Sabiduria popular

publicado el 6 de Mayo de 2005 en El Heraldo de Saltillo

Por César Elizondo Valdés

Ayer por la mañana, previo a una reunión que tendría a medio día, me di cuenta que mis zapatos no darían la impresión que yo requería, motivo por el cual salí de la oficina y me dirigí a la plaza Acuña para encontrar quien me pudiera bolear. Nuevamente, como tantas otras ocasiones en el pasado, el señor con el que regularmente acudo me puso al tanto de lo que realmente piensa la gente de sus gobernantes.
Para tener el pulso de la situación política, económica ó deportiva, desde las más intrascendentes cuestiones de barrio hasta las más importantes materias internacionales, además de la boleada, los varones tenemos los recursos de la peluquería, entablar conversación con el taxista, platicar con el cantinero del otro lado de la barra ó simplemente estar en cualquier sitio donde estemos por necesidad ó gusto con la mitad del ser en una cosa y la otra mitad en ocio. Las damas, por otro lado, tienen sus espacios de expresión en los cafés, las estéticas, los gimnasios, las puertas de las escuelas, las casas de las comadres, la conversación con las empleadas domésticas y la típica reunión de amigas, con la única variante del tema de los espectáculos a cambio de los deportes.
En esos sitios, en esos momentos de comunicación abierta y anónima que tenemos los hombres, en esos lugares, en esas horas en que las mujeres se dan el tiempo para dar a conocer sus opiniones, ahí es donde los gobernantes deberían tender las redes de espionaje que tantos recursos demandan para saber lo que piensa el gobernado, no lo que piensa el enemigo, ahí es donde deberían tener gente infiltrada para conocer el verdadero sentir de la población, en vez de preocuparse por el sentir de los adversarios, ahí es donde deberían de mandar cámaras de televisión para captar lo que las personas sin compromisos políticos ni necesidades que doblan el orgullo dicen, no lo que dicen los que compiten por la misma posición.
Alguna vez escuche que un presidente de la república, no recuerdo cual de los dos Adolfos, mandaba todos los días al mercado un emisario para tomar nota del precio del tomate, de esta manera, sabía con exactitud el impacto que sus decisiones de gobierno tenían en el bolsillo de su pueblo. Aunque no es lo mismo, me imagino que cara pondrían los políticos en turno que buscan una nueva postulación si pudieran tomarle el pulso al sentir de la gente con respecto a los que manejan los destinos de nuestros impuestos.
Respetuosamente invito a todos aquellos que hoy buscan saltar a nuevos puestos a que de manera anónima acudan a bolearse los zapatos en el centro de la ciudad, que vayan con el peluquero de barrio, que tomen un taxi al azar, que platiquen con la gente y que permitan que las personas desahoguen sus acusaciones sin saber que su interlocutor es miembro del gobierno, pregúntenles que opinan de sus regidores, alcaldes, diputados, gobernadores, senadores, presidente. Después, no trate de justificarse diciendo que la gente no sabe lo que es su responsabilidad, ya que usted tampoco sabe lo que está gente está pasando. Si aún le quedan ganas de postularse, no queda más que felicitarlo, ya que usted pertenece a cualquiera de estos dos tipos: ó es un político con una trayectoria y una conciencia limpia, ó de plano tiene una gran imagen de si mismo.
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