Entregando el cuerpo

Publicado el 27 de Octubre de 2007


Contrario a lo que la lógica indica, debido a la riqueza que nuestro idioma ofrece al tener tantos vocablos, frecuentemente caemos en problemas de comunicación cuando no expresamos la palabra exacta para señalar aquello que deseamos manifestar; así tenemos que en nuestra vida diaria poco podemos decir con metáforas ó analogías porque se nos tacha de rebuscados ó de andar por las ramas. En otras culturas, donde el lenguaje no tiene tantas complicaciones como el nuestro, basta con situar una palabra ó una expresión dentro de un contexto para entender ó darse a entender, siendo el mismo termino utilizado para casos distintos sin que esto ocasione confusión.

Lo anterior viene a cuento por lo acontecido durante la agonizante semana dentro de las filas perredistas, donde una vez más lavaron la ropa sucia fuera de casa cuando el vocero Nacional del partido arremetió en contra de su elemento mejor posicionado en el espectro político nacional, la presidenta la mesa directiva de la Cámara de Diputados. La raíz de la disputa que ocupó diversos espacios dentro de los medios electrónicos del país es una cuestión que corresponde juzgar solo a los mismos miembros del citado partido, lo que nos ocupa a los demás es la polémica que generó la expresión utilizada por el vocero para calificar la forma en que desde su punto de vista claudicó en su movimiento la Diputada Federal: Entregando el cuerpo.

La desafortunada frase trajo como consecuencia una respuesta generalizada de la opinión pública en contra del ahora esclavo de sus palabras, poniéndole adjetivos como machista, intolerante, vulgar y cualquier cantidad de ese tipo de calificativos con que se acusa a un hombre cuando se ponen los demás el disfraz de respeto hacía las mujeres, minorías ó razas diferentes. Por supuesto, los “profesionales” de la noticia ventilaron y capitalizaron el hecho con un tinte amarillista que lo único que logró fue difundir el punto de vista de uno y sembró la duda en las acciones de la otra, por más que insistieron en la supuesta defensa del género femenino.

Y aquí expongo, como en el pasado, la mentira que nos contamos cotidianamente al pensar que cediendo espacios a la mujer por el simple hecho del género les da esa dignidad que el feminismo busca en donde nunca la va a encontrar. Aquí es donde no podemos compartir la opinión de un trato diferente a la mujer que ha decidido jugar con las reglas de un juego en el que todos asemejamos con la supervivencia en la selva, en donde la supremacía del más capaz (no necesariamente el más fuerte), quedará de manifiesto independientemente del género.

Machista no es aquel que en el plano profesional trata por igual a hombres y mujeres, machistas son los que se sienten condescendientes al facilitar las tareas que una mujer puede realizar sin la supervisión ó el cuidado del hombre, machistas son las mujeres que exigen un trato preferencial pero que demandan las mismas canonjías, machistas son las personas que tienen que anteponer un artículo al sustantivo haciendo una diferenciación de género innecesaria. Nos dignificamos como hombres y mujeres cuando nos situamos en donde nos corresponde por necesidad ó por naturaleza, no por lo que los demás digan ó callen sobre nosotros.

Nuevamente un escándalo nacional nos hace reflexionar sobre nuestros valores culturales, otra vez los protagonistas evaden los temas trascendentales para sumirse en discusiones estériles que lo único que denotan es el pobre nivel de las voces que forman el pensamiento colectivo, ya sea que hablemos de políticos ó de comunicadores.
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