Procesos para las crisis

publicado el 17 de Marzo de 2006 en El Diario de Coahuila y El Heraldo de Saltillo
Sé de lo que hablo, tengo más de diez descalabradas sufridas durante mi niñez y los primeros años de juventud, era muy intrépido y tomaba muchos riesgos, no vaya usted a creer que fue por falta de habilidad. Cuando alguien tiene un percance y empieza a sangrar, las personas que carecen de alguna experiencia anterior corren como gallinas descabezadas de un lado a otro sin saber que hacer, en cambio, quienes ya se han visto en esa situación y los que de alguna forma lo han visualizado a manera de prevención, mantienen la calma y resuelven el problema sin angustiar innecesariamente a los demás.
Algo parecido sucede al manejar en carretera, la mayor parte de los siniestros ocurren porque el conductor no sabe que hacer en situaciones imprevistas, lo que obliga a actuar con pánico, de forma apresurada y en ocasiones irracional. Ya sea si se baja una llanta, si atraviesa un animal, si se desliza el automóvil ó si hay un bache en el camino, ante cada eventualidad debe uno saber como operar y estar comprometido a actuar con la mayor calma posible, calma el sentido de no hacer las cosas por reflejo, sino por razón. Aunque usted no lo crea, tener el conocimiento asimilado de lo que se tiene que hacer antes de que las cosas sucedan, es causa de que en el momento adecuado el cerebro envíe a todo el cuerpo las ordenes para proceder racionalmente, aún en las fracciones de segundo que definen un accidente.
Los casos de los niños accidentados y de los choques en carretera no difieren mucho de cómo nos comportamos en otras dificultades. La importancia del desempeño en medio de una crisis radica en que hay quienes tienen un proceso mental que les permite mantener la cabeza fría y saber que hacer, cuando hablamos de individuos, y hay quienes tienen un proceso de actividades a realizar para solucionar los problemas, si hablamos de organizaciones.
Desgraciadamente, el incendio de más de mil trescientas hectáreas en la sierra de Arteaga esta semana pone una vez más al descubierto la deficiente atención de las autoridades para tener esos procesos claros que sirvan de guías en la solución de las complicaciones que nos afectan a todos. Carecer de planes de contingencia serios resulta en no aprovechar con máxima eficiencia los recursos que el gobierno destina para estos casos ya que las urgencias siempre son caras, más cuando no hay acuerdos previos. Recursos humanos y materiales deberían estar preestablecidos para cada grado de una crisis respaldados por un estudio real de posibilidades y riesgos. Sería el colmo que municipio, estado, federación y sociedad no pudiesen llegar a convenios que involucren incluso a estados y municipios vecinos en un sistema de atención oportuno en el que los recursos comprometidos de todos puedan aprovecharse al máximo sin menoscabo de los intereses de los involucrados. Así, la urgencia se limitaría al factor tiempo, estando las variables de logística, dinero y recursos humanos resueltos con antelación.
No se trata de gastar millonadas en certificaciones de procesos de calidad, es simplemente establecer los parámetros para saber que acciones tomar en los casos que tanto daño hacen a nuestro entorno y nuestra gente. Muchas muestras de voluntad vemos, solo necesitamos organización.
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