Dios no necesitaba un Angel

Publicado el 17de Mayo de 2015 en Revista 360 Domingo, de Vanguardia.


Para quienes Dios llama prematuramente, y para sus allegados.
      Ante lo doloroso, incomprensible y prematuro que hay en la muerte de un pequeño o joven ser humano, los adultos tratamos de encontrar una explicación para lo que concebimos como un cruel y truncado destino. Buscamos consuelo en la creencia de que los hijos se van al cielo porque Dios necesita de más ángeles que estén con él. Pienso que eso es cierto para casi todos los que dejan este mundo antes de ser adultos, pero en algunas ocasiones, esto tiene una vertiente adicional.

     Resulta que de vez en cuando, Dios quiere saber cómo están las cosas realmente por acá en el planeta Tierra. Y es que Él escucha muchas oraciones de todo tipo desde cada rincón del universo y en la mayoría de ellas la gente pide su intervención para arreglar toda clase de problemas: Desde encontrar las llaves del auto hasta realizar milagrosas remisiones para personas que sufren enfermedades en etapas terminales; claro está, pasando por las peticiones para sortear dificultades económicas, para sanar corazones rotos por amores mal correspondidos, para aprobar un examen en la escuela, para conseguir trabajo y hasta para encestar el balón de basquetbol.

    Parecería que cuando nos comunicamos con Él, más que pedirle favores le estaríamos cuestionando por nuestras fallas, carencias, cargas, cruces, culpas, tragedias y destino. Pero todo se vale, dice Dios, y todas las peticiones son importantes para Él ya que, aunque en distintos grados, un pesado sentimiento se apodera de todos en el presente aunque el futuro pueda ser tan diferente: Hoy sufre angustia la niña que ha perdido su muñeca de trapo como la adolescente que terminó con su primer novio, sufre la joven solitaria que lleva en su vientre un inesperado bebe y mucho más la madre entregando al hijo que ha fallecido; aunque sabemos que en el futuro solo una de ellas continuará sufriendo por lo mismo. Por esa similitud en la angustia personal y presente, Dios nos dice que pidamos hasta el cansancio desde las cosas más trascendentales hasta por lo que parecería ser trivial siempre que nuestro libre albedrío haya sido rebasado.

      Pero a Dios le duele que jamás le pidamos algo en nuestras oraciones: Que el mundo creado por Él  sea exactamente como lo es. Y es por eso que escoge especiales personitas para llevarlas hasta su lado y que le platiquen los maravillosos testimonios que encontramos por acá. A Dios le gusta escuchar por voz de los niños de esa señora que cada mañana reza fervorosamente por la salud y resignación de los demás ante un templo vacío, de las virales cadenas de oración que surgen en las redes sociales; de sacerdotes, pastores y rabinos que dejan de lado dogmas y ritos para sintonizarse en una misma plegaria, del colega que nadie conoce en la familia pero que cubre parte del trabajo del padre, y del señor empresario que ofrece sus recursos para pagar cuentas hospitalarias de personas desconocidas, de los que corren maratones en beneficio de fundaciones altruistas, de quienes se afeitan la cabeza en un gesto de solidaridad; de los abuelos, padrinos y tíos en ambos géneros que son un baluarte al cual asirse aunque por dentro se sienten tan devastados como los padres; de los siempre alegres compañeros de escuela, y de los nunca olvidados amigos del barrio. 

     También Dios se enternece cuando un pequeño le cuenta de las muestras de amor fraternal entre sus hermanos y primos, cuando estos saben, presienten o sospechan que pronto alguno del clan ya no estará con ellos pero tratan de sobrellevar las cosas como siempre fue en la familia. Dios se alegra por los trabajadores de los hospitales como doctores, enfermeras, laboratoristas, equipo de cocina, administrativos y de limpieza, quienes más allá de sus responsabilidades cubren con un manto de cariño y solidaridad a sus pacientes.

       Al creador le gusta que los niños le cuenten cuan extraordinaria es su madre, esa mujer que ha dejado todo en la vida por el amor a sus hijos, esa persona que les ha dicho una y mil veces que desearía poder cambiar de lugar con ellos para evitarles un sufrimiento, esa dama que ha sacado fuerzas de quien sabe dónde para enfrentar su terrible situación y constituirse junto a su hijo en iluminación de muchos. A Dios le gusta escuchar de labios de los hijos las inspiradoras historias de esos padres de familia que día tras día tienen una rutina de casa-trabajo-hospital, y la cumplen con una estoica fortaleza digna del más recio de los héroes, y sabe también del noble corazón de estos hombres cuando los ha visto llorar en soledad ante la impotencia de no poder hacer más por los suyos.

            Así, pienso que hoy, Dios no solo necesitaba un Ángel. Creo que Dios hoy quiere platicar con una persona de verdad, alguien que le diga la clase de estupendos seres humanos que existen aquí en la tierra. Por lo que si conoces de alguien que Él haya llamado a su lado prematuramente, debes saber que además de ir como un Ángel, va también como un embajador de quienes permanecemos aquí por mientras, es un emisario que le está diciendo a Dios lo grandiosa que fue su corta pero fructífera y feliz vida, y le está comentando como son esas amorosas personas que le acompañaron durante estos fugaces años, rápidos meses y pesadas semanas, es alguien que a nombre de todos nosotros está parado de frente a Dios mirándolo a los ojos diciéndole que su creación, aún con todas sus interrogantes y aparentes injusticias, ha valido bien la pena. Y es a través de él, que Dios nos dice a nosotros: Todo va a estar bien.

    cesarelizondov@gmail.com




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