una explicación para lo que concebimos como un cruel y truncado destino. Buscamos consuelo en la creencia de que los hijos se van al cielo porque Dios necesita de más ángeles que estén con él. Pienso que eso es cierto para casi todos los que dejan este mundo antes de ser adultos, pero en algunas ocasiones, esto tiene una vertiente adicional.

     Resulta que de vez en cuando, Dios quiere saber cómo están las cosas realmente por acá en el planeta Tierra. Y es que Él escucha muchas oraciones de todo tipo desde cada rincón del universo y en la mayoría de ellas la gente pide su intervención para arreglar toda clase de problemas: Desde encontrar las llaves del auto hasta realizar milagrosas remisiones para personas que sufren enfermedades en etapas terminales; claro está, pasando por las peticiones para sortear dificultades económicas, para sanar corazones rotos por amores mal correspondidos, para aprobar un examen en la escuela, para conseguir trabajo y hasta para encestar el balón de basquetbol.

    Parecería que cuando nos comunicamos con Él, más que pedirle favores le estaríamos cuestionando por nuestras fallas, carencias, cargas, cruces, culpas, tragedias y destino. Pero todo se vale, dice Dios, y todas las peticiones son importantes para Él ya que, aunque en distintos grados, un pesado sentimiento se apodera de todos en el presente aunque el futuro pueda ser tan diferente: Hoy sufre angustia la niña que ha perdido su muñeca de trapo como la adolescente que terminó con su primer novio, sufre la joven solitaria que lleva en su vientre un inesperado bebe y mucho más la madre entregando al hijo que ha fallecido; aunque sabemos que en el futuro solo una de ellas continuará sufriendo por lo mismo. Por esa similitud en la angustia personal y presente, Dios nos dice que pidamos hasta el cansancio desde las cosas más trascendentales hasta por lo que parecería ser trivial siempre que nuestro libre albedrío haya sido rebasado.

      Pero a Dios le duele que jamás le pidamos algo en nuestras oraciones: Que el mundo creado por Él  sea exactamente como lo es. Y es por eso que escoge especiales personitas para llevarlas hasta su lado y que le platiquen los maravillosos testimonios que encontramos por acá. A Dios le gusta escuchar por voz de los niños de esa señora que cada mañana reza fervorosamente por la salud y resignación de los demás ante un templo vacío, de las virales cadenas de oración que surgen en las redes sociales; de sacerdotes, pastores y rabinos que dejan de lado dogmas y ritos para sintonizarse en una misma plegaria, del colega que nadie conoce en la familia pero que cubre parte del trabajo del padre, y del señor empresario que ofrece sus recursos para pagar cuentas hospitalarias de personas desconocidas, de los que corren maratones en beneficio de fundaciones altruistas, de quienes se afeitan la cabeza en un gesto de solidaridad; de los abuelos, padrinos y tíos en ambos géneros que son un baluarte al cual asirse aunque por dentro se sienten tan devastados como los padres; de los siempre alegres compañeros de escuela, y de los nunca olvidados amigos del barrio. 

     También Dios se enternece cuando un pequeño le cuenta de las muestras de amor fraternal entre sus hermanos y primos, cuando estos saben, presienten o sospechan que pronto alguno del clan ya no estará con ellos pero tratan de sobrellevar las cosas como siempre fue en la familia. Dios se alegra por los trabajadores de los hospitales como doctores, enfermeras, laboratoristas, equipo de cocina, administrativos y de limpieza, quienes más allá de sus responsabilidades cubren con un manto de cariño y solidaridad a sus pacientes.

       Al creador le gusta que los niños le cuenten cuan extraordinaria es su madre, esa mujer que ha dejado todo en la vida por el amor a sus hijos, esa persona que les ha dicho una y mil veces que desearía poder cambiar de lugar con ellos para evitarles un sufrimiento, esa dama que ha sacado fuerzas de quien sabe dónde para enfrentar su terrible situación y constituirse junto a su hijo en iluminación de muchos. A Dios le gusta escuchar de labios de los hijos las inspiradoras historias de esos padres de familia que día tras día tienen una rutina de casa-trabajo-hospital, y la cumplen con una estoica fortaleza digna del más recio de los héroes, y sabe también del noble corazón de estos hombres cuando los ha visto llorar en soledad ante la impotencia de no poder hacer más por los suyos.

