El mesías

publicado el 21 de Enero de 2005 en El Heraldo de Saltillo.
Por César Elizondo Valdés

El mesías

Ya lo entendió el presidente, ó al menos ya lo aceptó tácitamente en sus recientes declaraciones, no existen soluciones mágicas ni individuos superdotados que por si mismos tengan la capacidad para poder arreglar los grandes problemas que seguimos adoleciendo los mexicanos. Si hemos entendido que el mesías político no llegará, si sabemos que al pasado no conviene regresar, si todo lo que tenemos es un futuro en nuestras manos, ¿Qué podemos hacer los mexicanos para impulsar desde abajo lo que desde arriba no han podido levantar?
Se ha dado cuenta el gobierno del cambio que los problemas que aquejan al país son producto de los vicios arraigados en el sistema político mexicano, no como sistema legal, sino en la práctica del mismo; se han percatado que la corrupción, el corporativismo, el abuso de poder, el nepotismo, el tráfico de influencias, la burocracia sobrada, y tantas otras causas de nuestro atraso, son inherentes a la condición humana y son propias, aunque no únicas, del ejercicio del poder, no son propiedad ni enfermedad de un solo partido; han comprobado que los principios de la administración pública no deben ser una copia de las practicas de las empresas dedicadas a generar utilidades.
Los electores, por otro lado, hemos aprendido a aceptar nuestra culpabilidad de lo que nos pasa como nación, que la tan trillada idea de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, es una aseveración llena de verdad, y que al hablar de gobierno ahora sabemos que un partido no es gobierno, que nuestro gobierno viene repitiendo los errores desde hace siglos, legitimado por una cultura de oportunismo en la que, por citar un ejemplo, a casi un siglo de distancia, muchos siguen esperando que la revolución les haga justicia, claro está, a la manera moderna.
Ya nos dimos cuenta los mexicanos que los candidatos surgen del acuerdo entre las cúpulas sindicales, cámarales, empresariales, partidistas y hasta clericales, que son legalizados por todos nosotros con el voto popular, por lo que continuamos certificando una democracia selectiva en la que las políticas del gobierno están y seguirán estando sometidas a ópticas cupulares.
Es por lo anterior que los mexicanos necesitamos poner más que una cruz en una boleta para resolver nuestros problemas, debemos poner el nombre del candidato, a través de la participación activa en los órganos de poder en los que podemos participar desde nuestras posiciones. La influencia que cada mexicano pueda ejercer en cada grupo, que cada grupo pueda tener dentro de una organización, que cada organización logre hacer sentir en cada cúpula, es la influencia que a final de cuentas pueda tener cada sector en la participación de la política. Entre más participación activa se generé en el país, mejores sistemas de selección tendrán los partidos y más observados estarán los gobernantes, esto, por si mismo tendrá como consecuencia una revolución en la cultura del servicio público en México, revolución que arrojará más beneficios que cualquier otra.
Para no esperar al mesías, vayamos por un simple principio de física para sacar a nuestro país del problema: es más fácil empujar que jalar, ya vimos que de arriba nadie nos va a jalar, entonces, empujemos hacía arriba.
mjoly@terra.com.mx

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