El juego de las sillas

publicado el 20 de Marzo de 2006 En El Diario de Coahuila

Era el juego de las sillas, ese donde siempre hay más personas que asientos y que cuando la música suena es momento de levantarse y dar vueltas alrededor, al apagar el sonido todos buscan una silla, el que se queda de pie sale del juego.
De repente ceso la música, pero no llegó el silencio, era como si alguien hubiera descompuesto el aparato reproductor, había ruido, pero no más música. Alguien empujo al pequeño Eduardo, quien al verse inmerso en el juego puso cara de asustado y se quedo como estatua, veía una silla vacía, la melodía había parado pero algún sonido persistía. Otro niño, igual que Eduardo, no supo como jugar, no podía hacer honor a su nombre, no le correspondía ser salomónico.
En el papel se supone que era Mariano, pero todos decían que era Beto el que manejaba la música, muchos se hacían la misma pregunta, ¿Humberto ó Roberto?
Mientras tanto, ajenos a la fiesta y a través de una ventana, miles de ojos los veían jugar, sabiendo que en alguna medida su futuro estaba en aquel juego.
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