            Así, pienso que hoy, Dios no solo necesitaba un Ángel. Creo que Dios hoy quiere platicar con una persona de verdad, alguien que le diga la clase de estupendos seres humanos que existen aquí en la tierra. Por lo que si conoces de alguien que Él haya llamado a su lado prematuramente, debes saber que además de ir como un Ángel, va también como un embajador de quienes permanecemos aquí por mientras, es un emisario que le está diciendo a Dios lo grandiosa que fue su corta pero fructífera y feliz vida, y le está comentando como son esas amorosas personas que le acompañaron durante estos fugaces años, rápidos meses y pesadas semanas, es alguien que a nombre de todos nosotros está parado de frente a Dios mirándolo a los ojos diciéndole que su creación, aún con todas sus interrogantes y aparentes injusticias, ha valido bien la pena. Y es a través de él, que Dios nos dice a nosotros: Todo va a estar bien.

    cesarelizondov@gmail.com




Por Cuarta Vez

Publicado el 10 de Mayo de 2014 en Revista 350 Domingo, de Vanguardia


Por cuarta vez.

Escuchó otra vez el llanto, de nuevo se despertó
Por cuarta vez en la noche, que cansancio, que fastidio,
A pesar de su entereza, su espíritu era un quebranto,
Esto era solo el principio, que difícil, cuanto hastío.

El sueño que le contaron, más parecía pesadilla,
Conocía sus deberes, su razón los comprendía,
Aquel pequeño indefenso, solo de ella dependía,
De niña a madre viajó, presurosa, así es la vida.

Más dormida que despierta, se levantó y caminó,
Por cuarta vez en la noche, que cansancio, que fastidio,
Otra vez, cruzar el cuarto; y otra vez, prender  la luz,
Por cuarta vez en la noche, que pesado, cuanto hastío.

Con cada paso que daba, la entereza regresaba,
Aclarando sus ideas, pensamientos, sentimientos,
Nuevamente en la balanza, lo primordial más pesaba,
Se dibujó una sonrisa, ya disfrutaba el momento.

Y así, llegó hasta la cuna. Le dijo cuanto lo amaba,
Con solo escuchar la voz, aquel sollozo amainó,
Lo envolvió en sus brazos mozos, así siempre lo arrullaba,
Y, percibió algo muy lejano, algo que ella conoció.

Unas lágrimas brotaron, que no las quiso guardar,
Era un llanto de alegría, porque a la vida entendía,
Y así, durmiendo a su hijo, se le escuchó musitar:
-Por tu entrega a mi persona, te agradezco, madre mía.-


  César Elizondo Valdez

Construyendo Amistades

Publicado el 03 de Mayo de 2015 en Revista 360 Domingo, de Vanguardia

          ¿Se pueden construir amistades sobre la crítica de la obra y legado de otros? Pues de alguna forma fue algo que me sucedió en días pasados. Me gustaría decir que invité a un colega a cenar, pero la verdad es que tengo la suerte de compartir página editorial en esta publicación con el Poeta y escritor Jesús R. Cedillo, lo que quizás nos hace compañeros de plana dominical, pero disto mucho de considerarme colega de un reconocido bardo y periodista profesional en distintos medios. 

         Llegando a dónde cenaríamos, aires de renovación nos invadieron cuando veíamos que cientos de niños salían alegres y con juguetes y dulces del edificio luego de haber sido festejados por su día; llevaban dentro de su ser el abstracto de la felicidad, representado en sus manos con lo material de sus regalos. Tenía la impresión de que Cedillo era una especie de Ebenezer Scrooge pero rápidamente cayeron mis prejuicios al escuchar lo maravillado que estaba de ver tanta alegría en tantos niños.

