Los medios y la rumorologia

Publicado el 06 de Marzo en Círculo 360 Domingo, de Vanguardia.

       El relato es real. Durante esta agonizante semana, una señora llegó hasta la ventanilla de un banco en Saltillo y pidió que le liquidaran el saldo total de su cuenta. No era una cantidad menor y tuvo que intervenir el gerente de la sucursal bancaria. Luego de mucho argumentar, la señora terminó por decir que el dinero era suyo y que podía hacer con él lo que le viniera en gana, a lo que el ejecutivo no tuvo más remedio que cancelar la gran cuenta de la señora, dejarla en ceros, y entregarle un cheque de caja para que pudiese abrir otra cuenta en diferente institución bancaria.

      Podría haberte dicho que le hicieron su pago en efectivo y que saliendo del banco la esperaban unos maleantes para despojarla de los ahorros de toda su vida, pero no, el sentido de mi columna va precisamente en contra de la forma en cómo afectan los rumores esparcidos en internet y otras formas de comunicación sin miramientos para difamar el nombre de personas, organizaciones, empresas, religiones, movimientos y cualquier cosa que alguien quiera machar o destruir sin importarle que de alguna forma, también afecte a quienes lo leen. El venenoso boca a boca social de antes se convirtió en el ponzoñoso reenviar electrónico de hoy.

     El rumor de una inminente quiebra de HSBC desatado irresponsablemente por whastapp a principios de semana, resultó en una estampida de cuentahabientes por todo México que se llevaron su dinero a otros bancos tal como lo hizo nuestra amiga saltillense. Quienes hayan trabajado en algún tipo de organización cuyos ingresos provengan de la promotoría de sus productos o servicios saben de lo que habló cuando digo que es un golpe bajo y perverso echar a perder así el trabajo de tanto tiempo y tantas personas. Por supuesto, escarbando un poco nos damos cuenta que el rumor de HSBC no fue con la mala fe de algún competidor o malqueriente, este se originó tras una deficiente comunicación entre una dependencia chiapaneca y sus trabajadores, que por una cuestión técnica tuvieron que sacar sus cuentas de dicho banco.

      Pero todos hemos visto o escuchado las historias de cómo las grandes compañías como McDonalds o Kentucky Fried Chicken tienen sus criaderos de animales que son bultos sin cabezas ni patas, de que Brad Pitt y Selena Gómez ya le aplicaron la misma a Angelina y que sostienen un apasionado romance, de que en algún recóndito y secreto lugar del mundo descubrieron gigantescas cabezas humanas de dos metros que la ciencia no quiere reconocer y que en Roswell siguen cayendo aliens del cielo como confeti en carnaval, que Tommy Hilffinger odia tanto a los latinos como Donald Trump y que la ropa de Calvin Klein es fabricada por niños de 6 años en condiciones de esclavitud, que los dueños de las compañías de internet quieren apropiarse de nuestras identidades y contenidos, que el teletón es tan nocivo como ir a misa y que es mejor mandar a un hijo a prepararse para la vida dentro de un Cereso que dentro de una escuela católica; y un largo etcétera que culmina con la clásica ola de robos de automóviles en el estacionamiento de un centro comercial, de dónde una semana más tarde viene la respuesta a la campaña negra: en el otro centro comercial se están robando a los niños.

       Y nos vamos como gato al bofe sobre las sensacionalistas notas de los más oscuros personajes de redes sociales y las más dudosas páginas que se ostentan como medios de comunicación. Y en una gigantesca ola de desinformación podemos extender desde el inofensivo rumor de una sirena pescada por un barco tiburonero, hasta la mala leche vertida sobre la competencia política o comercial que en no pocas ocasiones trunca los caminos de nobles proyectos.

     No enseñamos a nuestros hijos a consultar las fuentes de la información ni a leer las notas completas para no irse con el puro encabezado porque ni siquiera nosotros lo hacemos. En más de una ocasión he sido excluido de una conversación por cuestionar la fidelidad del origen de lo que un tercero está diciendo, y ya sabemos que el máximo y peor pecado de nuestra época es ser segregado de un grupo, valga o no este la pena. Estamos en una pobre cultura dónde importa más la elocuencia de lo que se dice que la verdad y las bases de lo que se comenta.

      De ahí la gran responsabilidad de los medios de comunicación serios, dónde uno puede consultar con toda confianza cualquier nota, editorial o comentario. Quizás sea tiempo de que periódicos, estaciones de radio y televisión, y todos aquellos quienes sobre la plataforma de la red suben contenidos noticiosos o de opinión, consideren incluir en sus publicaciones un espacio de ratificación o desestimación de rumores para consulta de sus lectores y audiencias, dónde sea la calidad moral y el trabajo reporteril de la fuente de información lo que dicte la veracidad de las notas, y ya no el sensacionalismo de un encabezado.

cesarelizondov@gmail.com

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