Publicado el 23 de Junio de 2006
Durante años tuve la sensación de querer devolver el estomago antes de los partidos de fútbol americano en ligas infantiles y juveniles, creía que algo malo pasaba en mí hasta que muy entrado en la juventud me atreví a sincerar mis temores con algún amigo que me confió haber tenido las mismas sensaciones cada mañana previa a los juegos. Armados con el valor de sabernos acompañados en la pena, no tuvimos reparos en preguntar a otros conocidos que habían practicado deportes de forma competitiva si alguna vez padecieron del mismo problema; por supuesto, todos admitieron haber sentido las libélulas en su organismo.
Los trastornos que sufrimos ante la presión de enfrentar lo desconocido ó que son producto del miedo al fracaso son exactamente los mismos que enfrentan los profesionales en los deportes ó los espectáculos, provienen de donde mismo; para el futbolista de la selección nacional es tan impresionante enfrentar a Ronaldinho como para nosotros era tener enfrente a Nacho detrás de la línea defensiva, para Luciano Pavarotti debe ser tan difícil interpretar una ópera ante el público más exigente como para nuestros hijos lo es pararse ante sus compañeros de clase para declamar un poema. Todo se reduce a la cuestión mental, ahí es donde están nuestros fantasmas.
Hoy en día, cada equipo de talla mundial y cada competidor de disciplinas individuales se preocupa por el aspecto mental en su deporte, saben que en los niveles de excelencia la preparación física y técnica no son suficientes para imponerse a un adversario igualmente instruido, saben que la preparación mental es la gran diferencia entre los primeros lugares y los que se quedan en el siguiente paquete. Por eso es que hoy, en los grados de elite se cuenta con un elemento que hace veinte años ni siquiera era considerado por los entrenadores: El psicólogo deportivo. Y es este el especialista que nos viene fallando a los mexicanos desde hace varios mundiales.
Este hombre, del cual nunca han hablado mal los cien millones de expertos en fútbol que nuestro país tiene, no ha sabido hacer entender a los jugadores nacionales que México no depende de sus logros dentro de la cancha. Esta persona ha fallado al no poder convencer al futbolista de que sí bien nosotros vemos en un europeo a la fuerte raza aria ellos ven en nosotros a la nobleza de nuestra madre patria mezclada con el brío de los guerreros Aztecas. Falla el psicólogo deportivo cuando no les explica a sus pupilos que un penal errado no define una carrera, simplemente Hugo Sánchez falló en México 86 ante Paraguay y antes lo había hecho en una eliminatoria para perder el lugar con Honduras y El Salvador, lo que marco su carrera fueron los cinco títulos de goleo en España. Falla el experto mental al no poder lograr que los seleccionados hagan a un lado las palabras de comunicadores que tienen que mantener un rating y que por lo mismo lucran con los sentimientos de una nación que pone a su equipo nacional casi a la par que a su icono religioso, la Virgen de Guadalupe.
Nos equivocamos también todos los aficionados al cuestionar el funcionamiento de lo que podríamos llamar una institución nacional, ya que en los últimos cinco mundiales en que ha participado nuestra selección su desempeño nos ha colocado entre los mejores 16 equipos del mundo, que es mucho más de lo pueden decir en su campo los que cuelgan sus propios complejos a quienes nos representan dignamente en una competencia mundial.
Si usted es de los que piensan que el mérito está en el esfuerzo y no en las medallas, apoye mañana a su selección e independientemente del resultado, no desestime la capacidad y la entrega de los jóvenes convocados, si todos fuésemos como ellos, este país caminaría mejor.
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