      Aún no llegaba la primera cerveza cuando se unió a nuestro grupo Luis H. C., de quien también me gustaría considerarme similar pero cuyo altruismo y entrega a causas y organismos nobles nos hace parecer inhumanos a los demás. Y ya sabes, el inicio de una plática entre gente de distintos perfiles nunca es sencillo, así que metafóricamente hablando, rápidamente nos encontramos con un árbol frondoso, grande y saludable para tumbarlo y hacer leña de ello una vez caído. Villamelón de todos los temas y experto en venderme bien, pude salpicar la charla con algunas ocurrencias.

       De ahí, fue fácil seguir la plática por disímbolos derroteros que fueron de la anécdota de ir en motocicleta a 250 kilómetros por hora en la carretera Saltillo-Zacatecas con un Federal cada vez más rezagado, a la poética muerte del lagunero Valente Arellano que a los pocos días de haber recibido la alternativa moría en los cuernos como siempre fue su deseo, decía él que serían los cuernos de un toro o de una motocicleta, y fueron en estos últimos dónde murió. Hablamos del Padre Usabiaga, impulsor del Instituto Seglar de Estudios Religiosos y cuyo libro aterriza los porqués de los dóndes, de los cuándos y de los cómos de la religión católica que tanta picazón provocan entre la comunidad intelectual no creyente; y concluimos que en bastantes ocasiones, el agnóstico y el ateo caen en lo mismo que critican porque al elegir lo que son, lo hacen por seguir una corriente de apariencias e ignorancia, más que por un razonamiento propio.

     Hablamos de los partidos de fútbol de Tigres, Rayados y Santos; y de nuestros Saraperos en el parque Madero; también de los conciertos a los que fuimos y resultó que hace un cuarto de siglo, sin arrugas y sin canas, y una gran expectativa, los tres asistimos al estadio del Tecnológico de Monterrey a rendirle tributo a Bon Jovi.

    Ya para cenar pasamos de la cerveza al vino tinto. La segunda botella la abrimos aún con esa mirada de complicidad que ponemos cuando todavía pesa más el manual de Carreño que el manual de la felicidad; para la tercer botella de 3V, todas la barreras de comunicación estaban por el suelo. Es a la par de las copas que uno pasa del educado y político “discúlpenme un momento” al honesto y directo “voy al baño”, para caer al irreverente y campechano “voy a mear”. 

       Y así fue como de aquel inicio de plática dónde criticamos la pequeñez de Frida Kahlo en cuanto al tamaño de sus cuadros, la cantidad de sus obras, pero sobre todo la calidad artística de las mismas, brincamos a cuestiones de mercadotecnia que nos dicen como se le da valor comercial a lo que se quiere impulsar, en este caso desde una plataforma llamada Diego Rivera. Entre lo comentado párrafos arriba, también pasamos a comparar las letras de José Alfredo Jimenez con una filosofía de la vida entendida igual por diferentes artistas en distintas culturas; comparamos el carisma de Pedro Infante con el arrastre de algún ex gobernador y fue imposible dejar de lado la analogía de como la temeridad truncó ambas carreras. Todavía hubo tiempo, estómago y ganas para tomar un digestivo, y ahí accedió el poeta a abrir una cuenta en alguna red social; aún estoy esperando la invitación.

     Finalmente, cuando la hora oficial dictaba que era tiempo de retirarnos, abandonábamos el edificio ya desértico de la gente de ese día pero pletórico de vivencias de muchas personas y años. Y me pareció que al igual que unas horas antes, seguían saliendo niños de ahí; y es que llevaba conmigo además del abstracto de buenas y divertidas historias, de sabios puntos de vista e interesantes creencias, lo material de una cosa que representa las vivencias de un pasado y que promete un futuro: Un corcho con una fecha y tres firmas.

