Economía: ¿Darwinismo o cristianismo?


Publicado el 14 de octubre de 2017 en Círculo 360, de Vanguardia



Por César Elizondo Valdez


   “Si a los veinte años no eres de izquierda, es que no tienes corazón. Si a los cuarenta no eres de derecha, es que no tienes cerebro”.  Se atribuye a Winston Churchill la frase que una y otra vez salta a la palestra cuando alguien enciende el debate de sistemas económicos. Más reciente, lapidaría y de origen incierto, es aquella que dice algo así como “el capitalismo, es lo más parecido al darwinismo, dándole viabilidad a la evolución del ser humano”. Ya de ahí te saltas fácil a entender a Adam Smith y su decir de cómo la mano invisible actúa como regulador natural del quehacer económico, sin la intervención del divino Estado.

    Luego, el amigo psicólogo diría que desde la primera infancia, el hombre acusa la naturaleza de la propiedad privada al lloriquear hasta que le devuelvan sus juguetes. También has escuchado la historia del viejo profesor que decide tomar las calificaciones de todos los alumnos para sumar cantidades, luego dividirlas entre el número de estudiantes y dar así a cada uno la misma nota, a fin de que los más estudiados, disciplinados o habilidosos, terminen en condiciones iguales a aquellos que no estudiaron, esto en aras de erradicar diferencias.

     Y lo más claro: si hoy un orden supremo decide repartir de forma equitativa toda la riqueza del mundo, para mañana volverán las diferencias cuando unos se levanten temprano a producir para sí mismos, mientras que otros esperarán en cama un nuevo rescate por parte del Estado. ¿Y cómo es viable que el Estado sea el socorrista una y otra vez del individuo? O le quita más a quien produce, o pide prestado y no paga, o explota más a la naturaleza. (léase países “productores” de petróleo). Jajajajaja, ¿el petróleo lo produce un país? Me parece más viable creer en un Dios que lo produzca. Dicho sea de paso, es como decir que un gobierno “genera” empleos: Sigo sin entender el aplauso a esas patrañas cuando todos saben que los empleos no los generan los políticos, sino los generales (General Motors, General Electric, General Foods…), y todos saben también, que esos generales vienen aquí no gracias a los esmeros de las autoridades o a nuestra legendaria y franca camaradería norteña, sino aún a pesar de los voraces hombres del gobierno y por la conveniente vecindad hacia el norte.

      ¿Imaginas lo que sería del mundo si de repente la economía colapsara? Siete mil millones de personas buscando alimentos, bienes y servicios que cuestan y que alguien tiene que pagar. Empezaríamos a canibalizarnos (en sentido literal) cuando los granos, las frutas, verduras y proteínas no salieran del campo hacia las ciudades, de un país a otro, de un continente al otro. Nos volveríamos locos, ya no digas sin un celular y sin internet, sino sin un simple libro para leer o una pelota con la cual jugar, ambos objetos, puestos siempre en tus manos por algún siniestro y diabólico interés capitalista que busca producir riqueza con tus lecturas, o con tu ocio.

    Olvídate de Acapulco, de los tacos mañaneros, de las salas de cine y las canciones del Julión, o de moverte en algo distinto a tus piernas. Nada de eso existiría. No iba Henry Ford a desarrollar el modelo T para regalarlo a los demás, ni se hubiera quemado las pestañas Steve Jobs para que leyeras esto en tu iphone, ni cigarros Raleigh habría, ni los hermanos Wright se hubieran dado de chingadazos para que viajar en avión fuese gratis.

     No. Fidel, El Che, y demás vividores con esa aura de romanticismo inmaterial, nada tienen que hacer al lado de aquellos hombres y mujeres que le han dado al mundo tantas cosas materiales que soportan la economía global y que tú has disfrutado, cosas por las que seguimos sin matarnos unos a otros en un mundo cada vez más complejo en lo social.     
 cesarelizondov@gmail.com        

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