Desapareció China, emergió Jalisco, ¿Y Coahuila?

Publicado el 23 de Febrero de 2009

En un rito que vengo haciendo desde hace más de quince años, la semana que termina estuve en las ciudades de Guadalajara y Ocotlán del estado de Jalisco. Los eventos que me llevan cada doce meses al occidente del país son las exposiciones nacionales más importantes del giro en el cual trabajo, las muestras a las que asisto están separadas por menos de un centenar de kilómetros, pero unidas en un clúster económico dentro de una misma zona de México. Clúster que, aún estando en la franja agavera nada tiene que ver con la industria tequilera.

Durante lo que llevamos del siglo, los visitantes observamos como cada año se iba incrementando la oferta de productos importados desde lugares tan remotos para el comercio al detalle como India, Filipinas, Brasil, Estados Unidos y por supuesto el coco mundial, China. Pero siempre existieron fabricantes mexicanos que se resistieron a convertirse en simples importadores resolviendo tomar el largo y sinuoso camino de eficentar procesos para competir ante los subsidios fiscales, tecnológicos, arancelarios, laborales, monetarios ó cambiarios de los que los productores internacionales gozaban.

En este 2009, como previsible efecto de una crisis económica mundial y resultado también de un peso devaluado frente al dólar, nos encontramos con una escasísima oferta de productos de importación y unos satisfechos fabricantes mexicanos conocedores de que hoy el mercado interno nacional les sonríe tras años de hacer malabares para contrarrestar condiciones que fueron artificialmente favorables para el consumidor mexicano, pero tortuosas para el empresario nacional.

Por otro lado, aquellos que decidieron desmantelar sus plantas en la fácil alternativa de convertirse en intermediarios del intermediario del consumidor final, se encuentran hoy sin los activos que les permitan reaccionar rápidamente ante la nueva demanda de productos nacionales que si bien ha sido afectada por la caída del poder adquisitivo en todo el país, le brinda a los empresarios que compitieron en estándares internacionales la ventaja de saber como hacer las cosas a bajo costo sin mermar la calidad, lo que ante una paridad cambiaría que ha tenido un agregado del cincuenta por ciento en menos de cinco meses se entiende como oro molido ante la oferta internacional.

Y de todo lo anterior, se preguntará usted, ¿En dónde cuadra Coahuila? Bueno, la respuesta está en los agónicos programas que los gobiernos de los tres niveles realizan para tratar de mantener un flujo económico regional que busca contener un problema social de dimensiones mayores, esfuerzos que aunque loables, resultan insuficientes al ser políticas del tipo regalar el pescado en lugar de propiciar dónde y cómo pescar. La diferencia entre los casos tapatío y coahuilense siguen siendo las mismas que se han señalado insistentemente desde hace tiempo: No es suficiente basar una economía en ventajas competitivas únicas (llámese tequila ó industria automotriz, turismo playero ó cercanía con la frontera, ganadería ó minería). Las economías, entre más grande ó diversa sea la entidad a gobernar, mayor deberá ser la gama de clústers ó grupos de actividades económicas afines para poder contar con el apoyo de uno cuando algún otro este deprimido, clásica realidad financiera que tiene que ver más con ciclos económicos que con políticas públicas cicladas.

Localmente hemos atestiguado como los clústers ajenos a la industria automotriz no han podido despegar, por citar solo ejemplos recordaremos como fue que la industria cerámica se topó con la implacable voluntad de personajes que no permitían edificaciones colindantes; de cómo una incipiente vocación farmacéutica y herbolaria regional fue destazada para cambiar aspirinas por bienes raíces; de cómo la industria agroquímica traslado sus corporativos al lejano oriente debilitando la posibilidad de sinergia que se empezaba a gestar con los recursos humanos locales.

El gran reto entonces empieza por discernir dónde está trazada la línea entre la responsabilidad de un gobierno en su papel de gestor de voluntades y una clase empresarial que no define aún si su rol dentro de la comunidad será como especulador a la caza de fáciles negocios ó como gremio comprometido con la generación de empleos.
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