cesarelizondov@gmail.com



Cultura Light

Publicado el 26 de Abril de 2015 en Revista 360 Dominical de Vanguardia

     Hace años escuche por primera vez el término “Padres light”. Alguien lo utilizó para etiquetar a todos aquellos jefes de familia que estamos desperdiciando la oportunidad de forjar auténticas familias al equivocar prioridades en la formación de los hijos. Creemos que darle valor a la familia es salir todos en bola a dónde haya mucha gente, pasando las horas cada quién con el grupo de personas afines a su edad o género, restando solo el tiempo de traslado entre lugares como oportunidad para realmente convivir en familia. Nos equivocamos también al escudarnos en aquello de que es mejor calidad a cantidad; claro que la calidad es importante, pero por poner un ejemplo casi podríamos asegurar que si la cantidad no es suficiente, tu pareja buscará a alguien más. Igual los hijos.

       El concepto light, en mi opinión, se extiende hasta cada rincón en lo referente a las relaciones humanas. Las relaciones cada vez pierden más el significado de humanistas para convertirse en relaciones convenientes. Así, es común ver en el ámbito político a personas con los más bajos niveles de moralidad o sin capacidad profesional, ejerciendo responsabilidades y tomando decisiones que afectan a cientos de miles de individuos, esto producto de alguna relación de interés al representar estas personas un malentendido activo político. En los deportes, cuando era niño tenía una fuerte predilección por algún equipo en cada disciplina ya que cada plantel tenía una mística que era compuesta por una mezcla de las capacidades y personalidades de sus integrantes. Hoy en día, el mundo del deporte ha cedido al poderoso caballero y es prácticamente imposible ver a un representativo que pueda mantener una plantilla de jugadores y cuerpo técnico estable a través de los años. Así, las franquicias cambian de sede, nombre y uniforme a la primera oferta económica, derivando esto en escuadras carentes de identidad, sin tradición.

    Todavía peor, en la formación académica, es común escuchar razones como el roce social siendo factor de decisión al elegir escuela para los hijos, extendiéndose esto hasta las relaciones afectivas de cada miembro de la familia. En el trabajo, la cultura light se ha metido en las relaciones laborales, comerciales y legales llegando a despersonalizar en su totalidad el trato entre seres semejantes; por supuesto que la tecnología ha puesto su grano de arena en esta corriente, ya que poniendo al alcance de todos la rapidez en las comunicaciones, al final aparece culpable por el pobre entendimiento entre interlocutores cuando no es lo mismo manifestarse que entenderse. Solo de pasada, la cultura light llegó hasta el Vaticano cuando se eligió un Papa de transición.

      Pero es lógico y entendible debido al ritmo de vida que llevamos, todos necesitamos descansar un poco en la cultura light. Y es que los tiempos actuales nos demandan interactuar más y con un mayor número de personas, es difícil poder llevar con todos las relaciones humanas que quisiéramos, por eso caemos en las frías y convenientes relaciones que después se van haciendo hábito hasta que el concepto light termina por regir nuestras vidas. Es por eso que recordamos rostros pero olvidamos nombres; por eso cuando nos invitan a un bautizo o una boda vamos a la fiesta pero nunca a la misa; recordamos cuando es el cumpleaños del jefe pero olvidamos el de nuestro hermano, por eso sabemos los derechos y obligaciones de nuestros trabajadores pero ignoramos cuáles son sus sueños y no conocemos a sus familiares. Luego queremos conocer a nuestros hijos sin conocer a sus amigos, sin conocer el entorno en el que viven. Nos convertimos en el más resplandeciente candil de la sociedad, al tiempo que somos la más parca oscuridad de nuestra propia vida.

      Debemos reconocer que las relaciones humanas, sobre todo las que tienen que ver con nuestro cercano círculo familiar y de amistades, tienen la prioridad de no devaluarlas con esa cultura light de apariencias. En ese pequeño grupo, no debe haber espacio para lo que hemos dado por llamar políticamente correcto; en las relaciones humanas que valen la pena, aquellas que deseamos conservar o queremos perfeccionar, lo correcto, es correcto a secas, sin adjetivos. En relaciones humanas, sería deseable desechar la cultura light para emprender una cultura “strong”, dándole fuerza a lo importante.


cesarelizondov@gmail.com